Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
La que fuera ciudad multicultural de la paz durante miles de años ha sido conquistada, dividida y transformada en los 12 años transcurridos desde la invasión de Estados Unidos. Pero los bagdadíes resisten, dice Haifa Zangana.
Dos escenas de la caída de Bagdad en 2003 permanecen en la memoria histórica. La primera es el derrocamiento coreografiado de la estatua de Sadam Husein en la Plaza Firdos a manos de los marines estadounidenses después de haberla ocultado con su bandera. La segunda es el caos del saqueo de los museos y de los bienes del Estado.
La primera fue una declaración de victoria militar y de «misión cumplida». La segunda fue una declaración de inicio del proceso de erradicación de la cultura, la historia y la identidad iraquíes.
Bagdad era el microcosmos de lo que ocurría en Iraq: violada una y otra vez por tropas estadounidenses, mercenarios, fuerzas especiales, proxies y milicias; estigmatizada por la destrucción humana y física.
Una amarga ironía para una ciudad conocida históricamente como Madinat as-Salam, la ciudad de la paz. Los iraquíes honran a Bagdad como el último símbolo de su unidad, de su modernidad y de su identidad multicultural.
Las glorias pasadas de Bagdad -polifacética capital de las ciencias, las artes y la música en la época en que Europa gateaba en la semi-oscuridad de la Edad Media- habían revivido en buena parte del siglo XX a pesar de los golpes de Estado y de las dictaduras. Luego vino la ocupación.
Bagdad hoy está horadada físicamente por incontables puestos de control, muros de segregación de hormigón y cloacas abiertas.
Los puestos de control son de dos clases: los establecidos por los militares en los que los hombres son objeto de acoso sectario y las mujeres de abuso sexual, y aquellos creados ad hoc por las milicias para secuestrar, exigir rescates y asesinar a quienes detienen. Los gobiernos posteriores a la invasión de Nuri al-Maliki y Haider al-Abadi anunciaron reiteradamente la eliminación de los muros y los puestos de control, pero estos permanecen para desfigurar la ciudad y atormentar a sus gentes.
Luego están los muros, por lo general bloques de cemento de al menos tres metros de altura. Se han erigido, se nos dice desde hace tiempo, para protegernos de cualquier amenaza que se ajuste al discurso dominante: de los partidarios de Sadam, de los combatientes extranjeros, de al-Qaeda, del grupo del Estado Islámico.
Estados Unidos construyó muchos de estos «muros de seguridad» como parte de una «nueva estrategia… para romper el ciclo de la violencia sectaria» y permitir la reconciliación entre los suníes y los chiíes de la capital que durante siglos habían vivido en paz hasta que se produjo la invasión.
El ejército estadounidense prefirió no mencionar que los muros han transformado comunidades mixtas en guetos confinados en zonas pobladas casi exclusivamente por criterios sectarios.
Divide y vencerás
No es de extrañar que se haya comparado esta política con el Muro del apartheid de Israel ni que los bagdadíes consideren estas moles como un método de control y no de protección.
Esta realidad -los puestos de control, los guetos amurallados, la segregación y el miedo- ha arraigado y ha hecho jirones el tejido social de la ciudad. Y a pesar de eso, los coches bomba y los ataques continúan.
Los políticos corruptos agravan esta realidad manufacturada -una realidad que nunca fue la de Bagdad y que nunca debería haberse creado- con políticas que promueven la segregación.
¿Y qué pasa con los y las bagdadíes? Siguen resistiendo. La mayoría de los residentes de Bagdad son de origen étnico y religión mixtos; los matrimonios entre parejas de diferentes sectas son algo menos frecuentes que antes, pero persisten.
La vieja tradición de convivencia intercomunitaria entre suníes y chiíes, kurdos, turcomanos y árabes, musulmanes y cristianos, ha sobrevivido.
Los y las bagdadíes siguen resistiendo como siempre lo han hecho para hallar la manera de defender su ciudad, su forma de vida y para rebelarse contra cualquier política que fragmente las identidades para controlarlos. Bagdad ha sobrevivido a invasiones, destrucciones y tiranías a lo largo de la Historia. Y sobrevivirá.
Haifa Zangana, escritora y pintora iraquí, es miembro del comité asesor del Tribunal Brussell para Iraq y colabora con diversas publicaciones árabes y europeas.
Fuente: http://www.alaraby.co.uk/english/comment/2015/4/8/and-how-is-baghdad-today