Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Iraq es un país convulsionado por el miedo. Y es en Bagdad donde se sufre la peor de las situaciones. Los asesinatos sectarios se han convertido en algo habitual. Durante los tres días que siguieron al estallido de las bombas en el santuario chií en Samarra, el 22 de febrero, unas 1.300 personas, en su mayoría sunníes, fueron detenidas por la calle o arrancadas de sus coches y asesinadas. Los cadáveres de cuatro sospechosos de ser suicidas-bomba fueron colgados de una torre de alta tensión en el suburbio de Ciudad Sadr.
El grado de violencia es tal que no se alcanza a recoger la mayoría de los sucesos. Iyad Allawi, el anterior primer ministro, dijo ayer que cada día estaban muriendo decenas de personas. «Es una desgracia que vivamos en guerra civil. Estamos perdiendo cada día, como media, de 50 a 60 personas por todo el país, si no son más», dijo. «Si esto no es guerra civil, entonces sólo Dios sabe lo que es una guerra civil». [1]
Inadvertidos por el mundo exterior, poblaciones silenciosas se están desplazando, gente aterrada que huye de sus barriadas donde su comunidad es minoritaria, hacia distritos más seguros.
Se está experimentando también una mayor confianza en los grupos de milicias ante el temor de que las patrullas de la policía o los controles sean en realidad escuadrones de la muerte a la caza de víctimas.
Distritos donde sunníes y chiíes vivieron juntos durante décadas, si no siglos, se están viendo desgarrados en cuestión de unos cuantos días. Por ejemplo, en la barriada al-Amel, en el oeste de Bagdad, las dos comunidades convivieron juntas hasta hace unos pocos días, aunque los chiíes eran mayoría. Entonces, los sunníes empezaron a recibir sobres que alguien metía por debajo de sus puertas con una bala de Kalashnikov en su interior y una carta en la que se les decía que se marcharan de inmediato o los matarían. Se añadía que debían llevarse todas las cosas que pudieran cargar inmediatamente y que sólo volvieran más tarde para vender sus casas.
La reacción fue inmediata. Los sunníes de al-Amel empezaron a levantar barricadas en sus calles. Varias familias chiíes, que se creía pertenecían al partido chií, el Consejo Supremo para la Revolución en Iraq (SCIRI), fueron asesinados más tarde a lo largo del mismo día en que fueron entregadas las amenazantes cartas.
«Los sunníes de la localidad sospechaban que tras esas cartas estaban esos chiíes», dijo un informante. «Probablemente, llamaron a la resistencia de la zona y les pidieron que mataran a la gente del SCIRI.»
Un efecto producido por la escalada de guerra sectaria ha sido el fortalecimiento de la resistencia sunní, ya que su propia comunidad trata desesperadamente de defenderse.
No es que la vida no fuera ya lo suficientemente dura antes de la reciente escalada de la violencia comunitaria. Hace tres años, a la mayoría de los iraquíes les satisfizo ver derrocado a Saddam Hussein, aunque no les gustara la ocupación de EEUU, porque anhelaban tener vidas normales. Habían estado viviendo en estado de guerra desde 1980 cuando el dirigente iraquí invadió Irán. Después habían sufrido ocho años de conflicto sangriento, seguido por la invasión de Kuwait, la derrota ante la coalición dirigida por EEUU, los levantamientos chíi y kurdo de 1991 y los doce años de sanciones de Naciones Unidas.
En lugar de mejorar, la vida en Bagdad es mucho más peligrosa ahora que en tiempos de Saddam Hussein. Todas las facetas de la vida diaria han resultado afectadas.
En los últimos días, las temperaturas han empezado a dispararse y, en circunstancias normales, eso haría que se viera a gente por la calle comprando ropa de verano. Pero en el distrito comercial de al-Mansur, pocas personas podían contemplarse transitando por las calles durante la pasada semana. Muchas tiendas estaban cerradas porque sus dueños se sienten demasiado atemorizados como para salir de sus casas.
Pero incluso aunque permanezcas en tu propia casa sin salir, eso también conlleva problemas. En el tórrido calor del verano iraquí la gente depende del aire acondicionado para poder conseguir que la vida sea tolerable. Pero Bagdad sólo dispone de tres o cuatro horas de electricidad al día. Casi todo el mundo tiene un generador, grande o pequeño, dependiendo de lo que pueda pagar. El precio del petróleo, todavía muy subvencionado por el gobierno, se triplicó antes de Navidad. Un amigo llamado Mohammed se quejaba: «O espero de siete a ocho horas en una cola para comprar el fuel o lo consigo en el mercado negro. Pero si adquiero el fuel en el mercado negro, eso implica que tendría que gastar 7-8 dólares al día para que mi generador funcionara y sencillamente no puedo permitirme pagar eso.» Mohammed añadió que había pasado diez horas, desde las 5,00 h. hasta las 15,00 h., haciendo cola para comprar una bombona de gas que, como la mayoría de los iraquíes, utilizará para cocinar.
Los iraquíes se han visto obligados a encontrar formas de subsistencia incluso en las condiciones más duras pero su resolución está empezando ya a debilitarse.
El hermano de Mohammed tenía un empleo en una compañía que vendía aparatos de aire acondicionado. Ya que estamos en el comienzo del verano en la llanura de Mesopotamia -uno de los lugares más tórridos del planeta- debería ser un buen negocio, pero el hermano acaba de perder su empleo. La compañía en la que trabajaba era propiedad de un kurdo. Su vida estaba amenazada y cerró la empresa antes de trasladarse a Jordania con su familia.
Los partidos políticos iraquíes han pasado los tres meses transcurridos desde que se celebraron las elecciones intentando formar gobierno. Pero pregunten por la calle a un iraquí qué le pediría al nuevo gobierno y muchos contestarán: «¿Qué gobierno? Nunca hacen nada por nosotros.» Los suministros de electricidad, agua potable y aguas residuales han disminuido todos desde 2003. La única mejora se ha producido en el suministro eléctrico fuera de Bagdad, pero aún así es esporádico. En el Kurdistán, la única zona pacificada en Iraq, el suministro eléctrico dura actualmente sólo unas cuantas horas al día. En todas partes se pueden ver hombres junto a la carretera comprando petróleo del mercado negro que ha pasado de contrabando desde Irán. Turquía ha cortado los suministros de fuel refinado porque no se los pagaban.
Todo Iraq está sufriendo, pero Bagdad y las provincias centrales se están convirtiendo en una carnicería. La vida normal se ha vuelto imposible desde hace tiempo. El símbolo del Iraq post-Saddam es el muro maldito, gigantes bloques grises de hormigón colocados de un extremo a otro para crear fortificaciones de apariencia medieval. Han llegado a dominar el paisaje en Bagdad y en la mayor parte de las ciudades iraquíes. Protegen las posiciones estadounidenses, los puestos de policía y del ejército iraquí y todos los edificios gubernamentales. También estrangulan las calles provocando atascos de tráfico en tristemente célebres cuellos de botella.
Algunos iraquíes están viviendo mejor que antes de 2003. Profesores y funcionarios gubernamentales están cobrando 200$ al mes donde antes solían ganar 10$. [2]
También hay kurdos y chiíes habitando las provincias del norte y del sur que controlan enteramente. Pero en otros lugares, los iraquíes viven sus existencias con inseguridad crónica.
En al-Khadra, una barriada sunní al oeste de Bagdad, por ejemplo, la resistencia está combatiendo en dos guerras al mismo tiempo, una contra los estadounidenses y la otra contra las milicias chiíes, algunas de las cuales trabajan para el Ministerio del Interior.
La pasada semana, en un túnel de una carretera, las guerrillas sunníes atacaron a un coche en el que afirmaron viajaban agentes de la CIA y los mataron. Dos días después, le tendieron una emboscada a un convoy de vehículos del Grupo Badr, la milicia chií [3]. Cuatro de los milicianos fueron asesinados, se vertió petróleo sobre sus cuerpos y se les prendió fuego. Poco después, un autobús fue visto abandonado en una autopista. Al principio se pensó que podía contener una bomba. En lugar de eso tenía una carga mucho más macabra, los cuerpos de 18 sunníes torturados y asesinados. En distritos como al-Khadra, la guerra civil ha empezado ya.
N. de T.:
[1] Resultan cuando menos sorprendentes esas declaraciones de Iyad Allawi, ya que su actuación política no se caracterizó de forma especial por contribuir a alcanzar soluciones pacíficas para el país durante su gestión como anterior primer ministro. A propósito de su perfil humano y político, véase en Rebelión:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23863
[2] Lo más significativo de la situación de profesores y docentes en Iraq no radica precisamente en el aumento de sueldos. Véase en la web de Iraq Solidaridad:
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/represion_11-11-05.html
[3] Sobre el Grupo Badr, véase asimismo en la web de Iraq Solidaridad:
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/ocup_20-12-05_2.html
Texto original en inglés:
http://www.counterpunch.org/patrick03202006.html