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La difamación neoconservadora contra Kofi Annan

¿Qué escándalo de Alimentos por Petróleo?

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Una vez que quedó en claro hace algunos meses que Sadam Husein dijo la verdad sobre la no posesión de armas de destrucción masiva o la no existencia de conexiones con al Qaeda, los neoconservadores que convencieron al presidente George Bush para que iniciara la guerra contra Irak deberían haber sentido algún tipo de vergüenza.

Pero no la sintieron en lo más mínimo porque sabían perfectamente ya antes de la invasión que Sadam había hecho todo lo humanamente posible por demostrar a todo el globo que no constituía una amenaza para la región, EE.UU. y el mundo.

Su intención nunca fue un secreto. Querían un «cambio de régimen» que conviniera a sus planes para un imperio estadounidense, con un puesto de avanzada permanente en Bagdad.

Para lograrlo, tenían que sacar del camino todos los obstáculos – lo que implicaba realizar ataques abiertos contra las instituciones internacionales formadas para impedir la guerra a través de medios diplomáticos respaldados por la amenaza de sanciones.

Implicaba descalificar a Naciones Unidas, a los inspectores de armas químicas y biológicas de la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección (UNMOVIC) dirigidos por Hans Blix, y a la Agencia Internacional de Energía Atómica bajo Muhammad al-Baradai.

Francia, Alemania, Rusia y China se habían convertido en obstáculos al cambio de régimen en Bagdad, en el Consejo de Seguridad de la ONU o en la OTAN, o en ambos.

Para neutralizarlos ante la opinión pública estadounidense, los neoconservadores utilizaron sus contactos en los medios noticiosos para difundir el argumento de que esos países perseguían intereses egoístas relacionados con el petróleo de Irak.

De este embrollo surgió el «escándalo de Petróleo por Alimentos» que ahora amenaza con derribar al Secretario General de la ONU Kofi Annan y mancillar a la ONU y a sus instituciones afiliadas.

Un titular en el New York Times del 4 de diciembre advierte: «El puesto de Annan en la ONU podría estar en peligro, temen los funcionarios».

Ha quedado suficientemente claro que los neoconservadores y los medios de comunicación que hacen su juego se encuentran al origen de esta historia de «escándalo».

En el artículo del Times, Richard Holbrooke, embajador ante Naciones Unidas bajo el presidente Bill Clinton y partidario de Annan, dijo: «El peligro que existe ahora es que un grupo de personas que quiere destruir o paralizar a la ONU está comenzando a recibir apoyo de aquellos cuyo objetivo es reformarla».

Sí, ¿pero qué pasa? ¿Cuál es el escándalo?

A primera vista, aún no se ha hallado a una sola persona con las manos en la masa en la ONU. Todo lo que ha aparecido hasta la fecha son afirmaciones de que varias personas asociadas con la administración del programa Alimentos por Petróleo en Irak y en la ONU se beneficiaron económicamente a través de transacciones sospechosas.

Además se afirma que funcionarios de la ONU miraron a otro lado cuando Sadam Husein organizó coimas de miles de millones de dólares que ingresaron a cuentas bancarias extranjeras, e implican que estaba utilizando el dinero para financiar su máquina militar y el terrorismo internacional, construyendo palacios para glorificarse, mientras desviaba el dinero del destinatario deseado – el pobre pueblo iraquí.

Para colocar el asunto en perspectiva, hay que recordar que Sadam era jefe del estado legalmente constituido de Irak, que su gobierno no sólo fue reconocido oficialmente por EE.UU. durante la guerra Irán/Irak, sino que incluso recibió apoyo concreto en la guerra.

El motivo que le condujo a invadir Kuwait in 1990 es otra historia, pero ahora está perfectamente claro que su disputa se refería sólo al emir de Kuwait y a ningún otro país en Medio Oriente.

También ha sido demostrado que Irak había cumplido las condiciones de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU después de la Guerra del Golfo que exigía que destruyera sus armas no convencionales antes de que se pudieran levantar las sanciones económicas y que el gobierno iraquí pudiera reiniciar la venta de petróleo.

Desde este punto de vista, fue la ONU la que tomó posesión de los recursos petroleros del pueblo iraquí.

Haciendo un cálculo somero llego a la conclusión de que si las sanciones hubieran sido levantadas en 1991(cuando deberían haber sido eliminadas), Irak hubiera ganado enormes sumas de dinero con la venta de su petróleo. A un promedio de 10 dólares por barril (bbl) durante 14 años, hubiera cobrado 126.000 millones de dólares.

A un promedio más razonable para ese período de 15 a 20 dólares, el gobierno iraquí hubiera podido pagar a todos sus acreedores y al mismo tiempo posibilitado que el pueblo iraquí volviera a los altos niveles de vida que tenía antes de la guerra Irán-Irak (durante la cual, repito, EE.UU. apoyó a Irak).

El programa de Petróleo por Alimentos fue introducido en 1996 debido a las sanciones económicas de la ONU que persistieron por insistencia de EE.UU. y Gran Bretaña.

Fue en parte el resultado de informes de la ONU de que 1,5 millones de civiles iraquíes habían muerto debido a la desnutrición y la enfermedad generadas por las sanciones.

Más directamente, fue porque el presidente Clinton bombardeó Irak a comienzos de septiembre de 1996 durante su campaña por la reelección de ese año, basándose en la información de que Bagdad había violado la «zona de no vuelo» sobre el Kurdistán iraquí.

Resultó que Sadam no había violado la «zona de no vuelo» sino que había enviado tropas terrestres a Kurdistán a pedido del gobierno provincial, que había sido atacado por kurdos respaldados por los iraníes.

¿El motivo? La tribulación económica, porque la región sufría la misma desnutrición y enfermedad que afligía a todo Irak

Los kurdos son amigos de los neoconservadores. Había que ayudarles a salir de esa tribulación. De ahí el programa de Petróleo por Alimentos, elaborado para ayudar a todos los ciudadanos iraquíes, pero sobre todo a los kurdos, que recibirían la parte del león de la ayuda proveniente de los ingresos del petróleo.

No estoy seguro de todos los detalles de cómo el programa fue administrado en los años desde entonces. Pero cuando los neoconservadores presentaron el tema de la corrupción en la ONU a través de sus amigos en los medios de comunicación, Annan terminó por ver que tenía que reaccionar.

Dijo que investigaría las afirmaciones y persuadió al antiguo presidente de la Reserva Federal Paul Volcker – posiblemente la personalidad política más respetada, limpísima, de EE.UU. – para que emprendiera la investigación e hiciera un informe, que se espera para el próximo mes.

Annan ha rechazado los pedidos de que renuncie proveniente de un senador republicano de EE.UU., Norman Coleman de Minnesota.

Sin nombrarlo, se refirió evidentemente a Coleman en una conferencia de prensa el fin de semana pasado cuando dijo: «Esperaba que una vez que se hubiese establecido el comité independiente de investigación [bajo Volcker], todos esperaríamos hasta que hicieran su trabajo y sacaríamos luego nuestras conclusiones y juicios. No ha sido así».

¿Por qué Coleman, un senador novicio que preside el subcomité permanente de investigaciones, destruyó las esperanzas de Annan?

Me atrevería a decir que los neoconservadores que continúan teniendo considerable influencia en la administración Bush a través de la oficina del vicepresidente Dick Cheney, sabían perfectamente que si la comisión Volcker realizaba honestamente su trabajo, podría informar que el programa de Petróleo por Alimentos funcionó tal como había sido planeado.

Habría establecido que no se hizo nada criminal o corrupto y que incluso Sadam no había hecho nada que ningún otro jefe de estado en su situación no hubiese hecho bajo circunstancias parecidas.

Es perfectamente obvio que Coleman vio la oportunidad de destacarse con afirmaciones de que la corrupción en la ONU ya era un hecho conocido.

Su «prueba del delito» fue la noticia de que el hijo de Kofi Annan recibió pagos de 150.000 dólares repartidos durante varios años de una compañía que fue contratista del programa de Petróleo por Alimentos.

¿De dónde provenía la noticia? Del New York Sun, un minúsculo periódico fundado por el potentado canadiense Conrad Black hace cuatro años como vocero de los neoconservadores.

Richard Perle, el más destacado de los intelectuales neoconservadores, que indujo a error a Bush para llevarlo a la guerra contra Irak, ha sido desde hace tiempo asociado de Conrad Black y director del Jerusalem Post, una de las numerosas propiedades de Black en los medios de comunicación.

Perle es también la luz de guía del imperio mediático Fox News de Rupert Murdoch, además de National Review, y de una galaxia de miembros de los equipos de ambos partidos políticos en el Congreso de EE.UU.

Claudia Rosette, que escribe para la página editorial del Wall Street Journal, recibió la tarea de atacar a Volcker y en varios artículos lo ha presentado prácticamente como un perro faldero de Kofi Annan, en el mejor de los casos como un remolón que ya debería haber podido condenar a la ONU por corrupción.

El plan de juego es, desde luego, obligar a Volcker a preparar un informe que difame a la ONU y la amenace con un corte de los fondos de EE.UU. a menos que haga una limpieza general.

¿Pero qué sucederá si Volcker descubre que el único «entuerto» fue el cometido por el gobierno de Bagdad al vender el propio petróleo de Irak a sus vecinos, en particular a Turquía y Jordania, y que los ingresos fueron depositados en cuentas bancarias del Estado y utilizados para objetivos estatales legítimos?

También sabemos que hubo petróleo que pasó por las manos de la agencia de la ONU establecida para asegurar que los ingresos lleguen al pueblo, no al gobierno iraquí, que también tuvo que contar con la cooperación de Bagdad en la extracción y entrega del petróleo.

Una «comisión» de un 2,5% como ha sido bautizada por Rosett, Coleman y el cuerpo de prensa neoconservador, podría ser calificada de modo más adecuado como un «honorario» por facilitar el proceso.

Si estos honorarios fueron pagados al gobierno, no a cuentas bancarias numeradas, la actuación del régimen tendría que ser considerada correcta por Volcker. Se encuentra en un aprieto.

¿Y qué pasa con el informe condenatorio de Charles Duelfer y de su Grupo de Investigación Iraquí, que anunció el mes pasado que Sadam Husein destruyó todas sus armas de destrucción masiva y sus programas en 1991?

En su informe también mencionó el programa de Petróleo por Alimentos, que nunca formó parte de su misión cuando fue nombrado por Bush para seguir investigando las intenciones de Irak con las ADM.

Duelfer, que no pudo pretender que había encontrado ADM ya que no existía ninguna, utilizó evidentemente el programa de Petróleo por Alimentos para distraer la atención de su resultado principal.

El informe contiene gratuitamente la tesis de que si Sadam hubiera querido reconstruir algún día sus capacidades de ADM, podría estar utilizando el programa con ese objetivo, con la complicidad de franceses, rusos, chinos, Naciones Unidas y las principales compañías petroleras.

La lógica debería decirnos, sin embargo, que los neoconservadores han estado detrás de este engaño desde el comienzo, que nunca tuvieron la intención de levantar las sanciones contra Irak a pesar de que ya sabían en 1991 que era casi seguro que Sadam había cumplido con esa primera resolución de la ONU.

Los iraquíes que están en condiciones de aclarar todo esto y demostrar que aunque en apariencia ciertas transacciones podrán parecer sospechosas, pero que pueden ser perfectamente explicadas, no están disponibles para testimoniar.

El régimen está encerrado y no está a disposición de Rosette o Coleman. Volcker tiene presumiblemente acceso a ellos, pero no comparte sus resultados con el Congreso de EE.UU., a lo que no está obligado.

Su informe a la ONU será hecho público y entonces se podrá opinar. Puede que no haya ningún escándalo. Será sólo un truco más de los neoconservadores para eliminar a todo el que sea un obstáculo para sus planes de un imperio global.

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Jude Wanniski es un antiguo editor asociado de The Wall Street Journal, experto en la economía desde el aspecto de los suministros y fundador de Polyconomics, que ayuda a interpretar el impacto de los eventos políticos en los mercados financieros.

http://www.counterpunch.org/wanniski12112004.html