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Entrevista con Stan Goff, de la campaña contra la guerra en Irak en EEUU

¡Que vuelvan a casa ahora mismo!

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Stan Goff es miembro del comité coordinador de «Bring Them Home Now», una campaña de familias militares, veteranos, personal en servicio activo, reservistas, contra la guerra en Irak. Sus libros incluyen «Hideous Dream: A Soldier’s Memoir of the US Invasion of Haiti», y «Full Spectrum Disorder».

Se retiró como sargento mayor del ejército de EE.UU. en 1996, después de servir durante 26 años, la mayor parte en las Fuerzas Especiales. Vive en Raleigh, NC, y su correo es: [email protected].

Derek Seidman encontró hace poco a Stan Goff para obtener su opinión sobre «Fahrenheit 9/11», la situación en Irak, la posibilidad de un servicio militar obligatorio, las próximas elecciones en EE.UU., y más.

DS: «Fahrenheit 9/11» de Michael Moore sobrepasó recientemente la marca de los 100 millones de dólares en las boleterías. Algunos en la izquierda han criticado fuertemente la película por diversas razones, mientras que otros han subrayado el amplio y positivo impacto que tiene como un transmisor de ideas e impulsos progresistas a una audiencia de masas. Desde luego, apreciar la película y criticarla son dos cosas que no se oponen necesariamente. ¿Qué piensa usted de la cinta y de su impacto? ¿Hay algo que podríamos o deberíamos aprender de Michael Moore?

SG: Seguro, hay muchos «nosotros» y mucho que aprender. Comenzaría por hacer una distinción cualitativa entre las diferentes corrientes políticas que parecen ser forzadas dentro de la horma de la «izquierda». Poner a los progresistas, a los populistas sin clase, a los populistas con conciencia de clase, a los socialdemócratas y a las diversas variedades de revolucionarios en algún tipo de espectro linear, que va de la derecha a la izquierda, es un error conceptual bastante importante. Ahora mismo, el punto de unidad de todas estas diferentes corrientes es su oposición a las acciones del actual gobierno de Estados Unidos – no al Estado EE.UU. y tampoco al capitalismo, sino al gobierno Bush-Cheney.

La campaña posterior al 11-S por expandir el poder de la seguridad del estado en el interior y por acelerar el plan internacional por re-estructurar el régimen de acumulación global por la fuerza militar hizo sonar campanas de alarma en todas esas corrientes; posteriormente, la preparación de la ofensiva terrestre de marzo de 2003 contra Irak se convirtió en el catalizador para una inmensa alianza táctica que comenzamos a calificar de movimiento contra la guerra. Pero todas las distinciones – y son distinciones bastante considerables – dentro de esa mezcla, siguieron existiendo. Yo no soy contrario a la guerra y tampoco lo es una cantidad de gente en este movimiento. Somos antiimperialistas. No me opongo a la guerra en Irak. Me opongo a la ocupación de EE.UU. Decir que simplemente me opongo a la guerra – como tal – es negar a los iraquíes el derecho a la resistencia. Estoy seguro de que ahora la administración Bush se opone a la guerra. Quieren que la resistencia termine. En esto, comparten un objetivo con los pacifistas, que dicen que nadie debiera combatir. Mientras haya una ocupación de EE.UU., debo defender el derecho de los iraquíes a, incluso su deber de, resistir.

En todo caso, ahora aparece una racha de películas documentales provenientes de algunas de esas corrientes. La película de Moore tuvo buen financiamiento, porque tenía el dinero de su bestseller populista de clase, «Estúpidos hombres blancos » y una reputación proveniente de «Bowling for Columbine» y de «Roger and Me». Moore se las ha ingeniado para convertir ese dinero, esa reputación, y su estilo directo, en una forma extremadamente eficiente de publicidad. Su choque con Disney sobre la distribución enganchó a los medios capitalistas como una si fueran truchas. Moore es de Michigan, donde la pesca es muy popular.

Quienesquiera sean «nosotros», parece que algunos estamos aprendiendo cómo hacer incursiones en los medios de masas y cómo destruir la confianza de la gente en lo que usualmente reciben de los medios de masas. Tenemos que aprender mucho al respecto.

No pienso que tenga mucho sentido – aparte de presentar un análisis crítico de la corriente ideológica que representa Moore entre intelectuales socialistas- que lastremos la película con expectativas poco realistas. Si sabemos que Moore piensa en sus antiguos vecinos en Flint como su público, y hemos escuchado a Moore decir cosas que muestran claramente que no va a atacar al sionismo o unirse a lo que considera la izquierda intelectual de café – un testaferro, pero uno en el que cree – entonces ¿por qué motivo íbamos a esperar que su película se apartara de su fórmula populista?

Existen buenas razones para criticar la película de Moore e hice un intercambio de correos con Robert Jensen, que la trató de manera bastante dura, sobre mi propia crítica de su crítica que coloqué hace un tiempo en una lista de distribución. Robert Jensen y yo hemos participado junto en paneles. Ambos estamos muy interesados en corregir tanto nuestra ignorancia como la de la izquierda – ya sé, sólo dije «izquierda» – sobre el género. Compartimos muchas ideas sobre muchas cosas y nos gustamos y respetamos mutuamente. Bob me aseguró que su crítica pretendía ser parte de ese análisis crítico y admito que gran parte de mi reacción a su artículo estuvo mal dirigida a su persona, pero fue realmente mi propia impaciencia con el tipo de interminables lamentaciones que estaba comenzando a dominar el discurso socialista y el que la gente no discutía sobre cómo aprovechar específicamente el impacto del filme.

Esta tendencia de pensamiento, esos constantes lamentos de que el mundo no corresponde a nuestros deseos, son un síntoma de un profundo malestar entre socialistas. Existe buena razón para ese malestar. Nos han estado dando por el culo durante mucho tiempo y seguimos tratando de aprender algunas duras lecciones de la historia. Pero la historia entra ahora mismo a un período en el que se nos necesita, y no como un puñado de plañideros. Tenemos que romper con esa costumbre, que puede ofrecer excusas para no organizar y enseñar como debemos hacerlo. Y las masas no la respetan.

Existe una necesidad desesperada de volver a fundar la así llamada izquierda y no se logrará si tratamos de hacerlo siguiendo líneas ideológicas. En una crisis las masas no sólo siguen ideas bien articuladas. Siguen a los que son capaces de organizar una lucha efectiva. Por eso el estilo directo de Moore, aunque presenta ideas que no están bien desarrolladas, es muy atractivo para la gente. Nos identificamos con esa cólera y nos identificamos con esa combatividad.

Y una buena parte del tipo de crítica visceral de la película NO se identifica con ese sentimiento. Es el típico caso de falacia crítica al considerar una película de dos horas de duración. La lista de cosas que cualquier película no hace es infinita. La pregunta es, pienso, ¿qué es lo que HIZO la cinta – comenzando con el entendimiento de que Moore enfrenta esto como un populista-clasista, y sin tener ilusiones sobre esa perspectiva? Y lo que quiero decir es, ¿qué impacto tuvo la película sobre el público de masas y cuál fue ese público?

Porque, aunque no existe un continuo linear de la derecha a la izquierda que defina mecánicamente la diversidad de las posiciones sociales o de las ideas sobre política, existen claramente coyunturas y eventos que presentan temas importantes que tienen el potencial de dar una buena sacudida a las categorías ideológicas y de llevar a la gente a poner en duda algunos aspectos de su propia visión del mundo. Toda la coyuntura posterior al 11-S está logrando eso y la cinta de Moore se ubicó en el espacio ideológico dominante – los medios de masas – donde socavó efectivamente algunas premisas hegemónicas. Esto no significa que nos haya llevado al umbral de la revolución y no significa que la visión del mundo de Michael Moore no esté arraigada en una conciencia sectorial, o mezclada, o limitada si se quiere.

DS: ¿Sabe cómo ha sido recibida la película en Fayetteville y Fort Bragg, en especial en cuanto a alcanzar a la gente que sirve en el ejército y a sus familias?

SG: No vivo en Fayetteville y no lo he hecho en casi nueve años. Pero mi hijo y mi nieto están allí y los visitamos a menudo. Hay también un grupo muy activo asociado con la campaña Bring Them Home Now de Vets for Peace [veteranos por la paz] y Military Families Speak Out [las familias de militares expresan su opinión] y los impresionó el impacto que tuvo la película. Fue gente en masa a verla y fueron personal militar y sus familias en masa, y salieron con muchas dudas sobre la guerra que no tenían antes de entrar al cine.

La reacción fue un buen ejemplo de lo que LOGRÓ la cinta de Moore. Disminuyó la confianza en los medios de masas. Denunció lo que parece superficialmente como si fuera cobardía e hipocresía entre los demócratas. Disminuyó la especie de fe tácita en la omnisciencia política de los jefes de estado. Denunció – de nuevo, una realidad sectorial – la especulación asociada con la guerra en Asia del Sudoeste. Dio a mucha gente su primer vistazo a las verdaderas imágenes de los efectos de la guerra y del tipo de transformación sadista que ocurre con jóvenes a los que se les pide que hagan la guerra. Y puso de relieve las relaciones de clase en la guerra. La otra cosa que logró, que es algo que realmente tenemos que aprender, es que se conectó con las vidas afectivas de la gente. Dio duro en las emociones de la gente.

DS: En su último libro, «Full Spectrum Disorder», usted invoca a menudo el concepto de «la iniciativa» en la lucha militar y política. ¿Puede definir lo que quiere decir y cómo evaluaría la actual situación en Irak desde esa perspectiva?

SG: En todo conflicto de estrategia abierta, sea un juego de ajedrez, un match de box, un movimiento social o una guerra, hay acciones y reacciones. Esas acciones se basan en decisiones. Cada decisión es la culminación de un ciclo. El teórico militar John Boyd lo describió como un bucle OODA, con lo que quiso decir que observamos la situación, nos orientamos hacia lo que es importante para nosotros en esa situación, decidimos que acción emprender… observamos, orientamos, decidimos, actuamos – OODA. Esa acción luego cambia la dirección de la situación que se desarrolla y el ciclo comienza de nuevo. La iniciativa es cuando te has movido «dentro» del ciclo de decisión de tu oponente y perturbado su capacidad de establecer los términos de la próxima acción. Es básicamente cuando estás tomando las decisiones a las que tiene que reaccionar ahora tu oponente, queriendo decir que ya no tiene la capacidad de observar y orientarse adecuadamente.

En los juegos con reglas y puntos finales predeterminados, tenemos técnicamente un estándar para ese resultado, para quién gana. Pero en conflictos en los que esto no puede ser resuelto de manera linear, sólo podemos evaluar el progreso en cualquier momento dado. Sólo podemos preguntar quién va ganando por el momento. ¿Quién tiene el control del ritmo, del tiempo y del lugar del conflicto? No quién está matando más gente, el método del recuento de cadáveres, o incluso quién controla el así llamado terreno estratégico. ¿Quién tiene la iniciativa?

En la guerra, tenemos que llevar este aspecto un paso más adelante. Los resultados militares no son determinados en el último análisis por resultados tácticos, sino por resultados políticos. La guerra es una actividad política, no un partido de fútbol. Si consideramos Irak y Afganistán ahora mismo, tenemos que preguntar ¿cuáles son los objetivos políticos y cuáles son los costos políticos? Además, ¿cuáles son esos objetivos y costos no sólo en el teatro de operaciones, sino en el terreno internacional e interno?

Utilizando esos criterios, EE.UU. está perdiendo – por ahora – la guerra en el Sudoeste Asiático.

El ejército de EE.UU. ha tratado hace tiempo de utilizar las conclusiones de Boyd para reconfigurar las fuerzas armadas. Pero ni la institución de las fuerzas armadas ni el Estado EE.UU. pueden realmente adoptar los principios de Boyd de la agilidad táctica. Boyd elaboró sus principios en el combate aéreo y son principios para actores conscientes. Los militares son demasiado burocráticos, a los ocupantes extranjeros les es difícil «orientarse» con exactitud y los objetivos políticos del Estado EE.UU. crean y amplifican su propia resistencia.

Y la clase gobernante está trabada por su propio proceso de pensamiento. Reduce todo a un problema técnico que hay que «solucionar». Es como se produjo la así llamada «Revolución en los Asuntos Militares» de Rumsfeld. Toman un concepto como la agilidad táctica y tratan de aplicarlo con un proceso de pensamiento digital.

Pero un conflicto estratégico no es soluble en última instancia mediante la tecnología.

Las tecnologías cambian el marco, pero el conflicto estratégico es una competencia de conciencias y la guerra es política, dependiente, una vez más, de la acción humana. Por eso no hemos podido compartir la ansiedad de muchos aliados sobre la invencibilidad de las fuerzas armadas de EE.UU. o incluso sobre el intento de crear aquí una sociedad panóptica. Nos irá mejor si nos concentramos en la comprensión de sus vulnerabilidades, para poder combatirlas. Tenemos que rechazar conscientemente la interiorización de sus miradas, como podría decir Foucault.

En realidad, los principios de Boyd contenían una fuerte dosis de teoría del caos. Cada acción crea una cascada de consecuencias que son impredecibles y a menudo trascendentales… el efecto mariposa. Es precisamente por eso que la agilidad táctica es lograda con un mínimo de planificación a largo plazo y con el refinamiento de la intuición para pasar por el ciclo OODA más rápido que tu oponente. Eso hace que el así llamado caos se convierta en un aliado, en lugar de un enemigo. Mira Irak ahora mismo, y dime quién reacciona ante las acciones de quién.

La doctrina de Rumsfeld fue aplicada en Irak para «resolver el problema» de cómo establecer esas bases avanzadas en toda la región para facilitar la rápida proyección de una fuerza altamente tecnológica, altamente letal. De manera que el objetivo de la invasión no fue para nada el de construir una nación. Obtener las bases. Todo el resto no es más que decoración ideo-mistificadora.

Se preguntaron ellos mismos: ¿podemos forzar nuestra entrada con esas bases y mantenerlas? Y se respondieron ellos mismos: sí. Pero la realidad no fue tan simple y la actual situación post-invasión confrontó a la administración Bush con un problema político y en consecuencia con un fracaso militar.

Cuando medimos el éxito o el fracaso táctico de esa operación al final del camino, tenemos que considerarlo. ¿Tienen las bases? Sí. ¿Pueden mantenerlas? Bueno, eso está por verse, ¿no es cierto?

Pero la prueba en última instancia sigue siendo política.

Ahora mismo, mi evaluación de Irak es que el Estado EE.UU. está metido en una guerra que no puede abandonar y no puede ganar. Mi pregunta es ¿qué hacemos con eso? ¿Qué observamos? ¿Cuáles son los aspectos de esta coyuntura que tenemos que considerar para orientarnos, específicamente las vulnerabilidades que emergen? ¿Qué vamos a hacer? Y cuando lo hagamos, evaluemos lo más a menudo posible en qué medida lo que hacemos modifica la dinámica.

DS: Hay mucha especulación sobre la posibilidad de un servicio militar obligatorio en el futuro no demasiado distante. Con los recientes llamados a filas, la transferencia a Irak de tropas estacionadas en Corea del Sur y la realidad de lo que está costando la ocupación y continuará costando, parece que ciertamente hay motivos para esta especulación. ¿Qué piensa de todo el asunto?

SG: Espero que vuelvan a imponer el servicio militar obligatorio. Bush se ha quedado en la estacada respecto a los efectivos militares y Kerry se está colocando en un rincón al prometer que se va a convertir en el Lyndon Johnson de Irak. Es una vulnerabilidad. Se van a morder sus propios culos con el servicio militar. La persona que parece comprender mejor esto, y por cuya inteligencia tengo en general poco respeto, es Donald Rumsfeld. Se opone violentamente al servicio militar, incluso mientras realiza un servicio militar de volea a través de órdenes que alargan por un tiempo indefinido las obligaciones de servicio de los soldados más allá de sus fechas para ser dados de baja.

De nuevo, lo importante que hay que comprender en todo esto no es cuán malvados y poderosos son todos ellos. Están sólo haciendo lo que hacen. Toda la aventura, que mata de miedo a los elementos tecnocráticos de la clase política estadounidense, acelera la crisis que se propone impedir. No operan desde una posición de fuerza, sino que de increíble debilidad.

Los tecnócratas no se opusieron a invadir Irak. Se opusieron a hacerlo de una manera que debilitara la legitimidad estatal de EE.UU. Pero la conquista de Asia del Sudoeste es, en último análisis, una necesidad desde el punto de vista de la clase capitalista. Todo el régimen reestructurado de acumulación que se desarrolló desde la administración Nixon hasta la actualidad está en inminente peligro de derrumbe.

DS: Ya que la ocupación se alarga indefinidamente, ¿ha visto usted un crecimiento en el interés y la actividad alrededor de grupos como Bring Them Home Now (y otras organizaciones militares y de familias militares contra la guerra) de parte de gente que sirve en las fuerzas armadas? ¿Qué tipo de actividades están desarrollando ustedes actualmente?

SG: ¡Era que no! La actividad que proviene de los militares no es como el trabajo de los soldados de la era de Vietnam. Hay tantas cosas que son diferentes, sobre todo la actual ausencia de la agitación social generalizada que creó más espacios de resistencia hacia los cuales podían gravitar los soldados cuando salían del ejército. Mucha gente basa ahora sus expectativas en lo que sucedió en aquel entonces y hay quien incluso intenta organizar los mismos modelos. Veremos qué funciona mejor a través de ensayo y error. Lo que vemos ahora es, ante todo, un putativo ejército de voluntarios, encastrado en una sociedad que es improbable que realice una solidaridad significativa con soldados que resistan abiertamente, confrontados con castigos draconianos por disenso y sin muchas opciones interesantes afuera del ejército. Esos chicos en el ejército actual no han crecido en un período de inconformidad como lo hicimos en los años 60, sino en los años 90, probablemente el período más conformista desde los años 50, ahogándose en el consumismo como una ideología no reconocida y con cerebros muertos como resultado. Así que es más difícil lograr que haya resistencia dentro del ejército.

Pero ha habido dos puntos de vulnerabilidad que hemos considerado en la campaña de Bring Them Home Now:

Uno: hay una lucha en la clase gobernante que se está desarrollando entre el Departamento de Defensa y los generales. Esta debacle de Irak está creando problemas institucionales muy reales en el propio ejército cuya solución tomará años. Muchos de los generales, que son los custodios de esa institución y que a menudo están genuinamente dedicados a ella, están muy descontentos con como el poder ejecutivo está aprovechando la institución y cómo está haciendo masivos y a menudo estúpidos cambios en la doctrina. Tampoco están particularmente contentos con los impactos de la privatización – con la subcontratación de todas las tareas del ejército, incluyendo ahora incluso algunas misiones de combate. Vale la pena explicar esto. Es una especie de extraña alianza táctica, pero no tiene que ser una alianza coordinada.

Segundo, y es donde hemos logrado los mayores avances, es entre los miembros de las familias. Están en una posición especial, dentro y fuera de la institución y de la guerra. En lugar de tratar e ir cara a cara con los soldados, lo que es difícil desde el punto de vista logístico cuando la mayoría está desplegada o viviendo en comunidades que atemorizan a los activistas, hemos avanzado hacia un movimiento espontáneo entre las familias, a menudo padres, sobre todo cónyuges, y en su mayoría mujeres. Esto último es importante, porque su identidad de género no está tan estrechamente vinculada con la guerra.

De nuevo, la así llamada izquierda no ha tenido éxito en el pasado en tomar en cuenta esas poderosas realidades afectivas. El terror sexual masculino y la violencia que lo acompaña, a menudo llamados masculinidad, son una cosa real y potente que influye en todo lo que toca. A menudo, las únicas personas que tienen acceso a un soldado que se encuentra en algún sitio dentro de esa armadura emocional masculina son su mujer, su enamorada, o su mamá.

Estamos utilizando una especie de enfoque de línea de masas… consolidar la sección avanzada, conquistar a las intermedias y aislar a la atrasada. Lo puedes ver si lees entre líneas en el sitio en la red. Con la excepción de la sección Speak Out [Exprésate]

que no redactamos ni censuramos, evitamos los llamados a la patriotería, incluso si son llamados de patriotería «contra la guerra»… la paz es patriótica y porquerías semejantes. Suministramos abundante información que es desenfatizada en los medios. Y subrayamos con análisis que muestran el camino para comprender el sistema que se encuentra tras la guerra.

La campaña en sí es una especie de campaña basada en Internet que utiliza nuestro sitio en la red para que la gente entre en contacto con nosotros y para lograr que vincule a soldados con el sitio en la red, donde acecha todo tipo de información subversiva. Una vez que se establece el contacto, tratamos de movilizar a la gente hacia una de las organizaciones. Los Veteranos por la Paz [Veterans for Peace] para los veteranos, o Familias Militares se Expresan [Military Families Speak Out – MFSO] (www.mfso.org) para los miembros de la familia. Ahora mismo, el sitio en la red recibe contactos casi a diario de diversos medios que piden hablar con un veterano o con un familiar que se opone a la guerra. Es una manera de ubicarlos localmente. Y hay un cierto desarrollo de liderazgo de persona a persona – en gran parte hecho por Nancy Lessin y Charlie Richardson que se han convertido en representantes trotamundos de MFSO. Recientemente, existe un nuevo grupo, que crece directamente como resultado de esta campaña, compuesto exclusivamente de veteranos de Irak, llamado Veteranos de Irak Contra la Guerra [Iraq Veterans Against the War], con dieciséis retornados. Es muy excitante.

DS: En la última entrevista que hicimos, te pregunté: «Si fueras ahora mismo un soldado en Irak, ¿qué se te pasaría por la cabeza?» Después de leer «Full Spectrum Disorder» así como el maravilloso estudio de Catherine Lutz: «Homefront» (que mencionas en tu libro), parece que fue una pregunta tendenciosa con una suposición falsa sobre los militares: de que son básicamente homogéneos. Esto fue concebido perezosamente, y para nuestros propósitos prácticos no es realmente sensato pensar en militares – tanto a un nivel humano como estructural – como si fueran una sola entidad. Los que se encuentran allí tienen intereses, posiciones y rangos increíblemente diversos, motivaciones para estar en el servicio, tendencias políticas, etc. En «Full Spectrum Disorder» hablas de cómo la Izquierda tiene algunos serios defectos cuando se trata de pensar y tratar a las fuerzas armadas y a la gente que las compone.

SG: Ésa es la paradoja de los militares. En realidad SON homogéneos en cierto sentido. Es tanto una fuerza como una debilidad. El imperativo institucional de las fuerzas armadas es imponer homogeneidad a una población heterogénea. Al mismo tiempo, casi cada soldado retiene un fuerte sentido de identificación con sus raíces culturales. Mientras más tiempo las personas se quedan en las fuerzas armadas, más homogéneas se hacen, pero eso no llega a significar que sean robots. Esa es la caricatura que me pone nervioso.

Soy definitivamente, más que ninguna otra cosa, un producto de la cultura militar, porque permanecí tanto tiempo en ella. Me siento mejor, por órdenes de magnitud, en Fort Bragg que en Raleigh o Hot Springs, Arkansas, o St. Charles, Missouri. Pero no nos transformamos en máquinas, no más que alguien que pasa toda su vida trabajando para IBM (no es un juego de palabras).

En realidad, el mensaje a la izquierda es que abandone las generalizaciones que parecen existir. Veo menos y menos de eso todo el tiempo. Es un punto que quería subrayar con alguna fuerza, pero parece que ya se está imponiendo, con la excepción de unos poquísimos pero obstinados idealistas que están interesados en establecer su superioridad moral.

DS: En tu libro escribes: «Sus verdaderas debilidades [de los neoconservadores] son la miopía y el extraordinario orgullo desmedido de la clase gobernante. Son incapaces, por su constitución, de comprender la historia como un proceso que involucra a las masas». Pensé que ésa es una de las líneas más perspicaces de todo el libro. ¿Puedes desarrollar el argumento?

SG: Las palabras clave son «por su constitución». Esa miopía no es un defecto de carácter, sino el reflejo de su experiencia vivida, como clase. Como propietarios y rentistas, ven a las masas como algo que hay que explotar y manipular, y su posición requiere que se vean como inherentemente superiores. Institucionalizados como el Estado, tienen que ver también a las masas como una amenaza perenne y por ello un enemigo potencial y a sí mismos como los custodios del orden. Su concepto de la historia es el que aprendemos en la escuela, una historia de grandes individuos con influencia humana, que dirigen a las masas sin influencia, o en el mejor de los casos una influencia peligrosa e irracional.

Esto lleva a sorprendentes errores, como creer que se puede realizar una conquista militar en un sitio en el que la gente está decidida a resistir. No lo vi como una percepción original, sólo algo que puede ser aplicado a la camarilla Bush-Cheney con un énfasis especial. El movimiento internacional contra la guerra los pasmó. Luego los iraquíes los pasmaron. Luego los españoles. Esos muchachos no aprenden rápido.

DS: En «Full Spectrum Disorder» nos dices que tu próximo libro será sobre el género y los militares. Quisiera preguntarte sobre la masculinidad, sobre lo que tienes mucho que decir. Es algo que está profundamente interiorizado en nuestra sociedad y que tiene efectos muy perjudiciales en muchas cosas. Cuando las políticas reaccionarias son revestidas en términos de género, por ejemplo, se facilita en mucho el consenso popular. ¿Cuáles van a ser algunos de tus puntos y temas principales sobre la masculinidad, en ambos casos respecto a los militares, y en general?

SG: «Sexo y Guerra» ya está atrasado, pero lo terminaré y probablemente lo publicaré el próximo año.

Será un poco como «Full Spectrum», en su eclecticismo. Varios ensayos, en realidad, reunidos en un libro, todos sobre algunos aspectos de la interfusión de militarismo y patriarcado. Me siento algo más provisional en éste, por ese motivo he ido más lentamente. Para mí es meterme en aguas profundas y soy un nadador novicio. He leído algo como 60 libros para prepararme y debería leer otros tantos, sólo para obtener todas las perspectivas que existen.

Una cosa que he descubierto es que las excusas usadas por muchos marxistas, y me considero orgullosamente como marxista, por las cuales apenas nos hemos movido en cuánto al género no han sido muy buenas. Los escritos feministas y la teoría feminista constituyen un conjunto de trabajos extremadamente ricos. Y numerosas teóricas feministas se han esforzado durante decenios por involucrar el marxismo, mientras numerosos marxistas simplemente no han hecho sus tareas, se han negado a participar sobre la base de principios, o se han retirado hacia la ortodoxia – las «principales» contradicciones y todo ese resto de porquería esquemática.

También me he familiarizado dolorosamente con cierto esencialismo e idealismo filosófico del feminismo.

Mi propia hipótesis es que el género ES una guerra de clases.

Igual como el racismo en EE.UU., por ejemplo, es endiabladamente contradictorio, hasta que uno lo concibe como una cuestión nacional-colonial, es difícil ver cómo se articula con la lucha de clases en el proceso productivo hasta que se le considera como una cuestión nacional.

El género es un sistema de clase violento. Se ha adaptado y ha sido adaptado a la evolución social. Es difícil de ver como una lucha de clases porque, en cierto sentido, es una lucha de clases que es perpendicular a la lucha de clases en la dimensión productiva de la sociedad. Las clases son los sexos biológicos predominantes, hombres y mujeres, condicionados y disciplinados por el género. Hay otras luchas relacionados con ésta, particularmente ahora la liberación gay – un campo de lucha extremadamente importante – pero el sistema está diseñado fundamentalmente para explotar y subyugar a las mujeres. Es el control de este orden de género el que provoca la homofobia.

La masculinidad y la feminidad son las expectativas conductuales de este orden clasista, un orden clasista que opera tanto dentro como afuera del proceso productivo, particularmente en la reproducción social, en la así llamada esfera doméstica.

No argumento por una nueva masculinidad, o por una masculinidad más amable y suave. Argumento por la abolición de la masculinidad, que llevará a que desaparezca también la feminidad porque es definida en relación con la masculinidad. Argumento por el objetivo de una sociedad sin clases. Soy un comunista del género.

La lucha por el marxismo y el feminismo es tomar estas luchas perpendiculares y convertirlas en paralelas.

En «Sex & War» [Sexo y Guerra], quiero confrontar ciertas corrientes de la tendencia del feminismo de esencializar el género cuando confrontan a los militares, como lo ha hecho Cynthia Enloe. También quiero utilizar la interrogación militar-patriarcal para criticar explícitamente la adopción por muchos marxismos del liberalismo respecto al género.

Enloe, que ha hecho un gran servicio con el volumen de investigación que ha compilado sobre los militares y su efecto sobre las mujeres, sigue tratando a los militares como si constituyeran una institución especialmente maligna por su supremacía masculina. Esto está, ante todo, fuera de contexto. Las fuerzas armadas forman parte del Estado y están encastradas en una estructura social más amplia que condiciona lo que son y cómo son. No hay una cultura militar inherente y aislada. Pero ella también tiende a pintar el cuadro de que las fuerzas armadas son un engendro de algunas características inherentemente masculinas.

La mayoría de los marxismos, por otra parte, desde que Engels escribió «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado», e incluso antes en las explicaciones del capitalismo de Marx, han adoptado una posición política sólo a favor de la igualdad legal de las mujeres.

Esto es puro liberalismo que no toma en cuenta en extremo que el género tiene características de clase. ¿Argumentaría algún marxista que se respete a favor de una simple igualdad entre las clases? El marxismo ha tendido a naturalizar a las mujeres, explícitamente en muchos casos, lo que contradice el resto de nuestra tradición intelectual. Esto se debe en parte a las suposiciones patriarcales que no estamos dispuestos a examinar, y en parte debido a un punto de vista biológico reduccionista en el tema de la sexualidad.

Pero estos puntos, aunque son importantes en el libro, no constituyen su parte principal. Prefiero que mis abstracciones no pierdan contacto con la realidad. Así que escribo sobre gente gay en las fuerzas armadas, sobre un violador serial en las fuerzas armadas, sobre Jessica Lynch y cómo eso resonó culturalmente, y sobre relaciones familiares en las fuerzas armadas. Estoy, de nuevo, utilizando mi propia experiencia como punto de partida, no porque quiera escribir una autobiografía. Es sólo lo que sé y una manera de relacionar directamente las ideas en el libro con el mundo material.

La masculinidad es más que una ideología. Es más profunda que las ideas, porque fue incorporada a la cultura con anterioridad y con más fuerza emocional. Así que es extremadamente obstinada y amedrentadora. En realidad, pienso que Robert Connell, que es él mismo muy marxista en su metodología interpretativa, tiene razón cuando dice que hay múltiples masculinidades. Pero todas forman parte del control de un binario de género y esa polaridad tiene que ver con la subyugación social de las mujeres. Mi caso es que no sólo daña a las mujeres, nos daña a nosotros… daña a los hombres.

Ya he escrito algunas cosas explorando este tema en más detalle en Freedom Road.

Lo principal es que lo hago llegar a un público diferente. Muchos hombres están leyendo lo que escribo, hablando comparativamente. Me escriben.

Son gente que podría no interesarse por bell hooks, Joy James, Nancy Hartsock, Chandra Mohanty, Catherine McKinnon, Gloria Anzaldua, o Maria Mies. La mayoría nunca ha oído hablar de estas mujeres.

Si leen este libro, sin embargo, algo llamado «Sexo y Guerra», escrito por algún ex matón militar, encontrarán cosas provenientes de todas estas escritoras y pensadoras, en las que me he basado considerablemente, y con un poco de suerte llevará a los curiosos a mirar un poco más allá para descubrir lo que escriben esas personas.

Volviendo a la masculinidad, el género es controlado por el miedo, a menudo un miedo profundamente primario e irracional. Es inculcado casi desde el nacimiento y las normas de género se disfrazan particularmente bien como naturales, el género es corporeizado.

Con la combinación de miedo y de convicción absolutista, siempre existe un potencial para la violencia. El control del género es extremadamente violento… basta con mirar las estadísticas de violencia doméstica, de violaciones y las amenazas de violación como amedrentadores sociales, de las palizas a gays, de la increíble crueldad de adolescentes para asegurar la conformidad de género, y se comienza a apreciar hasta qué punto está arraigado y cuán hegemónico es el género, y por ello cuán importante es como terreno de lucha. Yo mismo estoy convencido ahora de que la emancipación social total de las mujeres no es una tarea de la revolución después de que tomemos el poder, sino una condición previa para tomar y conservar efectivamente el poder.

DS: John Kerry acaba de terminar su discurso de aceptación en la Convención Nacional Demócrata. Me sorprendió un poco, en realidad. Fue un poco más agresivo de lo que yo pensé que sería. Probablemente conseguirá que mucha gente – incluyendo a algunos de la izquierda – lo apoyen más firmemente ahora. ¿Cómo piensas que deberíamos evaluar y reaccionar ante las próximas elecciones, especialmente respecto a los demócratas?

SG: La elección nos ha hecho un servicio. Ha puesto en descubierto las fisuras en nuestro así llamado movimiento contra la guerra. Ahora podemos ver cuántos de nuestros aliados entre la clase cotorreante vuelven para agarrarse de las faldas del Partido Demócrata.

Habiendo dicho eso, no creo que nos sirva si simplificamos las elecciones como fenómeno. No votaré por John Kerry, ni votaré por mi aceitoso, manipulador congresista demócrata, David Price. Ambos son baratos guardianes de zoológico de porquería en mi opinión, que se mearon sobre nuestras piernas y nos dijeron que estaba lloviendo.

Me divierte ver a los republicanos confrontando a John Kerry con su indefendible así llamada posición sobre la guerra. Aquí tenemos al tecnócrata tratando de escabullirse verbalmente ante el electorado cuando habla de la guerra y los republicanos son los que lo crucifican. Es divertido si a uno gusta del humor negro.

No votar por Kerry o Price es más que sólo una protesta. No veo el sentido en una política expresiva. Esto es decisivo.

Una de las cosas que los más políticamente avanzados en Estados Unidos pueden hacer ahora, y quiero decir avanzados en el sentido de comprender el papel del estado burgués, es ejercer el poder político real que tenemos en nuestra actual condición de subdesarrollo para sacudir la situación – de nuevo, una táctica de Boyd, golpear, luego evaluar la situación buscando nuevas vulnerabilidades – es denegar la Oficina Ovalada a los demócratas y llevar al conocimiento público que éste es un acto político intencional.

Esto comienza a perturbar la inercia de la rutina de buen policía / mal policía que el sistema de dos partidos nos presenta todo el tiempo. Deja en claro que ya no les tenemos tanto miedo de los republicanos que nos vaya a hacer volver una y otra vez a sus dobles de ojos ingenuos. Pero si y cuando hagamos eso, si alentamos ese camino de derrotismo revolucionario, entonces estamos obligados a estar preparados y organizados para lo que seguirá. Tenemos que estar preparados para escalar nuestras tácticas contra los republicanos que vuelven. Cuando se llama a la gente a tomar riesgos hay que asumir algunas responsabilidades.

Voy a votar, porque hay elecciones aquí en Carolina del norte y en Wake County y Raleigh que importan de maneras muy reales e inmediatas como parte de actuales luchas sectoriales. Mike Davis alude a esto en su extraordinario esquema de los cambiantes entornos urbanos y las importantes aunque contradictorias luchas espontáneas que aparecen en reacción ante esos cambios en libros como «Ecology of Fear» y «City of Quartz».

No soy un idealista. Aunque admito que el Partido Demócrata es una institución burguesa, reconozco que todavía vivimos en una sociedad burguesa. Trabajamos para que los capitalistas obtengan dinero. Obedecemos incluso a leyes con las que estamos en desacuerdo, etc. Tenemos que vivir dentro del sistema hasta que haya uno diferente, incluso aquellos que trabajamos para reemplazarlo. Hay luchas reales que ocurren aquí, así como en todas partes, que son locales e inmediatas y que involucran a la gente de manera menos abstracta que las elecciones nacionales y existen razones reales, a mi juicio, para luchar aquí para preservar algunas de las conquistas obtenidas mediante duras batallas que han sido realizadas en la obtención de espacio de poder político negro, que ahora mismo todavía es ejercido a través de los partidos demócratas locales. Queremos conservar ese poder y luego luchar por arrebatar ese poder tanto al Partido Demócrata como a la profusión de inescrupulosos oportunistas compradores negros. Es contradictorio y tenemos que trabajar a través de esas contradicciones y no simplemente descartarlas como si fuésemos espectadores.

Sigo sintiendo una cierta ambivalencia sobre las elecciones nacionales, en realidad, porque no estoy 100 por ciento seguro de que la izquierda esté preparada para escalar verdaderamente, y porque mi bola de cristal no funciona. No sé lo que sucederá con otro período de Bush-Cheney. Son realmente un equipo peligroso y no deberíamos subestimar ese hecho. Quieren lanzarle bombas nucleares a alguien como un globo de ensayo, como con José Padilla, sólo para ver si se pueden salir con la suya.

Pero en otro sentido, ese riesgo es exactamente lo que representa la ventaja de que vuelvan. Se dice que Bush está ahora mismo bajo drogas para controlar sus cambios de humor. Cheney es tan popular como el cáncer y hay una serie de escándalos que todavía se cuecen en la cocina. Pienso mucho en Nixon estos días. Sería interesante ver ese tipo de crisis de legitimidad fluyendo hacia una segunda caída en una recesión… tal vez incluso otro período de estagflación.

La forma del imperialismo es inestable en este momento. El neoliberalismo está en una crisis seria. Es un sistema monetario-militar y la guerra en el Sudoeste Asiático está destruyendo el mito de la invencibilidad militar estadounidense de la que depende. Los neoconservadores están dando gas para tratar de saltar por sobre el desfiladero, por así decir, y los tecnócratas como Colin Powell, Jimmy Carter, John Kerry, etc., quieren detener el coche, salir y buscar un desvío.

Igual de importante para la así llamada izquierda es que continuemos promoviendo toda actividad que profundice la polarización política de Estados Unidos y que haga crecer la izquierda revolucionaria mientras profundizamos sus conexiones con las luchas concretas.

Las elecciones pueden lograrlo mediante la organización alrededor del desafío Nader-Camejo, pero no sobreestimo el impacto que pueda tener.

El fenómeno de la elección es efímero. Una vez que hayan pasado las elecciones, y personalmente estoy impaciente porque pase esta distracción, tendremos una mejor oportunidad para volver a la actividad de la construcción y el fortalecimiento de los movimientos sociales… y poder alejarlos del sector de las ONG sin ánimo de lucro, a propósito, donde están siendo contenidos actualmente. Es un libro que necesita ser escrito, pero no por mi persona.


Derek Seidman es co-editor del periódico juvenil radical Left Hook. Vive en la ciudad de Nueva York y su correo es: [email protected].

También escribió una reseña de «Full Spectrum Disorder» de Stan Goff.