Traducido para Rebelión por Germán Leyens
4000 familias
La reciente ola de ataques contra iglesias cristianas en Irak es sintomática de la inseguridad general que los cristianos (aproximadamente un 3 por ciento de la población, unas 800.000 personas) confrontan en el país ocupado. La constitución interina especifica que «el Islam es la religión oficial del Estado y es considerada una fuente de legislación» y aunque reconoce la libertad religiosa «respeta la identidad islámica de la mayoría del pueblo iraquí». Para algunos, la identidad islámica significa la imposición de la moralidad musulmana. En Sadr City, la milicia Mahdi está clausurando negocios de venta de alcohol de propiedad cristiana. Algunos comerciantes han sido asesinados, algunas mujeres cristianas han sido atacadas por aparecer en público con vestimentas inadecuadas. Otros han sido atacados porque en general se piensa que los cristianos secundan la ocupación.
La ironía aquí, desde luego, es que el Irak de Sadam era un estado laico, gobernado por el partido Baaz. El régimen iraquí, aunque se mostraba sospechoso y a veces brutal hacia la mayoría chií, apoyaba las mezquitas chiíes y sunníes, las iglesias cristianas asirias y caldeas, e incluso la poco visitada sinagoga de Bagdad, mientras prohibía en general el proselitismo. Sadam nombro a Tariq Aziz, cristiano, a los máximos cargos; en respuesta, islamistas enfurecidos trataron de asesinar a Aziz en 1980. Osama bin Laden odiaba al Irak de Sadam por su carácter específicamente no-islámico. Ahora, con la caída del régimen baaz, han dado rienda suelta a fundamentalistas islámicos (de diversos tipos) para redefinir el papel de la religión en el país. La ocupación de EE.UU. disolvió oficialmente el inmenso partido Baaz, purgó a los baasistas de sus puestos (incluyendo a los que trabajaban en la medicina y la educación) y aprobó oficialmente el texto de la constitución, mientras creaba el vacío de poder en el que ahora prosperan numerosas milicias islámicas.
Y una segunda ironía. Según el New York Times (5 de agosto) unas 4.000 familias iraquíes cristianas se han refugiado en Siria. Otras van a Jordania o Líbano, pero Siria es el destino preferido. Gobernada por un brazo del partido Baaz, enfrentada desde los años 60 a su homóloga iraquí, Siria sigue siendo una república laica. Un diez por ciento de la población (unos 1,8 millones) es cristiano, y se dice que los cristianos iraquíes sienten poca discriminación en el país. No existe un rígido código de vestimenta como el que uno encuentra en Arabia Saudí y en algunas otras naciones árabes; los negocios de alcohol están abiertos.
«Estamos seguros aquí, y por eso nos sentimos libres», dice Abdulkhalek Sharif Nuamansaid, que ha llevado a su familia a Damasco desde Bagdad. «Los sirios son hermanos para nosotros. Aquí no hay discriminación. Esa es la verdad, y no es un cumplido». Según un informe de 2002 de International Christian Concern, un grupo que estudia la persecución de cristianos en el mundo: «No se han presenciado actos de persecución religiosa» recientemente, y: «»No existe evidencia de que haya prisioneros por sus creencias cristianas en la actualidad».
Pero Siria es vilipendiada por la administración Bush, igual que Irak, y por las mismas razones (aparentes): armas de destrucción masiva (armas químicas que Siria reconoce que posee – como disuasión contra un ataque por Israel que posee armas nucleares), y por conexiones terroristas (con grupos anti.-israelíes). Hay que agregar a estas acusaciones que Siria ocupa partes de Líbano (donde tiene tropas estacionadas con autorización de la Liga Árabe desde 1976 que ahora cuentan 16.000 hombres). Además hay que agregar la acusación de que, después de la invasión de Irak por EE.UU., Siria ha brindado refugio a funcionarios iraquíes fugitivos (una acción que parecería, si ocurrió, perfectamente legal), que fondos iraquíes en bancos sirios han facilitado actividades de la resistencia, que Siria aceptó ADM de Irak antes de la invasión (lo que explicaría por qué no se han encontrado ningunas), y que Siria apoya activamente el paso de combatientes árabes a través de su frontera con Irak. Y, desde luego, la acusación intrínseca del gobierno por un dictador, que Washington que mantiene relaciones íntimas con Musharraf, Mubarak, Karimov etc. aplica selectivamente, sin reírse, cuando le conviene. (La afirmación de que «derrocamos a un dictador» es todo lo que les queda ahora, después de todo, respecto a Irak). Los neoconservadores tienen como objetivo a Siria para un cambio de régimen desde hace mucho tiempo, por motivos que no pueden discutir abiertamente: la adquisición de la hegemonía de EE.UU. sobre el Sudoeste Asiático, obteniendo ventajas geopolíticas frente a Europa, Japón, China, etc. hasta bien avanzado lo que llaman el Nuevo Siglo Estadounidense; y el imaginario aumento de la seguridad de Israel). Están construyendo obstinadamente su caso, con la ayuda del gobierno del Likud en Israel – la fuente del informe sobre la transferencia de las ADM.
Pero para imponer exitosamente el caso por un cambio de régimen en Siria, sus propugnadores deben tratar de establecer algún vínculo entre el trauma del 11-S, y su próxima nación-objetivo. Esto lo hacen con el acto de prestidigitación de relacionar al Yihád Islámico, a Hamás y a Hezbolá (con algún tipo de oficinas en Damasco) con Al-Qaeda, no porque realmente trabajen juntos, sino porque están todos en la lista oficial del Departamento de Estado de organizaciones terroristas extranjeras (junto con varios grupos nacionalistas y comunistas y otros que no tienen ninguna relación aparte de su putativo terrorismo).
Este terrorismo lo entiende el presidente Bush como si constituyera un solo, simple, Mal para el que ha sido nombrado por Dios para que lo aniquile. La administración no ha acusado a Siria de apoyar directamente a Al-Qaeda, y Siria en realidad ha cooperado en la lucha en su contra. Pero Bush puede aprovechar la confusión y la disposición de muchos estadounidenses de refundir a todos los árabes atacados por la administración como componentes de ese Mal amenazante. La confusión, que reina en la mente de Bush de manera tan obvia como toda situación pública para la que no se ha podido preparar ha sido el punto fuerte de esta administración; la útil confusión se extiende, a un ritmo tan rápido que asusta, desde el inarticulado podio presidencial a los púlpitos y a las páginas editoriales de la clase media estadounidense, y a los ladridos de los presentadores de Fox News, NBC y CNN.
Ya en 2002, el insufrible e influyente Lou Dobbs de CNN proclamó que la «Guerra contra el terrorismo» era en realidad una «Guerra contra el islamismo». Luego, después de protestas de gente racional de que el ataque contra el «islamismo» produciría animosidad hacia el Islam en general, cambió eso a guerra contra «el extremismo islámico fundamentalista» o el «islamismo radical»». En por lo menos una emisión, se refirió a Irak como una nación islamista radical, lo que no tenía absolutamente ningún sentido pero que secundaba con entusiasmo la causa de los belicistas que cuenta con la confusión. No puede sorprender, considerando la desinformación difundida por los capitanes de aspecto serio de la libre prensa corporativa, que la mayoría de los estadounidenses pueda seguir creyendo que Sadam tuvo algo que ver con el 11-S. La desinformación también domina los reportajes sobre Siria, así que hay que subrayar una y otra vez que Siria es realmente una sociedad laica, en vez de «islamista». Una sociedad en la que cristianos, después de huir de la ruina de sus vidas en el Nuevo (cada vez más intolerante) Irak, se sienten bastante bien.
EE.UU. y el partido Baaz
¿Qué es el partido Baaz, que subraya tanto el laicismo y que trata de limitar la influencia de los clérigos musulmanes? ¿Y por qué lo odia tanto la administración Bush? La prensa ha evitado generalmente estas preguntas, mientras señala que los baasistas (calificados según la ocasión de «estalinistas» y de «fascistas» – que son cosas muy diferentes, irreconciliables) son realmente malos. Así que analicémoslos brevemente. Baaz significa «resurrección» o «renacimiento» en árabe. Durante los años 30 del siglo pasado, intelectuales de clase media en Siria comenzaron a organizar un movimiento contra la dominación extranjera (Francia había colonizado Siria en 1916, y Siria continuó bajo control francés o británico hasta los años 40). Los dirigentes del movimiento: Zaki al-Arsuzi, Salah al-Din al-Bitar y Michel Aflaq se opusieron a ese colonialismo, pero también fueron influenciados por tendencias del pensamiento político de los países de los colonizadores. Se oponían enfáticamente al fundamentalismo islámico y a la aplicación de la ley de la Sharia; Aflaq era cristiano ortodoxo. Para que el mundo árabe viviera un renacimiento, pensaban, debía rechazar la intolerancia religiosa y comprometerse con el laicismo, y con estructuras legales y constitucionales de estilo occidental.
En 1947, el Partido Árabe Socialista Baaz fue formalmente inaugurado en Damasco como una organización que combinaba el nacionalismo pan-árabe, el anticolonialismo y el «socialismo» (este último se entendía como un fuerte papel del gobierno en la dirección del desarrollo económico, pero se distinguía claramente de, y se oponía a, el socialismo en el sentido marxista-leninista). Facciones de este partido han gobernado subsiguientemente no sólo Siria e Irak, sino que han sido influyentes en Jordania y en otros sitios. Los baasistas han encontrado considerable oposición, tanto de los comunistas (que solían ser el partido mejor organizado y más grande en Irak) como de los islamistas, a los cuales EE.UU. y su comunidad de la inteligencia se han opuesto tradicionalmente. Por lo tanto, según Roger Morris, antiguo empleado del Consejo Nacional de Seguridad en los años 70, la CIA escogió al partido Baaz «como su instrumento» en los años 50.
Vínculos íntimos entre la Agencia y Sadam Husein datan de 1959 cuando Sadam estropeó un intento de asesinato contra el presidente de aquel entonces Abd al-Karim Kassem, un oficial militar que había tomado el poder en un golpe derrocando al monarca iraquí, había enfurecido a EE.UU. al retirarse de la antisoviética Organización del Tratado Central (Pacto de Bagdad), desarrollando relaciones cordiales con la URSS, y tolerando (aunque a veces tomaba medidas enérgicas en su contra), al más poderoso partido comunista del mundo árabe. La CIA y la inteligencia egipcia sacaron a Sadam del país hacia Líbano, donde la CIA pagó por su apartamento en Beirut, y luego al Cairo, donde según el corresponsal de inteligencia de la UPI, Richard Sale, se reunió con el agente de la CIA Miles Copeland y el jefe de estación Jim Eichelberger.
Kassem fue derrocado por un golpe del Baaz en 1963. Bajo el nuevo gobierno, encabezado por el presidente ‘Abd as-Salam ‘Arif, Sadam (de 26 años) fue puesto a cargo de la interrogación y ejecución de comunistas, cuyos nombres la CIA estuvo feliz de suministrar al nuevo régimen. ‘Arif se volvió contra sus antiguos partidarios, provocando una división en el partido baasista, mientras el mencionado baasista cristiano Aflaq ascendía a Sadam para que fuera miembro del comando regional del Baaz.
Encarcelado entre 1964 y 1966, Sadam ascendió en los rangos baasistas. Su primo y mentor, el general Ahmad Hassan al-Bakr, tomó el poder en 1968 y Sadam se convirtió en el número dos del gobierno iraquí, a cargo de la seguridad interior. Después de agenciar la renuncia de al-Bakr en 1979, Sadam tomó el poder, invadió Irán el año después y pronto obtuvo el apoyo y la aprobación de EE.UU. Durante su régimen, el partido Baaz mantuvo su antigua discriminación contra los chiíes. En 1991, después de la expulsión de las fuerzas iraquíes de Kuwait, los chiíes se alzaron contra el régimen, alentados por la primera administración Bush (que no les dio la ayuda prometida). Fueron brutalmente aplastados. En 1999, el gran ayatolá Sayyid Muhammad Sadiq al-Sadr, líder espiritual de los chiíes, fue asesinado en Najaf, supuestamente por orden de Sadam. Decididamente, el gobierno de Sadam no fue un régimen religioso.
En Siria, mientras tanto, el partido Baaz sufría vicisitudes y luchas entre facciones. Fue disuelto, junto con todos los demás partidos políticos, durante el período de unión con Egipto de Nasser (1958-1961), pero fue el partido de gobierno durante la presidencia de Hafez al-Assad (1970-2000) y sigue siéndolo bajo su hijo Bashir al-Assad. En 1973, al-Assad (miembro de la minoritaria secta musulmana Alawi) revisó la constitución siria, omitiendo el requerimiento de que el presidente fuera musulmán). Esto ocasionó disturbios por los que acusaban a al-Assad de ateismo: fueron reprimidos por el ejército, pero el requerimiento fue reincorporado. En 1980, miembros de la Hermandad Musulmana trataron de asesinar al presidente y en febrero de 1982 ese grupo se rebeló en la ciudad de Hama. Fueron nuevamente reprimidos por el ejército, mientras al-Assad trataba de fortalecer su legitimidad en la mayoría sunní de Siria abrazando el popular Islam. «Pero», según Ray J. Mouawad, en el Middle East Quarterly en 1991, «eso no afectó negativamente la condición de los cristianos en Siria ni sus actitudes hacia el régimen; por cierto, los cristianos en Siria perciben el actual régimen como su protector. En consecuencia, los cristianos tuvieron facilidades para obtener la autorización para reconstruir iglesias o construir nuevas y para orar o realizar procesiones en público sin ser acosados. Gozan de más libertad religiosa que la que tuvieron bajo el Imperio Otomano antes de 1918. Su religión no es mencionada en las tarjetas de identidad. La legislación es totalmente laica, con la excepción de las leyes del estado personal que son aplicadas por tribunales específicos y que varían según las diferentes comunidades. Viernes es el día feriado oficial, pero por consideración a la población cristiana el trabajo comienza a las 10 de la mañana el domingo. Todos los días de fiesta cristianos son feriados estatales oficiales y los miembros del clero no tienen que participar en el servicio militar. Los cristianos están unidos en su apoyo al régimen, particularmente desde los eventos en Hama, conscientes de que constituye su protección contra una posible evolución islámica.»
http://www.meforum.org/article/17
El 1983, el muftí de Jerusalén promulgó una fatua contra al-Assad (por su trato hostil contra la Organización por la Liberación de Palestina). Evidentemente el gobierno sirio había adquirido su parte de enemigos musulmanes.
Los regímenes menos «islamistas» del mundo árabe como objetivo
Así que, irónicamente, Irak y Siria, dirigidos por dos de los regímenes menos musulmanes del mundo árabe, son los dos mayores objetivos de la administración Bush después de los ataques contra EE.UU. por un grupo terrorista islámico que no está relacionado con ninguno de los dos. De nuevo irónicamente, estos dos han mostrado una tolerancia particular hacia sus comunidades cristianas, cuya existencia data de casi 2.000 años. Pero convertirlos en objetivo tiene sentido si se reconoce que toda sociedad moderna con un sistema gratuito de educación mixta, con una burocracia racional, un sistema nacional de atención sanitaria, y la separación de religión y estado, tenderá a desarrollarse más rápido y a llegar a ser más fuerte que las monarquías medievales y las ulemocracias. Y todo estado árabe que llegue a niveles europeos de logros económicos y militares sin jurar su lealtad a la híperpotencia es, en la perspectiva neoconservadora, un candidato válido para un cambio de régimen. Países gobernados por reyes, sultanes, emires, en concierto con el clero musulmán, pueden nutrir en sus madrazas a extremistas islamistas, y por lo tanto convertirse en una amenaza (como sugiere Donald Rumsfeld en su famoso memorando filtrado de octubre de 2003).
Pero estos han sido los favoritos históricos, buenos socios de negocios poco inclinados a amenazar Israel; por cierto, Marruecos, Túnez, Omán, Bahrein y Qatar tienen todos algún nivel de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel. El hecho que la ideología del tipo de Al-Qaeda pueda atraer a muchos en tales países, resultando en ataques terroristas contra objetivos de EE.UU., lleva a algunos neoconservadores a considerar su reemplazo en última instancia por «democracias» guiadas por EE.UU. y sistemas de educación desislamizados. Pero por el momento, un estado oficialmente musulmán que apoya los objetivos de EE.UU. en la región, incluso si su ciudadanía rechaza esos objetivos, es mucho más agradable que un estado laico que los desafía y obstruye. De ahí la expulsión de Irak de Kuwait en 1991, que resultó en el retorno de un monarca leal, no amenazante.
Desde luego, los aspectos positivos de los baasistas no mitigan su horrendo historial respecto a los derechos humanos, (no es que sea que la administración Bush pueda permitirse juzgar asuntos de este tipo). Pero este tema de la suerte de los cristianos árabes podrá tal vez influenciar cómo la base social cristiana fundamentalista de Bush juzga el desarrollo de la situación en el Medio Oriente. A Franklin Graham, que dice que el Islam es «una religión muy mala y perversa» lo consume la impaciencia por llevar la Verdad al pueblo iraquí sumido en la ignorancia. Su rebaño debiera saber lo que significa realmente la política de Bush para la comunidad cristiana iraquí actual. (Desde luego, no sé si Graham acepta que las iglesias asiria, y la caldea que reconoce al Vaticano son «realmente» cristianas en su acepción fundamentalista del término.)
Uno quisiera visitar las iglesias cristianas favorables a Bush y pararse en esos púlpitos y gritar: «¡Hermanos y hermanas, el problema no es de «fuerzas del bien» contra las «fuerzas del mal», sino del laicismo contra el fundamentalismo religioso, en todo el mundo! El fundamentalismo de bin Laden produjo el 11-S; el de Bush, la llaga sangrienta de Irak. ¡El problema es el fundamentalismo cristiano extremista de Bush, contra no sólo el fundamentalismo musulmán, sino incluso contra los regímenes más tolerantes en cuanto a la religión en las naciones musulmanas! ¿Por qué huyen los cristianos de Irak «liberado? Porque, hermanos y hermanas, la guerra ilegal que derrocó a los baasistas en Irak ha producido terribles sufrimientos entre los creyentes cristianos, y Siria baasista, por más mala que pueda ser, les ayuda. Si Siria, tolerante de la religión, es la próxima en la lista de ataque de la «Guerra contra el terror», aunque no tiene nada que ver con Al-Qaeda o con el 11-S, ¿no hay algo muy equivocado (o incluso malo) en la administración en todo su enfoque de la región?»
No me siento optimista sobre la resonancia del mensaje, pero los cristianos que estén de acuerdo pueden probarlo.
Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de religión comparativa. Es autor de: «Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa Japan; Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan»; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900». También colaboró en la implacable crónica de CounterPunch sobre las guerras contra Irak, Afganistán y Yugoslavia, «Imperial Crusades».
Su correo es: [email protected]
http://www.counterpunch.org/leupp08092004.html