El capitalismo es un sistema bárbaro. Sus crímenes son innumerables: la muerte de millones de personas en todo el mundo, unas veces por hambre, otras por bala; la salvaje explotación de la clase trabajadora, visible en las más variadas condiciones de trabajo, incluida la esclavitud; la marginación y la exclusión de millares de personas, desposeídas […]
El capitalismo es un sistema bárbaro. Sus crímenes son innumerables: la muerte de millones de personas en todo el mundo, unas veces por hambre, otras por bala; la salvaje explotación de la clase trabajadora, visible en las más variadas condiciones de trabajo, incluida la esclavitud; la marginación y la exclusión de millares de personas, desposeídas de sus derechos; la doble explotación de la mujer, en tanto que trabajadora y mujer; la destrucción de la naturaleza… Sin embargo, ese carácter violento del capitalismo a menudo pasa desapercibido para los propios afectados, razón por la que en su día Bertol Brecth advirtiera que del mismo modo que en los países democráticos no se revelaba el carácter de violencia que tiene la economía, en los países autoritarios no se revelaba el carácter económico de la violencia.
Ahora bien, a pesar de que las condiciones de explotación capitalistas, en tanto que objetivas, pueden ser observadas por cualquiera, lo cierto es que no todo el mundo es capaz de percibirlas, siendo esa la razón por la que son tan necesarias personas con una capacidad crítica excepcional. Precisamente una de esas personas es Eduardo Galeano, una de las figuras más destacadas del movimiento altermundista actual, quien acaba de publicar en gallego Carta ao señor futuro (2007), una antología de artículos escritos en los últimos años en los que alza su voz contra las políticas neoliberales y contra los retrocesos en las conquistas de la clase trabajadora; pone su palabra al servicio de la de los intereses ocultos que mueven las guerras imperialistas; advierte de los peligros de la biotecnología y de las causas humanas de los desastres ‘naturales’; combate la hipocresía y el cinismo de los poderosos, la usurpación de la democracia por los consejos de administración de las empresas transnacionales, la pérdida de soberanía de los pueblos que son gobernados por gobernantes que no gobiernan porque son marionetas del gran capital; se indigna frente a la exclusión y la pobreza de millones de seres humanos, la discriminación y el racismo, el genocidio de los pueblos y el machismo. Pero también encontramos al Eduardo Galeano que pone su palabra a favor de la dignidad proletaria, de la solidaridad, del derecho a la rebeldía y a soñar… del futuro.
Carta ao señor futuro (2007) es, por todo eso, la obra de un intelectual comprometido que además de denunciar las atrocidades del mundo en que vivimos, contribuye, con su palabra, a forjar la conciencia necesaria para transformarlo.