En la última serie de posts he tratado de construir mi visión sobre el tratamiento de ciertos derechos en internet, he defendido el derecho al seudonimato y una aproximación a la regulación de la red al hab Casi todas las leyes o políticas a la vida privada dependen de una comprensión particular de lo que […]
En la última serie de posts he tratado de construir mi visión sobre el tratamiento de ciertos derechos en internet, he defendido el derecho al seudonimato y una aproximación a la regulación de la red al hab Casi todas las leyes o políticas a la vida privada dependen de una comprensión particular de lo que es la privacidad. lar de libertad de expresión. En ambos casos creo que el tema central es el de la privacidad.
Trataré de abordar la privacidad a partir de su tensión con la seguridad y los argumentos alrededor de esta discusión. Lo que me parece más valioso es que participen con sus comentarios para enriquecer esta importante discusión que tendrá cada vez más relevancia.
«Tenemos que entregar un poco de nuestra privacidad si con esto nos sentimos más seguros» ¿Neto? Bueno, seguramente hemos oído este argumento o derivados en conversaciones o medios de comunicación cuando se publicitan historias de recopilación de datos por parte del gobierno o mal uso de ellos por parte de terceros.
Este argumento resulta central en el debate de la tensión entre la privacidad y la seguridad. En el contexto de lucha anticrimen que vivimos en México, las consecuencias de esta discusión son enormes, pues los elementos esenciales de ambos conceptos y el equilibrio entre ellos afecta los principios mismos de nuestra libertad y democracia.
En el siglo XXI, especialmente tras los ataques del 9/11 tal parece que la balanza se ha inclinado del lado de la seguridad (Leer Genaro Lozano: una década de terror aquí y aquí), los gobiernos han estado recopilando más información y participando más en actos de vigilancia hacia los individuos. La misma tecnología que es instrumento democratizador, le está dando a los gobiernos herramientas extraordinarias de vigilancia, hoy es casi imposible caminar sin dejar rastro.
En esta tensión, la privacidad muchas veces sale perdiendo cuando no debe, dice Daniel J. Solove:
Privacidad a menudo pierde ante la seguridad cuando no debe. Los intereses de seguridad son fáciles de entender, porque la vida y la integridad física están en juego, mientras que los derechos de privacidad siguen siendo más abstractos y vagos. Muchas personas creen que deben ceder privacidad para estar más seguros. Y los del lado de la seguridad del debate están haciendo poderosos argumentos para animar a la gente a aceptar este sacrificio.
Lo anterior me hace pensar que en realidad se parte de un concepto equivocado o parcial de lo que implica la privacidad y sus costos, además me parece que está enmarcado de manera incorrecta al tratar de forzar este intercambio entre una cosa y otra cuando se puede llegar un punto en que sean compatibles con la debida regulación.
«A mí que me esculquen»
Cuando el gobierno pone cámaras de seguridad por toda la ciudad y lo celebra como una gran logro de la seguridad, me aterro; sin embargo me parece más de miedo que las personas lo celebren «está bien, yo no tengo nada que esconder», dicen. Lo que me indica que el discurso del intercambio de privacidad y a favor de la seguridad anda ganando la batalla cultural.
David Flaherty, experto en privacidad, dice que existe poca sensibilidad para considerar importante la vida privada, incluso asegura que aún cuestionando la intrusión de externos a nuestra intimidad terminamos por capitular ante ésta.
Si nos centramos en el argumento de que no se tiene nada que esconder, tendríamos que cuestionar cuáles de estos datos y para qué son utilizados y recopilados por el gobierno pues esto es lo verdaderamente relevante, en la posición extrema es obvio que nadie quiere que se revelen sus fotos desnudos o sus más profundos secretos. Sin embargo habría que decir que privado no es igual a secreto y que en su forma menos extrema es difícil dibujar una línea de qué datos, qué uso y por qué.
Lo anterior, se deriva de ciertas suposiciones erróneas acerca de la privacidad y su valor.
Para evaluar este argumento, debemos comenzar por ver cómo sus seguidores entienden la privacidad. Casi todas las leyes o políticas a la vida privada dependen de una comprensión particular de lo que es la privacidad. Por eso es importante, en general, se invoca a la esencia del concepto sin embargo, la privacidad está basada por elementos multifactoriales. Privacidad, en otras palabras, implica muchas cosas que es imposible reducir a una idea simple. Y no tenemos por qué hacerlo.
En muchos casos, los temas de privacidad nunca son debidamente balanceados con los intereses en conflicto, porque los tribunales, legisladores y otras personas no reconocen que la privacidad está implicada. No se reconocen problemas concernientes a la vida privada porque no existe un concepto que se ajuste a todos los caso. Debemos prestar atención a todos los diferentes problemas que despiertan el deseo de proteger la privacidad, en cualquier caso el legislador o la regulación debe prever flexibilidad caso por caso.
Kafka vs. Orwell
Cuando preparaba este post, pregunté a mis followers si creían que deberían intercambiar su privacidad (o parte de ésta) por sentirse más seguros, la mayoría me respondió que no lo cual me hace pensar cuando menos algunos de nosotros entendemos la importancia de nuestra vida privada.
Muchos me contestaron que se sentirían en la novela 1984 de George Orwell (publicada en 1949). En esta novela Orwell a través de la distopía representa escenas desgarradoras de un mundo gobernado por el gran hermano que vigila de manera obsesiva a sus ciudadanos y les exige disciplina estricta. La metáfora de Orwell que mencionó la mayoría sirve para ilustrar el tema de la vigilancia gubernamental como inhibidor de la conducta y como medio de control social. Sin embargo no me acaba de convencer porque a pesar de que de alguna manera se conocen datos que van desde el estado civil hasta el último auto que compramos (tenencia) no creo que eso inhiba a la ciudadanía de actuar. Sin embargo el problema Orwell, es un problema y debe atenderse.
Daniel Gershenson, @alconsumidor, en el caso de los tuiteros presos en Veracruz, lo tachó de un estado kafkiano pero chafa… lo bautizó como #chafkiano, me encantó la analogía.
No pude evitar recordar la novela de El Proceso escrita por Franz Kafka y publicada en 1925. Se narra con terror la historia de Josep K. que es aprehendido sin razón alguna y jamás logra saber el por qué, sabe que se tiene un expediente de él pero no sabe qué contiene. Así en El Proceso se presenta una burocracia inconmensurable que toma decisiones acerca de los individuos pero niega la posibilidad de participar en la forma en que es recolectada y se le cancela la posibilidad de saber para qué es usada.
Así tenemos que los problemas de la metáfora kafkiana son distintos a los de la orwelliana, pues no necesariamente buscan la inhibición de conductas. En su lugar, son los problemas de procesamiento de la información-el almacenamiento, uso, o el análisis de los datos, en lugar de la recolección de información los que afectan a las relaciones de poder entre las personas y las instituciones del Estado moderno. Ellos no sólo frustran la persona mediante la creación de un sentimiento de indefensión e impotencia, sino también afectan a la estructura social, modificando el tipo de relaciones tiene la gente con las instituciones que tomar decisiones importantes sobre sus vidas.
Temo que en México la lucha contra el crimen nos ha llevado a una combinación distópica: un gobierno que trata de vigilar demasiado sin rendir cuentas sobre el uso de los datos…
En conclusión chafkianos.
¿Y entonces vivo en una pesadilla?
Mas o menos jeje. En la era de la hiperinformación debemos de entender lo público y lo privado de manera distinta, es decir es necesario un amplio debate que pueda garantizar el equilibrio de ambos discursos y generar políticas públicas al respecto. Unos pueden pensar que en tanto la naturaleza del Estado es protegernos, sería incapaz de hacernos daño y probablemente en teoría tengan razón, pero toda información personal usada de mala manera puede causar daños inadvertidos.
Ahora el gobierno tiene los expedientes de actividades de todo mundo: intereses, hábitos de lectura, finanzas y la salud ¿Qué pasa si el gobierno filtra esta información al público?(recordemos RENAUT en tepito) ¿Qué pasa si el gobierno determina que por error basado en el patrón de actividades, es muy probable que se participe en un acto criminal? ¿Qué pasa si se le niega a un individuo el derecho a volar? ¿Qué pasa si el gobierno piensa que tus transacciones financieras son extrañas, incluso si no has hecho nada mal, y congela tu cuentas? ¿Qué pasa si el gobierno no protege su información con una seguridad adecuada, y un ladrón de identidad la obtiene y la utiliza para defraudar?
Creo que con estas preguntas nos damos cuenta de la complejidad del asunto, de que el tema de privacidad toca aristas que ni siquiera parece. Es por ello que resulta fundamental buscar un equilibrio mientras estamos a tiempo, no vaya a ser que al ganar la batalla cultural entreguemos nuestra privacidad para estar «seguros».