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Primer paso

Fuentes: Il Manifiesto

Traducido para Rebelión por Gonzalo Hernández Baptista

El cuerpo de Nicola Calipari pesa sobre mis hombros, estoy atónita, no puedo creerlo. Y sin embargo Nicola está muerto. Estaba a punto de recuperar la libertad cuando el fuego americano mató a quien me acababa de liberar y murió protegiéndome. Shit! (mierda) increpan los soldados norteamericanos que se acercan y lo levantan. Vuelvo a ver la cara de aquellos soldados, tal como si fuera ahora. Pero han pasado ya diez meses: pensaba -y esperaba- poder olvidarles. Pero no va a ser posible. ¿Y ahora importa si estaba también Mario Lozano(1 entre los soldados que se acercaron mientras que yo estaba tirada y herida en el adoquinado? Quién sabe.

La noticia de que la Magistratura italiana ha acusado a Mario Lozano ya se esperaba -así lo han escrito en Il Manifesto- tras la investigación que afirma que los soldados habían disparado para matarnos. Ya sólo la acusación de homicidio voluntario hacia nuestras personas me da escalofríos. Las imágenes y las sensaciones de aquel momento me asaltan, me angustian y me aterrorizan. Lo mismo que la noticia de un nuevo rehén me hace vivir de nuevo el mes de mi secuestro.

La disposición judicial de Mario Lozano es sólo el primer paso que podría desbrozar el camino para aclarar los todavía muchos puntos oscuros del caso. Para empezar: ¿cuántas armas habían disparado? ¿Fue acaso exclusivamente la ametralladora de Mario Lozano la que acribilló el Toyota en el que viajábamos, como sostiene un informe militar norteamericano, o quizá habrán percutido más armas, como nos lleva a pensar el conjunto de arañazos (cada uno de ellos con marcas de arma diferente) encontrados en el coche de nuestro funcionario?

Avanzar no será nada fácil. El informe de la comisión militar norteamericana que ha llevado a cabo el «accidente» ya ha exculpado el comportamiento de la patrulla móvil que aquella noche estaba aparcada en la Irish road y ha reafirmado, con arrogancia, la impunidad de los militares norteamericanos. Pero debemos derrotar justo esta impunidad a los crímenes cometidos por los marines repartidos por el mundo, especialmente en Iraq. El camino que tenemos delante de nuestros ojos está en cuesta, ya lo sabemos: tendremos un problema de jurisdicción, una serie de rogativas que quedarán olvidadas por parte de las autoridades de los Estados Unidos sin que nuestros representantes levanten siquiera un dedo, como ha ido haciendo nuestro ministro de Justicia Castelli. Ayer el embajador de los Estados Unidos se ha entrevistado en Roma con Silvio Berlusconi, pero no han hablado de Calipari, al menos de manera oficial.

Pero no podemos vencernos. Queremos toda la verdad. Toda.

A decir verdad en esto de la muerte de Calipari están los ciudadanos italianos, las decenas de entes locales y asociaciones cuya petición ya han presentado al Presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi. Saber la verdad es un derecho de todos y no quiere decir apaciguarse con una cabra expiatoria, víctima al mismo tiempo de mecanismos perversos y criminales en la guerra, ni se debe permitir archivar el caso Calipari a partir de la buena paz de todas las razones de Estado.

(1) Marine norteamericano acusado de homicidio voluntario y intento de homicidio, por la muerte del agente del Servicio de Inteligencia italiano, Nicola Calipari, la noche del 04 de marzo de 2005.