En el libro de Secundino Serrano «La última gesta», el autor trae al conocimiento de unos y al recuerdo de otros la lucha por la libertad que llevaron a cabo nuestros exiliados republicanos allende las fronteras. Empieza el libro con unas palabras del afamado Martín de Riquer sobre la guerra en las que despacha en […]
En el libro de Secundino Serrano «La última gesta», el autor trae al conocimiento de unos y al recuerdo de otros la lucha por la libertad que llevaron a cabo nuestros exiliados republicanos allende las fronteras. Empieza el libro con unas palabras del afamado Martín de Riquer sobre la guerra en las que despacha en un pis-pas el problema de la legalidad o ilegalidad, justicia o injusticia, concepción del mundo libre o fascista para así conducirse al lado de los golpistas. Cierra su intervención atribuyéndose la portavocía de todos ordenando: «no hablemos de esto»; y sobre lo que ellos desencadenaron, la guerra, se atreve a sustituir la voz de los demás: «… ya no interesa a nadie».
A continuación hay una frase de un poeta inolvidable, una voz sensible, una voz que habla con cercanía y se compromete, la de Luís Cernuda: «Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.» Qué importante es la memoria histórica, educarnos en aquello que nos precede, documentarnos sobre nuestro pasado para distinguir en el presente, no vivir con sentimientos únicamente si no unir los sentimientos al conocimiento de la Historia, aproximarnos a la verdad. De ahí que el «ya no interesa a nadie» de Martín de Riquer, antiguo fascista, se parezca a la maniobra del calamar cuando se ve en peligro de ser pescado, expulsar un chorro de tinta que oscurezca la visión de los demás. Si sus palabras son nuestra despersonalización histórica, las de Luis Cernuda «Recuérdalo tú y recuérdalo a otros» son de reconocimiento, de volver a conocer, son palabras que indican la importancia que tiene disponer de una explicación.
El libro de Secundino Serrano es una fuente de conocimiento. Pegado a la vida del exilio lo observa y observa lo que le rodea. Una de las cosas en las que se fija es el afán de conocimiento de los exiliados. En ese sentido encontramos que luchaban para saber, para acabar con la ignorancia y el atraso al que durante siglos habían sido sometidos por los gobernantes tan reaccionarios que había tenido España. Los exiliados más adelantados, en los campos de concentración, creaban aulas que se llenaban para aprender a leer y a escribir, pero también se impartía cualquier asignatura existente y se daban charlas y conferencias de formación política, además de llevarse a cabo actividades formativas de carácter cultural. Al exilio fueron gentes comprometidas en todas las áreas de la vida y deseosas de progreso y justicia social. Por un lado había afán de conocimiento, por otro buena parte de las gentes más capacitadas y dispuestas para hacer avanzar una sociedad como la española. Era un conjunto de gente del pueblo, que estuvieron solos, abandonados a su suerte, ningún gobierno europeo les prestó ayuda, entre alambradas, vigilados como bandidos, hambrientos, enfermos, heridos, e incomunicados. Se le ha calificado como el mayor exilio del siglo XX. Hubo acogida para unos cuantos miles en México, intelectuales y profesionales; Chile, gente de toda condición; Unión Soviética, un par de miles, algunos niños y cuadros políticos. También ayudó a esos cientos de miles de compatriotas, una parte del pueblo francés cuyo compromiso los aleja inexorablemente de la masa obediente, racista y anticomunista que colaboró con los nazis, empezando por su gobierno.
España había sido el lugar de enfrentamiento provocado por los fascistas y nazis entre las clases más reaccionarias y las más progresistas, aquí los fascistas y los nazis ensayaron sus nuevos armamentos y se entrenaron en nuevas formas de guerra, bombardeos masivos de población civil, matanzas de los rendidos, explotación en trabajos esclavistas, persecución social y política, que después se llevaría a cabo durante décadas.
Como encontramos en tantos historiadores y ensayistas que tratan el tema, también en «La última gesta» se reconoce en lugar destacado la lucha de resistencia llevada a cabo por los comunistas. Seprún ha dejado escrito: «El siglo XX no se puede entender sin la generosidad de los comunistas». Hay una voz destacada que hace su reconocimiento extensivo a los exiliados combatientes, el general Charles de Gaulle al condecorar al socialista ciudad realeño Pablo García Calero dijo: «Guerrillero español: en ti saludo a tus bravos compatriotas, por vuestro valor, por la sangre vertida por la libertad y por Francia. Por tus sufrimientos, eres un héroe francés y español». Ahora bien, más allá de los reconocimientos verbales ¿se reconoce a los héroes españoles?. Parece que se debe más a los judíos que se entregaban silenciosa y obedientemente al verdugo que a la resistencia con que otros tantos, entre ellos de manera destacada los españoles republicanos, enfrentaban a los asesinos. ¿Qué clase de conciencia es esa que valora por encima de todo la obediencia y la sumisión de millones?, ¿no debía revisarse esa moral?. Eso por lo que respecta al recuerdo europeo. Si ponemos el oído para escuchar el recuerdo español, lo que nos llega es un gran silencio.
Al terminar la guerra en España, los fascistas impusieron el terror social con la persecución de cualquier manifestación de diferencia con el Régimen, se hizo un silencio que no se rompía ni en el interior de la casa familiar. Pero ¿y tras el franquismo?. Secundino Serrano dice: «Cuando los herederos de quienes perdieron la guerra llegaron al poder en 1982, reforzaron de manera sorprendente la política de silencio; los supervivientes advirtieron simultáneamente que se podía hablar y que nadie estaba dispuesto a escucharlos: el recuerdo de los vencidos se había convertido en tabú.» Hay que recalcarlo: ¿No debía revisarse esa moral?. Porque si los fascistas llevaron a España durante 40 años al atraso social, al ahogo cultural, a la pérdida de todas las mejoras que se consiguieron o que pretendía llevar a cabo la República, matrimonio civil, divorcio, derecho a voto, libertad de expresión, libertad sindical, regulación del horario de trabajo, aumento de sueldos, reparto de tierras a los jornaleros, enseñanza pública para todos, autonomía de Cataluña y el País Vasco, pérdida de oportunidades para mejorar la vida de la gran mayoría de la población, y con ello condena de varias generaciones al hambre y a la persecución política; si los fascistas hicieron todo eso y mucho más, los que les han suplantado tienen responsabilidades ¿con quién? ¿con terratenientes, banqueros, militares e Iglesia franquistas o con el pueblo? La imagen que quedó de España ante el mundo, fue la de una dictadura fascista, de moral oscurantista y enemiga de la cultura. A los republicanos se les identificó allí donde estuvieron, con el afán de conocimiento, progreso y entrega a la lucha por la libertad. ¿No debía dárseles a conocer?. ¿No debía homenajearse su esfuerzo, educar en los valores que defendieron?. Fueron sus valores republicanos los que les hicieron resistirse al fascismo, dejando en todas partes una imagen digna de España. De esa España los jóvenes no saben nada. Puede ser una oportunidad para empezar a conocer de dónde venimos, asistir al acto de homenaje a los guerrilleros españoles que se va a celebrar en Santa Cruz de Moya, provincia de Cuenca, el próximo día, domingo, 23 de Octubre. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
II
Secundino Serrano hace hincapié en «La última gesta» en uno de los problemas del fracaso republicano, la continua fragmentación política y militar. Si durante la guerra las divisiones se hicieron evidentes, todo lo acabaron de romper Casado y Besteiro que con el apoyo de sectores socialistas, anarquistas y de la Izquierda Republicana, dieron el golpe de Estado contra el Presidente Negrín, entonces Presidente de la República, al que respetaban los comunistas, sectores socialistas y un sector anarquista. Besteiro, según algunas versiones, mantenía una relación de colaboración e información con agentes fascistas desde mucho tiempo antes, hay cartas, declaraciones, relaciones que le dejan al descubierto, podemos encontrar estos datos en dos libros que ahora tengo en la memoria: «La II República. Una esperanza frustrada. Actas del congreso Valencia Capital de la República (Abril 1986), en el capítulo: «La crisis socialista: de la República a la guerra civil», este capítulo está firmado por Marta Bizcarrondo; el libro lo editó «Edicions Alfons El Magnánim», y lo forman un conjunto de conferencias impartidas por historiadores entre los que se encuentran Joseph Fontana, Tuñon de Lara, y otros como la autora del trabajo al que hago referencia; el otro que le dedica unas páginas es el de Bartolomé Bennassar «El infierno fuimos nosotros», que comentaré próximamente, y que ya de entrada parece queriendo jugar a algo muy propio de hoy, complacer a todos, «todos eran iguales», y abandonar después. También se hace referencia a ello en «Falacias de la guerra civil», de Carlos Blanco Escolá. De cualquier manera, el exilio plasmó definitivamente la separación. Un punto de inflexión habla por sí sólo de las distancias: los que continuaron el combate para derrotar al franquismo dentro o fuera de España, y después luchando contra los nazis, fueron los comunistas, junto a ellos estuvieron algunos socialistas y anarquistas. En el otro lado, en el pozo del silencio y la inacción se metieron las direcciones de los partidos que dieron el golpe de Estado, y las organizaciones que dirigían. Su carácter burgués de la época, de propietarios, estaba en conexión directa con el anticomunismo de la burguesía europea y los gobiernos de Inglaterra y Francia, que preferían los acuerdos comerciales que esperaban tener con Franco, además de hacer «la vista gorda» con Hitler. Entre los antifranquistas españoles del PSOE, anarquistas y otros, también había mucho anticomunismo, tanto que lo anteponían a la posible colaboración en órganos de solidaridad, aunque para los dictadores no había individuos distintos. Serrano Suñer, ministro de Franco, dijo a los nazis en una de sus visitas a Alemania: «La suerte que puedan correr esos rojos no nos importa en absoluto. Son responsables de luchar contra los principios de orden, patria y religión que tanto el III Reich como nosotros defendemos.» El 25 de Septiembre de 1940, el Reich da orden de que se condene a los «combatientes de la España roja» a los campos de exterminio. En esas fechas Serrano Suñer, Dionisio Ridruejo y algunos otros falangistas estaban en Alemania; según Martín Casas y Carvajal Urquijo, viajaron «…para recabar ayuda en la persecución y exterminio de los exiliados asilados en Francia».
Los intentos de reagrupación de los antifranquistas por parte del PCE fueron numerosos y no dieron grandes resultados (Manifiesto de Unidad Republicana, Unión Nacional, el periódico «Reconquista de España», y otras organizaciones), ¿por qué?. Secundino Serrano dice que siendo los más organizados y disciplinados se hacían cargo de los diferentes estamentos, y los restantes, menos dispuestos, no estaban por la labor. En el libro se exponen y comentan diversos documentos en los que las demás organizaciones se refieren a ello. También hay espacio entre estas páginas para las gentes de diferentes razas y nacionalidades que participaron en la resistencia, o que fueron aniquilados en los campos de exterminio nazi; pocas veces se dice, pero debe señalarse que más de 100.000 alemanes fueron eliminados por su oposición al Reich. Los nazis y colaboracionistas franceses, presionaron continuamente sobre los exiliados españoles, dejándolos sin alimentos, internándolos en campos de trabajo forzoso, ofreciéndoles formar parte de cuerpos coloniales como la Legión francesa, dispersándolos por prisiones y campos de concentración hasta en Argelia, Marruecos,…nadie quería ayudar a los españoles, nadie, los abandonaban en el desierto del Sahara tal y como hoy hacen otros con los subsaharianos que llegaron a España. En éste caso las ONGs lo declaran como genocidio y crímenes contra la Humanidad. Lo que hicieron con aquellos españoles fue un genocidio y un crimen contra la Humanidad. En los campos de concentración, franceses y nazis dejaban entrar a los agentes fascistas españoles para, en aquellas condiciones tan desgraciadas, incitarles a dar información o volver a la España de Franco dibujándoles un paraíso. Lo que no habían previsto fue anular periódicos, que en los campos de concentración, en las prisiones, los exiliados elaboraban con muy escasos medios para mantener la moral alta, también funcionaban las emisoras de radio y otras fuentes de información, además de su propia experiencia, el caso es que estaban al día sobre los acontecimientos últimos y la dirección hacia la que apuntaba el gobierno fascista. El resultado de esas campañas de los agentes de Franco era muy magro, apenas conseguían más que mujeres que tenían niños que corrían peligro de morir de inanición. Secundino Serrano también ve errores en el PCE, acusa a la dirección de abandonar al resto de la organización que fue capaz de generar nuevos dirigentes. No se si se puede generalizar esa acusación, son conocidos los casos de dirigentes que o no se fueron o tras un periodo de formación militar en la URRSS volvieron, es el caso del «Esquinazau» y otros. También señala que hubo acusaciones falsas, equivocaciones trágicas, y actuaciones condenables. De cualquier manera, queda claro que tenemos una deuda pendiente con nuestra memoria histórica, libros como éste nos ponen en la vía de su recuperación para orgullo de todos. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
Título: La última gesta.
Autor: Secundino Serrano.
Editorial: Aguilar.