Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
¿Qué hay detrás de la decisión del Alto Tribunal Penal de Iraq de condenar a muerte a Tariq Aziz, durante mucho tiempo ministro de exteriores iraquí y número dos de Sadam Hussein? La decisión ha causado conmoción en todo el mundo, en gran parte porque la sentencia hace pensar en venganza. El tribunal tomó el paso extremadamente inusual de revocar efectivamente los anteriores juicios en su contra. Porque la condena a veintisiete años de Tariq Aziz ha sido efectivamente reducida a meses por su condena a muerte. Aziz fue declarado culpable de «la persecución de partidos islámicos», cuyos dirigentes fueron asesinados, encarcelados o forzados al exilio.
Uno de los objetivos principales de Sadam fue -según el alto tribunal- el partido islámico Dawa del actual primer ministro musulmán chií Nuri al-Maliki. Presumiblemente hubo suficientes pruebas para mostrar que Tariq Aziz también estuvo involucrado en esta persecución, y por lo tanto podemos estar bastante seguros de que la represalia ciertamente jugó un papel en su condena a muerte. Cuán irónico entonces que tantos gobiernos occidentales parecieron tan satisfechos con que el régimen de Sadam contuviera a los partidos islámicos en esos días. Pero no los esperen ansiosamente; parece bastante poco probable que haya llamados a la clemencia de Washington y Londres.
Tariq Aziz es cristiano caldeo, quienes junto con los asirios cristianos, sufrieron terriblemente desde la guerra, y más de la mitad viven ahora en el exilio. El que haya sido el único cristiano en una dictadura baasista secular fue un factor que aparentemente fue explotado por Sadam, y hubo periódicas amenazas veladas a la familia de Aziz. Recuerdo que estuve en Iraq y oí que Aziz temía a Sadam, y que estaba muy preocupado por la fragilidad de la seguridad de su familia. Lo que no significa que excuse a Aziz por «seguir órdenes», pero en cierta medida puede ayudar a explicar que Aziz haya permanecido en Bagdad incluso cuando le era evidente, aunque no para Sadam, que EE.UU. y Gran Bretaña estaban decididos a muerte a invadir su país. Incluso se rumoreaba entonces que al final Aziz estaba haciendo un doble juego – esa era ciertamente mi opinión cuando fue encarcelado al terminar la guerra. Esperaba que fuera liberado dentro de cinco años y que se retirara a un chalé en Beirut.
Informé desde dentro de Iraq en dos ocasiones justo antes del inicio de la guerra. Recuerdo que vi a Aziz en el foyer del hotel Al-Rashid en Bagdad, atendiendo al dirigente nacionalista ruso Vladimir Zhirinovsky y al difunto líder de la extrema derecha austríaca, Jorg Haider. Finalmente tuvieron efecto mis pedidos para que me concediera una entrevista. Me llevaron al Ministerio de Exteriores en una limusina con cristales tintados, a un aparcamiento subterráneo, y en un ascensor a los resonantes corredores. Aziz estaba sentado solo en un gran sillón, con banderas iraquíes a ambos lados, echando bocanadas con un cigarro puro extra grande. Me dijo que «He encontrado a su señor Heath y a la señora Thatcher, pero no a su señor Blair».
«Por favor dígale al señor Blair que no tenemos armas de destrucción masiva [ADM] en Iraq», dijo Aziz. «Por favor dígale que será bienvenido si viene aquí, o envía a cualquiera que quiera ver por sí mismo». No estaba seguro de cuán seria era la oferta de Aziz, particularmente ya que cada intento mío durante la semana anterior para que me permitieran visitar algunos de los sitios identificados por la inteligencia occidental como depósitos de armas de destrucción masiva había sido rechazado con excusas cada vez más risibles. Pero después de haber entrevistado en cierto detalle al ex jefe del equipo de inspección de armas UNSCOM, Scott Ritter, me sentía bastante seguro de que Aziz decía la verdad cuando dijo que Iraq no poseía ADM. Entonces yo era también miembro elegido del Ejecutivo Nacional del Partido Laborista del Reino Unido, de modo que pasé el mensaje a Tony Blair, quien me miró enigmáticamente. Después se burló con el viceministro de Asuntos Exteriores, Chris Mullen, y le dijo que «los iraquíes deben de estar desesperados si hablan con Mark Seddon».
Algunos meses después del fin de la guerra, comencé a preguntarme lo que había sucedido con Tariq Aziz. Después de todo se entregó a los estadounidenses cuando llegaron a Bagdad. Finalmente logré rastrear a su mujer y dos hijos en un hotel en Amman, Jordania, donde cristianos caldeos velaban por ellos. La señora Aziz estaba angustiada, ya que había oído que su esposo había sufrido un ataque al corazón en la prisión. Finalmente logró ubicar a Tariz Aziz en un campo de prisioneros cerca del aeropuerto de Bagdad, y sólo recibió una nota muy breve escrita por su esposo que decía «No te preocupes, estoy bien», que le fue entregada por la Cruz Roja. Uno de los hijos de Aziz ya pensaba en mudarse a EE.UU. para graduarse como dentista, aunque recuerdo que le aconsejé que tal vez tendría que cambiar su nombre antes de obtener una visa, ya que era poco probable que «Sadam Aziz» fuera bien recibido por la Seguridad Interior de EE.UU.
Tariq Aziz tiene 74 años, y mala salud. Así ha sido durante mucho tiempo. En vista de su sentencia, parece poco probable que llegue a abandonar la prisión, si no es en un cajón de madera. Pero la venganza es obviamente una poderosa fuerza motivadora. Tampoco puede esperar mucha ayuda de muchos de esos políticos occidentales que solían rendirle homenaje en los años ochenta, cuando Iraq era un invaluable aliado contra el Irán del ayatolá. Incluso recuerdo haber visto fotos de Donald Rumsfeld que observaba el disparo de cohetes -que les había vendido ansiosamente. Tal vez Aziz, quien podría contar toda la historia de la participación occidental en Iraq, antes, durante y después de la guerra, es simplemente una personalidad demasiado embarazosa y potencialmente comprometedora como para permitir que viva en prisión hasta morir.
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Mark Seddon es escritor, y presentador en la radio. Ex corresponsal en las Naciones Unidas de Al Jazeera en inglés. Actualmente escribe, entre otros, para The Guardian, The Independent, Daily Mail, Spectator, New Statesman, y Private Eye. Es ex editor de Tribune.
Fuente: http://english.aljazeera.net/
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