Recomiendo:
0

Alimentando la violencia sectaria en Iraq

«Quizás sólo necesiten tener su propia guerra civil»

Fuentes: ZNet

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Ulises Juárez Polanco (www.juarezpolanco.com)

Desde el verano pasado, la propaganda melódica principal alrededor de la misión norteamericana en Iraq, según definiera George Bush, ha sido: «Cuando los iraquíes se levanten, nosotros nos sentaremos». En meses recientes, ese «levantarse» de las fuerzas de seguridad iraquí para reemplazar gradualmente las tropas de ocupación norteamericanas ha tomado más importancia en los pronunciamientos oficiales sobre la guerra. El objetivo ahora es aceptado por los medios dominantes y opinadores profesionales como sabiduría lógica y manifiesta, y la única pregunta es si puede ser alcanzado con éxito. Los líderes del Partido Demócrata ni siquiera han desafiado de ninguna manera dicho objetivo, incluso se quejan que no está siendo realizado con la rapidez o la eficacia requerida.

Tomando en consideración las manifestaciones de violencia sectaria en el 2005, documentada con amplitud, la pregunta que debe ser hecha no es sobre si Estados Unidos puede poner en el territorio suficientes tropas iraquíes con suficiente entrenamiento; es sobre sí, al armar y desplegar chiítas y kurdos para luchar los sunníes, no se está en realidad avivando los fuegos de una guerra civil étnica y sectaria.

La administración Bush ha hecho todo lo posible para silenciar tales críticas. Cuando durante una rueda de prensa en febrero pasado, se le preguntó al Lt. Gen. David Petraeus (quien era, hasta hace poco, responsable del entrenamiento del nuevo ejército iraquí), cuál sería la composición étnica-religiosa de las fuerzas de seguridad iraquí, éste respondió que no tenía tales estadísticas. Estaba siendo, por supuesto, hipócrita. El comando de EE.UU. puede no tener las estadísticas exactas, pero con certeza sabe que las unidades enviadas a las grandes ciudades y poblados sunníes, dentro de los sectores más rebeldes de Iraq, eran abrumadora y provocativamente chiítas y kurdas en su conformación.

Petraeus también engañó con premeditación a los reporteros presentes en la rueda de prensa, cuando afirmó que «las fuerzas regionales, tanto policía local y… la Guardia Nacional Iraquí… tienden a reflejar la composición étnica de su comunidad». Lo que no dijo es que esto sólo aplica a los elementos kurdos y chiítas del país. En las ciudades y poblados sunníes, el verdadero patrullaje no era hecho por fuerzas sunníes locales, sino los comandos chiítas y kurdos provenientes de otros lugares.

Durante el 2005, los discursos y comunicaciones de la administración Bush con el Congreso escondieron de manera sistemática el hecho que el comando de EE.UU. estaba llevando a cabo un plan de batalla usando unidades compuestas exclusiva, o casi exclusivamente, con chiítas y kurdos, para tomar posesión de los barrios sunníes en Bagdad y en todo el «triángulo sunní».

Esa política garantizó el aceleramiento de tendencias, ya crecientes, en la sociedad iraquí hacia la violencia étnica y sectaria, así como hacia una posible guerra civil, como formas de «limpieza étnica». Muchas de las tropas chiítas y oficiales en las unidades de comando policial y militar del nuevo ejército iraquí están, de hecho, motivadas por el odio, no sólo contra los insurgentes sunníes, pero de la población sunní como conjunto. Un excelente reportero en Iraq, Tom Lasseter del Knight Ridder, ha explorado in situ esta nueva realidad iraquí, de manera nunca antes pensada por un reportero norteamericano. En octubre del año pasado, se «adhirió» voluntariamente durante una semana en la unidad del nuevo ejército del Lt. Gen. Petraeus, la 1ª Brigada enteramente chiíta y la primera unidad iraquí con su propia área de operaciones y con muchas veces considerada el arquetipo del futuro ejército. Lo que descubrió fue un equipo puramente sectario y obsesionado con venganza hacia los sunníes. Se trata de una escalofriante realidad en la que el odio de los chiítas violentos hacia los sunníes guía las operaciones militares iraquíes en los vecindarios sunníes y, esencialmente, sólo garantiza que la insurgencia crecerá y reaccionará con mayor furia.

Lasseter descubrió que los oficiales y tropas chiítas desean eliminar a una mayor cantidad de sunníes, y no únicamente a aquellos insurgentes que logren identificar. Su motivo es claro: intimidar a la población sunní hacia el silencio y pasividad, al tiempo que satisfacen sus propias ansías de venganza por los actos de opresión cometidos por la antes poderosa minoría sunní. Un sargento dijo a Lasseter que, en el 2006, los chiítas «harían lo que Saddam hizo: iniciar con cinco personas de cada vecindario y asesinarlos en las calles y seguir desde ahí».

En diciembre, Lasseter viajó a las áreas kurdas de Iraq, desde donde informó:

«Los líderes kurdos han insertado a más de 10,000 miembros de su milicia en las divisiones militares iraquíes en el norte de Iraq, para que las misiones se multipliquen hacia el sur, aprovechar la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo, y posiblemente la mitad de Mosul, la tercera ciudad mayor de Iraq, y asegurar las fronteras de un Kurdistán independiente… Las entrevistas con las tropas kurdas… sugirieron que el traspaso del ejército norteamericano de más bases y áreas de control hacia unidades iraquíes, podría significar entregar la nación a milicias más preocupadas en intereses étnicos y religiosos, y menos preocupadas en derrotar la insurgencia y en preservar la unidad nacional».

Su testimonio prueba de manera clara que enviar unidades chiítas o kurdas a los vecindarios sunníes sólo creará un espiral de venganza y represalia que rápidamente se extenderá a las comunidades mayores en ambos bandos. Eso, entonces, es el secreto a voces de la política actual de la administración Bush, hacia lo que ya se ha convertido en una guerra sucia de enormes proporciones.

¿Las raíces de una futura guerra civil?

Así como es verdad sobre prácticamente todo lo relacionado a la ocupación norteamericana de Iraq, la estrategia lanzar chiítas y kurdos contra sunníes no es el resultado de una planificación cuidadosa. Sus orígenes fueron, casualmente, el resultado de una reacción puramente militar a uno de los momentos más decisivos de la ocupación de Iraq: el colapso completo de las fuerzas de seguridad sunníes, en las que el comando EE.UU. había colocado grandes expectativas.

Durante una ofensiva lanzada por los insurgentes en abril del 2005, la mayoría de las unidades militares sunníes simplemente desaparecieron de la noche a la mañana. Según un reporte de la Government Accounting Office, el número de tropas de la Fuerzas de Defensa Civil en el oeste de Iraq (donde se encuentran las fortalezas de Faluya y Ramadi), se calcula haber caído en más del 80%, (de 5,600 a alrededor de 1,000), principalmente debido a una «deserción colectiva de unidades».

La respuesta del comando norteamericano a esta debacle fue la decisión, ese mismo verano, de crear una «Brigada Faluya» especial. Consistió de 1,600 soldados sunníes reclutados para patrullar esa ciudad intranquila, liderados por el ex oficial baazista que los norteamericanos habían escogido para encabezar el servicio de inteligencia iraquí. Se suponía que esta fuerza fuese la alternativa al ataque norteamericano sangriento sobre Faluya que el ejército de EE.UU. prefería evitar. Pero la brigada colaboró con los insurgentes en Faluya, entregándoles los 800 rifles, 27 camionetas y 50 radios dados por el comando norteamericano. La Brigada Faluya fue disuelta silenciosamente por el comando en septiembre de 2004.

En noviembre de 2004, cuando los insurgentes lanzaron su próxima ofensiva en Mosul y Ramadi, hubo otra deserción masiva, esta ocasión en Mosul. La fuerza policial sunní se cambió considerablemente de bando. El General de Brigada Carter Ham, comandante de las tropas norteamericanas en el norte de Iraq, dijo a los reporteros que 3,200 de los 4,000 policías en Mosul ayudaron a los insurgentes con armas, radios, uniformes y 50 vehículos policiales antes de dejar sus puestos. Ham admitió que había ocurrido una «infiltración premeditada» de reclutas policiales realizada por los insurgentes. En Ramadi, los norteamericanos tenían tanta desconfianza de la policía sunní que unilateralmente disolvieron la fuerza completa cuando inició la ofensiva insurgente.

En la tercera semana de noviembre, con Mosul en control de los insurgentes, los EE.UU. recurrieron en busca de ayuda a sus aliados kurdos. Eso trajo aproximadamente 2,000 milicianos peshmerga kurdos para controlar Mosul, y cinco batallones de tropas compuestas mayoritariamente por chiítas, que tenían poca comprensión de los kurdos. Centeneras de tropas chiítas de Bagdad y áreas sureñas del país también se trajeron a Samara y Faluya.

La ocupación chiíta y kurda de las ciudades sunníes, que sólo se ha acentuado, claramente intensificaría el odio étnico-sectario. En Mosul, donde ya existe una historia amplia de enemistad intensa entre los partidos kurdos y fieles del partido Baaz, que integraron gran parte de la población sunní de la ciudad. La mayoría árabe sunní tenía miedo que los kurdos planearan tomarse la ciudad y anexarla a Kurdistán. Hubo pláticas entre los residentes árabes acerca de vengarse de los milicianos kurdos, culpados de generalizar saqueos en la ciudad después del derrocamiento de Saddam Hussein.

Cuando consolidaron el control sobre Mosul y las áreas circundantes, los kurdos impusieron lo que en esencia fue un estado policial sobre la mayoría sunní en la provincia de Nineveh. Anthony Shadid y Steve Fainaru del Washington Post reportaron que las fuerzas de seguridad kurdas secuestraron centenares de árabes sunníes y turcos de la ciudad, transfiriéndolos a cárceles secretas en Kurdistán. El Post citó un memorando de junio del Departamento de Estado, en el que se señala que los secuestros kurdos habían «agravado con fuerza las tensiones por razones puramente étnicas».

Los oficiales norteamericanos en Mosul, sin embargo, no estaban preocupados por la disputa étnica sino en ganar la guerra, o al menos en detener sus derrotas, y los peshmerga parecían el único instrumento iraquí a mano para lograrlo. «Tienen buena organización, furia y pueden cumplir el trabajo», rapsodizó sobre ellos en Mosul un comandante norteamericano.

Después, a los milicianos kurdos se les uniría la feroz «Brigada Lobo» chiíta, cuyo fundador según lo informado, consideró como «infieles» a los miembros sunníes de la Asociación de Sabios Musulmanes (Association of Muslim Scholars). Dicha unidad torturó a sunníes inocentes para obligarles a confesar que eran parte de organizaciones insurgentes (confesiones que las autoridades locales indicaron que ocurrieron después que la Brigada abandonara la ciudad). No obstante, en diciembre de 2005, Richard Engel de NBC reportó que se consideraba que la Brigada Lobo había sido efectiva en Mosul.

El comando de EE.UU. todavía prefiere que chiítas y kurdos patrullen ciudades y poblados sunníes. Según el periodista Chris Allbritton, por ejemplo, miembros del ayuntamiento en Faluya solicitaron al comandante norteamericano a cargo que permitiera a personas locales que reemplazaran a las unidades chiítas del sur que todavía están ocupando la ciudad y que están haciendo el rol policial. Los norteamericanos se negaron, aduciendo que los oficiales locales todavía «se estaban haciendo de la vista gorda con las actividades insurgentes». En noviembre, líderes sunníes locales en Ramadi demandaron que las tropas EE.UU. fueran retiradas de la ciudad y reemplazadas por fuerzas de seguridad seleccionadas por líderes tribales locales. En cambio, el comando norteamericano envió a la Brigada Lobo a Ramadi en adelanto a las elecciones de diciembre.

Tanto la Embajada como los militares norteamericanos estaban concientes de las serias consecuencias de su propia estrategia étnico-sectaria. El pasado mayo, como muestra, el reportero del Washington Post, Ann Scott Tyson, escribió que los «analistas militares norteamericanos» reconocieron que, «por poner en contra a iraquíes de diferentes vertientes religiosas, étnicas y tribales, unos contra otros», la estrategia de los EE.UU. «agrava los fundamentos básicos de la sociedad iraquí, elevando las probabilidades de desorden civil»

Con la comunidad sunní incluso involucrada detrás de la lucha armada contra la ocupación, con incidencia más abrumadora que el año pasado, el comando de EE.UU. siente que no tiene ningún otro recurso que depender de tales unidades sectarias y étnicas para ayudarse a derrotar la insurgencia sunní. Pero incluso si no lo admiten explícitamente, los comandantes norteamericanos saben que ésta es una política brutal y cínica. Así, deben encontrar una forma de justificarse. En octubre, un «oficial militar de alto rango en Bagdad» fue citado en otro trabajo de Tom Lasseter diciendo que, «Quizás sólo necesiten tener su propia guerra civil. En esta parte del mundo es casi un estilo de vida». Ese oficial estaba repitiendo inconcientemente las palabras del General William Westmoreland, el antiguo comandante de las fuerzas norteamericanas en Vietnam, quien racionalizó en una declaración infame las cientos de miles de muertes causadas contra los vietnamitas por la intervención de EE.UU.: «Quien es Oriental no valora tanto la vida como lo hace un Occidental… la vida es barata en el Oriente».

No hay duda que la historia de violencia entre los sunníes, chiítas y kurdos alimentó las fuertes tendencias hacia la violencia étnico-sectaria en la Iraq post-Saddam. Pero el hecho de que un oficial militar norteamericano de alto rango recurriera a esa clase de explicación racista para evadir su responsabilidad en la creación de condiciones para una guerra civil en Iraq, sólo enfatiza las profundidades en las que Estados Unidos ha caído.

Gareth Porter, historiador y analista político, escribe regularmente sobre Iraq. Es el autor de diversos libros sobre la Guerra de Vietnam, el más reciente: Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam.

http://www.zmag.org/content/print_article.cfm?itemID=9605&sectionID=15

Ulises Juárez Polanco es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected]). Esta traducción es copyleft.