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Reivindicación de don Javier Krahe (sexagenario)

Fuentes: Rebelión

Al Krahe, como aún se le llama, no le gustan los homenajes, aunque tampoco le disgusta el que acaban de hacerle. Y tiene razón. Le ocurre, salvando todas las distancias debidas, como a Unamuno en señalada y conocidísima ocasión. Cuentan que al recibir (no recuerdo ahora que distinción) la aceptó encantado: «gracias por este honor […]

Al Krahe, como aún se le llama, no le gustan los homenajes, aunque tampoco le disgusta el que acaban de hacerle. Y tiene razón.

Le ocurre, salvando todas las distancias debidas, como a Unamuno en señalada y conocidísima ocasión. Cuentan que al recibir (no recuerdo ahora que distinción) la aceptó encantado: «gracias por este honor que tanto me merezco» -espetó con grandiosa vehemencia ante la nutrida concurrencia, que diría el autor de Villatripas-.

Conocido el ingenio del Rector de Salamanca, al finalizar el acto, Alfonso XIII se acercó a don Miguel y le dijo, guasa de genio por guasa de borbón, lo que sigue: «de la gran cantidad de distinciones que he entregado usted es el único que ha dicho que verdaderamente se la merece. Todo el mundo que la recibe, la agradece pero dice no merecerla».

El ilustre catedrático no pudo por menos que apuntillar: «y dicen bien, Majestad».

Y también dice bien Javier Krahe. Puesto que se merece mucho más que un homenaje al uso. De todas maneras, ¡ buenas son tortas si son sabrosas! Espero que llegue a mucha gente y se pregunten quien es este eterno aspirante a don Quijote de las barbas mientras repasan la extensa y heteróclita lista de colaboradores, en efecto, mucho más famosos que él: de Sabina a Manuel Vicent, de Serrat a Alejandro Sanz, de Máximo o Forges al Gran Wyoming, de Pilar Bardem y Luis Tosar a Rosendo, Enrique Morente, Aute, Ruibal, Diego el Cigala, Albert Pla, Pedro Guerra o Miguel Ríos.

A toda esa gente habría que contarles de paso como la voz de este cantautor honesto e independiente fue silenciada cuando aquello de la OTAN, de cómo este país mientras entraba en Europa y en el mundo renunciaba a lo poco de excelencia que le quedaba. Habría que contarles cómo la soi-disant izquierda cultural y acultural tampoco se mojó por alguien que si lo hizo cuando había que mojarse, sin partido que lo cubriese. Que no deja de haber mucho progre orgánico. Tiene razón Sabina: un país que mandó al paro a nuestro Brassens español no es como para enorgullecernos. Por fortuna, este chaval sexagenario sigue haciendo canciones como ningún otro. De ahí que su fiel escudero Guereña y verdaderos amigos como Pablito Carbonell le han hecho una buena putada con esto del homenaje: pararle otro montón de nuevas canciones que tiene ya bien paridas para el duodécimo disco de sus «zozobras completas».