Detrás del prestigio de la fotógrafa española Cristina García Rodero podría decirse que hay una serie de accidentes afortunados. Quizá uno de los principales es su incursión a este ámbito, al cual llegó después de estudiar pintura y sólo por querer hallar otra técnica y forma de expresión. También hay mucho mundo recorrido, pasión, […]
Detrás del prestigio de la fotógrafa española Cristina García Rodero podría decirse que hay una serie de accidentes afortunados. Quizá uno de los principales es su incursión a este ámbito, al cual llegó después de estudiar pintura y sólo por querer hallar otra técnica y forma de expresión.
También hay mucho mundo recorrido, pasión, audacia y alto grado de temeridad. Elementos que se amalgaman a su vista y sensibilidad privilegiadas, así como la vertiente temática que eligió para su quehacer: tradiciones, fiestas y rituales.
El más reciente de sus trabajos, con el cual integró su exposición Rituales en Haití, le llevó siete años, tiempo en el cual viajó constantemente entre Madrid y varias regiones de esa nación caribeña para documentar el universo asombroso y enigmático de las ceremonias vudú.
La muestra llega a México después de itinerar por España y varios países europeos (inclusive participó en la Bienal de Venecia), aunque en estos últimos se presentó de manera parcial.
De allí la trascendencia de su montaje aquí, pues es la primera vez que se exhibe íntegra fuera de España. Será inaugurada hoy a las 19 horas en el Centro Cultural de España (Guatemala 18, Centro Histórico), en el contexto de Fotoseptiembre. Allí la antropóloga haitiana Rachel Beauvoir-Dominique disertará sobre el vudú.
Reaparición en México
Abierta hasta el 18 de noviembre, la exposición marca asimismo la reaparición de Cristina García en espacios mexicanos desde que en 1997 presentó su trabajo en el Centro Manuel Alvarez Bravo, de Oaxaca y, en 1984, en la ciudad de México.
Su trabajo tiene como premisa una posición crítica y progresista en relación con la dinámica contemporánea.
»Vivimos una época en la que nos obligan a homologarnos: vestimos igual; comemos, escuchamos, vemos e inclusive empezamos a pensar lo mismo. Es una igualdad con lados positivos, pero con mucho de catastrófico. Estamos perdiendo el concepto de diversidad y con ello la riqueza que sustenta a cada pueblo», explica.
»Eso es lo que da pie y sustenta mi trabajo: el ser humano y las cosas que para él son importantes, enfocado sobre todo desde la perspectiva del mundo religioso y el mágico. Busco hacer consciente a la gente de cómo viven los demás y con ello impulsar el respeto por la diversidad.»
Trabajar en lugares y culturas tan lejanos y disímbolos como los centroeuropeos, orientales, latinoamericanos y caribeños le ha permitido constatar que las cosas importantes para el ser humano en el fondo son las mismas, pero que la riqueza está en la manera diferente de expresarlas.
»Cada pueblo y cultura tiene sus rituales, pero en el fondo todos están enfocados a pedir para las personas salud, trabajo, fortuna, amor, paz», dice, y aclara que por ello se indigna cuando alguna cultura tacha de atrasada o salvaje a otra, como podría ser la práctica del vudú en Haití.
«¿Salvaje por pedir alegría, alimentos? Nunca. Salvaje es la miseria extrema en que vive la gente. Haití es un país mágico, sumido en la pobreza, con ritos que podrían ser considerados primitivos, pero que resultan muy valiosos.»