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Entrevista a Reynaldo Marcos Padua, editor, escritor, docente e investigador puertorriqueño

“Soy, desde luego, un autor puertorriqueño”

Fuentes: Rebelión

Reynaldo Marcos Padua Rodríguez (Adjuntas, Puerto Rico, 1952-) es escritor, editor e investigador. Realizó estudios avanzados en la Universidad de Puerto Rico, donde obtuvo su grado de Doctor en Filosofía y de la que es catedrático jubilado en Estudios Hispánicos. Marcos Padua es autor de poesía, narrativa y ensayos de investigación, entre los que destacan: Welcome to the ay-land of the piña colada (Novela, 1984), Nueva canción de nostalgia (Novela, 1984, inédita), Águila (Novela, 2008), y Club de perdedores (Cuentos, 2007). En el 2004 editó, anotó y publicó Flor de lumbre: Antología poética del Grupo Guajana. Algunos de sus trabajos de investigación recientes han sido publicados por Los libros de la Iguana, editorial de la que también es editor. Reynaldo ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Hace algún tiempo publicó Águila (2008). ¿De qué trata o tratas en esta novela de trasfondo histórico biográfico y cómo recorre entre la literatura y la realidad o no ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarle?

Reynaldo Marcos Padua (RMP, en adelante) –Trabajaba de profesor de estudios Hispánicos en la Pontificia Universidad Católica recinto de Arecibo y, a finales de los 90, conocí a Margarita Maldonado Colón. Cuando eventualmente me mudé de Arecibo a Toa Baja, (aunque permanecí allí como profesor), como escritor, hacía mucho tiempo que no abordaba la prosa, con dos novelas a mi haber: una publicada, Welcome to the ay-land of the piña colada (1983), Primer Premio del Ateneo Puertorriqueño de ese año, y “Nueva canción de nostalgia” (escrita en 1983), premio del Ateneo del 1984, publicada recientemente en 2020 por Los Libros de la Iguana (LLIg). Yo, como independentista, había oído hablar del “Águila Blanca” y tenía unas ideas más o menos borrosas sobre él. Ya reubicado en Toa Baja, me entero de que Margarita es nieta del connotado personaje histórico. Cuando me lo informa, por mi mente pasó una curiosa inquietud, pues sacando cálculos, si ella fuera su nieta, debería tener más edad que los 44 años que entonces tenía. Por las fechas, yo debía suponer que fuese una viejecita a la sazón, pero no parecía lógico. Su explicación fue que su abuelo formó su familia tarde en su vida, tras años de encarcelamiento. Le pregunté si había escrito sobre él y contestó que había intentado una novela que tituló provisionalmente “Tierra de los muertos”, pero el personaje principal iba a ser su abuela, la viuda del Águila. Volví a inquirir si tenía interés en escribir sobre su abuelo, y respondió que no. Indagué si había investigado sobre él, dado que su padre, hijo directo de él, aún vivía. Me dijo que sí, pero tanto ella como su familia le habían entregado a un investigador muchas cosas, incluidas entrevistas a su padre, y ya no las tenían. “¿No tienes nada?”, le dije. “Sí, afirmó, unas carpetas con materiales en fotocopias y algunas grabaciones de gente antigua del barrio Candelaria, en Toa Baja, que lo conocieron”.

El diálogo anterior hizo que pusiera en mis manos cuanto guardaba. Volví a insistir si realmente no pensaba escribir sobre él. Se reiteró. Por mi parte, miré por encima las curiosas fotocopias de periódicos del s. XIX, récords carcelarios, etc., y le di un vistazo superficial, pero no, no necesariamente me interesaron. El asunto quedó allí… Mas, como no suelo actuar de modo superficial, y los misterios me atraen siempre, después, con mente despejada y tiempo disponible (eran las vacaciones de verano), una mañana empecé a leer todos aquellos recortes con avidez. No solo leí y releí, busqué los escritos de amantes y detractores del personaje y amplié las investigaciones, yéndome directamente a las fuentes en la sala puertorriqueña de la biblioteca Lázaro (UPR), y así fui buscando, sobre todo, el tema de las partidas sediciosas. Descubrí datos interesantes y obtuve documentación de las barbaridades que los españoles fueron capaces y las cosas terribles que algunas de esas partidas también hicieron… En fin, con todo, mis pesquisas me dejaron en una suerte de limbo literario, pues no hallaba de dónde pegarme. Releí el mamotreto entero varias veces, junto a mis materiales adquiridos, buscando algo que no aparecía. Iba a descartar el asunto un todo, cuando, doy con una carta abierta que Maldonado publicó (y yo había pasado por alto, leída ligeramente) en un periódico a raíz de la llegada de los yanquis. En ella decía su edad, 20 y pico de años. Alegó dominar el inglés, tener una partida lista y amenazó con organizarlas contra los americanos si no se le quitaban una cantidad de cargos que las autoridades españolas tenían sobre su cabeza. Esa carta fue el detonante para que entrara en acción el uso de la imaginación: crear e inventar allí donde no hubiera. Y, en efecto, me di a conversar con don Pepín, el padre de Margarita. No había ni tenían mucha información sobre la infancia de José Maldonado, salvo que sus padres fueran dueños de unas tierras en Juana Díaz y, distinguidos hombres de Ponce, lo tenían en alta estima. En la familia, hablar de Maldonado, era más o menos tabú. Se añadió a todo esto que se le conocía por hombre de armas tomar y muy temido.

Así, un día, me puse a escribir tratando de crearle un mundo de infancia y adolescencia, basado en detalles conseguidos que fueran congruentes con los datos históricos. Una vez comencé, no pude ya detenerme. Aunque lo hacía, porque a cada capítulo se los leía, tanto a la madre de ella, cuando venía a nuestro hogar, como al papá en la suya, por sensibilidad de no ofender, ya que me había metido en un asunto harto delicado para esta familia. Por fortuna, todo cuanto escribía, les parecía correcto. Entonces, me ocurrió un fenómeno extraño y maravilloso. Me sumergí anímicamente en los finales del siglo XIX, en conciencia y en imaginación y, si iba por un lugar, digamos Ponce, lo veía como habría sido en aquel entonces. Fuimos ella y yo a Juana Díaz, al barrio en que se suponía él haber vivido, y regresamos también varias veces a la ciudad de Ponce, co-protagonista de la obra. Llegamos a visitar a Guánica y también a Yauco, pero siempre leyendo la realidad con ojos que “veían” otro tiempo: los finales del siglo XIX. Cuando escribía, no sabía qué vendría después. Y si paraba para almorzar o lo que fuera, regresaba al “download” como ella le llamaba. En mis horas libres, en Arecibo (porque seguía trabajando de profesor allí), proseguía al mismo ritmo y estilo. Así, en cuestión de tres meses, la redacté de forma bronca. La recompuse, corregí una y mil veces hasta dejarla completa, pulida y satisfactoria a mi juicio, con el entusiasmo de la familia. Por mediación del poeta y escritor de Guajana Wenceslao Serra Deliz, la sometí a la Editorial Huracán, que la publicó finalmente.

– WRS – ¿Qué relación tiene Águila con vuestro trabajo creativo-investigativo anterior y posterior?

RMP – Mucho, “Nueva canción de nostalgia” fue una novela que había escrito en Arecibo a inicios de los 80 con otra pareja y en otras circunstancias. Esa fue una novela “planificada”, con mi cuarto de escribir cubierto de cartones lleno de líneas de tiempo, mapas, horóscopos de los personajes, etc. y en esto consiste la tangencia: viajes a Guayama, a sus barrios, costas y demás, dado que a su personaje principal lo hice oriundo de allí.

– WRS – Si compara vuestro crecimiento y madurez como persona, investigador y escritor, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo-investigativo de entonces con el de hoy?

RMP – Bueno, hoy soy un hombre de 70 y pico de años que ha vivido intensamente, siempre con mentalidad de novelar. Una mente que todo lo registra, que todo lo guarda para fines artísticos, donde nada se desecha, etc. La diferencia es la madurez literaria que me dio el ejercicio de la docencia y el conocimiento de la lengua y las técnicas narrativas; además del acceso a las distintas literaturas que he enseñado y el trabajo colateral de ser autodidacta, en muchos terrenos, siempre al servicio del arte que profeso.

– WRS – Reynaldo, ¿cómo visualiza su trabajo creativo-investigativo con el de vuestro núcleo generacional de investigadores y escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico o fuera?

RMP – Siempre me identifiqué con la gente de la generación de los 70. Y esto es importante para mí porque esos fueron mis años universitarios y una época donde toda la literatura que hoy llamamos el “boom” de la literatura hispanoamericana, estaba en boga y en su clímax, al igual que un interés marcado por la literatura “universal” y una enorme variedad de publicaciones de toda índole, con cantidad de editoriales, etc. En aquella ola de interés, supimos de autores que ya nadie recuerda tanto, que eran muy buenos; añadido a todo esto, la insistencia sartreana del “compromiso político”, y la visión de un futuro socialista inspirado por la Revolución Cubana, entonces meta y norte de alcanzar un futuro mejor. Ya no es tan así, pero ha quedado como un sustrato en mi acervo personal. En estos inicios literarios, me vi intentando alcanzar la publicación en las grandes editoriales en las que los grandes figuraban. Obviamente, no pudo ser. Luego, probé con los premios de prestigio en la Isla y algo conseguí. Pero, mi carácter elusivo a la publicidad ha hecho que solo se considerara de algún mérito mi poesía, donde la suerte en materia de lauros no me ha sido adversa. No he establecido relaciones con autores de afuera, salvo uno que otro amigo que aún perdura de mis tiempos literarios juveniles. He hecho algunos viajes y en esos tiempos, muchos; así que parte de lo que diga viene de ese momento. Las amistades (y enemistades) literarias, igual de allí vienen. Pero, curiosamente, he tenido reencuentros afortunados con gente de mi generación o de la inmediata anterior, que ha sido fructífera en mis momentos actuales.

– WRS – ¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo-investigativo dentro de Puerto Rico o fuera, y la de sus pares?

RMP – He tenido, como dije, un poco de aceptación en poesía, pero nada particular. Yo me mantengo y me he mantenido alejado de los corillos y capillas literarias nacionales, pero sé que algo de mi huella por ahí anda. Mi trabajo es bueno, aunque a mí no corresponde hacer su evaluación, mucho menos es mi tarea compararme a mis pares, famosos o no. No puedo decir que tenga proyección internacional, porque no la he buscado, ni menos, que haya aspirado a ella. Siempre deseé ser leído aquí, en Puerto Rico. Pero eso depende de la publicidad y de caer en algún tipo de canon, algo que no necesariamente me atrae. Mi obra existe y acaso algún día vendrán lectores que la puedan justipreciar, no por mi persona, origen de clase o cuenta bancaria.

– WRS – Sé que vos es de Puerto Rico. ¿Se considera un autor puertorriqueño o no? O, más bien, un autor de literatura, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?

RMP – Aquí nací y me formé, participé de la vida de emigración a que a veces nos fuerza el estado colonial, y regresé a continuar mi vida educativa y profesional. Soy, desde luego, un autor puertorriqueño. Lo anterior significa ser autor de una literatura que defiendo a brazo partido, pues sé que es tan buena como la que más, pero, por nuestra condición colonial, no ha tenido la difusión y oportunidades de los países soberanos. Sabemos que en nuestro propio país igualmente se niega su valor hasta en los centros docentes universitarios. Como tuve el privilegio de ser profesor de esta disciplina, recuerdo cuando estudiantes míos me decían: “Yo creía que la literatura nuestra era sobre jíbaros campesinos y cosas aburridas… no imaginaba que se escribieran esas obras como las que usted nos ha mostrado”.

Sobre José Luis González, de quién sabía antes, pero conocí en México en la década del 70, era indudablemente un universitario mexicano, dado que fue profesor en México con permanencia (tenía un ligero acento mexicano), con hijos mexicanos, y él, nacido en la República Dominicana, pero criado en Puerto Rico, de padre puertorriqueño y madre dominicana (de alta alcurnia literaria –los Henríquez Ureña). Él, en todo momento, se sentía boricua porque lo era; su obra esencial es una afirmación de la puertorriqueñidad. Pero no se nos olvide que, por ser de formación marxista, tomaba el “nacionalismo” con pinzas. Cuando murió, su última voluntad fue ser enterrado en el pueblo donde su padre había nacido. La escena de los millares y millares de niños honrando con amor y agradecimiento el cortejo fúnebre y arrojándole flores desde sus balcones hasta su final descanso, es imborrable.

– WRS – ¿Cómo integra vuestra identidad étnica, vuestra ideología política y vuestra identidad de género con o en su trabajo creativo?

RMP – Los términos que usted menciona son más palpitantes en el momento actual. Como hijo de esta tierra, soy, por predeterminación caribeño, y por ende el mestizaje está en mi ADN. Mi ideología política ha quedado clara en respuestas anteriores; sin embargo, no soy un chauvinista ni antinorteamericano, no vivo desvelado por cuál será el sistema social y político del país libre al que aspiro. Por entenderme profundamente democrático (y hoy día antiautoritario) creo en la igualdad dentro de la diversidad. Soy varón, pero no rechazo las variedades de género o como se llamen ahora. Curiosamente, en EUA, en una tesis ya publicada de un autor, se ha considerado mi novela Welcome to the ay-land of the piña colada como una obra LGBTQ, etc., lo que me honra, esto debido a que hay allí personajes gays y, probablemente, por una denuncia de un abuso público y masivo a un muchacho amujerado que escenifiqué en ella, pues los gays de un género u otro, figuran desde hace mucho tiempo en mis cuentos y obras, no porque esté de moda, sino porque son parte de la humanidad desde los más antiguos momentos de la historia, con aportaciones imprescindibles en todos los ámbitos, y el escritor que se respete, debe incluir a todas las vertientes de dicha humanidad en su obra, y de este modo abrirse a todo tipo de expresión sincera de lo que significa ser auténticamente humano.

– WRS – ¿Cómo se integra su trabajo creativo-investigativo a vuestra experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritor hoy?

RMP – No sé qué responder. Ese “trabajo creativo- investigativo” es mi vida. Por eso vivo y a tal me dedico y a esto me he dedicado desde que recuerde haber descubierto mi vocación siendo niño, y por influencia de mi madre, todo ello silenciosamente y sin aspavientos. Ahora, decirle qué se integra de mi vida a mis obras, bueno, cualquiera que se tome el trabajo de leer mis novelas, verá que muchas son “vidas” de alguien, incluida Águila… (Huracán, 2008); La música de las esferas, (LLIg, 2011); Arquíloco de Paros, (LLIg, 2019),e igual en innumerables cuentos, hay otras vidas narradas que, de ninguna manera, pueden ser la mía. Mi vida, interiormente, y a mi juicio, es mediocre e irrelevante; por eso, de algún modo me he aprovechado del arte para vivir otras que no son la propia, aunque aquí y allá, mis experiencias de vida esporádicamente y altamente transformadas, se le integren. Esto, incluyendo mi segunda novela Nueva canción de nostalgia, novela que trata sobre la guerra de Vietnam en la que nunca estuve (LLIg, 2020).

– WRS – ¿Qué diferencia observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo-investigativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?

RMP – Mi asociación con el Grupo Guajana me proveyó un entusiasmo literario que no tenía. Yo estaba en contacto con ellos desde los años 70, cuando pertenecía a otro grupo, la revista En el país de los tuertos, surgida de una división de la revista Ventana, opositora de Guajana y otras de semejante vibra como Mester y Palestra. Yo fui integrado de algún modo a la revista Guajana en los años 90 e hice mucho con ellos hasta llegar a ser considerado guajano, a mucha honra. También lo fue mi reencuentro con un amigo de juventud, (autor verdaderamente internacional) Luis López Nieves, quien me invitó a formar parte de su facultad en su programa de Creación Literaria en la Universidad del Sagrado Corazón, experiencia enriquecedora y valiosísima para mí. En 2008, precisamente el año de la publicación de Águila, inicié, junto a mi esposa, Los Libros de la Iguana (LLIg), una pequeña editorial sin fines de lucro y de autogestión, dedicada la literatura puertorriqueña. Así, con la ayuda de otros autores, he estado sacando escritores del olvido injusto; he publicado autores de Guajana y a otros de los 70, y algunos relacionados con revistas de diversas generaciones; y a todos cuantos querían publicar su libro y no tenían la oportunidad, fuera porque su obra estaba en manuscrito sin tener quién se los pasara y situaciones que no vienen a cuento ahora. Aquí hicimos hasta eso, pasar a computadora un manuscrito a mano u organizar papeles en manuscrito a maquinilla sin digitalizar y otras más que no es necesario detallar, siempre por invitación de nuestra parte. Durante el periodo de la pandemia, redoblamos esfuerzos y dimos a la estampa tantos libros o más que en otros instantes. Anterior a esta y a otras desgracias locales y mundiales se me ocurrió publicar un libro de “escritores en el nuevo milenio”. Toqué a muchas puertas, porque quería ser lo más inclusivo posible, y aprendí una dolorosa lección, aunque satisfactoria. Los grandes y reconocidos, aceptaron de buena voluntad; pero hubo creadores que me interrogaron a la saciedad y de súbito cerraron súbitamente la puerta; otros ni contestaron, y algunos hasta crearon revuelo una vez publicada por no haber sido considerados a pesar de haber sido contactados e invitados (lo tengo todo impreso en los correos electrónicos, porque allí están también los permisos). Un joven escritor renombrado, nunca me dejó usar un cuento suyo que le propuse, a guisa de que enviaría otro que nunca hizo. Pero cuando salió el tomo y vio quiénes estaban incluidos, dijo en las redes: “No vuelvo jamás a subestimar una antología”. Y se dedicó a darle apoyo aquí y allá en Internet. Se lo agradezco. Otros, a quienes invité personalmente y alegaron no tener nada, después andaban profundamente arrepentidos por no haber participado. En fin, que yo opero por la inclusión y no por su contrario. Si alguna vez se me ha quedado alguien, ha sido porque no conocía su obra (leo mucho y compro muchos libros, pero es humanamente imposible saberlo todo). Esto me pasó con la Antología de cuentos indios, que pienso reeditar para añadir autores a quienes no conocía por su obra taína entonces. He sacado antologías del nacionalismo puertorriqueño, del cuento modernista nuestro, de la ciencia ficción; pero bueno, no vamos a recargar esto más, baste decir que su propósito ha sido destacar nuestra excelente literatura dejada de lado, buscando reconocer a quienes se debe, incluso aquellos del tiempo ya ido. Es obvio que no vuelvo a pedirle nada a quien me rechazó en algún momento, pero estoy dispuesto si por su voluntad interesaran participar todavía, pues estas antologías pueden revisarse, sin duda.

– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos-investigativos tiene recientes y pendientes?

RMP – Mientras me dure el aliento, tengo dos novelas en proyecto nada más. Una es la segunda parte de Águila con bastantes capítulos y una buena investigación, pero nada todavía definitivo, el otro es un proyecto de muchos años con una investigación exhaustiva que estoy casi seguro nunca escribiré, aunque tengo muchos capítulos intentados, de título Marsilio de Padua, un italiano medieval que se destacó en París, de apellido Mainardini. También quiero estudiar el griego moderno, con fines de lectura. Esto vino por mi interés en esa extraordinaria literatura también poco difundida como la nuestra. Cuando escribí de Arquíloco de Paros, un poeta griego de la Grecia arcaica del que se sabía muy poco, en ella lo destaco con vida y milagros; como se dice, pues le “inventé” una vida recogiendo pizcas de datos y documentado a no dudar. También quiero cumplir con cerrar el ciclo de los Libros de la Iguana que no hemos podido desde hace unos cuantos años porque quedan compromisos con otros autores, a los que se les aceptó su trabajo y no hemos podido hacerlo pues somos dos personas nada más, y las fuerzas menguan igual que la vista. Pronto se publicarán, tanto una segunda parte de “Literatura Fantástica Puertorriqueña s XX y parte del XXI”, del Dr. Héctor J. Martell Morales y “La aportación del África negra en Puerto Rico” del Dr. Marcelino Juan Canino Salgado e igual una “Antología del cuento francés” del profesor Yves Paul Courcelle y unos libros de la propia Margarita sobre Degetau y Ana Roqué, entre otros. Quiero agradecerle Wilkins el haberme provisto estas guías para reflexionar sobre mi trabajo “gustoso”, aunque no siempre fácil de llevar.

Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.