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¡Que beban arena! Crímenes de Guerra en Faluya

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Estados Unidos está llevando la democracia a Irak en términos parecidos a como los rusos imponen la autoridad federal en Chechenia, una región cuyas ruinas muestran el destino que le espera a Irak… Los defensores de la ocupación de Irak, los epígonos de Wolfowitz, deberían darse una vuelta por Grozny, y reflexionar entre sus ruinas sobre el destino de sus cacareadas ambiciones de implantar la democracia en Faluya y en otras ciudades de Irak.

En las últimas semanas de la campaña electoral en Estados Unidos el movimiento pacifista se encauzó en gran medida a través de la campaña de Kerry y quedó estrangulado por la extraña contradicción de apoyar a un candidato cuya plataforma por la paz consistía en continuar la guerra. ¿Se puede afirmar ahora que para muchos partidarios de Kerry su interés en la guerra estadounidense en Irak no era sino un argumento para atacar a Bush? Ahora, una vez terminada la competición, ¿se olvidarán de la guerra de la misma forma que de la desastrosa campaña de Kerry?

Si algo puede reavivar la indignación del movimiento contra la guerra ese algo es, seguramente, la destrucción de Faluya y los crímenes de guerra cometidos por los dirigentes de Estados Unidos contra su población civil, a quienes en estos momentos se les niega la más vital y esencial fuente de vida, el agua.

No es la primera ocasión en que las fuerzas estadounidenses cortan el suministro de agua, algo expresamente prohibido en el artículo 14 del segundo protocolo de la Convención de Ginebra, redactado así:

«Se prohíbe provocara la extenuación de la población civil como arma de combate. Por ello, se prohíbe atacar, destruir, suprimir o inutilizar con ese fin, servicios tan imprescindibles para la supervivencia de la población civil como el abastecimiento de alimentos, las zonas agrícolas, la producción de alimentos, cosechas, medios de subsistencia, instalaciones de agua potable y suministros y regadíos.»

Volviendo al pasado, en 1991 los aviones estadounidenses establecieron como objetivo las infraestructuras de suministro de agua de Bagdad, y las sanciones posteriores impidieron que los iraquíes compraran nuevos equipos para su reparación. Como consecuencia, murieron un enorme número de civiles, en particular bebés y niños de corta edad.

Ahora en Counterpunch hemos recibido un dossier sobre el corte de agua a la población civil iraquí, recopilado por Cambridge Solidarity with Irak (CASI), cuyo informe puede ser consultado en http://www.casi.org.uk/.

» Durante los ataques de los últimos dos meses, se ha cortado el suministro de agua a Tall Afar, Samarra y Faluya , lo que ha afectado a más de 750.000 civiles. Parece que estos hechos forman parte de una deliberada política estadounidense de negar agua a los habitantes de las ciudades a las que se ataca. De ser así, ha sido una medida adoptada sin debate público y sin consultar a los otros socios de la coalición. Constituye una grave violación de las leyes humanitarias internacionales, y está generando una mayor oposición a los Estados Unidos, a los otros miembros de la coalición y al gobierno interino iraquí.

El 19 de septiembre de 2004, el Washington Post informaba de que las fuerzas estadounidenses «habían cortado» el suministro de agua a Tall Afar «por un mínimo de tres días». La televisión turca recogió una declaración del Iraqui Turkoman Front en la que se afirmaba «Tall Afar está rodeada por completo, y se han prohibido las salidas y entradas a la ciudad. Los cortes de agua son muy graves». En Líbano, la televisión Al-Manar entrevistó a un voluntario de ayuda humanitaria quien afirmó que «el problema fundamental al que se enfrenta la gente de Tall Afar y las zonas contiguas es la falta de agua». Trabajadores de las organizaciones de ayuda humanitaria informaron asimismo de la falta de agua potable. Pero más aún, el Washington Post publicó que el ejército de Estados Unidos había fracasado en suministrar agua a los que escapaban de Tall Afar, entre los que había niños y mujeres embarazadas.

El viernes 1 de octubre de 2004, durante el ataque a Samarra, se cortaron los suministros de agua y de electricidad, según informes del Independent y de Knight Ridder Newspaper[1]s. El Washington Post responsabilizó de ello, expresamente, a las «fuerzas estadounidenses». La emisora de TV iraquí, Al-Sharqiya, dio la noticia de que equipos técnicos estaban trabajando «para restaurar el suministro de agua y electricidad y reparar los daños de la red en Samarra». Al-Yazira entrevistó a un voluntario de ayuda humanitaria quien confirmó que «La ciudad sufre una crisis por el corte del agua y la electricidad, algo que ratificó la jefatura de policía de Samarra, «no tenemos ni electricidad ni agua».

El 16 de octubre, The Washington Post informaba de nuevo: » Se ha interrumpido el suministro de electricidad y de agua a Faluya en el mismo momento en que empezaban los ataques el jueves por la noche, tal como se había hecho al inicio de los ataques a Samarra y Nayaf». Los habitantes de Faluya – según han declarado las Redes Internacionales de Información de Naciones Unidas- «no tienen alimentos ni agua potable ni han tenido tiempo para almacenarlos en cantidades suficientes para afrontar la inminente batalla». El corte del suministro de agua ha sido confirmado por la población civil que ha huido de Faluya, y Fadil Badrani, un periodista de la BBC que está en la ciudad, confirmaba el 8 de noviembre que «el suministro de agua se ha cortado por completo».

A la vista de los cortes de agua y de otros suministros básicos, la Cruz Roja ha intentado llevar agua a Faluya pero Estados Unidos ha impedido la entrada de agua en Faluya hasta que se hagan con el control de la ciudad.

Según el dossier de Cambridge, la información reflejada supra se conoce mejor en Irak que en Estados Unidos o el Reino Unido y se ha convertido en un arma política.

La condena de esta estrategia ha sido denunciada por los más importantes grupos políticos iraquíes. El 1 de octubre, el Partido Islámico publicó una declaración en la que criticaba el ataque estadounidense a Faluya y sus «cortes de agua, electricidad y suministro de medicamentos» y denunciaba que tales actuaciones «agravarán y complicarán la situación de inseguridad». Exigían, asimismo, la indemnización a las víctimas.

Tres días después, Muqtada al-Sadr criticaba al mismo tiempo el corte de agua a Samarra y la ausencia de reacción internacional por ello. «Dicen que la ciudad está sufriendo la peor crisis humanitaria pero nadie habla sobre ello. Si la parte atacada fuera Estados Unidos, ¿Acaso el mundo entero no acudiría en su ayuda y no lo denunciarían?

Resquicios de esperanza: El proceso de Pat Gray contra Lantos.

Entre los supervivientes de la fallida campaña Cualquier menos Bush, Counterpunch ha recibido algunos testimonios alentadores de campañas conmovedoras e inesperadamente impactantes. Es el caso de la cordial campaña de Pat Grry contra el republicano Tom Lantos, uno de los mas fanáticos representantes de Israel en el Congreso y uno de los principales valedores de la Patriot Act así como de la propuesta de leyes para suprimir la crítica de Israel en los campus universitarios de este país. Anne Silver de Burlingame, del sur de San Francisco y colaboradora de Counterpunch nos ha hablado de la campaña para el Congreso de Gray contra Lantos en el distrito duodécimo de California (que incluye la zona sudoeste de San Francisco hasta la península de San Carlos). Gray se presentaba como independiente con los Verdes y Anne trabajaba como voluntaria en su campaña porque, como nos ha escrito «Pensaba que era importante intentar derrotar (o al menos desenmascarar) a un belicista y a uno de los mejores amigos de Israel no porque yo fuera miembro del Partido Verde».

Con un pequeño presupuesto y algunos voluntarios, Anne nos dice que «Gray obtuvo 19.000 votos, lo que supone el 9,3% del total y un número diez veces superior al de los Verdes existentes en el distrito. Gray es una profesora jubilada y pintora, que está criando a dos nietos y es una voz conocida en la lucha por la paz y la justicia».

Pedimos a Anne que nos diera más detalles.

«El director de la campaña de Gray es Jim Shannon, que tiene 24 años y pertenece a los Verdes. Él me contó que su principal preparación para ello había sido la de ser el director de una banda y añadió: «Conseguimos y gastamos 40.000 $, todos ellos provenientes de donaciones individuales…y aportados en muy pequeñas cantidades. Sólo se pagó a un consultor a media jornada que nos proporcionó el mayor acceso a los medios jamás obtenido por un candidato al Congreso en California. El grueso del dinero se invirtió en folletos para una campaña sobre el terreno barrio a barrio. Durante la última semana, se invirtieron unos miles de dólares en una campaña postal con objetivos claros y en anuncios de radio. En resumen, casi un éxito teniendo en cuenta que la campaña se realizaba contra un congresista bien establecido en los barrios residenciales, que disponía de más de 2 millones de dólares. El San Francisco Bay Guardian al final respaldó a Gray pero de forma tibia. La misma Gray es de San Francisco, pertenece a la clase obrera, y es una maestra de escuela jubilada y una activista sindical que perteneció al Partido Demócrata hasta la firma del NAFTA. Nunca se había presentado a unas elecciones hasta ahora. El escándalo de Lantos al apoyar la guerra la impulsó a enfrentarse a él.

Anne escribe que Gray «está criando a dos nietos y habla de que ahora existen muchas menos ayudas para las familias que cuando ella criaba a sus tres hijos. La conocí en una de las protestas semanales ante el despacho de Lantos que se iniciaron mucho antes de que la guerra comenzara. Me gustaba estar a su lado porque Pat siempre tenía el epíteto adecuado para sus detractores, y cuando aquellos tipos nos querían echar ella hacía el signo de la paz y les gritaba «Ustedes están también allí, son también responsables». A los voluntarios del partido nos contaba historias de cómo los polis se ponían en evidencia cuando se la llevaban del estrado ilegal sólo para pedirle que los apuntara a los Verdes tras haber oído sus arengas. Su programa era furiosamente anti-guerra: traigan ya a los soldados a casa (y llévenlos a la Universidad), paren la ayuda militar a Israel, revoquen la Patriot Act, establezcan la asistencia sanitaria universal, inviertan en educación y en energías alternativas. En las ocasiones que la escuché era extremadamente clara en su apoyo a Palestina. «Por su parte, Lantos sólo apareció unos minutos a lo largo de la campaña. Una semana antes de las elecciones acudió a un coloquio de candidatos, patrocinado por un grupo de mujeres de San Bruno. Tenía el aspecto de un roedor acicalado y sonrosado y se mantuvo glacialmente imperturbable al responder a las preguntas que le planteamos sobre la ocultación del número de muertos en Irak, sobre la brutalidad de Israel y sobre la pérdida de nuestras libertades civiles. Él recitó de carrerilla los amplios apoyos con los que contaba y pergeñó algunos tópicos sobre las dificultades de la guerra. La sala estaba llena de partidarios de Israel que aplaudieron y aclamaron rotundamente a Lanton cuando mostró su apoyo a la violencia israelí (como el asesinato del anciano jeque en silla de ruedas). Fue una velada repugnante».

¡Gracias, Ana!, cuyas palabras finales fueron un aire fresco para nuestro espíritu: «No sé que haríamos sin Counterpunch».



[1] Cadena que agrupa a 31 periódicos en Estados Unidos.