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Reseña de «El proletariado agrícola en el estado de Sinaloa», de Florencio Posadas Segura

Fuentes: Rebelión

Florencio Posadas Segura. El proletariado agrícola en el estado de Sinaloa, Culiacán, UAS, 1985, 122 pp.

A partir de la democratización de sus estructuras internas, la Universidad Autónoma de Sinaloa ha desarrollado y desarrolla una amplia y rica labor editorial. En materia de historiografía y problemas de aquella entidad, ha puesto en circulación –en un lapso relativamente corto– una veintena de títulos de la colección «Rescate», en la cual se encuentran obras de Antonio Nakayama, Mario Gill y Jesús Lazcano. Se han editado, asimismo, libros de José C. Valadés, Edelmiro Maldonado, Ana Hirsch y otros autores sobre temas de interés nacional.

Además de la producción librera, la UAS sostiene un buen número de publicaciones periódicas, entre las que destacan Ciencia y Universidad, Estudios Obreros, Análisis Económico, Agricultura y Sociedad e Historia Social, en las cuales han aparecido diversos artículos y ensayos de Gilberto López, Hugo Federico Gómez-Quiñónez, Samuel Villela, Gerardo López Cervantes, Luis Alfonso Meza, Silvia Gastélum, Liberato Terán, Baldemar Rubio, Jorge Delgado, Benito García y Florencio Posadas Segura.

Entre los temas más abordados en la investigación y discusión académicas de la UAS sobresalen la agricultura y el proletariado agrícola, que han permitido forjar un equipo de especialistas en tales materias. Dentro de estos investigadores de cuestiones del campo se ubica el maestro Florencio Posadas Segura, de quien se comenta en estas líneas El proletariado agrícola en el estado de Sinaloa.

La obra contiene dos partes: la primera, «Capitalismo y agricultura en Sinaloa» se divide en tres capítulos: «La hacienda capitalista», «La reforma agraria burguesa» y «Empresa capitalista en el campo y fuerza de trabajo», y la segunda, «El proletariado agrícola en Sinaloa» se integra por un solo capítulo que trata acerca de los procesos laborales entre los obreros agrícolas migratorios. Finalmente se incluyen conclusiones, apéndice y bibliografía.

En la presentación, el autor señala que a partir de las luchas de 1978 de los obreros agrícolas del valle de Culiacán, se despertaron en él la preocupación y el interés por el estudio de este destacamento de la clase obrera. En 1979 inició el proyecto de investigación «El proletariado agrícola en el estado de Sinaloa», cuyo centro quedó localizado en la investigación directa de los trabajadores hortícolas del valle de la capital sinaloense. En el bienio 1980-1982 cursó en FLACSO la maestría en Ciencias Sociales con especialidad en problemas rurales, con lo cual se armó teóricamente para el abordaje del tema.

Para desarrollar su investigación, Posadas se apoyó en los aportes hechos por Roger Bartra en Estructura agraria y clases sociales en México, y por Luisa Paré en El proletariado agrícola en México.

En la primera parte de la obra, es abordado el proceso de concentración de la tierra, en el que se hace alusión a los contratos de deslinde y a los contratos de colonización durante el porfiriato. Dice el estudioso: «El proceso de acumulación originaria de capital y el proceso de acumulación de capital no necesariamente son dos procesos sucesivos sino que pueden ser simultáneos. Con lo anterior se quiere afirmar que en Sinaloa el desarrollo capitalista no se quedó a medio camino por lo menos en relación con las haciendas capitalistas del centro y sur del país…» (p. 9)

En el régimen porfirista, según el autor, se desarrolló el tránsito de la hacienda no capitalista a la hacienda capitalista, el cual se consumó a finales del siglo XIX.

En el curso de la revolución, en Sinaloa las haciendas capitalistas funcionaron normalmente, incrementándose la producción y la productividad; pero en la década de los años 20 la gran hacienda capitalista entró en crisis al convertirse en una traba para el desarrollo capitalista del campo, que impedía el desenvolvimiento del mercado interno, limitaba el aumento de la producción y la productividad y dificultaba la acumulación de capital.

Con apoyo en Moisés González Navarro, Posadas presenta la siguiente división de las clases sociales en formación: los hacendados, los agricultores (que se dividían en arrendatarios, aparceros y pequeños propietarios) y los peones (estratificados, de acuerdo con Enrique Semo, en peones acasillados, peones eventuales y peones vagos). Para el autor «…ninguno de los grupos asalariados podía ser considerado como proletario en el pleno sentido de la palabra; el pago en especie (maíz y casa) y el sistema de deudas, inhibieron el proceso de formación de la conciencia de clase…» (p. 26)

En el capítulo «Capitalismo y reforma agraria en Sinaloa», se analizan la producción capitalista y las formas de producción no capitalista y las variedades de propiedad territorial, población agrícola y fuerza de trabajo, a la vez que se exponen las repercusiones sociales de la reforma cardenista. Así, los obreros y jornaleros en 1940 eran 51,452 frente a 54,791 en 1910, es decir, hubo un fenómeno de campesinización parcial. En los sexenios de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines la cifra disminuyó a 44,956.

Debido a la proletarización rural, en 1960 la cantidad de obreros agrícolas se elevó a 94,790 y en 1970 a 99,398. Señala el autor: «El censo del 70, destaca también la existencia en el campo sinaloense de 378 profesionistas y técnicos y 885 personas que constituyen el personal administrativo, y destaca por primera vez la existencia de un cuerpo de funcionarios superiores y personal directivo público y privado formado por 887 personas, así como 1,925 trabajadores de diversos servicios y conductores de vehículos». (p. 32)

Posadas sostiene la tesis de que Sinaloa quizá sea el estado con mayor nivel de desarrollo capitalista en el campo. Esto ha configurado la existencia de tres clases sociales: burguesía rural, campesinado y proletariado rural. La burguesía agraria se integra por las siguientes capas: gran burguesía agraria, formada a su vez por tres estratos: burguesía terrateniente (subdividida en terratenientes eficientes o «nuevos» y terratenientes ineficientes o «viejos»), burguesía agrocomercial y burguesía agroindustrial (que dirige mayoritariamente 67 empresas agroindustriales); mediana burguesía agraria, burguesía comercial agraria y burocracia política rural.

El campesinado en Sinaloa está integrado principalmente por campesinos medios y acomodados.

El proletariado rural se compone de 7,942 obreros o empleados, 88,468 jornaleros o peones, 378 profesionistas y técnicos, 885 trabajadores del personal administrativo y 1,925 trabajadores en servicios diversos y conductores de vehículos. A estos asalariados habría que agregar no menos de 127 mil trabajadores agrícolas migratorios.

Para el investigador, los miembros del personal administrativo constituyen un «estrato formado por trabajadores asalariados… muy ligados con el proceso productivo. El trabajo que realizan es sobre todo intelectual calificado y consiste en llevar una rigurosa contabilidad y administrativa de empresas. El grupo está integrado básicamente, por contadores públicos y auxiliares de contabilidad, licenciados en administración de empresas, etcétera». (p. 47)

En la obra se analizan la empresa capitalista y los procesos laborales, los tipos de empresas agropecuarias en México y la agricultura capitalista en Sinaloa, presentándose las características de la empresa hortícola, de cuya producción Sinaloa está a la vanguardia y aporta el 55.8 por ciento del total nacional exportado. Se hace un recuento de la maquinaria utilizada y las marcas más frecuentes, los fertilizantes, los insecticidas y herbicidas y las semillas mejoradas y su procedencia. Son transcritos cuadros de los obreros asalariados ocupados en las grandes empresas y las inversiones en máquinas y ganado.

La segunda parte del texto está dedicada al proletariado agrícola migratorio, donde son estudiados aspectos cruciales como la jornada de trabajo, cuya duración de 8 horas diarias es respetada desde las luchas de los obreros agrícolas en 1978, aunque se aclara que no se contabiliza el tiempo perdido en transporte; las condiciones de trabajo, que son sumamente penosas especialmente en lo referente a seguridad e higiene; el salario, establecido a partir del mínimo pero que se paga mediante el sistema de lista de raya, que permite el robo de las horas extras, al mismo tiempo que está extendida la forma del salario a destajo; la casa-habitación, donde predominan las chozas y galerones con carencias de agua potable, drenaje, letrinas, corriente eléctrica y otros servicios, y las condiciones de contratación, en que queda precisado que el 85 por ciento de los trabajadores migrantes llega por iniciativa propia y un 15 por ciento es contratado en sus lugares de origen.

Desde el punto de vista organizativo, los obreros migratorios se afilian a dos agrupaciones: el Sindicato Nacional de Trabajadores Asalariados del Campo, Similares y Conexos (adscrito a la Confederación de Trabajadores de México, CTM) y la Federación Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos de Sinaloa (afiliada a la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, CIOAC). Gracias a la lucha sindical, el pago de salario mínimo, horas extras, séptimo día, vacaciones y aguinaldo se fueron conquistando y extendiendo, hasta llegar a ser una realidad en los días que corren.

 El proletariado agrícola en el estado de Sinaloa es un libro clave para el conocimiento y comprensión de este importante destacamento de la clase obrera mexicana. Su lectura es recomendable. Respecto a sus limitaciones, habría que resaltar la poca atención prestada a la lucha contemporánea de los trabajadores del campo, que con seguridad rebasa los marcos de la huelga y el paro; la falta de análisis de la experiencia de los obreros agrícolas de los años 30 y la ruptura –por causa de la campesinización— con las luchas actuales, y por último, la omisión del estudio de las trabas legales para la sindicación. Como un asunto colateral, es una verdadera lástima que la obra esté impresa en forma tan rudimentaria, mal encuadernada y con una cantidad muy grande de erratas.


Originalmente publicado en: Memoria, revista del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, núm. 15, agosto de 1987.