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¿Se van o no se van?

Fuentes: Insurgente

Con bombo y platillo… No, seamos más solemnes: a tambor batiente, y apoyado por una menguante cohorte de neoconservadores, el augusto presidente de los no menos augustos Estados Unidos de Norteamérica acaba de anunciar el recorte del despliegue de (sus) fuerzas en Iraq, a 130 mil efectivos, nivel alcanzado en diciembre de 2006, y en […]

Con bombo y platillo… No, seamos más solemnes: a tambor batiente, y apoyado por una menguante cohorte de neoconservadores, el augusto presidente de los no menos augustos Estados Unidos de Norteamérica acaba de anunciar el recorte del despliegue de (sus) fuerzas en Iraq, a 130 mil efectivos, nivel alcanzado en diciembre de 2006, y en dependencia de las «condiciones del terreno».

Ello, en pretendida respuesta a la sugerencia del Comandante militar de las legiones gringas en ese país mesoriental, David Petraus, de retirar unos 30 mil soldados hasta mediados de 2008 (como se aprecia, suman poco más de 160 mil los destacados en la nación oeste-asiática)… Pretendida respuesta, sí, porque aquí se trata de quedar bien con Dios y con el diablo; es decir, con el pueblo estadounidense, cansado de la guerra y a favor de la marcha, cualquiera sea el resultado de esta, según plausibles encuestas, y con el hatajo de compañías, petroleras, armamentísticas, de la construcción, empeñadas en permanecer a toda costa en aquellas sofocantes planicies.

Claro que el hombrín de la Oficina Oval no suele dar su brazo a torcer. Por eso más que retirada, proclama finta, espejismo. Falacia. Mentira sonante, en el concierto de vehementes discursos concitados por la situación precaria del Imperio ante una resistencia nacional que se agiganta, y ante el consiguiente goteo de bajas de ocupantes, cuyos restos regresan en una sucesión de ataúdes embanderados que ya frisan los cuatro mil.

Así que lo anunciado con largas trompetas de cobre por el mesiánico mandatario viene a ser una (otra) ya casi desesperada tentativa de contentar a una opinión pública encrespada, y aplacar un cúmulo de diatribas provenientes de las líneas demócratas. Entiéndase: del Partido (nombrado) Demócrata, porque demócrata puro en USA hay que encontrarlo con lupa. Y parecería que los lentes están en falta.

Varios de los dirigentes de esa agrupación, ni cortos ni perezosos, acrecentaron lo que se viene convirtiendo en tradición: fustigaron el programa del Ejecutivo y coincidieron en que se trata de un repliegue insuficiente, decidido de manera tardía y en un lapso demasiado dilatado. En su argumentación, George W. había subrayado que la misión militar en el país árabe podría sobrepasar los límites de su mandato (enero de 2009).

Morderse la cola

Más de lo mismo es lo que ofrece Bush, en el criterio de sus no pocos críticos, para quienes esto de dejar en el terreno a unos 136 mil efectivos, la misma cantidad de antes de febrero, cuando comenzó la famosa estrategia surge (embate), teóricamente infalible ante el alud de la insurgencia, habrá de representar un chasco, porque, como preguntó el senador Joseph Biden, «¿estamos más cerca de un acuerdo político duradero en Iraq hoy de lo que estábamos cuando el surge empezó, hace ocho meses? Y si continuamos con el surge otros seis meses, ¿los chiitas, los sunitas y los kurdos renunciarán a matarse unos a otros y comenzarán a gobernarse juntos?»

Por supuesto que más de lo mismo, pues en boca de Petraus y en los documentos por este presentados se reveló que el Gobierno norteamericano está operando con la suposición de mantener una presencia militar importante en Iraq durante… al menos una década. (Muchos concuerdan en que la susodicha presencia se anhela eterna.)

Incluso «eximios» miembros del gobernante Partido Republicano, como el representante James Walsh y la senadora Elizabeth Dole, ardientes defensores de la invasión a Iraq, en 2003, han cantado la palinodia, con todo el desenfado político posible. Algo que nos obliga a ahondar un poco más en lo que está sucediendo en el escenario de la ocupación, en aras de la lógica más elemental.

La Dole nos ayuda a desenrollar la madeja con sus palabras. El continuo fracaso del gabinete de Nuri al Maliki en la búsqueda de la reconciliación y el hecho de que la actual fuerza estadounidense no es sostenible hasta la próxima primavera (boreal) me obliga a apoyar las propuestas demócratas de cambiar el carácter de las tropas en Iraq, señaló la pragmática señora.

Pero vayamos por partes. ¿Por qué fracaso de la administración cipaya? Como nos recuerda el colega Migel Lamas, en el sitio digital aporrea.org, «mientras los yanquis discuten qué hacer, el derrumbe en Iraq es cada día más difícil de detener. El gobierno títere del primer ministro Al Maliki, que tenía 40 ministros que expresaban la coalición entre los dos partidos kurdos, el Partido Islámico (sunita) y varios partidos chiitas, se rompió y solo quedan 17 ministros. Entre los que se fueron está el Partido Islámico, con lo que no queda ninguna representación sunita en el Gobierno. Pero también se retiró el más importante partido chiita, el de Moqtada al Sadr, que comanda el poderoso Ejército del Mahdi, con 160 mil milicianos armados que actúan públicamente y ejercen un poder dual en grandes regiones de Iraq. Esto, además de la resistencia clandestina, que viene incrementando sus ataques y que ya no solo destruye blindados, sino que, cada vez con más frecuencia derriba helicópteros yanquis».

Hablando de resistencia

En apretada síntesis apuntemos que en junio pasado el total de ataques de esta contra efectivos de EE.UU, elementos de seguridad iraquíes y objetivos de la infraestructura, entre otros blancos, fue de cinco mil 335. Para un promedio diario de 177,8, la cifra más elevada desde mayo de 2003, y 46 por ciento por encima de junio de 2006. Algo que trasunta un rotundo mentís a una propaganda asentada en que la resistencia campeaba solo en las zonas sunitas, y no en la región centro-sur, por antonomasia hogar de la mayoría chiita (60 por ciento de la población del país).

No de balde los mandos militares ingleses, que ¿controlan? a Basora, informaron al premier británico, Gordon Brown, de que «ya nada puede lograrse en Iraq», y sugirieron una rápida marcha de sus cinco mil 500 soldados, vergonzosa huida en el criterio de ciertos jefes estadounidenses, con visible temor a quedar en la estacada.

Para Arshin Adib Moghaddam, profesor en la Universidad de Londres, el que la poderosa alianza entre los Estados Unidos y el Reino Unido esté perdiendo la guerra y sea incapaz de controlar «la violencia de unos pocos, militarmente inferiores» se debe a que no están combatiendo simplemente a un enemigo físico, sino a molinos de vientos configurados por tres ideologías destacadas: el neofundamentalismo wahabita, el ultranacionalismo árabe y el revolucionarismo chiita. «En Iraq -argumenta- (estas) se personifican respectivamente por movimientos terroristas del tipo Al Qaeda, por los vestigios de la dictadura baasista de Saddam Hussein y por los oprimidos de la sociedad iraquí del Ejército del Mahdi, que lidera Moqtada al Sadr».

Más allá de nuestra reticencia ante ciertas etiquetas dispensadas por el profesor -¿no estará él simplificando un tanto?-, suena convincente la afirmación de que «las tres corrientes (y alguna otra que haya obviado) convergen (en la práctica) en una cuestión fundamental: la guerra civil y la violencia total (esa de los cientos de muertos por el explosivo fortuito) es preferible a la dominación extranjera…» Además, «la auténtica lucha y la percibida dominación imperial es una poderosa institución en Asia Occidental, así como en gran parte del mundo islámico. Siempre se podrá reclutar gente bajo este anuncio, especialmente si la batalla está impregnada de poderosos símbolos nacionalistas y religiosos».

De estas postreras líneas sí que resulta difícil discrepar. Más conociendo que, con la escalada gringa, cientos de miles de personas han fallecido no precisamente de manera natural en Iraq. A todas luces la sociedad se desmorona: ya no es posible obtener tratamiento para muchas enfermedades, porque el 75 por ciento de los médicos y farmacéuticos se han sumado a los dos millones 200 mil ciudadanos que han liado sus bártulos y escapado al extranjero. De acuerdo con Patrick Cockburn (diario La Jornada, de México), el sistema de abastecimiento racionado de alimentos del que dependen cinco millones de iraquíes para sobrevivir se está viniendo abajo, por el peligro que afronta la distribución. El desempleo se ubica en el ¡68 por ciento!…

Y claro que huelga alargar el rosario de calamidades causadas por una invasión, una ocupación, que se pretenden interminables diga lo que diga el hombre de las fintas, de los sofismas, de las falacias, de las mentiras sonadas. Ese mismo George W. Bush negado a la retirada total e intérprete de un canto de sirenas que ya ni los propios estadounidenses se creen. Ese que, en su fuero interno, temerá la más que posible respuesta a la pregunta retórica de si las tropas gringas, extranjeras, se van o se quedan: los patriotas iraquíes podrían echarlas a patadas.