Desde que a primeros de diciembre se supo que el anteproyecto de Ley de Economía Sostenible prevé que una comisión administrativa pueda decidir el cierre inmediato de una web, la respuesta social ha mostrado una riqueza de matices inaudita: transparencia en la información como un derecho que nos damos unas a otros; velocidad en la […]
Desde que a primeros de diciembre se supo que el anteproyecto de Ley de Economía Sostenible prevé que una comisión administrativa pueda decidir el cierre inmediato de una web, la respuesta social ha mostrado una riqueza de matices inaudita: transparencia en la información como un derecho que nos damos unas a otros; velocidad en la reacción, que evidencia que la inteligencia colectiva vive en una smart mob permanente, y que una lista de correo puede organizar la acción mejor que un sindicato; deslegitimación de unas instancias de representación que sólo representan lo viejo; nivel más alto de pensamiento, más discurso y argumentación por parte de la gente que hace Internet que el de «las mejores plumas» de este país; e incluso capacidad de cuestionar lo obvio: quién es un autor, qué es la propiedad, qué es el trabajo, por qué empleo y salario tienen que ir unidos, por qué no un salario universal o una renta básica…
Las tecnologías, que dan acceso masivo a la cultura porque hacen que el coste de la copia de una obra cultural tienda a cero, han hecho que la creatividad y la cultura sean recursos abundantes. A diferencia del petróleo, que es un bien limitado, la creatividad y la cultura se renuevan y se multiplican con el uso. ¿Puede haber mejor motor para un desarrollo sostenible? Los que legislan y los que viven de lo viejo hacen equivaler desarrollo a crecimiento económico, y se empeñan en que la dimensión económica sea la única percibida, desvalorizando la dimensión social, ambiental y simbólica de toda producción, verdaderos ejes de la sostenibilidad.
Pero la abundancia de la creatividad y de la cultura permiten una ampliación del concepto de «materia prima» y de «recurso». Ya empieza a ser apremiante que la economía y la política dejen de organizarse exclusivamente a partir de los recursos físicos. Y por eso no se puede tolerar que en aras de una economía sostenible la red deje de ser un espacio neutral, libre y común. Y también es apremiante encontrar modelos de remuneración sostenibles para la copia cero. Hay un amplio consenso para que los autores sean remunerados por su trabajo, pero sólo por la copia original, por la copia cero. Formular modelos de retribución sostenibles para esa primera copia no es responsabilidad exclusiva de los autores, sino de toda la comunidad humana, de esa comunidad humana que celebra, por fin, tener en la cultura un recurso no agotable que proyectar a futuro. Mientras tanto, una cuenta en PayPal con la que dar algo de dinero que sirva para sostener proyectos interesantes es una buena idea.
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