Prólogo y traducción de Manuel Talens
La explosión de júbilo que ha tenido lugar en el mundo tras el par de zapatazos (fallidos) que un periodista iraquí le lanzó al todavía presidente Bush se ha seguido por doquier de la aparición de centenares de artículos, viñetas e interpretaciones. En general, todos coinciden en que la figura del sanguinario emperador de Washington ha quedado dañada para siempre con el incidente y, aunque sólo fuera por eso, ya valía la pena.
Sin embargo, hay voces dentro del mudo árabe que han sabido observar estos hechos con un ojo diferente, un ojo capaz de guardar la equidistancia perfecta entre una sana emocionalidad y un ponderado análisis político. Una de esas voces es la de este sorprendente periodista que hoy traduzco al español, Khalid Al-Shami, que escribe en el prestigioso periódico panárabe Al-Quds Al-Arabi, con sede en Londres. Antes que nada, debo agradecer a mi compañera Tafsut Ait Baamrane, de Tlaxcala, el que haya traducido el artículo original al francés, sin lo cual no hubiera podido escribir estas líneas, dada mi ignorancia de la lengua árabe. Y las escribo con el fin de iluminar al lector hispano que, por razones que no vienen al cuento, en general desconoce detalles importantes sobre el mundo y la cultura árabes que Al-Shami utiliza en su breve texto, necesarios para comprender de manera cabal la intencionalidad de su mensaje.
Empezaré por la Umma, concepto que para nosotros occidentales -desinformados hasta la náusea en todo lo que concierne al islam- significa poco o nada, pero que para los nacidos entre Mauritania e Iraq equivale a ese sentimiento de pertenencia, de hermandad supranacional que cualquier hablante de la lengua de Don Quijote siente al escuchar a otro que pronuncia las mismas palabras cotidianas, pero con acento distinto. Salvando las necesarias distancias, podría decirse que la Umma se parece a nuestra quijotidad (el lector me perdonará que, por razones evidentes, no utilice el malgastado término de hispanidad). La Umma es «lo árabe», teñido de matices religiosos.
Paso ahora a ocuparme de un aspecto lingüístico que Khalid Al-Shami obvia por completo en su artículo, puesto que escribe en su propia lengua y se dirige a lectores que no necesitan explicaciones de orden semántico. Ese aspecto, fundamental para entender el críptico título y la intencionalidad política de lo escrito no es otro que la idéntica raíz etimológica que comparten el nombre del periodista «lanzazapatos», Muntadher (el que espera), con el verbo árabe esperar (véase, si no, la transliteración a caracteres latinos del título original: Al Muntadher li muntadhar… oua maâ yantadhirou al muntadhirouna min muntadharihim, transliteración que le debo a la compañera Baamrane). Y es fundamental porque uno de los personajes clave del islam, en cierto modo equivalente al Mesías cristiano, es el Mahdi, el esperado (al muntadhar), el prometido, que supuestamente vendrá al final de los tiempos a salvar a los creyentes de Alá. Las masas musulmanas, aplastadas, saqueadas y continuamente ofendidas por el imperialismo occidental y por sus propios regímenes vasallos, siguen esperando a ese salvador que las redimirá del sufrimiento. Contra dicha creencia mágica se rebela Khalid Al-Shami, pues sabe bien que tal como sucede en la obra maestra de Samuel Becket, Godot nunca llegará.
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¿Qué espera del esperado quien espera?
Un obispo inglés se dirigió durante una misa a los feligreses y pidió que «quienes creyesen en la verdadera grandeza de Cristo» se pusieran en pie. Todos lo hicieron salvo un hombre, que permaneció sentado en la primera fila. El obispo le preguntó: «Hijo mío, ¿tienes alguna razón para quedarte sentado?». «Sí, monseñor, soy periodista».
El gesto del periodista iraquí Muntadhar Al-Zaidi al arrojar sus zapatos a la cabeza del presidente Bush ha puesto al desnudo el problema de las relaciones entre el deber profesional y los sentimientos y opiniones a que todo periodista se enfrenta.
El estado casi histérico de la opinión popular árabe tras los hechos no permite un debate de fondo marcado por la reflexión.
Sin duda, el hecho de tirar zapatos a la cabeza de Bush expresa el sentimiento de centenares de millones de personas en el mundo, y no sólo entre los árabes y musulmanes. Incluso algunos aliados de Bush, árabes y no árabes, han tenido celos del periodista y, en su fuero interno, habrían dado cualquier cosa por estar en su lugar para lanzar todos sus zapatos sobre él. No cabe duda de que Bush es un criminal de guerra. Debería ser juzgado como causante de la muerte de más de un millón de iraquíes y de la ocupación de un país soberano.
Pero desde el punto de vista profesional, el gesto en sí mismo es inaceptable, incluso si resulta comprensible y sincero desde los puntos de vista humano y cívico.
Señalaré lo siguiente:
1) En calidad de periodistas, tenemos el deber de alzar nuestras voces y condenar firmemente el tratamiento que recibió el periodista Muntadhar; las palizas y las torturas se iniciaron ya ante las cámaras y lo que se ha ocultado fue peor. El gesto bárbaro de los guardaespaldas de Maliki revela la mentira de la democracia entonada por Bush y su hombre de paja iraquí en cada uno de sus encuentros. Una democracia que ha causado un millón de mártires. Es más, lo que le espera a Muntadhar es quizá terrible en una sociedad sin ley ni seguridad.
2) El zapato de Muntadhar ha logrado causar un prejuicio histórico a Bush y al gobierno de ocupación en Bagdad al desenmascarar la falsa imagen del nuevo Iraq, cuya difusión tantos millones le ha costado a Usamérica, sobre todo en los medios árabes. La prueba de ello está en el silencio absoluto que los medios saudíes observaron en un primer momento sobre este incidente. Más tarde, obligados por los acontecimientos, terminaron por aludir a él con timidez. Muntadhar tenía derecho a dirigirse a Bush con una frase como éstas: «Muchos iraquíes desean decirle adiós tirándole sus zapatos a la cabeza» o bien «Piensan que usted es un mentiroso», tal como hizo un periodista afgano. Y eso habría bastado para que pasase el mensaje sin perjudicar a la profesión. Lo que sucedió ha revelado la profunda necesidad y la larga y amarga espera de un héroe popular por parte de la Umma, en una época en la que proliferan los sirvientes y los mercenarios, en la que las personas cívicas y patriotas son raras. Pero todo ello plantea una complicada cuestión sobre el sentido del zapato, incluso si éste no golpeó a Bush: ¿Es el zapato verdaderamente el símbolo de la dignidad de la Umma, como hemos oído decir durante el desbordamiento de emociones que siguió al acto?
3) La última cuestión consiste en saber dónde están esos valientes que hoy cantan alabanzas al zapato como símbolo de orgullo y dignidad. ¿Dónde los que glorificaron a Bush y lo honraron con medallas reales por sus crímenes? ¿Dónde esos periodistas que lanzaban flores sobre Bush todos los días, sin los cuales no hubiese nunca cometidos sus crímenes? ¿Y dónde los que denuncian el sitio continuo contra Gaza? ¿Y dónde los que critican la judaización de Jerusalén? ¿Y dónde los que se enfrentan a las agresiones de las bandas de colonos contra palestinos?
¿Hará falta que un periodista lance sus zapatos cada día para que esta Umma se despierte de su espera de un esperado que nunca vendrá?
Fuente: المنتظر لمنتظر.. وما ينتظر المنتظرون من منتظرهم (publicado el 18 de diciembre de 2008).
Traducción francesa en Tlaxcala: Qu’attend de l’attendu celui qui attend ?
El periodista egipcio Khalid Al-Shami ejerce su profesión en Londres.
Viñeta de Juan Kalvellido.
Traducido del francés por Manuel Talens a partir de la traducción de Tafsut Ait Baamrane desde el original árabe. Ambos son miembros de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Talens pertenece asimismo a Cubadebate y Rebelión.