Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El titular del Washington Post del pasado viernes lo expresa todo: «Sin Acusaciones de Asesinato en el Caso de Hadiza».
En Hadiza, hace dos años, un grupo de Marines mató a 24 civiles iraquíes -incluyendo a mujeres y niños atemorizados en el interior de sus hogares- en una venganza bestial. Una vez que la historia consiguió ver la luz emergiendo de entre las habituales capas de mentiras y encubrimientos, la atrocidad destelló durante poco tiempo en la escena pública y ocho de los Marines y sus oficiales fueron acusados de «asesinato o de fallos a la hora de investigar un evidente crimen de guerra», como informa el Post. Pero la atención pública se trasladó rápidamente hacia otras cuestiones y, durante los últimos meses, el sistema de «justicia militar» del Pentágono fue reduciendo o eliminando silenciosamente las acusaciones iniciales contra la mayoría de los hombres. El anuncio de ayer señalaba el abandono final del caso, dejando a sólo un Marine, el sargento Frank Wuterich, enfrentándose a una acusación de homicidio voluntario, más una serie de cargos menores contra otro de los hombres de la lista y dos oficiales.
Dos docenas de civiles masacrados, como el mismo Pentágono confirmó, y aún no se considera el hecho como homicidio. Efectivamente, Brian Rooney, el abogado de uno de los oficiales acusado sin éxito y encargado de investigar los asesinatos, dice ahora: «Estaba claro que no hubo masacre y, sin embargo, esta ficción legal siguió adelante». Veinticuatro cadáveres físicos en el lugar -el incidente no fue, pues, más que una «ficción legal»- y «no se había producido masacre alguna…».
No deja de ser revelador que el Pentágono haya decidido que los perros rabiosos que mataron a dos docenas de civiles inocentes estaban siguiendo fundamentalmente las normas establecidas para la actuación de las fuerzas estadounidenses en Iraq. Como señala el Post:
«Los oficiales que investigaron los casos han recomendado cargos menores porque han averiguado que los Marines decidieron que las casas les eran hostiles y que creían que debían matar a todos los que se encontraban dentro, y que se considerara más como un caso de imprudencia que como un intento de cometer un crimen.»
Incluso la acusación contra Wuterich contiene circunstancias atenuantes, ya que en ella se alega, según el Post, «que sufrió un atentado y que sus acciones en el interior de un hogar residencial y en una calle residencial en noviembre de 2005 le llevaron a cometer un asesinato indebido ‘al calor de una pasión repentina causada por una provocación proporcionada’«.
«Provocación proporcionada» como para matar a veinticuatro civiles desarmados a sangre fría, o, mejor dicho, como la acusación la denomina, a sangre caliente, «al calor de una pasión repentina».
Poco más puedo añadir sobre este caso a lo que ya escribí en primer lugar en 2006 en un artículo titulado «La Ruta de la Atrocidad: De la Casa Blanca a Hadiza» (*):
«Muchos observadores han comparado el asesinato metódico de 24 civiles inocentes cometido por los marines estadounidenses en la ciudad iraquí de Hadiza -confirmado recientemente por el Pentágono y fuentes del Congreso- con la infame masacre de My Lai en Vietnam, cuando soldados de ese mismo país asesinaron a cientos de civiles en una orgía sangrienta. Pero esta ecuación es falsa y distorsiona gravemente la realidad de los actos de la Coalición en Iraq.
«Porque no es la atrocidad a pequeña escala cometida en Hadiza lo que debe compararse con My Lai, sino toda la guerra contra Iraq. Toda la operación, arropada desde el principio en mentiras de alto calibre, hasta su ejecución, envuelta en una sangrienta arrogancia, locura, codicia e incompetencia, es un crimen de guerra de proporciones casi inimaginables. Un My Lai de mayor magnitud, un My Lai cada día, un año tras otro.
«…Las fotos tomadas posteriormente por un equipo de inteligencia militar de USA documentan la carnicería. «Una de ellas muestra a una madre iraquí y a su pequeño hijo arrodillados en el suelo, como si estuviesen rezando», señaló el Sunday Times. ‘Les habían disparado a quemarropa. Las fotos muestran otras víctimas que fueron ejecutadas en sus casas con disparos en la cabeza y el pecho». Las víctimas «incluían un hombre de 76 años con una pierna amputada y un niño de cuatro años», informó el Observer. «En una casa, una familia completa, entre ellos siete niños, fue atacada con pistolas y granadas. Sólo sobrevivió una niña de 13 años». Un funcionario del gobierno de USA declaró al Sunday Times que los atacantes habían «sufrido una degradación total en materia de moralidad y liderazgo».
«Tomen nota especialmente de esta última declaración: puede que sea la primera vez que un portavoz del gobierno de Bush dice la verdad acerca de la guerra. Verdaderamente, en Iraq ha ocurrido una degradación total en materia de moralidad y liderazgo, pero no se reduce sólo a los asesinos de Hadiza. Ellos no son más que el inevitable producto final de la cultura de ilegalidad, brutalidad y agresión deliberadamente fabricada por la Casa Blanca para servir a sus rapaces ambiciones geopolíticas y a sus intrigas para aprovecharse de la guerra sucia.
«La podredumbre y la corrupción han impregnado todo el cuerpo político. Es lógico que sus manifestaciones más extremas aparezcan entre aquellos a quienes Bush ha armado con mentiras. La mayoría de los soldados estadounidenses creen, según muestran las encuestas, que Iraq había participado en los ataques del 11 de septiembre, cuando en verdad han sido enviados a matar y a morir en una guerra ilegal, basada en pruebas falsas y falsificadas. Si la atrocidad es el fundamento de su cometido, si la atrocidad es la atmósfera que respiran, es lógico que produzcan atrocidades, una y otra vez, a pesar de los muchos soldados y oficiales honorables que luchan individualmente contra la infecta marea.
«Estas masacres no son explosiones momentáneas de rabia vengativa; son una conducta aprendida. Los marines que asesinaron en Hadiza eran veteranos de una atrocidad mucho mayor cometida en Faluya el año anterior, donde participaron en una de las más salvajes destrucciones de una ciudad que se hayan cometido desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Ocho semanas de bombardeo inmisericorde, seguido de la suspensión de los servicios de agua y electricidad y del suministro de alimentos. Un claro crimen de guerra según la Convención de Ginebra. Más de dos tercios de los residentes de la ciudad, unas doscientas mil personas, huyeron del infierno que se acercaba, convirtiéndose en refugiados en su propio país. Los que se quedaron fueron considerados presas fáciles en la devastación casa por casa a que fue sometida la ciudad. Entre los principales blancos de los estadounidenses estaban los hospitales y clínicas, tal como admitieron claramente algunos funcionarios estadounidenses al New York Times: otro flagrante crimen de guerra. Los destruían o clausuraban y mataban o encarcelaban al personal médico, para evitar que llegase al mundo exterior cualquier información sobre la muerte de civiles, lo que sería una mala publicidad según estos funcionarios. Una investigación posterior del gobierno iraquí respaldada por EEUU encontró pruebas creíbles del uso de armas químicas contra la ciudad: otro crimen más. Hasta seis mil personas fueron asesinadas durante el ataque, la mayoría eran civiles.
«Los pocos cientos de insurgentes de Faluya, que eran el supuesto blanco del ataque, habían huido mucho antes de que comenzase el asalto a la ciudad. Así pues, la destrucción de la ciudad, ordenada por la Casa Blanca, no tenía un objetivo militar. Se trató de un acto de represalia, un castigo colectivo contra todo el pueblo iraquí, incluyendo a los no combatientes, por la resistencia armada a la conquista de la Coalición. Los Marines de la Compañía Kilo sencillamente aprendieron en Faluya la lección de sus muy respetables superiores y la aplicaron en Hadiza.
«…Como Abu Graib, Hadiza no es una aberración cometida por unas cuantas ‘manzanas podridas’, sino el emblema de un crimen mayor, sistémico, el fruto natural de un régimen criminal que ha hecho de la guerra, la tortura, la detención indefinida, los «asesinatos extrajudiciales», la rendición y los campos de concentración, una política oficial. Esta descomposición moral es el verdadero legado histórico de Bush.»
Es también el legado histórico de todas y cada una de las figuras públicas y candidatos presidenciales que no se enfrenten -justo ahora, hoy, y todos y cada uno de los días- y exijan que toda esa abominación termine, aplicando a sus autores y responsables todo el alcance de la justicia por todo lo que han hecho. ¿A quién le importa un comino la «retórica elevada» de Obama o el «duro contra-ataque» de Hillary en New Hampshire -o cualquiera de las otras sandeces y podredumbres de la campaña presidencial- cuando la sangre de los inocentes nos está empapando a todos día tras día? La demencia moral ha inundado esta nación, y estamos todos, uno a uno, contaminados y corrompidos por ella… y, asimismo, la estamos traspasando a nuestros niños. ¿Quién va a romper esta cadena de locura? ¿Y dónde podremos encontrar misericordia para tantos crímenes?
N. de la T.:
(*) El artículo aludido apareció traducido el 11 de junio de 2006 en Rebelión:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32895
Chrys Floid es un periodista estadounidense y colaborador frecuente de CounterPunch. Es autor del libro «Empire Burlesque: High Crimes and Low Comedy in the Bush Imperium. Su página en Internet es: www.chris-floyd.com
Enlace con texto original en inglés:
http://www.counterpunch.org/floyd01072008.html