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Un año después de la muerte del presidente iraquí

Sadam Husein, el presidente mártir

Fuentes: gmunier.blogspot.com

Traducido por Caty R.

¿Derecho Internacional o ley de Lynch?

Tanto en Iraq como en el resto de los países musulmanes nadie ha podido olvidar el «linchamiento jurídico» del presidente Sadam Husein el 30 de diciembre de 2006, día del Aid Al-Adha. La ejecución está considerada en estos países como un hecho consumado por los occidentales que apelando a la democracia, a la buena gobernanza y al progreso, sirven a sus propios intereses y a los de Israel.

Esta vez ha bastado con que se mezclasen en la cabeza demente de un presidente de Estados Unidos el «deber de cruzada», la «venganza familiar» (1), la «guerra del petróleo», «consideraciones geoestratégicas» y el «Armagedón» (2), para que el Derecho Internacional y los Convenios de Ginebra quedasen barridos (3) y las tropas estadounidenses invadan Iraq, bombardeen sin discernimiento, asesinen a cientos de miles de personas, torturen, maten de hambre, saqueen y linchen sin suscitar la cólera de la «comunidad internacional».

La agresión del 19 de marzo de 2003 permanecerá como un caso típico en los anales internacionales. A pesar de ser sencillamente ilegal, ni el Consejo de Seguridad ni la Asamblea general de la ONU la condenaron y posteriormente tampoco reclamaron sanciones contra Estados Unidos. Francia, que puso al mundo en guardia contra las consecuencias de una invasión mantuvo esa postura, pero volvió al redil el 16 de octubre de 2003 votando la Resolución 1511 del Consejo de Seguridad que aprobaba la ocupación. Fue necesario esperar al 16 de septiembre de 2004 para que Kofi Annan, Secretario General de la ONU, se atreviera a decir que la invasión de Iraq había violado la Carta de las Naciones Unidas, pero no juzgó necesario ir más lejos.

Un tribunal ilegal e ilegítimo

Si la guerra contra Iraq era ilegal, el «Tribunal Especial Iraquí (TSI)», por lo tanto, también lo era. El TSI se creó precipitadamente por Paul Bremer, el 10 de diciembre de 2003, cuando los estadounidenses decidieron hacer oficial la captura de Sadam Husein. El presidente iraquí, en efecto, confió a Mahmoud Al-Mouni, un abogado egipcio, que había sido entregado a los estadounidenses, a principios de diciembre, por un amigo, miembro del partido Baas, en cuya casa se ocultaba. Drogado durante un almuerzo, había ido a dormir a un establo. No recuperó la conciencia hasta quince días después en el fondo de la «ratonera» donde las fuerzas especiales de EEUU lo «descubrieron».

El abogado pensaba que Sadam había huido al extranjero (4). Al mantener en secreto su captura no tenían que declararlo a la Cruz Roja Internacional, como exige el Convenio de Ginebra de 1949. Los estadounidenses probablemente le inyectaron drogas para averiguar si Iraq poseía armas de destrucción masiva. El estado en que apareció entonces era el de un hombre drogado.

Sólo declararon al prisionero de guerra, como jefe del ejército iraquí, el 9 de enero, tres semanas después del episodio de «la ratonera» (5). El artículo 13 del Convenio de Ginebra les prohibía difundir las imágenes de su captura. Ellos no lo tuvieron en cuenta para, como dijeron, «romper el mito del dirigente en el que se apoyaba, entre otras cosas, la resistencia iraquí». «Verlo humillado así, salido de su ratonera», era según Toby Dodge, especialista de Iraq para el Instituto internacional de estudios estratégicos (IISS), «una etapa de más de la liberación mental de los Iraquíes» (6)

El TSI no tiene ninguna legitimidad. Es un engendro del Departamento de Estado de EEUU de la Justicia de la Autoridad Provisional de la Coalición, es decir, de las tropas de ocupación (7). Incluso aunque hubieran sido culpables, el presidente y sus compañeros no podían ser condenados a la pena capital porque ésta estaba «suspendida» cuando los detuvieron. Fue restablecida «provisionalmente» por el «Primer Ministro» Iyad Allaoui, el 8 de agosto de 2004 para condenarlos.

La creación del TSI sólo originó protestas puramente formales, incluso cuando se sabía que sus estatutos no habían pasado el trámite de consultas y que sus miembros fueron reclutados y formados para desempeñar un papel fijado de antemano. No cumplía ningún criterio de equidad ni imparcialidad, ni siquiera de cara a la galería. Dadas las circunstancias no es de extrañar que las conclusiones del «Grupo de Trabajo de la ONU sobre las detenciones arbitrarias», entregadas al tribunal antes del veredicto y tras dos años de investigan, no se tuvieran en cuenta. Dichas conclusiones estipulaban que la detención de los dirigentes iraquíes era «arbitraria» y que se había infringido la Carta internacional de derechos civiles y políticos en sucesivas ocasiones.

Desde la primera sesión Sadam Husein se presentó como «Saddam Hussein Al-Majid, presidente de Iraq», lo que era todavía legalmente, ya que fue depuesto por una intervención extranjera ilegal, sin declaración de guerra previa, que no había conseguido la capitulación de Iraq. El presidente se negó a reconocer la legitimidad del tribunal y rechazó los cargos que le imputaba. «Todo esto es una farsa», declaró, «el verdadero criminal es Bush» (8).

¡El juicio del siglo!

Para Mouwafak Al-Rubaie, director de la Seguridad nacional iraquí y principal hombre de confianza de los estadounidenses, el juicio de Sadam Husein debía ser el «juicio del siglo». El mundo entero, asistiendo a la construcción del «nuevo Iraq», recibiría un ejemplo a seguir (9). Obviamente no ha pasado nada de eso.

Los jueces demostraron claramente lo que eran: marionetas en manos de los consejeros estadounidenses y británicas o de chiíes extremistas sedientos de venganza. Su independencia era prácticamente nula. No tenían que presentar pruebas irrefutables para condenar a los acusados, bastaba con simples presunciones. Podían obtener confesiones bajo coacción sin la presencia de un abogado. Durante el juicio llegaron incluso a negarse a transmitir a su debido tiempo a la defensa las partes de sumario, o lo hacían demasiado tarde, para evitar el análisis.

Las amenazas de muerte se multiplicaron hacia los abogados defensores desde las primeras sesiones. En julio de 2004, un grupo llamado Seif al-Allah, prometió cortarles el cuello. El jefe de una tribu declaró que los haría «cortar en pedazos», y Raad Al-Saadi, próximo a Moqtada Sadr, les advirtió de que iban «a arruinar su carrera y exponerse al juicio de Dios» (10).

Abogados asesinados, jueces apartados

Después las milicias pro iraníes o chalabistas (11) pasaron a la acción. Tres abogados defensores fueron asesinados: Saadoun Al-Janabi en octubre de 2005, Adil Al-Zubeidi en noviembre de 2005 y Khamis al-Obeidi en junio de 2006. El cadáver de este último se encontró bajo un cartel del ayatolá Mohamed Sadek Al Sadr -padre de Moqtada- cerca de Sadr City. El cuerpo presentaba rastros de torturas. Se dice que el abogado fue paseado por el barrio, atado a la parte de atrás de un todoterreno Toyota y que Abu Derra -apodado el «Zarqaui chií»- celebró su asesinato ofreciendo un refresco general a la población de los alrededores. Invitaban a los transeúntes a disparar una bala sobre su cadáver «para vengarse de los baasistas».

Los jueces que no se prestaron al juego fueron cesados u obligados a dimitir. Rizgar Muhammad Amin se retiró al cabo de cuatro meses ya que los «políticos» le acusaban no ser bastante severo con los acusados. Se descartó a Sayeed Al-Hamashi cuando se descubrió que pertenecía al partido Baas, a Rauf Rashid Abdul Rahman porque era nativo de Halabja y a Abdullah al-Amiri por falta de «neutralidad», ya que había declarado que Sadam Husein «no era un dictador». Se expulsó a Bushra Khalil, abogada libanesa chií, no porque hiciera una comparación entre el asunto de Doujail y el de Abu Ghraib, sino debido a su confesión religiosa. Era la única persona chií en el equipo de la defensa y «eso molestaba a los estadounidenses», declaró, «porque el asunto perdía su carácter confesional» (12).

Por último, Nouri AL Maliki, el «Primer Ministro», designó a Mohamed Araiby, un miembro de las Brigadas Badr, para sustituirla. Le apremiaron para terminar porque corrían rumores de que Donald Rumsfeld había propuesto a Sadam liberarlo a cambio de un llamamiento a los «insurrectos» para que entregaran las armas. El presidente Sadam Husein se había negado pero los proiraníes no querían correr ningún riesgo.

Ex estudiante de Derecho civil en Bagdad, Araiby no tenía ninguna experiencia como juez. Había estado en prisión durante el gobierno de Sadam Husein por estafar a un trabajador egipcio y después se refugió en Teherán en 1999 para librarse de los dos meses de servicio militar exigidos a los reservistas. De vuelta en Iraq en 2003, habría liquidado a la persona que le denunció a las autoridades de la época y a uno de sus ex profesores que le puso malas notas (13). Con un individuo de esta calaña Maliki tenía la seguridad de conseguir la pena capital para los principales acusados cuanto antes.

El juicio fue una parodia de la justicia de cabo a rabo. El 13 de marzo de 2006 cuando el vicepresidente Taha Yassin Ramadam declaró que los estadounidenses lo habían torturado tras su detención (14) privándolo de sueño, obligándole a permanecer en posturas dolorosas y exponiéndolo a temperaturas extremas para que declarase dónde se ocultaba Sadam Husein, nadie dijo nada, no se llevó a cabo ninguna investigación.

Una afrenta a todos los musulmanes

El veredicto cayó el 5 de noviembre de 2006. Como estaba previsto, el TSI condenó a muerte por ahorcamiento a Sadam Husein, Barzan Al-Tikriti y al juez Awad Al-Bandar. El expediente de 300 páginas en el que se explica la decisión no se entregó a los abogados defensores hasta el 22 de noviembre para que no tuvieran tiempo de estudiarlo y recurrir antes del plazo del 5 de diciembre.

La sentencia se confirmó el 26 de diciembre. La cadena perpetua que se pedía para Taha Yassin Ramadan se consideró demasiado clemente y se transformó en la pena capital. Como dijo un miembro importante de la Unión de juristas iraquíes: «Este juicio no fue más que una farsa repugnante… el veredicto estaba dictado de antemano por la administración Bush y sus aliados iraquíes, pretendía dar un barniz de legalidad a la invasión ilegal de un Estado soberano» (15).

En Washington Scott Stanzel, portavoz de la Casa Blanca, inmediatamente consideró que la condena «marcaría un hito en los esfuerzos de los iraquíes para sustituir la ley de un tirano por el Estado de Derecho». Sadam Husein tuvo, declaró, «un proceso formal y se benefició de los derechos legales que negó a los iraquíes durante mucho tiempo» (16).

Las autoridades de la ocupación tenían 30 días para fijar la fecha de la ejecución, pero era necesario expresamente para George Bush que Sadam fuera ejecutado antes del nuevo año cristiano y su discurso sobre su nueva estrategia en Iraq. Sobre todo no quería un segundo juicio que cuestionaría a Estados Unidos en la guerra Irán-Iraq y la represión de los movimientos proiraníes en el sur de Iraq en 1991 (17).

A la Hawza (principal autoridad religiosa chií, N. de T.) de Nadjaf le pareció sensato colgarlo el día fijado para el Aid Al-Adha por los suníes. Los grandes ayatolás querían demostrarles que el poder había cambiado de mano y que en adelante prevalecería el rito chií (18). Su decisión se interpretó en el mundo musulmán como «una afrenta para la cultura y la tradición islámicas» (19).

Un linchamiento cruel

Los estadounidenses entregaron a Sadam Husein a los verdugos iraquíes la noche del 30 de diciembre (20). El presidente había confiado a la a abogada Bushra Khalil que la muerte no le daba miedo desde su participación, en octubre de 1959, en el comando baasista encargado de asesinar al general Kassem. Prohibió a sus abogados que solicitasen el indulto (21).

La ejecución se organizó como un espectáculo multimedia. Una cámara rodaba oficialmente el acontecimiento, duplicada por uno o más teléfonos móviles como el de Muwafak Al-Rubaie. Los organizadores esperaban verlo derrumbarse en los últimos momentos para humillarlo y desestabilizar la resistencia.

El presidente subió serenamente al cadalso bajo los insultos y provocaciones de extremistas chiíes invitados para la ocasión. Respondió sarcásticamente a uno de ellos «Hiya hiy al marjale?» (¿Ésta es tu hombría?), una réplica que «asocia la hombría al valor, el orgullo y los valores caballerescos» (22) y que se remonta a tiempos ancestrales de Arabia y el Islam. Después, cuando otro le dijo que se fuera al infierno, respondió que el infierno era el Iraq de hoy. Sin darle tiempo a terminar la Fatiha -la profesión de fe de los musulmanes- la trampilla se abrió bajo sus pies (23).

El shock de las imágenes y diálogos -incluso truncados- difundidos por Al Jazeera no produjo los efectos que esperaban los «estadounidenses y los safavides (24)» que organizaron la ejecución.

Israel, Kuwait, Irán y Estados Unidos se felicitaron por «la muerte del dictador». La declaración de Rizgar Muhammad Amin -el juez kurdo que dimitió del TSI- que dijo que la ejecución era ilegal desde el punto de vista del código penal y la nueva constitución iraquí y contrario a las tradiciones del país, prácticamente pasó inadvertida.

«¿Sadam Husein un dictador?» se preguntan hoy algunos opositores. «Ciertamente» dicen. Pero añaden que en este caso es necesario hacer algunas precisiones: «Hay que preguntarse, ¿qué clase de dictador? ¿Cuál era su proyecto y cuáles fueron sus realizaciones? ¿A quién molestaban? Después de lo que pasó en Iraq desde la agresión de abril de 2003, Sadam permanecerá en la memoria de los árabes y musulmanes como un firme revolucionario que llevó a su país a la modernidad, que apoyó al pueblo palestino, que convirtió a Iraq en una potencia regional y que, por estas razones, tuvo que enfrentarse a Estados Unidos, Israel, Irán y a los rebeldes que éstos apoyaban. A la vista de Oriente, Sadam se convirtió en un mártir» (25).

En cuanto a George W. Bush, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Tony Blair y sus comparsas, calificados de «demócratas», ¿qué recuerdo dejarán en la historia de Oriente Próximo? El de criminales de guerra arrogantes y racistas causantes de la peor masacre de iraquíes desde la invasión mongol en 1258. Pero, ¿quién se atreverá a juzgarlos mientras vivan por crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra (26), agresión ilegal, utilización de armas prohibidas, incumplimiento del Derecho Internacional y los Convenios de Ginebra, apertura de prisiones secretas en el extranjero, torturas y matanzas?

Notas:

(1) Preguntado en su despacho por un periodista estadounidense con respecto a su odio por Sadam Husein, George W. Bush respondió: «¡Quiso matar a mi papá!». Hacía referencia a la «conspiración» descubierta en Kuwait el 16 de abril de 1993, destinada a asesinar a su padre. En aquella época una parte de la prensa estadounidense y el periodista de investigación Seymour Hersh pusieron en duda la versión de la Casa Blanca.

(2) Armagedón es el lugar donde, según la Biblia, se librará la batalla final en la que se enfrentarán el Bien y el Mal. En Estados Unidos habría unos 30 millones de «armagedonitas», que pertenecen a iglesias evangélicas. Los más fanáticos -cristianos sionistas- preconizan la utilización de armas nucleares para salvar a Israel del «falso dios» musulmán. En uno de sus últimos discursos George W. Bush mencionó la batalla entre Gog y Magog (de la profecía de Ezequiel) a propósito de una posible guerra contra Irán. Según esos extremistas religiosos, se enfrentarían dos bloques, por un lado Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, y por el otro Irán, Siria, Rusia, China y Corea del Norte.

(3) Para el profesor Robert Charvin, profesor de la Universidad de Niza-Sophia Antipolis y especialista en Derecho Internacional, es «la llamada injerencia humanitaria» lo que «permitió a las grandes potencias dejar de tener en cuenta la frágil barrera jurídica que enfrentaba a su intervencionismo con el principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados, en cuanto alegaban los derechos humanos». «La injerencia humanitaria», escribe, fundó «la legitimidad de la agresión pura y simple». En el caso de Iraq, Estados Unidos tiene acceso alegando «la amenaza terrorista» y «la posesión de armas de destrucción masiva», y además la «legítima defensa» añadiendo el concepto de «prevención». Charvin afirma que este nuevo concepto es radicalmente ofensivo, copiado de una concepción israelí. «Arruina el principio fundamental del Derecho Internacional que declara ilícito el recurso de la fuerza armada a excepción del único caso en que si un Estado sufre una agresión armada de otro Estado, en consecuencia, tiene derecho a defenderse». La guerre anglo-américaine contre l’Irak et le droit international: Apocalypse Law«, Robert Charvin, abril 2003).

(4) Danille Bleitrach, «Irak: Le Plan Bush et la légende dorée de Saddam Hussein», enero 2007.

(5) «Sadam Husein es un prisionero de guerra», declaró el comandante Michael Shavers, portavoz del Pentágono (UPI, 8-1-04, Saddam is a POW, says Pentagon, Pamela Hess).

(6) «La diffusion des photos de Saddam est juridiquement discutable», La Libre Belgique, 15/12/2003. Hay que señalar que Donald Rumsfeld había prohibido a los medios de comunicación de EEUU difundir fotografías de los estadounidenses prisioneros del ejército iraquí.

(7) el Congreso de Estados Unidos asignó 128 millones de dólares para financiar el Tribunal.

(8) Transcript of Saddam in court – MSNBC TV, 1 de agosto de 2004.

(9) Declaración de Mouwafak Al-Rubaie, director de la Seguridad nacional, principal hombre de confianza de EEUU en Iraq: «El auténtico criminal es Bush» desafió Sadam.

(10) Al-Mashreq, Bagdad, 20 de diciembre de 2003.

(11) Formadas por Ahmed Chalabi, hombre de los neoconservadores estadounidenses y agente doble por cuenta de los servicios secretos iraníes.

(12) L’Orient-Le Jour, 16 de junio de 2006.

(13) Roadstoiraq.com «the dark CV the new judge in Saddam trial» (El oscuro currículum del nuevo juez de Sadam), 21 de septiembre de 2006.

(14) Taha Yassin Ramadam se entregó el 18 de agosto de 2003 para salvar la vida de su hijo secuestrado por un comando peshmerga de la Unión patriótica del Kurdistán (UPK).

(15) Declaración de un importante miembro de la Unión de juristas iraquíes al IPS.

(16) «Los días de Sadam Husein están contados», Radio Canadá, 26 de noviembre de 2006.

(17) Sadam Husein se llevó sus secretos a la tumba. Nunca se sabrá nada del papel desempeñado por George Bush padre y Donald Rumsfeld en las entregas de gases de guerra a Iraq durante la guerra con Irán, especialmente de las reveladas en un documento del Senado estadounidenses que señala 61 entregas de cultivos biológicas hechas por un laboratorio bajo control del ejército estadounidense, o sobre la construcción de una fábrica de gases de guerra por Bechtel, filial de Halliburton. No se volverá a abrir el expediente del escándalo del BCCI. No se sabrá tampoco nada sobre las comisiones que pagó Husein Kamel -yerno del presidente iraquí y ministro de Industrialización militar- al Partido Republicano estadounidense y a Bill Clinton, entonces gobernador de Arkansas.

(18) El Aid Al-Adha (o Aid El-Kebir) -en persa Eid-e Qurban- conmemora el sacrificio de Abraham. Es la fiesta tradicional del perdón, la reconciliación, la clemencia y la generosidad. Se celebra el décimo día del mes de Dhul Hijja del calendario lunar islámico, 40 días después del Aid El Fitr que corresponde al final del Ramadán. La diferencia de fecha de celebración entre los suníes y chiíes iraquíes es en función de la aparición de la luna, que cierra el ayuno del Ramadán. Bajo Sadam Husein la fecha era la misma para todos. Por motivos político religiosos, el Hawza de Nadjaf se ajusta desde 2003 a la hora de Teherán. Para diferenciarse, los iraníes perciben la luna un día más tarde, lo que desplaza automáticamente para los chiíes iraquíes la celebración de esta fiesta.

(19) Brussels Tribunal, declaración de Abdul Ilah Albayaty, Ian Douglas, Karen Parker, Hana Albayaty, Dirk Adriaensens, Felicity Arbuthnot e Inge Van de Merlen, 6 de enero de 2007.

(20) Ni el «presidente» Jalal Talabani, ni Massoud Barzani, dirigente de la región autónoma kurda, fueron informados de la decisión de ejecutar rápidamente a Sadam Husein.

(21) Sadam pidió que nadie solicitase su indulto.

(22) «¿Esa es tu hombría?», Haïfa Zangana, The Guardian, 6 de enero de 2007.

(23) Un grupo de extremistas intentaron decapitarlo como hicieron unos días después con su medio hermano Barzan Al-Tikriti. El cadáver de Sadam Husein fue transportado por un helicóptero estadounidense a Tikrit y enterrado junto a sus dos hijos mayores, Oudai y Qussai, y su hijo menor, Mustafá, de 14 años, destrozados en Mossul el 22 de julio de 2003 por las fuerzas especiales de la 101 División aérea de asalto dirigida por el general David Petraeus.

(24) Testamento de Sadam Husein citado por las agencias de prensa: Safavide es el nombre que dan los iraquíes a los chiíes proiraníes. Hace referencia a la dinastía persa que ocupó Iraq de 1508 a 1524 y de 1622 a 1638.

(25) Entrevistas a con antiguos opositores de Sadam Husein.

(26) Ninguna de las denuncias presentadas contra los responsables estadounidenses por las masacres cometidas en Iraq tuvo éxito. La que se entregó el 13 de mayo de 2003 en Bruselas contra el general Tommy Franks fue «devuelta» cuando George W. Bush amenazó con retirar la sede de la OTAN de Bélgica. Al Tribunal supremo alemán se le declaró «incompetente» para informar sobre las denuncias presentadas contra Donald Rumsfeld, el 14 de noviembre de 2006, por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Las autoridades de París hicieron la vista gorda sobre Donald Rumsfeld, invitado a una conferencia en Francia a finales de octubre 2007, a pesar de la presentación de una denuncia por torturas y aunque Francia había ratificado, en 1984, un convenio internacional que permitía perseguir a cualquier persona acusada de torturas en cualquier parte del mundo.

Texto original en francés: http://gmunier.blogspot.com/search?q=

Gilles Munier, nació en Reims en 1944, vive en Rennes y es el secretario general de la organización Amitiés franco-irakiennes (Amistades franco-iraquíes).

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.