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Igual que hicieron en el pasado los iraquíes volverán a rechazar a los radicales de sus tierras

Revolución iraquí y el fantasma del extremismo yihadista

Fuentes: IraqSolidaridad

«El Consejo Militar de la Revolución, formado por militares del antiguo ejército iraquí, jóvenes de la revolución y miembros de las tribus, está coordinando la lucha militar de los distintos grupos contra el gobierno de Maliki, heredero del sistema político impuesto por la ocupación estadounidense». Lo mejor para saber lo que realmente está pasando en […]

«El Consejo Militar de la Revolución, formado por militares del antiguo ejército iraquí, jóvenes de la revolución y miembros de las tribus, está coordinando la lucha militar de los distintos grupos contra el gobierno de Maliki, heredero del sistema político impuesto por la ocupación estadounidense».

Lo mejor para saber lo que realmente está pasando en Iraq es escuchar a los propios iraquíes. El último comunicado del Consejo Militar de la Revolución (nº21 del 14 de junio 2014) es claro en los objetivos que persigue el actual levantamiento popular:

«1. Restaurar la justicia y no la búsqueda de la venganza. Toda rendición de cuentas se tiene que hacer de acuerdo a la ley y a través de un proceso justo.
2. Respeto a los países vecinos y a su soberanía.
3. Poner fin al sectarismo político y a la represión que instaló la ocupación.
4. Iniciar un proceso constituyente que represente a todos los iraquíes.»

El Consejo Militar de la Revolución, formado por militares del antiguo ejército iraquí, jóvenes de la revolución y miembros de las tribus, está coordinando la lucha militar de los distintos grupos contra el gobierno de Maliki, heredero del sistema político impuesto por la ocupación estadounidense.

La respuesta armada de los iraquíes ha sido el último recurso ante la continua violencia y represión de un régimen que no ha querido escuchar las demandas de su pueblo. Las protestas empezaron de forma pacífica en 2011 con manifestaciones, en las que se exigía servicios básicos, el final de la corrupción y un cambio de régimen. Nuri al Maliki respondió aplastando sin contemplaciones las manifestaciones que se extendían por todo el país, incluidas algunas ciudades del llamado sur chií ante el silencio cómplice de la comunidad internacional. Pero ya no había marcha atrás, después de más de una década de marginación y total abandono por parte de los distintos gobiernos la población iraquí siguió la senda de los tunecinos y egipcios ocupando, a finales de 2012, varias plazas de las provincias del norte donde los hombres de religión proiraníes y las fuerzas de seguridad iraquíes tienen menos influencia. La respuesta del gobierno fue atacar estas plazas símbolo de las revueltas, primero Hawiya (abril 2013) y luego Ramadi (diciembre 2013) que ha sido el detonante para que quienes hasta entonces habían protestado pacíficamente, tomaran las armas.

El fantasma de los yihadistas radicales

La instrumentalización de Al Qaeda como amenaza que se cierne sobre el pueblo iraquí, y especialmente sobre la población chií, ha sido una constante desde el comienzo de la ocupación.

Hay que recordar que hasta la llegada de los estadounidenses a Iraq la franquicia de Ben Laden era totalmente inexistente en las tierras de la antigua Mesopotamia. Fue gracias al caos creado por la invasión y la excusa facilitada de convocar una Yihad contra el ocupante occidental por lo que Al Qaeda empezó a implantarse en algunas zonas de Iraq. Su presencia siempre ha sido marginal pero han sabido utilizar a unos y a otros para mantener su actividad y presencia mediática.

Desde 2003, tanto las fuerzas de ocupación como los gobiernos iraquíes impuestos por ésta han sobredimensionado la capacidad y la influencia de Al Qaeda en Iraq, que más tarde se convertiría en el Estado Islámico de Mesopotamia, y desde 2013 en el Estado Islámico de Iraq y al Shams (Daesh, como se le conoce en árabe), oficialmente desvinculado de Al Qaeda por sus desavenencias en Siria. Utilizar a los radicales como excusa, primero por los estadounidenses para alargar su estancia en Iraq y luego por los gobiernos de Maliki para atemorizar a la población chií, ha sido una constante que se vuelve a repetir durante estos días.

Nadie parece querer usar la lógica más básica cuando los medios de comunicación generalistas hablan de que el Daesh, compuesto en la más generosa de las estimaciones por unos pocos de miles de combatientes, puede controlar una extensión de territorio que abarca desde Raqqa en Siria a Faluya en las postrimerías de Bagdad.

Los iraquíes ya saben lo que es tener zonas del país controladas por radicales integristas y al igual que hicieron en 2008 volverán a expulsar a estos elementos extraños a la naturaleza tolerante y respetuosa de la nación iraquí.

El dilema que se le planteó entonces a la resistencia antiestadounidense se le presenta ahora a los rebeldes que se ven ante la difícil decisión de seguir luchando por terminar de liberar el país o enzarzarse en una batalla intermedia para frenar la barbarie del Daesh. Esta última opción es la que pretende Maliki para desviar la naturaleza del combate de los rebeldes por la restauración de la soberanía en una lucha contra el extremismo islamista que introdujeron los ocupantes. La decisión que han tomado los consejos militares es aplazar la expulsión de Daesh de Iraq para evitar el escenario sirio, donde el enfrentamiento armado entre los grupos de la oposición y el Daesh ha aliviado la presión sobre el régimen de Al Asad.

Retos a corto plazo

 

La marcha de los rebeldes hacia la capital parece imparable pero el asalto definitivo a Bagdad plantea varios retos. El militar es sin duda importante, pues a pesar de la desbandada del ejército de Maliki en Mosul o Tikrit, el primer ministro cuenta en estos momentos con la parte del ejército que sí está dispuesta a luchar por él, así como con las milicias proiraníes, y las fuerzas iraníes que ya están en el país (de momento tres brigadas de la Guardia Republicana iraní). Pero sin duda el reto más importante de la revolución iraquí es hacer frente al sectarismo y a la manipulación de la parte de la población chií que acepta sin cuestionarse las directrices de los líderes religiosos que, como el ayatolá Sisitani, han llamado a la yihad para defender los lugares santos chiíes de la supuesta horda anatematizadora que llega del norte.

Los esfuerzos de algunos sectores que conforman la oposición iraquí para contrarrestar esta campaña de terror están siendo arrollados por la maquinaria mediática del gobierno iraquí,que ha redoblado su discurso de alimentación del odio sectario que viene repitiendo desde 2003.

Iniciativas como la carta abierta de la Asociación de Ulemas Musulmanes de Iraq en la que se pide a los combatientes un trato exquisito con las poblaciones de las ciudades liberadas, incluidas sus minorías, de tal forma que «[…] estas ciudades se conviertan un modelo para otras que quieran emularlas».

Otro ejemplo del compromiso de los rebeldes con la unidad del país ha sido la ciudad de Samarra. Toda la provincia de Saladino está controlada por los rebeldes menos esta ciudad que acoge los lugares santos chiíes, que recordemos fueron destruidos por un atentado en 2006.

Ante la posibilidad de que el Daesh pudiese llegar a atacar estos mausoleos (los miembros de las tribus defendieron con éxito los recintos sagrados en una incursión de los yihadistas hace diez días) han dejado al ejército iraquí la ciudad y a las tribus locales la custodia de los lugares santos, pues tanto a Maliki como al Daesh les interesa alimentar el fuego de la guerra sectaria, a uno para mantenerse en el poder y a los otros para fomentar el caos, entorno natural para ellos en el que saben sacar mejor partido a sus tácticas.

Diversas organizaciones del sur han emitido comunicados de apoyo a los rebeldes, como Confederación Nacional Unificada de Tribus del Sur y el Éufrates Medio y el Movimiento Popular para la Salvación de Iraq, liderado por Udey al Zaidy. El levantamiento del sur, de mayoría chií, parece complicado por la mencionada manipulación de los sectores más religiosos de la zona y por el férreo control que las milicias proiraníes y las fuerzas de seguridad de Maliki llevan a cabo contra cualquier forma de oposición. Un hipotético levantamiento popular en el sur sería el golpe de gracia para el actual régimen.

La alternativa al régimen de Maliki fue presentada en una recepción en la Cámara de los Lores, el de pasado 10 de junio. Una delegación de la oposición iraquí, en la que estaban representadas todos los sectores de la sociedad y las corrientes políticas de la oposición, planteó un Iraq basado en: «la independencia e integridad territorial de Iraq […], un sistema político fundamentado en los principios democráticos y constitucionales asentando las bases del pluralismo político, transferencia pacífica del poder e igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, […] El rechazo al terrorismo y el restablecimiento de la paz social.» Ya es hora de que las potencias occidentales y regionales se marchen de Iraq y permitan a su pueblo recuperar y desarrollar su país.

Pedro Rojo es arabista, miembro de la CEOSI y presidente de la Fundación Al Fanar

Fuente original: http://www.iraqsolidaridad.org/2014/06/revolucion-iraqui-y-el-fantasma-del-extremismo-yihadista/