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Revueltas en Iraq

Fuentes: Al-Fanar

¿Se convertirán las revueltas sociales que se viven estos días en Iraq en una revolución popular generalizada similar a las de Túnez y Egipto? Es necesario plantear esta pregunta aunque es difícil encontrar una respuesta definitiva. Hay síntomas que apuntan a que esta ola de protestas, que va de ciudad en ciudad, de sector en […]

¿Se convertirán las revueltas sociales que se viven estos días en Iraq en una revolución popular generalizada similar a las de Túnez y Egipto?

Es necesario plantear esta pregunta aunque es difícil encontrar una respuesta definitiva. Hay síntomas que apuntan a que esta ola de protestas, que va de ciudad en ciudad, de sector en sector, para pedir demandas relativas a la vida cotidiana del ciudadano, tales como agua y electricidad o productos de suministro, puede agravarse hasta el punto de provocar un estallido popular parecido a una revolución con el fin de conseguir los grandes objetivos nacionales como el derrocamiento del proceso político establecido por los ocupantes con todas sus instituciones y sistemas y, por lo tanto, su sustitución por un gobierno de transición que negocie con los ocupantes su salida definitiva del país.

Sin embargo, también hay otros planteamientos opuestos defendidos por quienes critican este panorama ultra optimista, puesto que existen otros elementos, que no hay que olvidar, y que, inevitablemente intervendrán para abortar el movimiento popular, como la fuerza extranjera ocupante que asfixia a los iraquíes (más de 50.000 soldados estadounidenses y decenas de miles de elementos armados de las empresas de seguridad contratadas por los ocupantes, entre ellos 7.000 personas contratadas recientemente, además de 5.500 diplomáticos y agentes secretos que trabajan para la Embajada estadounidense en Bagdad) y que puede pasar a la acción en cualquier momento para hacer frente al indefenso pueblo si advierte cualquier peligro que pueda atentar contra los intereses estadounidenses en Iraq porque, sin lugar a dudas, es claro que una derrota similar echaría al traste todos los planes estadounidenses en la región y en el mundo entero.

Estos críticos mencionan también el poder creciente de Irán en el país, que se consolida día tras día a través de las instituciones de inteligencia y de seguridad, las fachadas religiosas y partidistas y algunos hombres que controlan sectores vitales del Estado iraquí. Éstos también actuarán en el momento oportuno para abortar cualquier movimiento nacional iraquí puro.

Queda el papel de la quinta columna formada por las fuerzas iraquíes que participan en la ejecución de los planes de la ocupación y su proceso político, como las milicias, los partidos políticos e incluso los individuos, cuya presencia amenaza con el estallido de la situación, lo que arruinará todos sus intereses y beneficios acumulados en los últimos ocho flacos años desde la caída de Bagdad en manos de los nuevos mongoles, el 9 de abril de 2003. Esta columna pondrá todo su peso y su mala experiencia al servicio de la ocupación, se olvidará de las discrepancias y los desacuerdos que surgieron -y siguen surgiendo-, utilizará todas las armas disponibles a su alcance, incluyendo la agitación de los litigios sectarios y étnicos iraquíes aún no enterrados de forma definitiva, y echará mano de su larga experiencia en arrastrar las cosas al abismo.

Sí el panorama de la revolución popular es excesivamente optimista, la respuesta de los críticos parece, a su vez, excesivamente pesimista, ya que olvidan totalmente la capacidad de la fuerza del pueblo para tomar la iniciativa y garantizar la implicación de todos los actores de la sociedad civil y su incorporación a la batalla, que se convertirá en una batalla crucial, una batalla a vida o muerte. Las consignas pasarán de demandas de mejora de los servicios a demandas políticas mediante manifestaciones populares, huelgas en los diferentes sectores laborales, otras formas de desobediencia civil, e incluso la petición de cambio que daría paso a la formación de un gobierno nacional de transición.

Las protestas, que han crecido en Bagdad y en otras provincias iraquíes en las últimas dos semanas, han demostrado su legitimidad que emanan de la propia legitimidad de las demandas reconocidas incluso por la propia clase política gobernante.

En medio de ese movimiento popular se ha producido un giro significativo e inesperado cuando la Corriente del clérigo Al Sáder, ha anunciado su apoyo a las demandas populares llegando a pedir «la disolución del Parlamento y la celebración de nuevas elecciones parlamentarias». Justifican estas demandas para «evitar que el país se encamine hacia un futuro desconocido», un índice que tiene sus significados ya que confirma que la capacidad del movimiento popular, de seguir en pie, puede provocar la invención de medidas no calculadas pero que al fin y al cabo sirven a los intereses del propio movimiento popular.

También llama la atención el hecho de que el gobierno haya anunciado a contrarreloj una serie de medidas para contener la ira del pueblo y crear la sensación de que responde a las exigencias; entre ellas la exención del pago de la electricidad de la que serían beneficiarios algunos grupos sociales, las promesas de un aumento del 20% para los funcionarios al mismo tiempo que la reducción del salario del primer ministro a la mitad y las promesas de adopción de medidas similares con otros responsables; el pago de raciones de abastecimiento, así como la concesión a cada ciudadano de 12 dólares mensuales como compensación por la falta de raciones, entre otras.

Estas medidas, que se han convertido para el ciudadano iraquí en motivo de ironía y chistes negros, refleja el terror de los gobernantes ante la escalada del movimiento popular y su miedo a que ésta alcance otros niveles más amplios que acaben con ellos como lograron las revoluciones de los jóvenes de Egipto y Túnez con dos regímenes dictatoriales del mundo árabe en un tiempo récord, abriendo la puerta a una experiencia sin precedentes.

Los motivos para pedir un cambio integral en Iraq apenas difieren de los motivos del cambio que tuvo lugar en Túnez y Egipto, o incluso pueden superarlos por la ferocidad y la brutalidad de los actos cometidos por los ocupantes, y después los locales, durante más de ocho años, lo que constituye un aliciente interesante para pedir el cambio y hacer realidad un proyecto político nacional puro y después los locales, durante más de ocho años, lo que constituye un aliciente interesante para pedir el cambio y hacer realidad un proyecto político nacional puro.. Los colaboracionistas trataron de condenar el destino del país dejándolo en manos de fuerzas externas, derribaron las estructuras y la red social que no había sucumbido e implantaron el sectarismo, la corrupción, saquearon de las riquezas del país y condenaron a la pobreza a millones de personas para satisfacer a un grupo de ladrones, intermediarios y comerciantes de la política, lo que convirtió a Iraq en uno de los países más corruptos del mundo. A todo esto hay que añadir el aumento de los asesinatos, los asesinatos extrajudiciales, la represión sistemática contra los ciudadanos en general sin ninguna justificación (más de 30.000 detenidos en 336 cárceles públicas y secretas, algunas dirigidas por partidos políticos, milicias e incluso personalidades, apoyadas por mafias y milicias), las constantes humillaciones y el acoso a la libertad personal, el deterioro de los servicios (el pan, los medicamentos, el agua, la electricidad y la enseñanza), algo que no corresponde a un país que se dice a sí mismo democrático y propone condiciones de una vida libre y democrática que respeta al ciudadano y sus opciones.

La situación actual hace responsable del futuro a los jóvenes que nacieron y crecieron bajo el bloqueo, las guerras y la ocupación y sufrieron junto con sus padres y familias la injusticia, la represión y la opresión. De esas terribles experiencias han aprendido a no esconderse y a hacer frente a la injusticia.

La naturaleza de los movimientos de protesta organizados y dirigidos por estos jóvenes demuestra su capacidad para descubrir los caminos idóneos de la práctica revolucionaria en el tiempo y el lugar oportunos, en todo el país, de Norte a Sur, de Este a Oeste.

La vigencia del movimiento popular y su disposición a aprovechar la oportunidad idónea para elevar el listón de sus demandas y pasar de una etapa a otra hasta llegar al cambio total, está ligado a la paciencia y a la resistencia de los jóvenes. El camino es evitar los enfrentamientos con los aparatos de poder, insistir en las fórmulas de las manifestaciones y las protestas pacíficas, tratar de ganarse a más población, hacer participar a la mujer e intentar neutralizar a las fuerzas enemigas en caso de no lograr atraerlas al las posturas del movimiento popular.

El camino es largo, pero todo camino se inicia con un paso. Los jóvenes ya lo han dado.