Redención y Utopía. El judaísmo libertario en Europa Central. Un estudio de afinidad electiva. Michael Löwy Ediciones El Cielo por Asalto. Buenos Aires. 1997 «Sabido es que a los judíos les estaba prohibido escudriñar el futuro. La Torá y la oración les instruyen, por el contrario, en la recordación. Ésta […]
Redención y Utopía. El judaísmo libertario en Europa Central. Un estudio de afinidad electiva.
Michael Löwy
Ediciones El Cielo por Asalto. Buenos Aires. 1997
«Sabido es que a los judíos les estaba prohibido escudriñar el futuro. La Torá y la oración les instruyen, por el contrario, en la recordación. Ésta desencantaba el futuro, al que sucumbían cuantos buscaban respuestas en los adivinos. Pero no por eso se convirtió el futuro para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío, porque en ese futuro cada segundo era la pequeña puerta por la que podía entrar el Mesías.»
Walter Benjamin: Tesis sobre el concepto de historia. § XVIII, fragmento B
En la historia de la lucha de clases la claridad suele ser opaca, mientras que, en ocasiones, aquello que duerme en la negrura puede resplandecer como relámpago, iluminando brevemente, pero más intensamente que un verano ártico. Sin embargo, para gozar de la belleza del relámpago hay que aprender a perder el miedo al estallido que lo acompaña. Hay que penetrar en lo oscuro para captar la luz.
Michael Löwy es uno de esos incansables buscadores de luz que no teme penetrar en grutas de las que otros huyen despavoridos antes de haber puesto un pie en su entrada o que se asoman tímidamente para asegurar que allí no hay nada que pueda ser útil a la causa de la libertad, de la emancipación y de la guerra social, es más, que debemos abstenernos de entrar, asegurando que existen allí monstruos imposibles de dominar, pero con ello sólo ocultan su miedo a lo desconocido, a lo porvenir, alejándose de la posibilidad de lo-todavía-no-llegado y conténtandose con lo-ya-sabido. Hay, sin embargo, que penetrar en cada oquedad que encontremos y buscar incansablemente, no dejar un sólo rincón sin explorar, pues nunca sabemos qué se esconde donde nos dicen que no debemos entrar, ni qué hemos dejado atrás, ya que en la historia que ha escrito el vencedor poco podremos descubrir y sus mapas sólo sirven para desorientarnos. Hay que buscar también allí donde nada esperamos encontrar.
Rendención y Utopía de Michael Löwy es un libro que indaga las relaciones entre mesianismo judío y utopía libertaria, lo que a muchos les llevará a tirarse de los cabellos, bramando porque se pueda relacionar ambos mundos, aferrándose a una verdad revelada y negándose a investigar, a dudar, a plantearse preguntas incómodas. A ellos no se dirige este libro. Pero si a quien ande buscando senderos (algunos de ellos ocultos por la vegetación, otros olvidados y algunos todavía desconocidos) que nos reconduzcan hacia la senda de la esperanza, de la utopía.
¿Qué pueden tener en común el judaísmo y el anarquismo? Mucho más de lo que a primera vista podría parecer. Löwy habla de una afinidad electiva entre mesianismo y anarquismo, aludiendo a varios aspectos comunes o, al menos cercanos en uno y otro:
•Restauración y Utopismo. El judaísmo tiene una pretensión restauradora que trata de reestablecer la Edad de Oro perdida, esto es volver al Edén, pero esa restauración se combina con una dimensión utópica, que aspira a un futuro completamente nuevo. El concepto de Tikkun es la expresión de ese dualismo, en tanto que supone la restauración de ese orden original, pero por medio de su superación. Se trata de una relación dialéctica que se puede encontrar también en el movimiento revolucionario, que idealiza un pasado que se tiene por edénico, aunque no con la vana pretensión de volver a él sino de conquistar un nuevo reino de la abundancia.
•Crítica del progreso. El mesianismo judío niega la posibilidad de llegar a la redención por la vía de un desarrollo gradual, tiene que ocurrir una ruptura, una interrupción del mundo, exactamente igual que en el anarquismo, que niega la posibilidad de llegar a una sociedad socialista por medio de las reformas, sino que se precisa de una revolución que rompa el continuum de la historia.
•Ruptura radical. En la tradición mesiánica judía, la llegada del Et Ketz, del fin de los tiempos, supone la ruptura total con este mundo, que sería sustituido por otro enteramente nuevo. El anarquismo tampoco pretende mejorar este mundo, sino destruirlo para crear otro nuevo sobre sus cenizas, destruam et aedificabo.
•Negación de todo poder. El mesianismo se impone la destrucción de todo poder terrenal, si bien admite la existencia de un poder teocrático, lo que, evidentemente le aleja del anarquismo. Pero ese poder teocrático no admite la delegación, no existirían, por tanto, sacerdotes o cualquier otra clase de intermediarios con la divinidad, por lo que tendríamos un Dios sin religión, una teología antirreligiosa, no tan distante de lo que propone el anarquismo como a preimera vista podría parecer.
•Abolición de las leyes. Algunas sectas mesiánicas afirman que la llegada del Mesías supondría la abolición de las restricciones de la Torah, que sería sustituida por una Torah de la Redención que acabaría con todas las prohibiciones, al igual que propone el anarquismo. La ley, por tanto es vista como una traba para la libertad humana, como algo que hay que combatir, lo que llegará a su extremo en algunas sectas como los sabateístas.
Estas relaciones de afinidad entre mesianismo judío y socialismo libertario se articulan hasta llegar a fundirse en una figura única en un período y en un espacio muy concretos: el primer tercio del siglo XX en Europa Central. Son las circunstancias concretas de la Mitteleuropa de principios del siglo XX las que van a permitir, según Löwy, ese acercamiento entre ambas dimensiones y, en ciertos casos, una suerte de fusión: el desarrollo vertiginoso del capitalismo y la industria y, a la vez, fuertes resistencias al mismo; la influencia intelectual del romanticismo, con toda su carga anticapitalista, de nostalgia e idealización del pasado y de búsqueda de las raíces y la tradición; la posición marginal y central al mismo tiempo del judío en ese mundo, participando de ese desarrollo, pero, al mismo tiempo, siendo excluido de él; la agitación revolucionaria que recorría Europa en esos años. Todos estos factores políticos, sociales, económicos y culturales son los que han propiciado que»en el seno de una generación precisa de intelectuales judíos de Europa central, que la correspondencia entre el mesianismo judío y utopía libertaria deviene dinámica y se transforma en una relación de afinidad electiva.»
Dentro de esta generación, Löwy distingue dos corrientes: los judíos religiosos anarquizantes (Buber, Rosenzweig, Scholem, Löwenthal), en los que predominaría la dimensión judía, nacional/cultural y religiosa y los judíos asimilados ateo-religiosos (Landauer, Bloch, Lukacs, Fromm), que combinan el rechazo de las creencias religiosas con un interés apasionado por las corrientes místicas y milenaristas tanto judías como cristianas. Hay que destacar que este conjunto de pensadores no son un grupo cerrado, aunque hubo intensas relaciones entre ellos jamás formaron una escuela y, a menudo, siguieron evoluciones muy distintas en su pensamiento. Junto a ellos, entrecruzando todas las corrientes, Löwy sitúa a dos pensadores inclasificables: Franz Kafka y Walter Benjamin. El primero de ellos con su particular teología negativa, mostraría la no-presencia de Dios en el mundo, la falta de libertad y la reificación del hombre, en una crítica radical y demoledora de la modernidad y del desamparo individual del hombre en el mundo. Walter Benjamin es, para Löwy (que ha dedicado un libro y numerosos artículos a tratar de desentrañar su pensamiento), quien mejor personificaría esa simbiosis judeo-alemana/mesiánico-libertaria. La teoría crítica de la historia de Benjamin recogida en textos como el «Fragmento teológico-político» y, sobre todo, en las Tesis sobre el concepto de historia, trataría de articular dialécticamente la correspondencia entre mesianismo y revolución, entre la historia de la redención y la historia de la lucha de clases, entre restauración y utopía, hasta llegar a una teología de la revolución que todavía tiene mucho que decirnos y que contiene en sí la más intensa crítica revolucionaria junto a la esperanza de que todavía es posible torcer el curso de la historia.
Esta afinidad electiva entre mesianismo y utopía libertaria puede alcanzar un grado de fusión que dé lugar a una nueva forma, ésta es, según Löwy, la de una nueva concepción de la historia y de la temporalidad que se podría calificar de «mesianismo histórico» o «concepción romántico/mesiánica de la historia», tal y como aparece en algunos de los autores citados, especialmente en Benjamin. Este mesianismo histórico se inscribiría en la tradición de los dochakei ha-ketz, los «aceleradores del fin», aquellos que quieren forzar la llegada del Reino, es decir, precipitar el momento revolucionario, no esperar la evolución de los acontecimientos, no esperar la llegada de tiempos mejores, sino ir, decidida y enérgicamente, en busca de la utopía, de la revolución, destruir este ordenamiento del mundo hasta hacerlo añicos para que de las cenizas de lo viejo pueda surgir lo nuevo.