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Sadam rió el último

Fuentes: The Nation

Traducido por Nubia Chericián González

Sí, lo lograste, George, cumpliste la misión imposible. Por increíble que parezca, cuatro años de una ocupación fallida han conseguido que la tiranía de Sadam Husein parezca una maravilla en comparación con el «Iraq liberado». Al menos, ése es el sentir del levantador de pesas que se hizo famoso por el video donde aparece arremetiendo contra la estatua de Sadam Husein con un mazo. «Lamento haber derribado la estatua», confesó Kadhim al-Jubouri en la televisión británica esta semana. «Los estadounidenses son peores que la dictadura. Cada día es peor que el anterior». Ésa es la opinión de un hombre que pasó nueve años en las cárceles de Husein y, desgraciadamente, la mayoría de sus compatriotas la comparten, según una encuesta autorizada patrocinada de forma conjunta por ABC, BBC y USA Today: sólo el 38 por ciento de los iraquíes considera que el país se encuentra en la actualidad en mejores condiciones que bajo el mandato de Husein, mientras que casi cuatro de cada cinco se oponen a la presencia de las fuerzas de la coalición en Iraq.

Aún más alarmante es el hecho de que el 51 por ciento de los iraquíes piensa que hay que atacar a las tropas de la coalición-el triple de los que opinaban de ese modo en una encuesta realizada en el 2004. Comparemos esa cifra con las garantías que nuestro presidente ofreciera desde el primer mes de esta aventura innecesaria según las cuales la insurgencia estaba integrada apenas por un pequeño puñado de terroristas. Mientras que en sentido general la antipatía se registra entre los suníes, el 94 por ciento de ellos está a favor de los ataques a las fuerzas de la coalición, y sólo un 7 por ciento entre los kurdos, es sorprendente que el 35 por ciento de los chiíes apoye ese tipo de violencia.

Si tenemos en cuenta la cantidad de kurdos y chiíes que al principio acogieron la invasión, también es asombroso que el 53 por ciento de los iraquíes encuestados coincidan en afirmar que «desde la perspectiva actual y si se analiza bien», fue «un error que las fuerzas de la coalición encabezadas por los Estados Unidos invadiesen Iraq en la primavera de 2003».

El sondeo, que forma parte de una serie de estudios anuales realizados en los últimos tres años durante los cuales los 150 encuestadores enfrentaron serios peligros, reveló un aumento marcado en los sentimientos antiestadounidenses y en la oposición a la invasión de 2003.

Después que Bush no encontró armas de destrucción masiva, ni vínculos entre Sadam y los sucesos del 11/9, la justificación que encontró para la pérdida de decenas de miles de vidas y el desembolso de más de 400 mil millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses fue que Iraq se convertiría en un modelo de democracia y libre mercado. Muchos supusieron que el país más rico, poderoso y más competente desde el punto de vista tecnológico del mundo sería capaz de mejorar las condiciones de vida de los iraquíes en comparación con las que les ofrecía un sanguinario dictador asediado por los boicots internacionales. Pero no fue así.

Bush sí ha logrado colocar a los Estados Unidos en un callejón sin salida como blanco más probable de las esperanzas frustradas de los iraquíes, que él mismo se esforzó en alimentar. Pide a los iraquíes que confíen en él, que la invasión no fue una respuesta al 11/9, ni un intento por apoderarse del petróleo, ni un golpe llevado a cabo en nombre de Israel, pero no tiene cómo mostrar pruebas tangibles de su sinceridad.

Casi cuatro de cada cinco de los iraquíes encuestados calificó de «insuficiente» la disponibilidad de empleos, el 88 por ciento también tenía la misma opinión negativa sobre el suministro de electricidad y el 69 por ciento afirmó lo mismo sobre la disponibilidad de agua potable y la atención médica. En ese país, dotado con las segundas reservas de petróleo más grandes del mundo, el 88 por ciento expresó que la disponibilidad de combustible para cocinar y conducir era en extremo «deficiente».

Por supuesto, las arcas de un puñado de mercenarios, compañías constructoras y energéticas estadounidenses se han repletado, pese a la falta de credibilidad en el éxito. Sólo a Halliburton, la antigua compañía del Vicepresidente Dick Cheney, se le entregaron más de 20 mil millones de dólares por concepto de contratos de «reconstrucción».

La respuesta fácil que los apologistas de Bush dieron ante esa pésima actuación fue culpar a la insurgencia. Sin embargo, ese no es el veredicto del pueblo iraquí. A la solicitud de que valorasen el modo en que los Estados Unidos y otras fuerzas de la coalición han desempeñado sus funciones en Iraq, el 76 por ciento declaró que habían hecho «un mal trabajo». Una modesta mayoría no desea que los estadounidenses se vayan «de inmediato», pero no piensan que el incremento de las tropas estadounidenses que Bush defendió con tanta vehemencia el lunes pasado, sea de gran ayuda. En realidad, esta es una situación en la que todos llevamos las de perder.

A la interrogante sobre la causa de la violencia existente en los alrededores del barrio de los individuos encuestados, la mayoría, más del 44 por ciento, respondió que era la «violencia innecesaria contra los civiles por parte de las fuerzas estadounidenses y de la coalición», mientras que cuatro de cada diez culpó a las fuerzas de la coalición o a Bush por «la violencia existente en el país» y solo el 18 por ciento responsabilizó a «al-Qaeda y a los yihad extranjeros». Y todavía Bush asegura que las tropas estadounidenses son necesarias en Iraq para proteger a sus ciudadanos de los terroristas extranjeros.

Es sorprendente que si bien el 82 por ciento expresó su falta de confianza en las tropas de la coalición, dos tercios de los encuestados indicaron que por el contrario sí confiaban en su propio ejército y fuerzas policiales, una prueba más de que los iraquíes pueden cuidarse mejor por sí solos que con nuestra ayuda. El mantenimiento de nuestra presencia allí, con el pretexto de arreglar el país, sólo continuará exacerbando los sentimientos antiestadounidenses del pueblo que se supone estemos salvando.

Nubia Chericián González es miembro del Equipo de Traductores de Cubadebate y Rebelión.