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Karl Marx (1818-1883). En el bicentenario de su nacimiento (VIII)

Sobre El manifiesto comunista (primera parte)

Fuentes: Rebelión

El manifiesto comunista sigue sorprendiendo a cualquier persona que lo lea por vez primera con ojos limpios o que lo relea por segunda, tercera o décima vez (seguro que observa detalles y argumentos en los que no había reparado). Sorprende, decía, por la belleza de algunas de sus imágenes -empezando por sus palabras iniciales y […]

El manifiesto comunista sigue sorprendiendo a cualquier persona que lo lea por vez primera con ojos limpios o que lo relea por segunda, tercera o décima vez (seguro que observa detalles y argumentos en los que no había reparado). Sorprende, decía, por la belleza de algunas de sus imágenes -empezando por sus palabras iniciales y siguiendo los las heladas aguaa del cálculo egoísta-, por muchas de sus ideas-fuerza e hipótesis generales (atrevidas sin duda), por su capacidad crítica, por los argumentos exhibidos en varios apartados, por la complejidad (incluso oscuridad) para nosotros -para mí en concreto-, de algunas de sus afirmaciones, por las excelencias del autor como escritor y, en fin, por la ajustada y más que sorprendente veracidad de algunas de sus predicciones y descripciones, más ahora que en el momento en que fue publicado (hace ahora 170 años). En definitiva, un clásico del pensamiento del que podemos seguir estirando y aprendiendo.

 

Me propongo acercarme a este clásico, a este «material» de la tradición y del pensamiento revolucionario de todos los tiempos presentando y comentando algunos textos de dos de sus grandes lectores-intérpretes: Manuel Sacristán (1925-1985) y Francisco Fernández Buey (1943-2912), y señalando, en una entrega posterior, las tesis, reflexiones y fragmentos que a mí personalmente me siguen perturbando, interesando e inquietando.

Única página manuscrita que se conserva. Las dos primeras líneas están escritas por Jenny Marx 

Empecemos con el primer lector-maestro, con Manuel Sacristán (1925-1985), que no por casualidad dedicó el que seguramente fue el primero de sus escritos marxistas a este gran texto político de intervención. «Para leer el Manifiesto comunista» tituló su escrito. Contó con la colaboración en su trabajo de su esposa-compañera, Giulia Adinoli, y de una discípula, Pilar Fibla.

En uno de sus textos más comentados y reconocidos (y que a mí más me gusta, uno de sus mejores artículos en mi opinión),»¿Qué Marx se leerá-a en el siglo XXI?» [1], hablaba de la excelencia literaria del MC:

No es nada fácil prever qué Marx se leerá en el siglo XXI. Hermann Grimm lo tuvo más llano al preguntarse que Goethe leeríamos con más gusto en el siglo XX, predijo que no sería el del Werther, ni, menos el de la Teoría de los colores, que ni siquiera consideró, sino el del Fausto, y acertó. La cuestión no se puede plantear así para Marx, aunque los dos casos tienen parecidos. También en la obra de Marx hay ciencia y hay otras cosas, como en la de Goethe, pero las otras cosas son diferentes y, además, están organizadas de otro modo: no es la misma para los dos la relación entre poesía y verdad. Las páginas de Marx que pueden sobrevivir como clásicas ofrecen textos de varias clases: científicos sistemáticos, históricos, de análisis sociológico y político, de programa. Por otra parte, ninguno de esos textos -tal vez con la excepción del Manifiesto comunista y de algunos trozos de El Capital- es tan bueno literariamente como para perdurar por su sola perfección.

En «Karl Marx», un texto de 1974 que escribió a instancias de Jesús Mosterín para la Enciclopedia Universitas de la editorial Salvat (Mosterín había estudiado lógica en el Instituto de Münster, en Westfalia, como hiciera Sacristán), se acercó con más detalle:

En Bélgica Marx -y con él Engels- intensifica su actividad política. Entra en relación con una asociación obrera, la «Liga de los Justos», que, en gran parte por influencia suya, pasa a llamarse «Liga de los Comunistas», y organiza unos comités de correspondencia -a cuyo trabajo epistolar dedica muchas horas- destinados a ir armonizando el pensamiento de todos los comunistas europeos «desembarazándolo de los límites de la nacionalidad». Este primer conato de internacionalismo proletario organizado es ocasión del texto de Marx y Engels (principalmente del primero) con el que se concluye el período belga: el Manifiesto del Partido Comunista, común y abreviadamente llamado Manifiesto Comunista.

En noviembre de 1847, prosigue el autor de El orden y el tiempo, recibieron Marx y Engels (29 y 27 años respectivamente) el encargo de la Liga de los comunistas de redactar una exposición breve de los objetivos de la asociación y, asunto importante en su concepción, de los conocimientos en que se fundamentaban esos objetivos.

La versión definitiva del texto que satisfizo este encargo es más obra de Marx que de Engels. Es el Manifiesto comunista, que apareció en febrero de 1848.

Febrero de 1848: dos o tres días antes de la aparición del Manifiesto estalla en Francia una revolución que se puede considerar como la última en que la clase obrera de ese país ha promovido inconscientemente, con su lucha y sus muertos, los intereses de la clase burguesa, o la primera en la cual se ha dado cuenta de ello; en junio del mismo año los obreros de París se lanzarían de nuevo a la insurrección, pero esta vez contra la clase empresarial a la que en febrero habían llevado definitivamente al poder.

El Manifiesto Comunista preveía una revolución, así como la oleada revolucionaria que a partir de París sacudió gran parte de la Europa occidental y central, incluso Alemania.

En muchos puntos, señala Sacristán, los autores del Manifiesto adelantan previsiones que no se cumplieron (¡otras sí que se han cumplido y cómo!). Pero lo verdaderamente asombroso en todo caso es «que se cumpliera en líneas generales con esta precisión la previsión de una crisis revolucionaria»

El Manifiesto Comunista era un folleto de sólo veintiséis páginas, en las que se condensaban varias cosas: una entera explicación de la historia (cincuenta y cuatro párrafos), la relación entre los comunistas y el resto de la clase obrera (setenta y seis párrafos) y la política de los comunistas en la coyuntura de 1848 (once párrafos); los autores encuentran aún espacio en aquellas veintiséis históricas páginas para una crítica de las varias corrientes socialistas y comunistas (cincuenta y seis párrafos). A pesar de que en el Manifiesto faltan algunos conceptos científicos de importancia en el marxismo, la intensa condensación del texto indica que sus autores dominaban ya con mucha seguridad el esquema general de su concepción.

En la primera parte («Bourgeois y proletarios») Marx y Engels explican la historia documentada de todas la sociedades como historia de las luchas de clases. «libre y esclavo, patricio y plebeyo, noble y siervo, maestro y oficial, en suma, opresores y oprimidos, se encontraron en contraposición constante los unos contra los otros, llevaron una lucha ininterrumpida, a veces oculta, a veces abierta, lucha que terminó cada vez con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la ruina común de las clases en lucha.»

En la historia de Europa esta última posibilidad, la de la catástrofe común de las principales clases en lucha, había ocurrido por última vez hasta ahora con la caída del Imperio Romano de Occidente.

Luego, la lucha de clases, la historia europea, se ha desarrollado sin roturas civilizatorias tan profundas, hasta constituir el sistema capitalista, dominado por la clase a la que se suele llamar «burguesía» en recuerdo de su origen urbano (en los «burgos»).

El Manifiesto pone los dos aspectos, característicos en su unión, de la sociedad capitalista: por un lado el enorme crecimiento de las fuerzas productivas [Sacristán las llamará poco después, en un giro ecologista de interés, fuerzas productivo-destructivas] y de la riqueza, en comparación con las sociedades anteriores; por otro, la destrucción de los lazos personales cualitativos e individualizados, entre las personas: «En los cien años escasos de su dominio la burguesía ha creado fuerzas productivas más cuantiosas y más colosales que todas las demás generaciones pasadas juntas». Pero también: «Donde ha llegado a dominar, la burguesía ha destruido todas las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Ha desgarrado despiadadamente los abigarrados vínculos feudales que unían a los hombres con sus superiores naturales y no ha dejado entre hombre y hombre más lazo que el interés desnudo, el «pago al contado» sin sentimiento alguno. Ha ahogado en el agua helada del cálculo egoísta el santo escalofrío de la mística piadosa, del entusiasmo caballeresco, de la melancolía de los ciudadanos medievales. Ha disuelto la dignidad personal en el valor de cambio…»

De todos modos, apunta el autor de Las ideas gnoseológicas de Heidegger, estas consecuencias culturales o morales del capitalismo no son toda la causa, ni la causa principal, de la posibilidad de una revolución que supere esa sociedad.

En realidad, ni siquiera se puede decir que tales efectos sean sólo nocivos. Los lazos idílicos pre-capitalistas eran en gran parte recubrimiento hipócrita de una realidad vital mucho más siniestra, que el capitalismo ha puesto al descubierto: «Con una palabra: la burguesía ha colocado, en el lugar de la explotación envuelta en ilusiones religiosas y políticas la explotación abierta, desvergonzada, directa, a secas.» Lo que posibilita la superación de la sociedad capitalista es la contradicción entre la tendencia a incrementar las fuerzas productivas y las «relaciones de producción» (las relaciones en que entran los hombres divididos en clases) que son el marco en el cual se mueven aquellas fuerzas. Esta contradicción se manifiesta de muchas maneras, recuerda el texto a pesar de su brevedad. Por ejemplo: el capitalismo ha aumentado mucho la productividad del trabajo y, sin embargo, aumenta también la dureza laboral de la vida de los niños y de las mujeres, por no hablar ya del obrero industrial adulto. O también: el capitalismo ha hecho plenamente social el trabajo, la producción, hasta el punto de que ni siquiera es ya concebible un trabajo artesano aislado, que no dependa profundamente del resto de las actividades productivas; y en la «fábrica» el lugar por antonomasia del trabajo capitalista, los trabajadores son como miembros de un organismo colectivo que es el verdadero productor; sin embargo, las relaciones de producción capitalistas no son nada socializadas, sino individualistas y privatistas.

O también, proseguía Sacristán, con palabras del Manifiesto: 

desde hace décadas la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la cólera de las modernas fuerzas productivas contra las relaciones de producción modernas, contra las relaciones de propiedad que son las condiciones de vida de la burguesía y de su dominio. Basta con recordar las crisis comerciales que, con su periódico retorno, ponen cada vez más en tela de juicio la existencia de toda la sociedad burguesa. En las crisis comerciales se destruye regularmente una gran parte no sólo de los productos conseguidos, sino incluso de las fuerzas productivas ya creadas. En las crisis estalla una epidemia social que habría parecido un absurdo en todas las épocas anteriores: la epidemia de la sobreproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estadio de barbarie momentánea; parece como si la miseria o una guerra mundial de exterminio la hubieran privado de todos los víveres; la industria y el comercio parecen destruidos, y ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados víveres, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no promueven ya la civilización burguesa y las relaciones de propiedad burguesas; al contrario: han crecido demasiado para esas relaciones, las cuales las inhiben; y en cuanto que superan ese obstáculo, revuelven toda la sociedad burguesa, amenazan la existencia de la sociedad burguesa. Las relaciones burguesas se han hecho demasiado estrechas para abarcar la riqueza que ellas han producido. ¿Cómo domina la burguesía las crisis? Por una parte, imponiendo la aniquilación de una masa de fuerzas productivas; por otra, conquistando nuevos mercados y explotando más profundamente los antiguos. ¿Cómo las supera, pues? Preparando crisis más completas y violentas, y disminuyendo los medios de prevenirlas.

Pero la contradicción presente en el desarrollo capitalista, advertía, no da más que la posibilidad de abolir y superar el sistema, no daba ninguna necesidad ni generaba ninguna ley inexorable de la historia. No hay determinismo, no existe ningún mecanismo que garantice nada:

la sola falta de coherencia lógica estructural no basta para que sea superada una cosa que es de algún modo viva, compuesta de vidas, como es la sociedad. Las contradicciones internas son sólo «armas» empujando las cuales se puede derribar un desorden social, lo habitualmente llamado «el Orden» «pero la burguesía no sólo ha forjado las armas que le dará muerte; también ha engendrado a los hombres que empuñarán esas armas: los trabajadores modernos, los proletarios.» Estos han de tomar consciencia de la posibilidad que se les ofrece si combaten unidos contra el mal que los oprime. El Manifiesto Comunista termina con la divisa ya célebre: Proletarios de todo los países, uníos. 

Hasta aquí el MC en su artículo «Karl Marx» de 1974.

Cuatro años después, el 24 de abril de 1978, con motivo del 130 aniversario de la publicación del Manifiesto, Sacristán intervino en una mesa redonda (que no llegó a grabarse) que con este título se celebró en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona. El siguiente esquema es el guión de su intervención.

El primer punto:

1. 1. Esta cuestión de la actualidad del MC -de su lectura desde el punto de vista de hoy en Europa Occidental- tiene una justificación considerable, no es sólo pretexto para conmemorar un escrito influyente.

1.1.1. Sin despreciar, claro, la conmemoración misma.

1.2. No pienso, al decir eso, en el interés que sin duda tiene, a propósito de todo texto que ha influido e influye, el formar la típica lista de «lo vivo y lo muerto».

1.2.1. Pero ese enfoque del asunto queda excluido por los 20 minutos.

1.2.2. Y tal vez no sea tampoco lo más interesante.

1.3. Lo que me parece más interesante es un aspecto muy general del MC, un rasgo característico que resultó particularmente moderno a mediados del XIX.

El segundo apartado del esquema:

2.1. El M es un «Manifiesto» destinado a poner brevemente en claro ante el público las ideas de un grupo reducido.

2.2. Pero grupo activo, popular y proletario en gran parte, no de sólo ideólogos, como lo eran hasta entonces los grupos productores de reflexión emancipatoria (no de la práctica, claro).

2.3. Eso repercute en la importancia del M para partido moderno

2.3.1. Lo normal entonces era o bien los partidos electorales de notables, o bien la escuela o secta sin acción social

2.3.1.1. Los casos cartistas y reformistas agrarios americanos en trabajador.

2.3.2. El M, aunque no muy categórico, explicita y origina la idea de un partido obrero como instrumento directo de la lucha de clases

2.3.3. La cuestión del nombre. Cambio a MC en la edición alemana de 1872,

2.3.3.1. Probablemente por las vicisitudes de la AIT

El tercer apartado:

3.1. El cuajar de la idea de partido obrero de clase implicaba el paso de la especulación al pensamiento de la práctica obrera, de la idea abstracta a la ética, de la ideología a la política.

3.1.1. En las construcciones sociológicas: programa.

3.1.2. En el fundamento: no esencialismo, sino análisis sociológico.

3.2. Así se explica la sección III del M y, en particular, la parte de crítica del socialismo filosófico.

3.2.1. Ejemplo de III 22.

3.3. Pues bien: en lo más esencial, la actualidad o la caducidad completa del M se decide en torno a eso.

El cuarto punto:

4.1. Y, tras la moda marxista, la antimarxista es parte de una amplia reacción antipráctica, especulativa.

4.1.1. Dejo de lado el anarquismo.

4.2. Desactivación, en realidad pro-reformista.

4.3. Des-sociologización («poder»), que lo mismo

4.4. Precedentes o materiales de la nueva hegemonía:

4.4.1. La crítica conservadora académica tradicional. Hayek hoy.

4.4.2. La crítica especulativa pseudo-revolucionaria: Adorno.

4.4.2.1. Sus alumnos

4.4.2.1.1. Saint-Just.

El quinto apartado, el último:

5.1. No son ignorables motivos interesantes para todos

5.1.1. La práctica del «socialismo real». En serio.

5.1.2. Huecos y errores del pensamiento praxeológico

5.1.2.1. La cuestión del poder (Russell)

5.1.2.2. La de las fuerzas productivas

5.2. Ni tampoco las causas sociales: es la compleja reacción de la ambigua capa de los intelectuales.

5.3. Lo que está en juego

5.3.1. Abandono negativista del intento revolucionario programático, racional

5.3.2. O volver a empezar con la motivación del M: redescubrir la posibilidad programática

5.4. La actualidad del M consiste en que está en el comienzo de un proyecto hoy en crisis, y su tendencia encarna una de las dos reacciones posibles a la crisis: la del proyecto.

Sobre 5.1.2., sobre el pensamiento praxeológico, una observación, un intento de aclaración. En «¿A qué género literario pertenece El Capital de Marx?», mientras tanto 66, pp. 35-36 (ahora también en Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Madrid, Trotta, 2004, edición de Albet Domingo), comentaba Sacristán, diferenciando pragmatismo y «el género literario de El capital«:

El «género literario» del Marx maduro no es la teoría en el sentido fuerte o formal que hoy tiene esa palabra. Pero tampoco es -como quería Croce- el género literario de Ricardo. Y ello porque Ricardo no se ha propuesto lo que esencialmente se propone Marx:fundamentar y formular racionalmente un proyecto de transformación de la sociedad. Esta especial ocupación -que acaso pudiera llamarse «praxeología, de fundamentación científica de una práctica- es el «género literario» bajo el cual caen todas las obras de madurez de Marx, y hasta una gran parte de su epistolario. Por ello es inútil leer las obras de Marx como teoría pura en el sentido formal de la sistemática universitaria, y es inútil leerlas como si fueran puros programas de acción política. Ni tampoco son las dos cosas «a la vez», sumadas, por así decirlo: sino que son un discurso continuo, no cortado, que va constantemente del programa a la fundamentación científica, y viceversa.

Es obvio -y desconocerlo sería confundir la «praxeología» marxiana con un pragmatismo- que la ocupación intelectual obliga a Marx a dominar y esclarecer científicamente la mayor cantidad de material posible y, por lo tanto, que siempre será una operación admisible y con sentido la crítica meramente científica de los elementos meramente teóricos de la obra de Marx…

Lo único realmente estéril, agregaba, fue una constante en su pensamiento, era hacer de la obra de Marx algo que tuviera por fuerza que encasillarse en la sistemática intelectual académica (lo mismo dijo dos años después de Gramsci): «forzar su discurso en el de la pura teoría, como hizo la interpretación socialdemócrata y hacen hoy los althusserianos, o forzarlo en la pura filosofía, en la mera postulación de ideales, como hacen hoy numerosos intelectuales católicos tan bien intencionados como unilaterales en su lectura de Marx». 

Dos anotaciones complementarias.

De la carpeta «OME hojas» de la documentación depositada en la Biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la UB, unos materiales de trabajo de Sacristán sobre el MC que no están fechados. Esquema temático detallado, con breves comentarios. Los números remiten a los fragmentos del texto. Los asteriscos señalan, probablemente, el interés especial de algunos pasos.

Prólogo.

I. Bourgeois und Proletarier [Burgueses y proletarios].

– La historia, luchas de clases. Afirmación general. 1-3. [Posibilidad ruina: 2].

– La lucha de clases de la época contemporánea: simplificación del cuadro de las clases. 4-5.

La burguesía: – Origen. 6. – Desarrollo. 7. América, etc. -La manufactura 8: Cambio en la división del trabajo. -Las máquinas, la gran industria y la burguesía moderna. 9. -El mercado mundial y su relación dialéctica con la gran industria. 10, 11. -Progresos políticos (burgueses) paralelos de la evolución. 12 ** –Función revolucionaria de la burguesía: 13: -Destrucción del mundo feudal. 14. Y de los velos ideológicos de la explotación. -Asalarización de profesiones intelectuales. 15.- Desenmascaramiento de la familia. 16. -Incremento de la producción y de la productividad. 17.-Introducción del cambio permanente. 18**-> desenmascaramiento consiguiente de lo santificado. -Mercado mundial y cosmopolitismo. 19, 20**. -Universalización civilizatoria. 21. Ironiquísima. -Sumisión del campo a la ciudad. 22. -Procesos de concentración. 23. -Creación de fuerzas de producción. 24. -Resumen sociológico del cambio. 25,26 *

-La actual situación de la sociedad burguesa – Síntomas de nuevo cambio social. 27*** – La crisis. 27. -La crisis. 27, 28. 

– El proletariado: -Origen y naturaleza. 29, 30. Ellos mismos «mercancía». -El trabajo proletario. 31 **. Industrial-maquinista. -La gran organización del trabajo fabril. 32** -Trabajo de mujeres y niños. 33** -El trabajador como consumidor. 34. -Proletarización. 35. -Evolución.* 36: -Primeras luchas proletarias bajo dirección burguesa. 37, 38. -Concentración proletaria y coaliciones. 39* -Victorias provisionales de los obreros. 40. Centralización organización.-El proletariado y su revolución: -Clase y partido. Consciencia. 41.- Divisiones de la burguesía. 42**. Formación política y general del proletariado. -Proletarización y «educación» exógena de la clase. 43*. -Paso de ideólogos al proletariado. 44. -El proletariado, única clase revolucionaria, por su fundamento industrial. 45-54. -Capas medias. 46. Si posible paso a revolucionarios. -Lumpenproletariat. 47. -Destrucción de las viejas condiciones de vida en el proletariado. 48. -Los proletarios no tiene nada que asegurar. 49* -Y su mayoría. La revolución es globalmente social. 50. -Forma nacional de la lucha.51. -Dominio proletario por derrocamiento violento de la burguesía. 52. -Pauperización: incapacidad de la burguesía para seguir dominando. 53*. -La ruina de la burguesía es político-social: es la unión de los obreros. 54. 

II. Proletatier und Kommunisten [Proletarios y comunistas]. 

-Caracterización del movimiento comunista. 1-14: -Los comunistas no son ningún partido obrero particular. 1-3. – No ponen principios particulares. 4** -Internacionalismo y globalidad de su punto de vista. 5.-Mayores decisión, propulsión y comprensión del movimiento proletario y sus resultados generales. 6. -Mismo objetivo inmediato que todos los demás partidos proletarios: poder proletario. 7. -Base no ideológica. 8. -Sino generalización de la existente lucha de clases. 9. -La abolición de la propiedad privada. 10-14. -Cambio histórico de las relaciones de propiedad. 10. -En la Revolución Francesa, p. e. 11. -Abolición de la propiedad burguesa. 12. -Pero ésta es la última forma de explotación. 13* -Por eso la teoría comunista es resumible en la frase «abolición de la propiedad privada». 14. 

-Aclaración en polémica con la crítica ideológica burguesa. 15-69.

[Sobre la propiedad] 15-35: -El reproche de abolición de la propiedad personal. 15. No existe la antigua propiedad personal. 16. Existe la moderna propiedad privada burguesa. 17. +que no crea propiedad para el obrero, sino capital para el capitalista. 18. -El capital es un producto y una función sociales. 19. -El capital es una fuerza social. 20. -Por eso su colectivización no es destrucción de propiedad personal, sino cambio de su carácter social: deja de ser clasista. 21. -El trabajo asalariado, 22. -Su precio medio es el mínimo de salario. No se trata de abolir esa apropiación personal, sino de abolir su carácter miserable. 23. -Trabajo vivo y trabajo acumulado en la sociedad burguesa y en la comunista. 24. -Lo pasado y lo presente en ambas sociedades. Capital e individuo activo. 25. -Abolición de esa situación. 26. -Libertad burguesa. 27. La abolición de la burguesía la deja sin sentido. 28. -La propiedad privada en sociedad burguesa lo es del 1/10 de la sociedad. 29. -se trata de abolir esa propiedad. 30. – Identificación burguesa de persona con propiedad burguesa. 31* -Su abolición (de esa persona). 32. -El comunismo no impide la apropiación personal de productos sociales, sino su utilización para sometimiento de otros. 33. – Objeción burguesa de la paralización económica por la abolición de la propiedad privada. 34. – Refutación: los obreros no deberían trabajar hoy. 35. [Sobre la educación y la cultura] 36-39: -La burguesía identifica educación de clase con educación. 36. -Su educación es para la mayoría conversión en máquina. 37 -Las representaciones ideales burguesas. 38. Su ideologización naturalista eternizadora. 39 

– [Sobre la familia] 40-52:

– Abolición de la familia. 40 -La familia de la sociedad burguesa. 41. -Su desaparición con la del capital 42. -Abolición de la explotación de los niños por sus padres. 43. -Instauración de la educación social. 44. -Ya lo es la burguesa: se trata sólo de abolir su carácter clasista dominante. 45 -Los lazos familiares están ya destruidos para el proletario. 46 -Reproche de introducción de la promiscuidad. 47 .Basado en que para el burgués su mujer es un instrumento de producción.48 .Pero se trata de abolir esa posición de la mujer. 49 .Por lo demás, la promiscuidad femenina ha existido casi siempre. 50. Usurpación y adulterio. 51 . Abolición de la prostitución. 52. 

[Sobre la patria, la nacionalidad] 53-58.

-Reproche de abolición de la patria, la nacionalidad 53: -Los trabajadores no tiene patria. Aunque son de momento nacionales en otro sentido, por conquista del estado. 54* -Disminución de las diferencias nacionales ya por y con la burguesía. 55. -Aceleración del proceso por el dominio proletario. 56. -Abolición de la explotación de naciones, paralela de la de individuos. 57. -Extinción de las hostilidades entre naciones. 58* 

[Sobre otros temas polémicos] 59-69:

-Acusaciones ideológicas. 59. -Principio del materialismo histórico, dado como evidencia. 60 -Ideas dominantes y clase dominante. 61 -Qué quiere decir «ideas revolucionarias». 62 -Ejemplificaciones históricas. 63** -Objeción de que las ideas cambian. 64. -mientras que el comunismo suprime su lugar mismo. 65 -Respuesta: hasta ahora siempre ha habido antagonismos entre clases. 66. -A través de todas las revoluciones. 67* -Pero la revolución comunista termina también con las clases, con lo común a toda fase pasada, el clasismo, y así con el lugar de esas ideas. 68 -Se concluye la aclaración polémica. 69  

Estrategia general de la revolución. 70-76:

-Primer paso: democracia como dominio proletario. 70 -Centralización estatal y aumento fuerzas productivas. 71 -Intervenciones despóticas primero anti-económicas, pero inevitables para transformación modo de producción. 72 -Diversidades nacionales de esas medidas. 73 -Las 10 medidas para los países más progresados. 74** -El paso al comunismo. 75-76. Abolición de las clases y la política. 75* . La asociación. 76 

III. Socialistische und Kommunistische Literatur [Literatura socialista y comunista] 

1. El socialismo reaccionario 1-34: a) El socialismo feudal. 1-10. el *8, el *10. -Legitimistas y joven Inglaterra. b) El socialismo pequeñoburgués. 11-*17 – Sin moral. c) El socialismo alemán o «verdadero». 18-34. ***19, *30, *34.

2. El socialismo conservador o burgués. 35-42. – Proudhon *38, *42.

3. El socialismo y el comunismo crítico-utópicos. -Exclusión de la expresión accidental del proletariado en la revolución burguesa (Babeuf). 43 -Carácter utópico. 44-52. -Por falta de condiciones, contenido reaccionario. 44. +Ascetismo e igualitarismo vulgar. Los sistemas utópicos nacen en la primera fase de la lucha entre proletariado y burguesía. 45 .Ven el antagonismo, no la iniciativa proletaria. 46 .No ven las condiciones materiales de la liberación del proletariado, e intentan inventarlas. 47. Propaganda y proyectos. 48 .El proletariado es para ellos sólo la clase que más sufre. 49 .Se creen por encima de la lucha de clases. 50 .Por lo que rechazan la acción política, revolucionaria. 51 .La concepción corresponde a la primera, obscura aspiración transformadora proletaria. 52*** .Carácter crítico, 53-56. .Valioso material crítico de las tesis no positivas, no utópicas. *53. -Su importancia es inversamente proporcional al desarrollo histórico. 54* Degradación reaccionaria o conservadora. -Por eso oposición al movimiento político obrero. 55. . Ejemplos 56. 

IV. Stellung der Kommunisten zu den verschiedenen oppositionellen Parteien [Posición de los comunistas frente a los diversos partidos opositores].

– Nueva caracterización de la estrategia.1-2, concretando partidos, objetivos intermedios, alianzas. 2. -Mención de algunos países 3-6. -Nueva caracterización de la estrategia a propósito de Alemania. 5-*6 -Previsión sobre Alemania. 7 -Resumen 8-11. 

Por cierto, como antes señalaba, la única página superviviente de un manuscrito del Manifiesto comunista contiene en la parte superior dos líneas complementarias que fueron escritas por Jenny Marx, la hábil descifradora de la imposible letra de Marx. Conviene recordar estas línea de su hija Eleanor, la gran Tussy, una verdadera heroína:

Fue una época terrible [octubre de 1881]. Nuestra querida madre estaba en la gran sala de enfrente. Moro en la pequeña habitación de atrás. Y los dos, tan acostumbrados el uno al otro, tan próximos entre sí, no podían siquiera estar junto en la misma habitación. Nuestra buena y vieja Lenchen […] y yo tuvimos que cuidarles a ambos.. Nunca olvidaré la mañana en que se sintió suficientemente fuerte para ir a la habitación de mamá. Cuando estuvieron juntos de nuevo eran personas jóvenes: ella una muchacha joven y él un joven amante, ambos en el umbral de la vida, no un viejo devastado por la enfermedad y una vieja agonizante que se separaban el uno del otro para siempre. [3]

La semana que viene toca presentar un texto de Sacristán de 1956, reeditado por el comité ejecutivo del PSUC en febrero de 1972, acaso su primer material marxista.

 

Notas:

1) Manuel Sacristán, «¿Qué Marx se leerá-a en el siglo XXI?». En Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Barcelona, Editorial Icaria, 1987, pp. 123-124 (edición de Juan-Ramón Capella)

2) «Karl Marx». En Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983, pp. 296-301.

3) David McLellan, Karl Marx. Su vida y sus ideas, Barcelona, Ed. Crítica, 1983, p. 515 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.