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Theodorakis: música y patriotismo

Fuentes: La Jornada

¿La música es »neutral» y »apolítica»? En la Grecia de los coroneles, el decreto No. 13 del Ejército quitaba de dudas: »Se prohíbe en todo el territorio del país la ejecución o reproducción de la música y las canciones del compositor Mikis Theodorakis (…) puesto que esta música está al servicio del comunismo, suscita pasiones […]

¿La música es »neutral» y »apolítica»? En la Grecia de los coroneles, el decreto No. 13 del Ejército quitaba de dudas: »Se prohíbe en todo el territorio del país la ejecución o reproducción de la música y las canciones del compositor Mikis Theodorakis (…) puesto que esta música está al servicio del comunismo, suscita pasiones y luchas en el seno de la población» (Atenas, primero de junio de 1967).

En 1960, monárquicos y comunistas, polemistas de café y críticos de arte, estudiantes universitarios, obreros urbanos y campesinos de las aldeas más remotas del país, se dividieron en una controversia de dimensión nacional: los partidarios del compositor Manos Hadjidakis, y los devotos de Theodorakis.

Tras la fachada de la polémica musical, el conflicto político-cultural: en las décadas precedentes Grecia había sido humillada y negociada por la monarquía pro-nazi, la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, la Inglaterra de Churchill, la Rusia de Stalin y el gobierno de Constantino Karamanlis, régimen seudoconstitucional impuesto por Estados Unidos (1955-63).

En Atenas, Hadjidakis grabó su orquestación de Epitaphios y dirigió la orquesta en persona, con Nana Moskouri como solista. Pese a que Thedorakis se hallaba exiliado en París (donde en 1959 le había dado el tono musical al poema de Yannis Ritsos), las canciones se difundieron en todas las radioemisoras de Grecia.

Inconforme con el trabajo de Hadjidakis, Mikis regresa a Grecia y aporta al debate formando su propia orquesta, reinterpretando Epitaphios en la tradición popular. »Se le dice a mi pueblo -dijo- que él nada significa (…) Yo, con mi música, afirmo que nuestro país es grande y hermoso, y que somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos. Grecia puede ser feliz».

En 1960, Theodorakis realizó giras de conciertos por toda Grecia. A menudo, la gendarmería local obstaculizaba la asistencia del público, destruyendo los instrumentos y enviando bandas de provocadores a las salas en que tenían lugar los conciertos.

Durante una representación de Antígona, en la Opera de Stuttgart, Theodorakis se pronunció contra el terror de Karamanlis sobre la población griega. Entonces, amenazaron con matarlo no bien volviese a pisar territorio griego. Su respuesta fue anunciar el día y la hora de llegada al aeropuerto de Atenas. Allí, los estudiantes lo recibieron entonando sus canciones.

Theodorakis se convirtió en leyenda. El día que los alemanes abandonaron Atenas y el Pireo (1944), un comando guerrillero dirigido por el músico a los 19 años se tomó las armas del estado mayor de la Luftwaffe, y se las entregó al grupo de estudiantes Lord Byron, del que formaba parte Iannis Xenakis, quien luego sería compositor de fama mundial.

Europa festejó la caída del nazismo pero los griegos nada podían festejar. A finales de 1944, en el contexto de la negociación Churchill-Stalin, el ejército »de liberación» británico desembarcó en el Pireo. Tras seis semanas de duros combates, los ingleses arrestaron a 7 mil 500 patriotas y los enviaron al campo de concentración de El Daba. Theodorakis, entre ellos.

De 1946 a 1954, el autor de la música de Zorba, el Griego (novela de Nikos Kazantzakis, filmada por Michael Cacoyannis, 1964), se unió a las guerrillas de Markos Vafiadis en las montañas de Grecia, terminó en la clandestinidad sus estudios en el Conservatorio de Atenas, y pasó por varios campos de concentración que resintieron gravemente su salud.

En febrero de 1949, Theodorakis fue internado para ser »reeducado» en el campo de Makronisos, isla donde los ingleses recluyeron a 30 mil personas »contaminadas del virus rojo». Las tropas abrieron fuego sobre la multitud, ocasionando cientos de muertos y heridos. Luego, se invitó a los »contaminados» a firmar una declaración de acatamiento al gobierno. El procedimiento se repitió una y otra vez. Theodorakis sobrevivió pero se rehusó a firmar.

Inesperadamente, la reina Federica de Grecia, ex miembro de las juventudes hitlerianas, realizó una visita a Makronisos. La madre de quien será Sofía de España, reiteró la »invitación». Theodorakis no firmó. Al día siguiente, el esbirro Loris, especialista en torturas óseas, fracturó la pierna derecha del músico.

Enterado que su hijo había sido trasladado a un hospital militar de Atenas, el padre fue a buscarlo. Una y otra vez pasó ante el lecho de Mikis, sin reconocerlo. Theodorakis lo vio, pero no pudo hablarle: tenía la mandíbula dislocada. Reintegrado al »servicio» en Alejandrópolis, su capitán ordenó que lo raparan, metiéndolo en un calabozo. Desesperado, Theodorakis trató de suicidarse ingiriendo pólvora. Trasladado a un hospital de Salónica, fue internado en el pabellón para enfermos mentales.

Una beca del gobierno francés acabó con el suplicio. El músico viajó a París, y allí frecuentó el conservatorio bajo la dirección de Eugéne Bigot. Seis meses después, presentó en la Escuela Normal su Sonatina para piano. En 1958 estrenó en Londres Antígona, para Margot Fonteyn, Los amantes de Teruel y El fuego de la pólvora, para Ludmilla Tcherina.

Caído el régimen de Karamanlis, Theodorakis fue elegido diputado por la región del Pireo y más tarde presidente de las Juventudes Lambrakis, nombre de un político asesinado en mayo de 1965. Al grito de »Lambrakis vive», medio millón de personas acompañó al político a su tumba. En griego, »vive» es zi, que es también el nombre de la letra Z y de la película homónima filmada por el cineasta Costa-Gavras, narrando los hechos (1969).

Las Juventudes Lambrakis crecieron con fuerza explosiva. Plantaban árboles, restauraban templos, donaban sangre, creaban casas de cultura y bibliotecas y asumían tareas políticas y sociales. Sin embargo, el primero de enero de 1967 el rey Constantino acusó de ser comunista a 70 por ciento de la población. La música de Theodorakis fue prohibida por las radios del Estado. Los comerciantes de discos debían extender facturas con los nombres de los compradores.

El 21 de abril de 1967, mientras Theodorakis hacía gestiones con el político Jorge Papandreu para formar un gobierno de coalición, los coroneles derrocaron al rey y tomaron el poder. En agosto de 1968, la dictadura confinó al músico junto con su familia en la aldea de Zatuna.

Theodorakis siguió componiendo canciones, himnos y óperas y escribió el poema Arcadia (1969), donde dice:

Soy europeo y tengo dos oídos: uno

para oír y el otro, sensible.

Gime un checo, un ruso, un polaco,

y entonces

Todo hombre se siente herido

el cielo se desploma

Pero si es negro, griego o hindú

el afligido

Me encojo de hombros: que Dios

lo ayude.

Soy europeo: tengo dos oídos, de los

cuales uno solo es receptivo cuando

el Este rechina sus dientes.

En 1970, una gestión en Atenas del político francés Jean Jacques Servan-Schreiber, permitió que el músico fuese liberado, retornando a París. En Israel, Theodorakis se convirtió en favorito de la flor y nata del público musical. Hasta que a pedido de Arafat compuso el himno nacional palestino con base en una canción guerrillera griega que cantaban los combatientes contra los nazis. Entonces, fue acusado de »antisemita» y ya no pudo trabajar con ninguna gran orquesta donde hubiese directores ju-díos. Es decir, en casi todas las de renombre mundial.

En su biografía de Theodorakis, el francés J. Coubard apuntó: »Hombre legendario, dios del Olimpo, su música huele a tomillo y jazmín, a vino espeso, a cordero asado. Habla del cielo y del mar, del aire y la luz, de las puestas de sol. Es más que nada el grito de una Grecia pisoteada».

Mikis Thedorakis nació el 29 de julio de 1925, en la isla de Chio. De padre cretense y madre nacida en una colonia griega de Asia Menor (Turquía), Mikis empezó su carrera musical a los siete años, entonando himnos bizantinos y canciones folclóricas griegas.

Theodorakis nunca dejó de cantar y de bailar. Y hoy, en el día de su 80 cumpleaños, los griegos de Grecia y los griegos de corazón le envían al maestro sus besos, gritándole »¡Atanatos!» que quiere decir inmortal.