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Se realizó el primer Piratefest en Argentina

Por un cambio de paradigma

Fuentes: Fundación Vía Libre

  Paso a paso -y con el affaire Wikileaks como punta de lanza-, activistas de nuevo cuño están ocupando espacios de visibilidad hasta hace poco impensados. El fin de semana les tocó a los llamados «piratas», que se reunieron en el primer Piratefest de la Argentina y abordaron, junto a varios especialistas e invitados, un […]

 

Paso a paso -y con el affaire Wikileaks como punta de lanza-, activistas de nuevo cuño están ocupando espacios de visibilidad hasta hace poco impensados. El fin de semana les tocó a los llamados «piratas», que se reunieron en el primer Piratefest de la Argentina y abordaron, junto a varios especialistas e invitados, un diagnóstico sobre la actual relación entre cultura y nuevas tecnologías. Garfios, patas de palo y barriles de ron quedaron para la próxima.

La organización estuvo a cargo del Partido Pirata local (partidopirata.com.ar), que eligió como punto de encuentro el piso más alto de un edificio en reparación, al mejor estilo Blade Runner. A su vez, Once Libre -así se llama el lugar- es la sede de Articultores (articultores.net), un grupo que reparte plantas organizándose en «guerrillas» de jardineros. El paisaje prometía ser pintoresco, y los visitantes empezaban a ubicarse entre los recovecos de la construcción cuando Matías Lennie, de Red Panal (redpanal.org), enumeró novedades sobre la «música colaborativa» para preguntarse luego si era oportuno responder a los guiños que el gobierno y las fuerzas políticas tradicionales les están haciendo a los militantes tech. «Esos sectores todavía se manejan con formas antiguas de distribuir el poder. Frente a eso, lo que los defensores de la Cultura Libre proponen es un cambio de paradigma. No nos limitamos a compartir canciones o películas, ni a desarrollar software. Es una idea más profunda», evaluó Lennie.

Se esté de acuerdo o no con los preceptos del Partido Pirata, está claro que la existencia de esa organización es índice de un emergente social que va cobrando forma. Aficionados a la tecnología y curiosos de la política, hippies digitalizados y punks que practican agricultura orgánica: el recorte incluye una mayoría de jóvenes de clase media que le deben a la posibilidad de subir y bajar información en la web buena parte de sus gustos y sus modos de interacción social. Con el detalle de que además les gusta copiar y alterar los productos culturales que llegan a sus manos, lo que ha puesto a más de una multinacional al borde del ataque de nervios.

Es por el nudo de ese antagonismo que se cuelan discursos como los que se oyeron en el Piratefest. En su charla sobre software libre y formación política, Nicolás Reynolds -representante de los piratas vernáculos- le dio otra vuelta de tuerca al asunto y criticó la ingenuidad con que los medios interpretaron el uso de las redes sociales durante las protestas en Medio Oriente. «Suele decirse que las manifestaciones en Egipto tuvieron que ver con Facebook y Twitter. No sé si será así, pero por las dudas quiero avisar que hay grandes probabilidades de que todo lo que se dijo a través de esas herramientas ya esté a disposición de la CIA o de empresas privadas de seguridad. Las comunicaciones de la red pasan, en su mayoría, por servidores que están en Estados Unidos; y si mantenemos esa estructura, seguiremos poniendo en peligro a los movimientos sociales de todo el planeta», advirtió.

Como opción para disminuir esos riesgos se habló de Freedom Box (freedomboxfoundation.org), una iniciativa que pretende instalar pequeños servidores en el hogar de millones de usuarios. Eso desafiaría la centralización actual, haría más difícil la vigilancia e impediría que los regímenes autoritarios consigan suprimir las comunicaciones. «Hay que hacerlo rápido, para ahorrar futuros problemas -apuró Reynolds-. La prueba más inmediata que tenemos es la de Wikileaks, que cuando publicó cables inconvenientes para la Casa Blanca fue dado de baja, aunque después aparecieron sites que replicaban sus documentos.»

Los integrantes de Buenos Aires Libre (www.buenosaireslibre.org) describieron otra alternativa: el establecimiento de una red comunitaria que no es Internet, pero permite intercambiar datos, películas, música y libros entre los vecinos que se sumen. «Solamente hace falta instalar una antena muy sencilla, que puede construirse con un alambre doblado y algunas pocas piezas más», informó Sergio Pernas. Osiris Gómez, otro de los panelistas, se refirió al dinamismo del sistema. «En mi máquina tengo dos terabytes de datos que les ofrezco a mis compañeros. Imagínense, por ejemplo, lo que podría lograrse con una escuela que repartiera material didáctico y textos al resto del barrio», comentó.

Por su parte, Beatriz Busaniche, de Vía Libre (vialibre.org.ar), especificó los defectos de la Ley de Propiedad Intelectual argentina e hizo una introducción a las Licencias Libres, que permiten a los creadores «escapar a la lógica de las multinacionales». La especialista cerró con una crítica terminológica: «No estoy de acuerdo con la palabra ‘pirata’ -sostuvo-. La batalla discursiva es la primera que tenemos que dar, y no podemos ceder terreno de entrada. Colocándonos ese nombre nos están metiendo en la misma bolsa que una mafia».

http://www.vialibre.org.ar/2011/03/14/por-un-cambio-de-paradigma/