La verdad es que hasta hace poco no tenía ni idea de la existencia no solo de este libro sino incluso de la editorial Libros Crudos, una de estas pequeñas editoriales independientes, casi de culto que uno le sorprende y alegra de su supervivencia (ya llevan más de una década existiendo). Todo empezó cuando me […]
La verdad es que hasta hace poco no tenía ni idea de la existencia no solo de este libro sino incluso de la editorial Libros Crudos, una de estas pequeñas editoriales independientes, casi de culto que uno le sorprende y alegra de su supervivencia (ya llevan más de una década existiendo).
Todo empezó cuando me llegó, por facebook, un texto de Pepe Ribas, que como sabemos era el alma mater de Ajoblanco, en la que insistía sobre el tópico de que el movimiento libertario fue liquidado en Barcelona, entre otras cosas, por una estrategia planificada por la policía, que consistía en introducir heroína en los centros libertarios y en los bares que los jóvenes cenetistas frecuentaban. Estamos hablando de finales de los 70.
El hilo conductor del libro es argumentar que esta hipótesis es una pura especulación sin pruebas que la sostengan. Inicia el estudio con una genealogía, que diría Foucault, sobre la procedencia de esta teoría conspirativa, que ya aparece referida a las Panteras Negras en EEUU y luego extendida a diversas intervenciones de la CIA. Usó y amplia el contexto, apuntando a otros antecedentes históricos mucho más lejanos nen el espacio y en el tiempo, como las Guerras del Opio en China. También nos acerca a una aproximación histórica sobre la legislación española sobre drogas. Todo ello para entrar en el tema que nos ocupa, que podemos llamar la hipótesis del complot, cuya puerta de entrada en un primer período ( 1971-1977) en la que se va introduciendo, a través del cine y de la literatura, la heroína en el imaginario de juventud española. Pero no es solo una entrada en el imaginario, ya que coincide con su entrada físicamente real en territorio español. Son los años en que empieza a circular y a traficarse, a una escala considerable, lo que viene a llamarse «el caballo». Las primeras afirmaciones en la línea de una teoría conspirativa se inician con ETA y el entorno abertzale, que acusan a la policía española de introducir la heroína para destruir lo que llamaban «el movimiento vasco de liberación» y que dará pie a diversos atentados contra personas y locales sentenciados por tráfico de drogas.
Pero lo que más me ha interesado, aunque sea ciertamente por motivos biográficos personales, es la hipótesis conspirativa aplicada al movimiento libertario que surge con gran fuerza tras la muerte de Franco en Barcelona, como respuesta radical a la transición pactada. Yo mismo formé parte de aquellos que provenían de la extrema izquierda y que acabaron entrando en la CNT. No estamos hablando de una alternativa política sino de un movimiento amplio que tenía que ver con la búsqueda de formas de vida alternativa. Juan Carlos Usó considera que la hipótesis conspirativa es una especulación sin datos empíricos que puedan confirmarla. Así de claro. Pero aunque desmienta la teoría del complot nos muestra las oscuras redes entre sectores de la policía española y el tráfico de heroína. Pero no con la finalidad atribuida, sino como negocio personal o como una forma de captar y mantener confidentes.
Pero también la reflexión de Usó nos hace entrar en el terreno de las responsabilidades subjetivas, Porque, aún en el caso de hubiera una planificación programada para introducir la heroína en determinados sectores la pregunta sería ¿y por qué tantos jóvenes de estos sectores se engancharon? Porque ni la teoría de la escalada ni la de la adición explican de manera convincente lo que ocurrió a tantos miles de jóvenes de mi generación. La de la escalada no lo es porque no hay una lógica implacable que lleve al consumidor de hachís a consumir heroína. La de la adicción tampoco, porque la dependencia total llega después de mucho tiempo de habituarse. En todo caso queda claro que en el imaginario de los jóvenes de aquella época la heroína no existía la vinculación con lo mortífero que hacemos ahora.
Juan Carlos Usó plantea también, a partir de este ensayo, reflexiones actuales muy interesantes sobre el tema de la legalización de las drogas.
Acabo este libro, que me parece muy recomendable, con algunas reflexiones inquietantes. Yo tenía todos los puntos (nacido en en 1954, desarraigo familiar, izquierdista desencantado) para ser un heroinómano. ¿Por qué no lo fui ? Esta es la pregunta del millón, que nos hace salir de las estadísticas de los factores condicionantes y entrar en las contingencias de la vida de cada cual.
Deberíamos buscar explicaciones complementarias, como la de la teoría psicoanalítica, para complementar el análisis sociológico. Conceptos como el de pulsión de muerte o clínica del vacío (que ha elaborado de manera muy lúcida, por ejemplo, el psicoanalista lacaniano Massimo Recalcatti) nos permiten afinar más el análisis de este el empuje pulsional que lleva a la adicción. La imagen de jóvenes amigos o conocidos, que perdieron la vida en aquellos años hace que acabe el libro con el sentimiento agridulce del superviviente.
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