Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Los observadores dicen que están a punto de conseguir las pruebas que demuestran rotundamente que los iraquíes están sufriendo una tasa desproporcionada de malformaciones congénitas y cánceres debido probablemente a la contaminación masiva causada por la guerra.
Así pues, ¿cuál es el problema? O quizá deberíamos plantearnos, ¿Quien es el problema?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) es el brazo de las Naciones Unidas para la salud pública y está encargada de «dirigir los asuntos sobre la sanidad global, de elaborar la agenda de investigación sobre temas relativos a la salud, de fijar normas y estándares, de articular las opciones de política sanitaria en base a las pruebas y de proporcionar apoyo técnico a los países, controlando y valorando las tendencias sanitarias».
En la actualidad, la OMS está «proporcionando asistencia técnica» al Ministerio de Sanidad iraquí en un muy esperado estudio sobre las malformaciones congénitas en dieciocho distritos iraquíes, incluyendo Faluya y Basora, lugares que han venido informando de altas tasas de bebés nacidos con horrendas malformaciones y enfermedades desde que empezó la guerra. Consiguientemente, Basora ha informado de la incidencia más alta de tasas de cáncer desde que empezó la guerra. También es el lugar que ha registrado las tasas más altas de cáncer desde la Primera Guerra del Golfo. (Véase aquí alguno de los anteriores artículos publicados en Antiwar).
El problema es que se esperaba que los resultados del estudio, iniciado en mayo de 2012, salieran publicados a principios de 2013. Tanto los defensores de los derechos humanos como el personal médico vienen preguntándose hasta la fecha de hoy por las causas de ese retraso, y si va a ser indefinido. Quieren respuestas ya.
«Es increíblemente importante para el pueblo iraquí que se publiquen esos datos, y que se publiquen de forma rápida y transparente», dijo Doug Weir, Coordinador de la Coalición Internacional para la Prohibición de Armamento de Uranio». «No más retrasos, es fundamental que se conozca la evaluación hecha por los profesionales independientes para conseguir que la gente confíe en ese proceso».
Cuando Antiwar contactó con el portavoz de la OMS, Tarik Jasarevik, dijo que la publicación de los datos estaba en manos de los iraquíes del ministerio de sanidad. Cuando llegamos hasta el Dr. Mohamed Jaber, que es asesor en ese ministerio y vicepresidente del comité directivo que llevó a cabo el estudio en Iraq, declaró que era la OMS quien tenía que ordenar la publicación de los datos. Tras realizar nuevas averiguaciones, Jasarevik dijo que si el ministerio de sanidad «nos pidiera que lo publicáramos en su nombre, la OMS lo haría».
Eso podría suceder a más tardar en septiembre, según manifestó Jasarevik a Antiwar.
Una amplia exposición en la página de Internet de la OMS ofrece, hasta cierto punto, una de las claves del retraso en la publicación del informe. Después de echar un vistazo a los datos anteriores a junio: «Ha quedado establecido que este amplio conjunto de datos contiene gran cantidad de información potencialmente valiosa y que no deberían hacerse otros análisis que no se hubieran concebido inicialmente». El informe sería también revisado por expertos. «Se está reclutando ahora un equipo de científicos independientes», y los hallazgos más importantes serán revelados por el gobierno de Iraq «una vez que se completen todos estos pasos».
Los críticos dicen que el tiempo es oro (Faluya, que fue el escenario de dos ofensivas masivas del ejército de EEUU en 2004, está informando de malformaciones en 144 de cada 1.000 bebés nacidos; Basora está informando de un aumento de un 60% de malformaciones entre los nacidos vivos), y sospechan que el retraso está políticamente motivado.
«Creo que el gobierno iraquí está respondiendo a las presiones de EEUU, que trata de ocultar los resultados», acusaba Donna Mulhearn, una activista australiana contra la guerra que ha viajado repetidamente a Faluya y entrevistado tanto a los doctores como a las familias iraquíes afectadas. El grado de horrores físicos del que ella y otros han venido informando durante los últimos años es impactante: bebés nacidos sin determinadas partes de cráneo, tumores diversos, ausencia de genitales, de miembros y de ojos, graves daños cerebrales, tasas extraordinarias de espina bífida paralizante (marcados por espantosos agujeros en las diminutas espaldas de los bebés), encefalocele (defecto en el tubo neural que produce protuberancias en forma de saco hinchado que salen de la zona posterior de la cabeza), etc.
Los doctores llevan suplicando ayuda desde al menos 2010, cuando al periodista de la BBC John Simpson se le entregó una foto de un niño nacido en Faluya con dos cabezas. A las mujeres se les estaba recomendando que no se quedaran embarazadas. Un estudio de 2010 publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health declaraba que se había encontrado algún tipo de malformación congénita en el 15% de todos los nacidos en Faluya, siendo las malformaciones congénitas cardíacas las más comunes, seguidas por las malformaciones del tubo neural.
En 2011, los doctores de Faluya informaban de dos malformaciones congénitas al día, comparado con dos cada dos semanas en 2008. Más recientemente, frente a las cámaras de la BBC, el Dr. Mushin Sabbak, que trabaja en el Hospital de la Maternidad de Basora, dijo que creía que el «mercurio, el plomo, el uranio» de la guerra son la causa de que el hospital afirme que hay un aumento del 60% en las malformaciones congénitas de los niños que nacen allí. «No tenemos otra explicación posible», dijo.
Cuando Mulhearn visitó Iraq este año, dijo también que la situación no había cambiado, en lo único que había cambiado ha sido a peor. «Cuando estuve allí estuvimos visitando a cinco bebés recién nacidos, dos de ellos han muerto. Y suma y sigue», nos dijo en abril.
«Cuando estuve en Iraq a principios de año, me encontré con un sentimiento definitivo de miedo e intimidación entre los doctores a quienes el gobierno estaba presionando para que se quedaran callados respecto a los crecientes niveles de cáncer y malformaciones congénitas», recordaba Mulhearn a Antiwar la pasada semana en un intercambio de correos.
«Un oncólogo de Basora fue despedido de su puesto de responsabilidad en un hospital porque había sido muy franco en el tema de la radiación causada por la contaminación de uranio empobrecido y decir que él cree que esa es la causa del terrible impacto sobre la salud de los iraquíes en la región de Basora. Se mostró nervioso de que se tuviera que grabar la entrevista por las posibles ramificaciones y represalias».
Mientras tanto, la Dra. Mozhgan Savabieasfahani, una toxicóloga medioambiental que vive en Michigan y que ha estado estudiando con perseverancia y declarando que ella opina que todos los defectos están causados por la contaminación bélica, escribió el 11 de agosto en un artículo de opinión para Al-Jazeera:
«En Iraq, los deshechos bélicos continúan erosionando y deteriorando populosas ciudades. Esa basura comprende restos de tanques y vehículos blindados, camiones y munición bélica abandonada, así como residuos de bombas y balas. Si no se eliminan, los deshechos actuarán como peligrosas reservas tóxicas; liberando elementos químicos dañinos en el medio ambiente y envenenando a la gente que vive cerca.
Cada vez aparecen más malformaciones congénitas en muchas de las ciudades iraquíes, incluyendo Mosul, Nayaf, Faluya, Basora, Nínive y Bagdad. En algunas provincias, las tasas de cáncer están asimismo aumentando. Esterilidad, repetidos abortos, bebés nacidos muertos y graves malformaciones congénitas -algunas jamás descritas en ningún manual de medicina- están angustiando terriblemente a las familias iraquíes.»
Savabieasfahani también se cuestiona la tardanza en la publicación del estudio de la OMS:
«Todo el mundo sabe que los estudios epidemiológicos a gran escala son caros de financiar y tratan de satisfacer propuestas altamente competitivas. Es una práctica habitual incluir desde el principio, y no al final, un estudio detallado de la secuencia de etapas. La secuencia incluye habitualmente una estimación de la duración del tiempo del análisis y del de su revisión (i.e. evaluación de expertos), a la que sigue la publicación de los hallazgos. Esto significa normalmente que hay un tiempo claro y definido en el que se espera que se publiquen los datos. La fecha original de publicación, noviembre de 2012, quedó ya muy atrás.
Los repetidos retrasos y nuevas excusas para más aplazamientos han dejado a muchos observadores desconcertados, empezando a extenderse preocupaciones más profundas. Están saliendo ya a la luz defectos fundamentales en el diseño del estudio de la OMS, principalmente el hecho de que se ha evitado que el estudio lleve a cabo cualquier tipo de investigación sobre la causalidad.»
Seguro que ahí está el meollo de la cuestión. Aunque examina la prevalencia de las malformaciones congénitas en los nacidos en dieciocho distritos identificados, «no busca establecer asociaciones causa-efecto entre la prevalencia de dichas malformaciones y los factores de riesgo medioambientales». Es decir, los resultados podrían decirnos muy bien que hay una tasa desproporcionada de malformaciones en los bebés nacidos de madres después de la guerra en Faluya y Basora, pero no nos dirán si hay una correlación directa con los metales pesados -incluyendo el uranio empobrecido- presentes allí en el aire o en el subsuelo.
Esto «continúa alarmando a muchos científicos y profesionales de la salud pública», escribió Savabieasfahani.
Ella y otros científicos señalan que ha habido una serie de estudios independientes, revisados por expertos, que ya han hecho esas conexiones. Sin embargo, la autoridad de la OMS, trabajando directamente con el gobierno iraquí, daría a parecidos hallazgos una urgencia oficial que anteriores estudios no pudieron ofrecer. La ostensible indecisión de estas instituciones está fomentando las teorías de que en esta cuestión está habiendo grandes presiones, quizá por parte del gobierno de EEUU.
Ejemplo: la historia de la BBC arriba mencionada de la entrevista en marzo de dos funcionarias del Ministerio de Sanidad -con foto- diciendo que el informe de la OMS/Ministerio de Sanidad mostrará una escalada en las cifras de las malformaciones genéticas en las ciudades que soportaron duros combates durante la guerra. Las dos mujeres (cuyos nombres no se citan) parecen decir que creen que las municiones que explotaron están vinculadas con el aumento de las malformaciones congénitas en esas zonas. Cuando el 15 de agosto le preguntamos sobre esto, el Dr. Jaber negó rotundamente que nadie de su ministerio hubiera dicho algo así.
Cuando la BBC le preguntó al Pentágono sobre las afirmaciones hechas por las mujeres en la historia de marzo, el Pentágono no respondió. Las autoridades británicas dijeron que estaban esperando los resultados oficiales del estudio antes de hacer algún comentario.
Esto concuerda perfectamente con la forma en la que el ejército estadounidense ha abordado desde el principio estas cuestiones. O rechazan las afirmaciones rotundamente o ignoran las peticiones de los periodistas para que las comenten. La consideración de que el uranio empobrecido que quedó atrás tanto en la I como en la II Guerra del Golfo podría tener mucho que ver (sabemos que se utilizó, como explico en mis anteriores artículos sobre el tema publicados en Antiwar y American Conservative, pero no sabemos en qué cantidades) es un aspecto importantísimo para defensores y críticos. El Pentágono ha afirmado con contundencia que «ningún estudio hasta la fecha» ha indicado un vínculo entre la munición bélica y «cuestiones específicas de salud» en relación con lo que está sucediendo actualmente en lugares como Faluya.
Por supuesto que eso es falso. Vean este examen, que muestra un incremento en las tasas de cáncer y de mortalidad infantil en Faluya (2010). Mientras tanto, Savabieasfahani ha estado trabajando en sus propios estudios, como este, que indica niveles más altos de plomo y mercurio entre los niños de Basora, donde se ha registrado un nivel espantoso de cánceres y malformaciones (2012). Pero el énfasis se pone siempre en lo «oficial», y donde los portavoces del Pentágono han podido ignorar antes completamente este creciente conjunto de hallazgos, podría ser que ahora no puedan eliminar de la misma forma datos más acreditados de la OMS y del Ministerio de Sanidad iraquí.
Quizá sea de esto de lo que tienen miedo.
Sin embargo, la exigencia para actuar es cada vez mayor. Samira Al’aani, una doctora de Faluya que ha estado trabajando en Faluya como pediatra desde 1997, pero que empezó a notar que algo iba mal en 2006 y empezó a registrar los casos, ha iniciado una petición en Change.org para pedir que la OMS y el ministerio de sanidad iraquí publiquen los datos tan pronto como sea posible. Para el 16 de agosto, había conseguido ya 6.000 firmas, una de ellas la de Hans Von Sponeck, ex Coordinador de la ONU para Asuntos Humanitarios en Iraq, quien escribió en su página web lo siguiente el pasado mes:
«La investigación sobre malformaciones congénitas llevada a cabo en Faluya es parte fundamental de la investigación en Iraq sobre los efectos de las municiones extranjeras utilizadas ilegalmente contra la población civil iraquí. Hay que decir a la OMS que no puede evadir de nuevo sus responsabilidades y que tiene que publicar esos datos. Proteger la impunidad no puede ser la respuesta dada por una importante agencia de las Naciones Unidas ante los crímenes perpetrados.»
Al’aani dijo a Weir en una reciente entrevista que el Ministerio de Sanidad estuvo a punto de lanzar un estudio similar al de la OMS en 2001, debido a la preocupación existente ya entonces de que los residuos de la I Guerra del Golfo estuvieran causando un enorme incremento en las tasas de cáncer y malformaciones entre los bebés iraquíes.
«El uranio empobrecido de las municiones estadounidenses y británicas está entre los factores de riesgo medioambientales que hay que investigar», decía Al’aani a Weir en la entrevista.
Después de seis meses, los planes se vinieron abajo. Aunque Bagdad había iniciado el proyecto, tras consultas con la OMS, ésta anunció que Iraq debería asumir todos los costes asociados con el proyecto», dijo. «El gobierno iraquí, convencido de que los problemas de salud habían sido causados por la Guerra del Golfo de 1991, siendo por tanto los culpables EEUU y sus aliados, se negó a cooperar. Los intereses políticos habían liquidado las necesidades del pueblo iraquí».
Justo en estos momentos hay tanta contaminación en Iraq que quienes no quieren creer que las maquinarias bélicas de EEUU y Gran Bretaña son directamente responsables de los efectos sobre la salud pueden realmente sugerir otros culpables. La infraestructura del país está destrozada y el gobierno iraquí no ha sido precisamente un modelo de urgencia a la hora de reconstruir y cuidar la seguridad del medio ambiente en lo que al agua potable y saneamiento se refiere. Podemos encontrar historias que datan de antes de la guerra de los deshechos industriales vertidos en los ríos Eúfrates y Tigris, la principal fuente de agua, transporte y recreo para millones de iraquíes. Pero especialmente después de la guerra, reconocemos que la extensión de la contaminación supera con mucho las posibilidades de que las comunidades locales puedan hacerle frente.
Es una suerte que no estén todos enfermos, pero siendo realistas, no sabemos cuántos son los enfermos y cuánto tiempo estarán produciéndose sus desgarradoras manifestaciones, posiblemente a lo largo de una o dos generaciones, puede que más. Ahí es donde entran en escena organizaciones sanitarias públicas como la OMS y el Ministerio de Sanidad, y los bebés. No solo necesitamos conocer el alcance de las malformaciones congénitas, queremos también conocer la causa.
En ese aspecto, tienen el futuro de Iraq en sus manos.
Kelly B. Vlahos ejerció durante más de diez años como periodista política en Washington. Ahora es editora-colaboradora de la revista The American Conservative
Fuente original: http://original.antiwar.com/vlahos/2013/08/19/who-is-delaying-release-of-iraqi-birth-defect-data/