Traducido del inglés por Sinfo Fernández
«Sunníes contra Chiíes. ¿Por qué se odian los unos a los otros? ¿Cuáles son las causas reales de la guerra civil que está destrozando Oriente Medio?»
Esa es la pregunta que plantea la portada de la revista Time en el número correspondiente al 5 de marzo de 2007, en las ediciones para EEUU y el Pacífico. Cabe presumir que saben que es más conveniente ponerla en esas áreas que en la portada de la edición para Europa.
Todo esto me recuerda la portada de mayo de 2006 de The Economist: «Iraq at war with itself», con el rostro de un hombre iraquí gritando. Lo comenté en su momento.
Entonces aquel rostro representaba la cara del dolor. Lo que simboliza ahora es la cara del odio.
En ambos casos, los iraquíes son retratados como emocionalmente desafortunados ante el lector habitual de Time, para quien la «persona del 2006», permítasenos recordarlo, era Usted, representado mediante un ordenador como el rostro de la racionalidad misma.
Recuerden los fantasmas de aquel «¿Por qué nos odian?» que siguió a los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001.
Más allá de esta imagen (escenificada y poco convincente) de esos dos iraquíes llenos de odio, hallamos la ahora familiar explicación estadounidense de esas ‘odiosas sectas guerreras’ en «Behind the Sunni-Shi’ite Divide».
La introducción que aparece en la página de contenidos nos proporciona el meollo del asunto:
La guerra entre las dos sectas islámicas ha acabado con las esperanzas de EEUU de levantar un Iraq estable de entre las ruinas. Una mirada a las raíces del enfrentamiento, y a las posibilidades existentes de contenerlo.
Esta interpretación debe confortar en gran medida a los lectores estadounidenses. La guerra de guerrillas contra sus soldados, que se intensifica incluso con las actuales y duras medidas de seguridad, ni siquiera de puntillas se menciona en el artículo de Time.
Así, en el espacio de un año, la «narrativa» se ha transformado desde el Iraq al que EEUU había arruinado a la ruina de las «esperanzas estadounidenses». Es decir, es con los estadounidenses con quien hay que sentir empatía. Si no fuera por esos iraquíes tan excesivamente emocionales, habrían reconstruido el país, habrían hecho el equipaje y estarían ya en casa.
No es de extrañar que no colocaran esa portada en la edición europea. Saben bastante poco de cómo es EEUU.
Más que una declaración, es una bofetada y, en verdad, si lo que Time trata de hacer es aclarar cualquier persistente malentendido en la historia actual de las noticias, haría mejor en reunir las palabras para formular la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que ha hecho que se odien los unos a los otros?
Es una buena pregunta porque, hasta hace bien poco, el ser sunní o chií no era un rasgo que definiera su identidad.
Desde luego, el extendido punto de vista de que los sunníes, aunque en minoría, controlaban Iraq y discriminaban negativamente a los chiíes, que se resentían profundamente por esa situación, se apoya bastante en los archivos históricos.
Pero no fue esa la forma en que actuó Sadam Husein. Data de los días del Imperio Otomano (1534-1918), cuando se colocaba en los puestos de poder a los árabes sunníes de los alrededores de Bagdad para prevenir la amenaza de un Irán en conexión con los clérigos chiíes.
Durante la primera mitad del siglo pasado, cuando los británicos se apropiaron del control de la región, continuaron esas prácticas. Sunníes y chiíes empezaron a integrarse unos con otros tan pronto como los británicos se marcharon (aunque su monarquía permaneció), integración que tuvo su continuidad con los baazistas.
Más recientemente:
«En Iraq, en los últimos años de la década de 1980-90, las tensiones reales se produjeron entre la mayoría de la población, tanto sunní como chií para quienes las prácticas y creencias religiosas eran valores importantes, y los baazistas laicos, más que entre sunníes y chiíes. Aunque los chiíes estuvieron poco representados en puestos del gobierno durante el período de la monarquía, lograron progresos sustanciales en los campos educativos, comerciales y legales. Su avance en otras áreas, como es el caso de los partidos de oposición, fue tal que en los años ente 1952 y 1963, antes de que el partido Baaz llegara al poder, los chiíes detentaban la mayoría de los puestos importantes del partido. En los últimos años de la década de los ochenta, los observadores pudieron percibir que los chiíes estaban representados en todos los niveles del partido en proporción aproximada a las estimaciones del gobierno de las cifras de población. Por ejemplo, de los ocho máximos dirigentes iraquíes que a principios de 1988 se sentaban con Husein en el Consejo del Mando de la Revolución -el órgano gubernamental de rango superior-, tres eran árabes chiíes (uno de ellos, Ministro del Interior), tres eran árabes sunníes, uno era un árabe cristiano y uno era kurdo. En ese momento, en el Consejo del Mando Regional -el órgano de gobierno del partido- predominaban los chiíes. Durante la guerra, un grupo de oficiales chiíes muy competente fue promovido a comandantes de cuerpo. El general que hizo retroceder las primeras invasiones iraníes en Iraq en 1982 era chií.» [Helen Chapin Metz. ed. Iraq: A Country Study, 1988]
La integración entre sunníes y chiíes prosiguió durante la Presidencia de Sadam Husein. La mayoría de los integrantes de su gobierno eran chiíes. Que yo recuerde, la mayoría de aquellos «más buscados» representados en la baraja del Departamento de Defensa estadounidense eran chiíes, no sunníes.
Se casaron unos con otros y vivieron juntos como musulmanes e iraquíes. Hace poco más de un año estaban luchando codo con codo en la resistencia contra la ocupación. (1)
Así pues, estaría bien que nos preguntáramos: ¿Por qué ahora todas esas matanzas sectarias?
Lo que ocurre es que si alguien trata de matarte a ti y a los tuyos, una respuesta lógica es que se generen emociones de rabia y odio. Cuando no hay un sistema estatal de justicia, y debido al sentido del honor tribal iraquí que considera que aquéllos que son atacados han de tomar represalias, nadie debería sorprenderse de que todo eso esté incitando a la guerra civil.
En la actualidad asistimos a la visión de un avispero de ataques y represalias, causas y efectos. Pero empecemos analizando el hecho que parece haber transformado una resistencia iraquí unida ante la ocupación en una guerra civil: las bombas que estallaron hace poco más de un año en la mezquita de al-Askari,.
Mis pensamientos sobre este suceso en aquel momento se sitúan en la mezquita al-Askari. ¿Quiénes eran aquellos hombres enmascarados?
¿Es verdad que el estado de ánimo en la calle tras la destrucción de la mezquita era anti-sunní? No, según Sami Ramadani escribió en The Guardian: Lo que se oyó en la calle fue (y es) que «esto es obra de EEUU y sus aliados -las banderas israelíes y estadounidenses fueron quemadas en protesta-, no de extremistas sunníes». Los ánimos estaban contra la ocupación, no había sentimientos sectarios.
Por eso, repito ¿quiénes eran aquellos hombres enmascarados que estuvieron doce horas colocando los explosivos bajo la cúpula, en la Samarra entonces controlada por EEUU? (*)
Es una pregunta que aún ahora se hacen muchos iraquíes. Es la que subyace en el artículo de Akram Abdulrazzaq Iraq’s Car Bombers, who are They?(**) ¿Por qué de entre miles de coches bombas no se ha identificado ni a uno solo de sus propietarios?
Prosigue Abdulrazzaq:
Antes de que Bagdad cayera ante las tropas estadounidenses, el país tenía un sofisticado sistema de registro de vehículos, y las autoridades podían identificar al propietario de cualquier coche siniestrado en cuestión de minutos.
Entonces, ¿por qué no puede hacerse ahora?
¿No tienen esos coches matrículas y números de serie? Todavía estamos esperando que las autoridades identifiquen al propietario de un solo vehículo utilizado como coche bomba o que nos digan al menos de dónde salió.
A los iraquíes, sostiene, no los convencen nada las «excusas ingenuas» de las autoridades.
Necesitan que los estadounidenses y las autoridades iraquíes que les apoyan les digan de dónde salen todos esos coches bomba. ¿Cómo es posible que puedan estar escurriéndose por tantos controles y bloqueos de carretera estadounidenses e iraquíes, sobre todo en Bagdad?
Con más de 80.000 tropas estadounidenses ahora en Bagdad, y con tantos medios tecnológicos que tienen al alcance de la mano, ¿cómo se explica?
Amin al-Hashmi, en «Hiding Iraq’s Death Squads no Game», pregunta:
¿Cómo puede uno ignorar el hecho de que con todas las capacidades que tienen, los ocupantes y el gobierno fracasen a la hora de impedir que un vehículo que lleva cientos de kilos de explosivos pueda cruzar la frontera, viajar por las calles y pasar un control tras otro? Para colmo, las autoridades han sido incapaces de identificar siquiera un solo coche bomba ni a una sola persona que los haya preparado; y han fracasado también a la hora de impedir su paso a través de los controles del gobierno en su camino hasta el lugar donde se estacionan en medio de las tiendas y de la gente inocente.
¿Habrían pensado que los «servicios de seguridad» habrían hecho un esfuerzo especial con ocasión de la ceremonia del 12 de febrero en el mercado de Shorya que señalaba el aniversario de un año de las bombas de la mezquita de al-Askari? Dos coches bomba. Al menos 80 personas muertas.
¿De dónde salieron esos coches? ¿Quiénes son sus propietarios? ¿Cómo es que siempre son «desconocidos» los autores de la colocación de esos coches bomba?
Muchos de los coches utilizados como coches bomba, quizá se sorprendan de saberlo, vienen de Estados Unidos. Eso defiende Debbie Hamilton, de Right Truth. Cree que son suministrados por «comerciantes de coches usados árabes/musulmanes», que apoyan a los «terroristas», pero es fácil llegar a otra conclusión mucho más obvia.
Entremos también a considerar el artículo «¿Están los 70.000 mercenarios del Pentágono en Iraq matando chiíes y sunníes?, publicado en Al Yazira, un estudio del libro de Robert Pelton «License to Hill: Hired Guns in the War on Terror»:
¿Podrían ser algunos de los mercenarios alquilados por el Pentágono los autores reales de las bombas diarias y de los asesinatos de sunníes y chiíes en Iraq?
La devastación actual del país asolado por la guerra, ¿es parte de un complot más amplio para provocar la guerra civil, planeada por EEUU/Israel, que desmembrará Iraq?
Sólo tienen que pensar en quién está detrás de esa maquinaria de guerra privatizada.
Y mientras, sigamos con esta cuestión, ¿de dónde salieron los dos soldados británicos, disfrazados de árabes, que fueron atrapados poniendo una bomba cerca de un lugar donde se celebraba una fiesta religiosa en Basora? El relato de John Pilger está aquí. El mío está aquí. Vean también de Steve Watson «Who are the Real terrorist in Iraq?».
¿Por qué la revista Time no se hace preguntas como esas? Los estadounidenses (y los británicos, si vamos a ello) tienen una opinión tan exagerada sobre ellos mismos que no pueden creer que «ellos» tengan algo que ver en la incitación de esa guerra civil.
Si la reciente encuesta del BBC World Service, que evalúa a EEUU en relación con Irán, Israel y Corea del Norte, sirve de orientación, el resto del mundo no parece tener ese problema.
Fuentes:
– Ali Al-Hamdani, An «Open Setter» to the Iraqi Resistacne; Call for «Joint Action»
– Fred Halliday, «Sunni, Shi’a and the «Trotskyist of Islam», Open Democracy, 9.2.2007
– Jessica Long: «Analizing the pandemic of global American hatred».
– Jan Morris: «Once the most beloved country in the world», the US is now the most hated.
– «World View of US Role Goes From Bad to Worse», World Public Opinion. 10 marzo 2007.
N. de T.:
(*) Véase en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=27323
(**) Véase en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=46361
Texto original en inglés:
http://businessofemotions.typepad.com/drrm/2007/03/a_response_to_t.html
Sinfo Fernández forma parte de los colectivos de Rebelión y Cubadebate