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Texto publicado hacia finales de los años sesenta

Reflexiones autobiográficas

Fuentes: Rebelión

Nota edición: El siguiente texto, sin título y no fechado, figura en uno de los cuadernos de trabajo de Manuel Sacristán depositados en Reserva de la Biblioteca Central de la UNIVERSIDAD DE BARCELONA. Se trata de una nota autobiográfica escrita muy probablemente a finales de los sesenta, poco después de su dimisión efectiva del comité […]

Nota edición: El siguiente texto, sin título y no fechado, figura en uno de los cuadernos de trabajo de Manuel Sacristán depositados en Reserva de la Biblioteca Central de la UNIVERSIDAD DE BARCELONA. Se trata de una nota autobiográfica escrita muy probablemente a finales de los sesenta, poco después de su dimisión efectiva del comité ejecutivo del PSUC-PCE, de la invasión de Praga por tropas del Pacto de Varsovia y de la elaboración y finalización accidentada de su decisiva Antología de Gramsci.

Se reproduce sin alteraciones. Sólo se ha introducido la numeración, inexistente en el manuscrito, para facilitar la comprensión de su estructura. Todas las notas finales son de edición.

Fue publicado como anotación final complementaria del primer capítulo de: Manuel Sacristán, M.A.R.X. Máximas, aforismos, reflexiones con algunas variables libres., Barcelona, El Viejo Topo, 2003, pp. 57-66 (presentación de Jorge Riechmann, epílogo de Enric Tello, edición de Salvador López Arnal).

I.

1. La causa es que está sin resolver la cuestión del ¿quién soy yo? [1]

2. La pregunta fue suscitada con gran virulencia esta última vez por la crisis política [2].

2.1. Pero no era la primera vez que aparecía. Se me presentó en marzo de 1956 [3], nada más volver a España. Y varias otras veces.

3. Por lo tanto, el repaso ha de arrancar de la vuelta a España, pero, al llegar a la crisis de 1968, ha de detenerse con atención.

II.

1. La decisión de volver a España significaba la imposibilidad de seguir haciendo lógica y teoría del conocimiento en serio, profesionalmente.

1.1. Las circunstancias me llevaron luego a la inconsecuencia de no evitar equívocos (oposición [4], etc). Este es un primer error, no cronológicamente hablando.

1.1.1. En la misma primavera del 56 llegué a esa conclusión. Lo que agrava el error posterior.

2. La vida que empezó a continuación tiene varios elementos que obstaculizaban no ya el estudio de la lógica, sino el intento general de mantenerme al menos al corriente en filosofía. Los elementos predominantes de aquella vida eran las clases y las gestiones [5]. Poco estudio.

3. Una excepción: la tesis [6]. Fue producto -como la posterior memoria pedagógica- de unas vacaciones en sentido estricto: pocos gestiones, pero con el proyecto de volver.

4. A esta situación de poco estudio por razón de obstáculos objetivos se sumó una abulia parcial que tal vez sea lo mas importante de todo: en vez de aprovechar todo el tiempo libre para estudio científico-filosófico, gasté mucho tiempo en cosas como el artículo sobre Heine [7]. Esto merece análisis.

4.1. Por una parte, intervienen factores externos: esos prólogos son compromisos editoriales, concertados con la esperanza de que resultaran rentables: en aquellos tiempos, las 15.000 ptas. que me pagaron me parecerían una suma enorme. En realidad, desde este punto de vista aquellos escritos fueron una mina, puesto que estudié a Heine, p.e., más de dos años.

4.2. Por otra parte, el hacer esas excursiones era muy coherente con mi noción del filosofar y entender el mundo.

4.3. Pero es posible que fueran también un indicio de huida del trabajo científico [subrayado en rojo en el manuscrito], por imponérseme los obstáculos materiales o externos (clases, gestiones, pobreza).

5. Esto es discutible por lo que hace a la filosofía en sentido académico: el que yo no haya ni leído los escritos de Heidegger posteriores a 1959 me ha arañado a veces la consciencia, pero también veo razones de economía científica (y de economía simplemente) que me aconsejan seguir sin hacerlo. La lectura de Barthes [8] y de Lévi-Strauss [9], por ejemplo, no me ha servido más que para conocerles. Barthes, sobre todo, es un pensador muy mediocre y una caricatura de científico. No hablemos ya de Foucault

[SLA: Viene a continuación un paso especialmente difícil que transcribo, con riesgos, de la forma siguiente:]

Quizás hubiera sido más serio [corrección MSL: mejor] haberlos dejado en la página 10, una vez visto el género.

6. Pero esa hipótesis de la huida es mucho más verosímil si se piensa en que no he hecho estudio científico en general, o, propiamente, he hecho muy poco. O también si se piensa en actitudes nihilistas -sobre la novela, sobre el arte en general- que se me han ocurrido durante esos años.

6.1. En cambio, la ausencia de estudio político-teórico es un fenómeno de época entre los intelectuales marxistas. Por lo tanto, no creo que me sirva para aclararme el asunto, al menos en los años de su génesis. Ahora sería distinto.

7. Durante un cierto tiempo, la vida de mis rentas científicas fue soportable porque, gracias a la ausencia de perplejidad histórica, o sea, gracias a la convicción de estar reflejando realidad, me era al menos posible conseguir formulaciones generales que implicaban un programa o un objetivo político-cultural y de política filosófica. Una pieza típica de esa situación es el prólogo al Anti-Dühring. Años antes lo había sido el prólogo a Revolución en España. El mismo prólogo al Heine tiene ese elemento (M. S., profesión traductor, prologuista).

8. El estudio de Gramsci empezó todavía dentro de esa constelación. Pero es posible que durante ese estudio empezara a desarrollárseme la perplejidad deprimente sobre el destino del movimiento socialista.

No creo estarme engañando al pensar que la crisis política, que culminó el 68 para empezar enseguida a arrojar manifestaciones de descomposición, sea el factor externo desencadenante del paso del estadio larvado al agudo. Otro hecho externo muy importante, mi eliminación de la Universidad, puede haber tenido también una influencia considerable. Pero, aparte de que este mismo hecho estaba enlazado del modo más directo con la experiencia política, en la crisis del 68 salió también definitivamente a relucir la inveterada deficiencia de mi actuación también en la gestión [intervención política].

Desde el 56 he ido siempre haciendo gestión. Pero siempre con oscuridad acerca de mi situación. Al principio fue sólo oscuridad. Luego error. Por último, vacilación. Y el resultado, una situación de derrota que sólo lo confuso de la situación misma ha evitado que fuera catastrófica. No hay ninguna duda de que este desenlace tiene gran influencia en mi actual situación, sobre todo por estar enmarcado en la crisis nacional e internacional.

9. Si se tiene en cuenta que en los dos campos, el científico y el de la gestión, la situación es de «derrota», no parece que haya de ir a buscar muy lejos la explicación de la situación presente. Importa que me aclare en qué consiste esa «derrota».

10. Creo que consiste, en ambos casos, en la consciencia de haber recorrido caminos malos. Digo malos porque no estoy completamente seguro de que se pueda decir equivocados. Ya el mismo año 56 me aconsejaban que no hiciera dos cosas a la vez (ni menos tres o cuatro). Pero entonces creí que ése era un consejo típicamente definitorio del intelectual burgués, y me pareció obligado no seguirlo. Creo que sigo negando eso. Pero sospecho que la duplicidad de caminos que esa vida representó era mortal. Habría habido, quizás, que fundir los dos caminos, o acercarlos mucho. No lo hice en absoluto.

La idea de fundir o acercar mucho los dos caminos, admitido que no puedo prescindir de ninguno de los dos, debe ser también la clave para ahora, no sólo para interpretar lo que ocurrió.

11. En la práctica, me parece que las situaciones pueden ser:

1ª. Predominio del estudio desligado de la gestión, con gestión mecánico-moral.

2ª. Predominio de gestión, con estudio funcional a ella.

3ª. Predominio de estudio funcional a la gestión, con gestión consistente principalmente en haber producido ese estudio.

4ª. Predominio de gestión con estudio como distracción.

Creo que mi situación anterior fue unas veces la 1ª y otras -las más- la 4ª. Hoy tiendo a creer que tengo que adoptar la 3ª. Y puesto que estudio funcional a la cuestión es, por de pronto, estudio, tengo que recorrer mis posibilidades.

12. Como vi ya en el 56, no puedo hacer lógica en serio, como tema principal.

. Aunque debería leer:

[Se presentan los puntos siguientes según el orden final establecido por Sacristán]

0 X. Información política corriente.

1 X. El trabajo sobre clásicos, enlazado a la traducción.

2 X. La historia, especialmente la del movimiento, desde la I[nternacional]. Esta última, a fondo.

3 X. Cuestiones filosóficas particulares.

        . La teoría de la creencia, etc.

4. La economía -> matemática es estudio funcional, pero no puedo hacerlo como especialista.

5. La sociología, id (con cibernética).

6. La «filosofía general», la información general de lo que ocurre, debería hacerse con mucha cautela, sin perder tiempo en ella, pero organizando la información mediante un vistazo mensual [subrayado en rojo en el manuscrito] a revistas en los institutos francés, alemán e inglés, y mediante un buen uso de revistas en general.

13. El intento de organizar seriamente ese programa exige un corte drástico de otras actividades -aunque no de la información política corriente. Por ejemplo, fuera incluso conferencias [10], salvo dentro del tema que esté tratando [SLA: subrayado en rojo en el original]. Y fuera, también, encargos de artículos incoherentes con lo que hago.

*

Notas edición:

[1] Años después, en una entrevista de 1978 para El Viejo Topo que no llegó a publicarse en su momento (ahora en Salvador López Arnal y Pere de la Fuente (eds), Acerca de Manuel Sacristán, Barcelona, Destino, 1996), Sacristán señalaba: «[…] Entre otras cosas porque si yo me recompongo, ¿quién me ha hecho a mí?. A mí me han hecho los poetas castellanos y los poetas alemanes. En la formación de mi mentalidad no puedo prescindir ni de Garcilaso ni de Fray Luis de León, ni de San Juan de la Cruz, ni de Góngora. Pero tampoco puedo prescindir de Goethe, por ejemplo, e incluso de cosas más rebuscadas de la cultura alemana, cosas más pequeñas, Eichendorff, por ejemplo, o poetas hasta menores, y no digamos ya, sobre todo, y por encima de todo, Kant. Y Hegel, pero sobre todo Kant. Bueno, y el Hegel de la Fenomenología  también».

[2] Probablemente Sacristán esté señalando a lo sucedido en el ámbito de la izquierda revolucionaria de la época tras el Mayo del 68, el fatídico agosto praguense del mismo año e, internamente, a su creciente desarmonía con sectores de la ejecutiva del PSUC.

[3] Sacristán finalizó aquel año sus estudios de lógica en la Universidad de Münster, no aceptando, por razones ético-políticas, una oferta de profesor contratado en el «Instituto de lógica matemática e investigación de fundamentos» de la citada Universidad.

[4] ‘Oposición’ refiere a las oposiciones a la cátedra de Lógica y filosofía de la ciencia de la Universidad de Valencia, a las que Sacristán se presentó en los inicios de los sesenta con resultado negativo. Javier Muguerza y Jesús Mosterín, presentes en la oposición, han explicado con detalle este atropello franquista-opusdeísta en sendas entrevistas incluidas en Acerca de Manuel Sacristán (pp.669-684 y pp. 631-668, respectivamente). Igualmente, Christian Martín Rubio, «Mientras la esperanza espera» (AA.VV., Donde no habita el olvido, Barcelona, Montesinos, 2005, pp. 257-286). Para una aproximación muy discutible a estas oposiciones, y en general a la obra lógica de Sacristán, véase Xavier Serra, Història social de la filosofia catalana. La Lógica (1900-1980), Barcelona, Editorials Afers, 2010, pp. 171-206. El capítulo dedicado a Sacristán lleva por título «Manuel Sacristan», sin acento, decisión político-lingüística que acompaña a lo largo del volumen todas las referencias al autor de Introducción a la lógica y al análisis formal. En catalán, Roman no lleva acento como tampoco lo lleva Jordi Beltran por ejemplo. Sería algo extraño que un escritor castellano se refiriese a este último como «Jordi Beltrán»).

[5] ‘Gestiones’ es un eufemismo con que el Sacristán se refiere a las diversas tareas de su compromiso político con el PSUC-PCE. Es probable que tomara esta precaución nominal ante posibles registros policiales. O por costumbre previa.

[6] La tesis, Las ideas gnoseológicas de Heidegger, fue editada originalmente en 1959. Fue reeditada por Crítica en 1995, con prólogo de Francisco Fernández Buey.

Tal vez resulte de interés histórico-antropológico-cultural una carta de Don Laureano López Rodó, entonces miembro del patronato de Letras del CSIC, dirigida al «Excmo. Sr. Jefe de la Oficina de Publicaciones», en la que se manifiesta en los siguientes y curiosos términos sobre la publicación de la tesis de Sacristán.

«Excmo Señor:

En la reunión de esta Comisión Permanente del 9 del actual, se acordó adjudicar los trabajos de edición de la obra Las ideas gnológicas (sic) de Heidegger, por Don Manuel Sacristán Luzón, a la imprenta Gráficas Marina, S.A. de Barcelona, por un importe de 28.425 ptas que se abonarán con cargo a los fondos de la delegación de Barcelona del Instituto «Luis Vives», y elevar este acuerdo a la superioridad.

Lo que comunico a V.E. para su conocimiento y demás efectos.

Dios guarde a V.E. muchos años. Madrid, 27 de julio de 1959.

El secretario de la comisión permanente. Firmado: Laureano López Rodó».

El atributo «gnológicas» hizo fortuna porque en dos comunicados posteriores sobre la edición de Ideas se vuelve a hacer referencia a las ideas gno-lógicas de Heidegger.

[7] Sacristán se refiere al largo prólogo -«Heine, la consciencia vencida»- que escribió para su traducción de las Obras de Heine (Barcelona, Vergara 1964). Ha sido reimpreso en Lecturas. Panfletos y materiales IV, pp. 133-216.

[8] Como ejemplo de los comentarios de Sacristán a diversos ensayos de Barthes, estas notas sobre Essais critiques. Paris, Editions du Seuil, 1964:

«1. p. 10. El mejor Barthes es éste que dice la realidad del escribir, nostalgia de no estar escribiendo siempre (y no como crítico «sólo»). Esta micropoética patética es el Barthes de interés. Lástima que luego haga todas las patochadas cacofilosóficas.

2. p. 12. Esta magnífica explicación exige dar una nueva a la razón de Galvano [della Volpe] contra Lukács a propósito del carácter directo de Maiakovski-Brecht. Se podría decir que se trata de una nueva originalidad (=elaboración), por haberse hecho trivial u obvio (= espontáneo) el modo elaborado tradicional de significar esas cosas.

3. pp. 123-124. Aparte de lo útil como declaración, vale la penar notar la increíble indecencia de esta gente en el uso de las palabras. Particularmente de «science» y de «exacte».

4. «La parole n’est ni un instrument, ni un véhicule: c’est una estructure, on s’en doute de plus en plus (…) «(p. 149, Ecrivains et écrivants, 1960). Insuperable acumulación condensada de falsa contradicción y estulticia vulgar e ignorante, mal gusto, etc.

5. «(…) pour l´ecrivain écrire est un verbe intransitif (…)» (Ibid, p. 149). Su verdadero asunto, la micropoética subjetiva. Que es una cosa muy importante.

6. El sucio uso de «sistema» en la entrevista «La literatura hoy» (1961). Moda y literatura son «sistemas».

7. La indecencia de «l’homme structural» está en L’activité structuraliste, 1963, y prueba que para esta gente un método es una «concepción del mundo», una fe, una cultura. Una ideología, en suma.

8. «(…) lo que funda una verdadera crítica de la significación es la atención prestada a la organización de los significantes, mucho más que el descubrimiento del significado y de la relación que tiene con su significante» (p. 268). Aquí está muy claro ese sintacticismo, o paradigmatismo y sintagmatismo, que no tiene más justificación (pero muy seria) que la necesidad de crítica interna rigurosa y el hastío de la exuberancia de la crítica externa.

9. p. 270. Primero, parece claro que la metáfora de la saturación le permite camuflar una cuestión de referencialidad semántica. ¿Cómo se sabe cuál es el objeto y si está saturado? Segundo: habría que liquidar ese uso bestia de «metalenguaje» y recordarles que no hay lenguaje más capaz que el cotidiano. Aquí hay un equívoco: el metalenguaje del crítico no lo es en un sentido formalizable, sino sólo porque, siendo también él, como el del poeta, lenguaje cotidiano, tiene todas las (inconsistentes) posibilidades tipo-teoréticas.»

[9] En Reserva de la BC de la UB pueden verse resúmenes comentados de varias de las obras de Barthes y Lévi-Strauss. En su presentación a Sigma, así como en sus notas en traducción de la biografía de Gerónimo, hay interesantes reflexiones sobre el estructuralismo antropológico. A título de ejemplo, algunas de las anotaciones de Sacristán a «Elogio de la antropología», lección inaugural en el Collège de France, 5-I-1960, contenida en Raza e historia y otros estudios de antropología. Sacristán cita por la edición italiana de Einaudi, de 1967:

«1. Algunos primitivismos fenomenológico-esencialistas en la metodología, contra los cuales podría tronar con razón el Lukács autodefinidor de las «determinaciones previas». Ejemplo: «Es imposible discutir acerca de un objeto, reconstruir la historia que le dado origen, sin saber, antes que nada, qué es ese objeto, o sea, sin haber agotado el inventario de sus determinaciones internas» (p. 52). Como para echarse a dormir, entonces.

2. Otras veces el primitivismo gnoseológico recubre con el nobilísimo énfasis de L-S perogrulladas de la teoría de la ciencia. Así escribe esta fase de cavernosa resonancia para concluir su (innecesaria) justificación del uso de modelos: «A falta de una inaccesible verdad de hecho, habremos conseguido un verdad de razón» (p. 69).

3. Interesante es ver la aparición de temas fundamentales de la teoría política en la problemática de los antropólogos (no sé si con tanta consciencia como en el polémico caso de Malinowski, pero sospecho que aún más). Ej. «Los hechos sociales no se reducen a fragmentos sueltos, son vividos por hombres, y esta consciencia subjetiva es una forma de su realidad, ni más ni menos que sus caracteres objetivos» (p. 54).

4. Sobre explicación y comprensión (pp. 55-56). A pesar de su formación, L-S no toca filosóficamente el tema. Es muy notable que el filosofar de moda vuelve a ser sólo el especulativo-ideológico, incluso en hombre tan kantiano.

5. La oposición a la metodología de Brown, mucho más clásicamente positivista, se podría concentrar en esta frase: «[…] en antropología, la experimentación va antes que la observación y que la hipótesis» (p. 62). Con esta expresión se refiere, algo ambiguamente, al hecho de que el etnólogo «teoriza» con el sistema en funcionamiento, lo experimenta antes de poder detenerse a observarlo, y a la construcción previa de modelos. Me parece claro que, epistemológicamente, la afirmación es falsa. Su interés es probablemente biográfico e ideológico. Tal vez sea un eco de su manera de entregarse al ambiente de la sociedad «primitiva», y un trasunto de su creencia en la conservación por ésta de valores que no se deberían haber perdido.

6. Un breve paso, también de crítica a Brown, toca muy justamente el tema de la vaciedad formal de ciertos conceptos de estructura, al modo como los critiqué yo, sobre la base de Nadel, en las dos conferencias de Bilbao hace ya años (p. 66).

7. El paso en el cual L-S, yendo muy lejos en la recusación de diltheyanismos, formula la esperanza de que la antropología social acabe por ser una ciencia natural ilustra dos cosas: que su oposición a Brown tiene mucho de razonable estimación de la situación epistemológica de su ciencia; y la punta extrema de su anti-progresismo y antimarxismo, de lo que él llama su «marxismo pesimista». Lo que L-S niega es la posibilidad de crear novedad. Esta negación no es consecuencia directa de su tesis (¡hipótesis!) del número limitado de estructuras. Él mismo, con la imagen del caleidoscopio, ha juzgado correctamente esta cuestión. Añadido de otra hipótesis implícita, pero descomunal, la superhipótesis rousseauniana de que no hay más que dos formas de conducta social global o básica, la dinámicamente «fría», que conserva valores de serenidad y equilibrio, y la dinámicamente «caliente» o progresista. Y que la segunda se limitaba a perder los valores del equilibrio (Lo que Marx pensaba es que la conducta dinámica «caliente», la historia, llevaba a la producción o ganancia de valores conscientes de equilibrio). La hipótesis es rousseauniana porque supone los valores de equilibrio dados ab-initio, probablemente en estadio incluso biológicamente anterior (menos, animales en general).

Punta epistemológica de esa actitud es su postulación de desembarque de la antropología social en la ciencia natural. Pero, ¿obliga eso a los no fatalistas, a los que no creemos en el Paraíso Perdido, nos obliga por implicación a postular una heterogeneidad esencial entre ciencias sociales y ciencias naturales? No me parece. La unidad de la ciencia depende de la unidad de actitud, de conducta. Ciencia no es necesariamente ciencia formalizada. Hay, más que ciencia, trabajo científico, que acaba o no cristalizando en teoría formalizable, en sentido fuerte. L-S habla aquí todavía preso, acaso, en diltheyanismos -paradójicamente. El paso está en la página 67″.

[10] Sacristán no fue totalmente consistente en todos los puntos de su programa. Desde 1970 hasta 1985 impartió un mínimo de setenta conferencias, a una media de cinco por año, entre ellas algunas tan esenciales como «Una aventura reciente de la dialéctica» o «Los últimos años de Marx a través de su correspondencia».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.