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Un Milagro llamado Patricia Perouch

Real Episcopado del Surrealismo

Fuentes: Rebelión / Fundación Federico Engels

Ella es, simplemente, una Sirena. En toda la extensión de la palabra misterio. Hace 13 años que vivo bajo la acción directa de sus hechizos. Su hermosura es una beligerancia de la suerte echada al mar de mi existencia con poesía de mar adentro. Ella inspira una Revolución Amorosa Permanente para luchar contra toda mediocridad […]

Ella es, simplemente, una Sirena. En toda la extensión de la palabra misterio. Hace 13 años que vivo bajo la acción directa de sus hechizos. Su hermosura es una beligerancia de la suerte echada al mar de mi existencia con poesía de mar adentro. Ella inspira una Revolución Amorosa Permanente para luchar contra toda mediocridad y contra todo abandono de las pasiones más vertiginosas. Ella es una Sirena Abisal de las que se ven poco.

Sumo 13 años de buena suerte. 13 años de navegación hechizada. 13 años de contubernio con sus maravillas. 13 años de concupiscencia con la buena fortuna. 13 años de bendición y privilegio. 13 años con los días contados en verbos futuros. 13 años de aquí para allá en la mar de los placeres. 13 años de puerto seguro. 13 años de canciones marinas sustantivadas en sol argento. 13 años con banderas de semillas sembradas en olas nuevas. 13 años de luz naviera y destellos de cometas. 13 años de Sirena Patricia envuelta en velos de futuro. 13 años de ser yo gracias a ella.

La voz de esta Sirena es un arma, literalmente, para la liberación del espíritu y de todo lo que pueda oponérsele. Es un advenimiento de poesía que se engalana de amaneceres con el privilegio laico de su magnificencia amorosa. Su voz anuncia los deseos de la vida que sobre la mesa de la historia se desparraman para darle sentido a la tarea que nos crece entre las sábanas para tomar el cielo por asalto. Es decir el amor mismo.

A estas horas Patricia tiene el corazón lleno de pájaros líquidos e insurrectos. Tal como le pasa a las Sirenas cuando transitan de una dimensión a otra en la escala diaria de los besos. Prepara su garganta de tempestad submarina en el bullicio de la fiesta acuática que organiza su presencia por el sólo hecho de existir en mi vida. Milagro diario. Pues. Patricia es un militante apasionado de lo maravilloso. Yo lo veo a diario. Patricia Sirena saca sus conjuros de mar adentro y descorcha el amanecer a punta de caricias pintadas de horizonte.

Gracias a Patricia la vida consiste en arder a fuego lento en la pasión con que se me desborda por ella hasta en las disquisiciones más racionales. Gracias a Patricia la vida consiste en asaltar cielos de mar agitados con estremecimientos concretos que acompañan a toda Revolución verdadera. Gracias a Patricia eso que se llama «sexo» es en nuestra cama un lenguaje, una pócima, un giro del espíritu que se vuelve sobre sí resuelto a aplastar desesperadamente todas sus trabas. Una alquimia del ser electrizado por las formas y por las emociones, un resplandor de carnes y un fulgor de convicciones fundidos en un lenguaje que se inventa a diario. Praxis de amor.

Patricia es música de peces en el fondo del corazón. Yo tiro anzuelos cada mañana y el azar me devuelve días y más días de sotaventos y barloventos ensimismados de besos. La devoción de Patria por sus enigmas profesa categorías rigurosas con el sentido de lo maravilloso que ella misma acuna en su mirada. Es decir Patricia está hecha con carne de poesía necesaria, venida de un mar distinto y de un planeta propio. Es la magnificencia misma, es una metralla escalofriante de canciones sireneras cuya luz no tiene equivalencias. Mi privilegio mayor es ella. ¿Queda claro?

Esta Sirena, pues, es magnética en el terreno de los hechos. Sirena de las cosas ordinarias con lenguajes nuevos preñados con obstinación revolucionaria en muchos sentidos del ensayo y el error. Sirena de aproximaciones sucesivas con telescopios de verdades profundas y con sabor a poesía. Sirena de términos nuevos en el sístole y el diástole de las olas que hacen coros argentinos para enamorarme más. Sirena en marcha de arremetidas calculadas para que la existencia tenga un acceso irrestricto a las herramientas emancipatorias de la humanidad. Sirena de perfumes incandescentes al clamor de himnos escoltados con acción de camarada comprometida.

Esta Sirena tiene luz escrupulosa y destellante. Señora de las noches y los amaneceres. Luz líquida de virtudes náuticas que va y viene de mis sueños a mis vigilias. Sirena exorbitante y fértil, Mascaron de Proa inquebrantable que lanza brújulas a diestra y siniestra para probar sin concesiones que la cosa de los rumbos, en materia de amor, debe inventarse todos los días.
No se trata de una Sirena cualquiera. Eso lo saben hasta los más tontos. Esta Sirena Patricia es una representación de la fastuosidad en movimiento, y no exagero. Vive tatuada en el espacio como retrato de la gesta amorosa acaecida en mi corazón gracias a sus influjos y mi buena suerte. Sirena, digo, de tipo excepcional porque se trae entre manos la verdad descomunal de su belleza convulsiva que recuerda siempre esos cataclismos emocionales que sobrevienen en mi ser con cada beso que me prodiga. Y yo aplaudo mi ventura y mi fortuna. Patricia es una sirena que lleva atado a su brazo un reloj de adjetivos rebeldes cuyas manecillas apuntan estallidos de amor dirigidos a mi persona. Y yo me regocijo. ¿Se puede ser más afortunado?

Esta Sirena es una ceremonia de la vida. Es responsable de la fundación de un misterio en el centro mismo de mi existencia. Sirena de la teoría a la práctica, y viceversa, a veces contradictoria y a veces desesperante. Sirena que toma el futuro impunemente y lo vuelve interpelación de lucha. Es esa otra de sus magnitudes y en ellas se distiende con poderíos hidráulicos a prueba de fuego. Esta Sirena ha saldado cuentas con un santuario sideral cualitativo que le expidió acta de nacimiento y certificado de hechicera. Sirena, bruja a ratos, con afluentes estremecimiento y palpitación mundanos, se acepte o no. Sirena con tierra de fuego entre maremotos de belleza, unidad de un salto cualitativo donde mi existencia puso a andar todos sus amuletos para llevar adelante un mundo interior y exterior nuevo… desde hace 13 años.

Patricia es una Sirena a fondo incluso con blasfemias y gritos cuya elocuencia náutica es oratoria de delfines y astrolabios. Sirena de océanos barítonos que saben hacer tronar los cascos de mis barcos. Sirena Mascaron de proa guía de mis instintos ascendentes en procesión hacia ella. Patricia es una bóveda de amor y éxtasis que rige con mil estrellas del sur las inundaciones de mis líquidos más ignotos. Sirena posible, con un mirar sencillo, que teje el rigor de la coherencia con la sabiduría de las ballenas. Sirena cósmica como sus pies de mercurio. Si alguien se pregunta cómo obtuve la suerte de vivir con ella diré, con toda sinceridad, que se trata de un secreto atesorado por la vida misma… a flor de piel. Y es que esta Sirena propaga su fidelidad inquebrantable como quien agita una Revolución (por cierto poco apreciada en algunos corrillos mundanos): La Revolución de las emociones amorosas.

Esta Sirena bendición y halago que la vida me regala, minuto a minuto, no acepta la felicidad por etapas. No acepta regateo alguno con la poesía porque la lleva en sí y la prodiga a manos llenas. Esta Sirena reúne fuerzas de sobra para hechizarme con su voz de arco-iris submarino, casi sólo con el parpadeo de sus ojos de mar y eso me embriaga de felicidad. Y estoy en deuda. Sirena militante, ensimismada en resplandecer certezas y esperanzas con voces embriagantes que, sin secretos, inventa cada día contra la opera salvaje de la miseria y la barbarie. Sirena barco y timonel. Sirena altamar y sirena puerto. Sirena de amor y lucha. Sirena mía para envidia de muchos. La mar nos espera… «navegar es preciso».

«No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar las banderas de la imaginación»