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¿Qué tiene de radical el clérigo rebelde de Irak?

Fuentes: The Independent

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El enfrentamiento en Nayaf ha centrado la atención en el clérigo chií rebelde Múqtada al Sáder. Mientras los medios occidentales no pueden dejar de llamarlo «radical», es en realidad muy difícil encontrar una base para esa descripción.

Ha sido consecuente en su oposición incondicional a la ocupación de Irak. «No puede haber política bajo la ocupación, ni libertad bajo la ocupación, ni democracia bajo la ocupación», dijo este mes. ¿Qué tiene de radical esa opinión? Si su ejército Mehdi patrullara y bombardeara Londres o Nueva York, me sorprendería si los medios describieran la resistencia estadounidense o británica como «radical».

Su resistencia a la ocupación no puede ser explicada convincentemente como apoyo a Sadam Husein, que persiguió tan implacablemente a los chiíes. Al Sáder y su familia se opusieron vehementemente al dictador y a su régimen, y pagaron por ello un precio muy elevado – el tío de al Sáder fue ejecutado en 1980, y su padre y sus dos hermanos fueron matados a tiros en febrero de 1999.

Aunque la oposición de al Sáder a la ocupación ha sido consecuente, sólo se volcó a la resistencia armada más de un año después de la invasión. Sus sermones exhortaban anteriormente a la resistencia no-violenta.

Mientras la muerte y la inseguridad reinaban después de la caída de Bagdad, los partidarios de al Sáder tomaron el control de muchos aspectos de la vida en los sectores chiíes, nombrando clérigos en las mezquitas, protegiendo los hospitales, recogiendo la basura, dirigiendo los orfanatos y suministrando alimentos a los iraquíes afectados por las dificultades de la guerra. No me puedo imaginar nada menos «radical» que la recolección de basura, especialmente ya que las autoridades de la ocupación no cumplieron con su responsabilidad según el derecho internacional de asegurar esos servicios básicos y vitales.

Cuando Paul Bremer, jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, formó el Consejo Gobernante Iraquí, al Sáder no recurrió a la violencia, sino que anunció la formación de una administración alternativa a los que consideraba como escogidos por los ocupantes. Cuando las fuerzas de la coalición clausuraron su periódico Al Hawza en marzo, los partidarios de al Sáder realizaron protestas pacíficas. Y también hubo protestas pacíficas después del arresto en abril de su principal ayudante Mustafa al-Yaqubi, y de las amenazas de arrestar al propio al Sáder.

La reacción de las fuerzas de ocupación fue armada y fatal para numerosos civiles iraquíes, lo que llevó a que las protestas se volvieran violentas. Al Sáder proclamó que sus métodos pacíficos se habían convertido en una «carta perdedora» y que «deberíamos buscar otros medios… aterrorizar al enemigo, ya que no podemos mantener silencio ante sus violaciones». Bremer, cuya administración inició una guerra ilegal contra Irak, comenzó a llamarlo «bandido».

A pesar de la resistencia armada a la ocupación, al Sáder ha mantenido límites bien definidos. Ha negado su participación en atentados con coches bomba y en asesinatos; denunció el ataque contra la central de la ONU en Bagdad. Hasta que las fuerzas de seguridad iraquíes participaron en los ataques estadounidenses, sus partidarios fueron llamados a no atacarlas; se opone a la toma de rehenes periodistas, y el mes pasado condenó la decapitación de trabajadores extranjeros: «No hay ninguna religión ni ley religiosa que castigue por decapitación. Es verdad, son vuestros enemigos y ocupantes, pero eso no justifica que se corten sus cabezas».

El posterior uso de la resistencia armada por al Sáder no ha sido visto ciertamente por sus compatriotas como «radical». En un sondeo realizado por CPA en junio, un 81 por ciento de los iraquíes dijo que su opinión del clérigo es «mucho mejor» o «mejor» después de su primera insurrección que antes.

La condena por al Sáder del primer ministro interino Iyad Alaui y su rechazo de la «transferencia de poder» de junio como farsa, se justifica. El régimen de mano dura, dócil, de Alaui, tampoco ha sido bien recibido por la mayor parte de los iraquíes – un sondeo reciente mostró que es aprobado por sólo un 2 por ciento, igual que Sadam Husein.

Tampoco puede ser acusado de ser un instrumento de fuerzas extranjeras. Las frecuentes acusaciones sobre vínculos con el régimen de Irán fueron mal recibidas, ya que tanto la administración de EE.UU. como el gobierno interino de Irak admitieron que no existe evidencia alguna de una tal relación.

Sin embargo, siguen utilizando el adjetivo «radical», desafiando la popularidad generalizada que ha conquistado nacional y regionalmente. Con el apoyo de los partidarios de su difunto padre, el Gran Ayatolá Mohammed Sadiq al Sáder, puede movilizar a las masas chiíes. Pero su resistencia armada ha recibido apoyo de sunníes y chiíes en todo Irak y en Medio Oriente. A pesar de ello ha utilizado la diplomacia. Aceptó una tregua en junio y durante los combates actuales ha sugerido la mediación del Vaticano. Hay que comparar esta actitud con la posición intransigente de Alaui, de que no puede haber «negociación» con las milicias.

Al Sáder está también dispuesto a disolver su ejército y formar un partido político para participar en las próximas elecciones de enero. El hecho de que algunos dirigentes iraquíes ignoren un decreto aprobado por el gobierno de Alaui y hayan invitado a al Sáder a unirse al proceso político refleja su reconocimiento de que, guste o no, es demasiado poderoso y popular para poder marginarlo.

Cuando se califica al Sáder de «radical» no sólo se está deformando su política, es un insulto a todos los que se oponen a la ocupación y dominación extranjeras, a las luchas religiosas intestinas y a la inestabilidad regional. No hay que ser chií, iraquí, árabe o «radical» para verlo.

El autor es presidente de Arab Media Watch

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