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Reseña de Madrid 1939. La conjura del coronel Casado (Cátedra, 2019), de Ángel Bahamonde

Sobre el segundo golpe contra la II República

Fuentes: Rebelión [Imagen: El coronel Casado. Créditos: Alfonso]

Palabras con las que el autor abre el libro y este comentarista esta reseña: “El 5 de marzo de 1939, al caer la noche, el coronel Segismundo Casado lideró un golpe de Estado contra el gobierno que presidía Juan Negrín. El plan fue urdido durante meses. Esbozado desde finales de 1938, engendrado en enero de 1939 y rematado en el mes de febrero, el golpe solo encontró la oposición del partido comunista…”. Madrid, la ciudad resistente, se convirtió en el epicentro del drama, el espacio de la pequeña guerra civil dentro de la guerra civil. El segundo golpe de Estado, no valen otras formulaciones, sangriento y exitoso contra la II República española. Desde sus propias filas, y con la colaboración de sectores de la CNT, del PSOE y, por supuesto, de muchos militares profesionales (véase apéndice). Para el autor, Franco, mucho más hábil y astuto políticamente de lo que suele afirmarse, y Casado “compartían, a fin de cuentas, la idea común de la superioridad moral de los militares y la desconfianza hacia cualquier política emanada de la soberanía popular. Hablaban teóricamente un mismo lenguaje, pero la realidad es que Franco se militó a dejar que Casado lo creyera así”.

Un libro imprescindible, de excelente prosa. Para historiadores y para no historiadores, para todos aquellos ciudadanos que quieren informarse y profundizar en la infamia de Casado y sus compañeros. No es un libro dirigido exclusivamente a especialistas.

Un breve apunte sobre el autor: Ángel Bahamonde Magro es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III de Madrid. Publicó en 2000 en Marcial Pons, en colaboración con Javier Cervera, Así terminó la guerra civil. Publicó también en Cátedra: Historia de España del siglo XIX.

Forman Madrid 1939, la introducción, diez capítulos, la conclusión, un apéndice (¡que no hay que perderse!), la bibliografía y excelentes fotografías de algunos de los protagonistas. Entre los capítulos: “El marco histórico de la conspiración”, “Los militares profesionales de la zona Centro-Sur en la conspiración casadista”, “Los aliados de Casado: la CNT madrileña y el golpe de Estado”, “Los comunistas frente a Casado y la soledad de Negrín”, “Casado huye de España con la connivencia de Franco”, “El castigo del vencedor sobre el Ejército de Centro”.

Hubiera sido de interés la incorporación de un índice nominal y una mayor aproximación a la figura de Julián Besteiro (él fue quien, junto a Casado, anunció por radio la sublevación antinegrinista del 5 de marzo).

Seis breves consideraciones, sucinto aperitivo para el lector:

1. No solo es Casado el protagonista de esta película (real) de felonía e infamia. El golpe de Estado de 1939 “no puede explicarse únicamente por la iniciativa personal del coronel Casado. Sería una pretensión reduccionista, y estaríamos desatendiendo otras realidades coexistentes y coincidentes en el tiempo y el espacio”. Recordemos que en febrero de 1939 Gran Bretaña y Francia reconocieron al gobierno de Franco como el único gobierno legal de España.

2. Bahamonde sostiene que en la ambientación global de finales de 1938, la política de resistencia de Negrín (¡resistir es vencer!) no tenía alternativa política viable. “Lo que el teniente coronel Morel denominó partido de la paz, en cuya cúspide situaba al presidente de la República, aumentó sus críticas a la política negrinista, sin conseguir sustituirla… El discurso de la paz estaba bañado de un fuerte anticomunismo que valoraba a Negrín y su gabinete como un conjunto de títeres en manos de los comunistas y al servicio de Moscú”.

3. Para el autor el modelo de militar leal a la República queda ejemplificado en la figura de Hernández Saravia. Advierte que en absoluto pretende un acta de acusación generalizada contra los militares profesionales que sirvieron a la República. “Decenas de ellos fueron fusilados al terminar la guerra, centenares fueron condenados a altas penas y todos perdieron su empleo”. Pero, en su opinión, documentada, tampoco es cierta “la identificación que frecuentemente se realiza entre militares no sublevados y afección a la causa republicana, dando lugar a una cuantificación de efectivos militares para los dos bandos que no corresponde en absoluto a la realidad”. Bahamonde ve detrás de ello, con razón en mi opinión, un intento de “revalorizar la victoria franquista sobercargando la cifra de militares profesionales auténticamente proclives a las diferentes representaciones del mundo republicano”.

4. Son varias las aproximaciones del autor, siempre interesantes y matizadas, a la figura del general Vicente Rojo. Una de ellas, de una nota de la página 118: “El 28 de febrero Vicente Rojo comunicó por carta a Negrín que se sentía desvinculado del gobierno desde el 9 de febrero [el 12 le presentó Azaña su renuncia], y le pedía que evitara una resistencia inútil y que asumiera las consecuencias de la inevitable derrota. Dos días después del golpe de Casado, el general escribió a Matallana, indicándole que tanto él como el general Jurado estaban dispuestos a viajar a la zona Centro-Sur, pero solo para gestionar el final de la guerra”.

5. Para Bahamonde, dado el largo y dilatado período de fermentación del golpe, “sorprende la falta de reacción del doctor Negrín. Desde todos los ámbitos venía recibiendo avisos de la necesidad de poner fin a la guerra, y el estallido de la conjura era una mera cuestión de tiempo. El conglomerado antinegrinista regresaba ahora con más fuerza que nunca, dispuesto a conseguir la paz de cualquier precio y a toda costa. En esta ocasión, Negrín fue incapaz de hallar una sola medida que pudiera alterar el curso de los acontecimientos o, al menos, retrasarlos”. Si no quieren deprimirse profundamente, no lean la conversación entre Edmundo Domínguez, el comisario inspector del Ejército del Centro, y el presidente Negrín a finales de febrero de 1939 (páginas 179-181).

6. Para Bahamonde, la prueba más concluyente de que no existió un complot comunista como se ha afirmado centenares de veces “la constituye la ausencia de un plan global del partido para apoyar el hipotético golpe legal que, según Casado, iba a realizar Negrín con el recambio generalizado de mandos en los diferentes ejércitos de la zona Centro-Sur”. Ese plan solo se concibió para Madrid y no con la naturaleza atribuida por el mundo casadista, sino con un carácter defensivo.

La figura, la sensatez, el coraje y la sabiduría política de Palmiro Togliatti destacan una vez más a lo largo de las páginas de Madrid 1939.

Lo dicho: ¡no se lo pierdan! Aunque, convendrán conmigo, que es a veces amarga, muy amarga la verdad, y que por eso hay que echarla de la boca. Así, por ejemplo: “Por su parte, el coronel Casado pecó no de ingenuidad por aferrarse a las migajas de piedad que parecía regalar Franco en sus concesiones, sino de soberbia y deslealtad, por su deseo de imponer la razón militar sobre la civil, y de otorgar superioridad a lo que no era estrictamente su deber. Ni el deber de Franco era destruir un poder legítimamente constituido, ni lo era el de Casado. El resto son puros intentos de justificar lo injustificable. Y fue la coincidencia en el tiempo de ambos intereses, el de Franco por liquidar la guerra y el de Casado por deshacerse de un gobierno civil al que no respetaba -y, de paso, culminar su particular misión de erradicar el comunismo-, lo que permitió a Franco ganar la batalla simbólica, cuyo valor le dio crédito para mantener el poder durante largo tiempo, después”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.