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Reseña del libro "Campo abierto" de Max Aub

Tiene conciencia, tiene memoria republicana

Fuentes: Rebelión

Max Aub, un autor clásico de la literatura española del siglo XX, perseguido por el franquismo, debe ser leído en cualquier época, pero quizás esté más justificado en el 70 aniversario del comienzo de la guerra. En la serie «El laberinto mágico», el segundo de sus volúmenes lo tituló «Campo abierto» y cuando escribe tiende […]

Max Aub, un autor clásico de la literatura española del siglo XX, perseguido por el franquismo, debe ser leído en cualquier época, pero quizás esté más justificado en el 70 aniversario del comienzo de la guerra. En la serie «El laberinto mágico», el segundo de sus volúmenes lo tituló «Campo abierto» y cuando escribe tiende la mano al lector para que le acompañe en la defensa de Madrid, Noviembre de 1936. Los primeros capítulos, dedicados a la presentación de personajes de diferentes clases sociales e ideologías, sus conflictos, aciertos y desatinos, con los que conforma su particular historia teniendo al fondo la guerra, dejan paso a un grupo de jóvenes que, interesados en hacer teatro tras el golpe militar y el desencadenamiento del conflicto, se suman a la movilización del pueblo y se disponen a participar activamente en la nueva situación social que se presenta, organización popular en diferentes áreas de la vida y, por lo que se refiere a la cultura, posible participación en la difusión del teatro. El desarrollo imprevisto del golpe fascista, la posible toma de la capital, les llevan de Valencia a Madrid; una vez inmersos en el bullicio de la ciudad podrán ver y veremos en directo la defensa que el pueblo madrileño opone al fascismo. La novela con una organización dramática del texto, en presente, con escenas teatrales, asimila los acentos, giros y términos populares tanto de la lengua valenciana como de los barrios madrileños. Muestra el choque feroz entre los intereses de unos pocos y los intereses de la mayoría, del enfrentamiento salen a la superficie los comportamientos humanos en todas las gradaciones. También la beligerancia promueve el engaño individual, que desencadena actos terribles, se desbordan los diques que contenían deseos y pensamientos sin desarrollar o simplemente que se prohibían expresar, así como las diferencias entre republicanos que los separan uno a uno, por comportamientos, por mandato, por sectarismo, prejuicios, engaños, traiciones, ocultaciones, personalismos, son tantas cosas las que deshacen el nudo común. Sobre todo eso, se está dando el encontronazo de lo establecido con lo nuevo, de la apropiación individual con la mejora para la mayoría. Frente a la discusión republicana se presenta la claridad de los fascistas expuesta por Queipo de Llano, uno de sus generales, en la radio de Sevilla:»Los rojos -¡ay mamá, qué ricos!- porque me ven luchar al lado de los hombre de orden, dicen que soy un pa— pa… pa… Espérese un poco, que la palabra es tan rara que se me ha atravesado y la tengo que leer… Un pa-ra-noi-co. Como si dijéramos un chiflao, un loco, un Unamuno, que un día es monárquico, otro cenetista y, otro, gilroblista. ¡Cualquiera se fía de ese pájaro, por si acaso! Pero yo contesto a los rojos que ¡nenquanquam! Cuando yo ayudé a la implantación de la República, porque la verdad es que don Alfonso me había hecho una cochinadita -¡ya le pesó a él, ya!- lo mismo que a Alcalá Zamora, Miguel Maura y otros, creía que ayudábamos al orden tradicional, que es el sometimiento del pobre a las leyes que dispone el rico, como lo hemos visto desde que Adán le dio pa el pelo a Caín, que era correligionario de Pasionaria, y no a esta República marxista, que nos ha salido la muy equis… Conque que les frían un huevo, que yo soy monárquico…» Pero antes de esa claridad manifiesta, hasta solo unas horas antes de dar el golpe de Estado ocultaban su verdadero pensamiento: «Franco le escribió al ministro de la Guerra, ¡a últimos de Junio!: Faltan a la verdad quienes presentan el ejército como desafecto a la República; le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasiones». Encontramos personajes traidores, personajes que enfrentan ideas, personajes que crecen o se empequeñecen disertando, personajes sabelotodo, personajes prácticos, personajes pura teoría, personajes que están en contra de cualquiera, que tienen la solución , que nunca aprueban lo de otros, que dictan sentencia y califican, que se cubren y se encumbran. Y Max Aub hace pasar por las páginas de «Campo Abierto» intelectuales y artistas como Leopoldo Lugones, León Felipe, Alberti, María Teresa León, Sequeiros, Rivera, escritores, pintores, cineastas, periodistas, y deseos constantes de derrotar a los fascistas, y se discute y se discute y se discute. Madrid, Noviembre del 36, visto, o mejor leído, desde la calle, los bares, los centros de reunión. Y hacer instrucción, y aprender a levantar el cerrojo de un fusil, pero solo eso porque no hay armas que emplear, no hay tampoco munición, todos los oficios, gentes de todos los oficios, y una organización sin coordinar, sin más intención que resistir ¿pero con qué?. Por fin se escucha el nombre de quien es nombrado para dirigir la defensa de Madrid: el general Miaja, y en la calle se preguntan ¿quién es ese?. Palas y picos para cavar trincheras, palas y picos, y derrotismo, y miedo, y ansias de vencer, defender Madrid, miedo y rabia y lágrimas, y vuelta a apretar los dientes y a hacer frente al alemán, al italiano, al moro, a sus generales, y entrega viva, emocionada, como indica una actriz que ensaya, María Teresa León: «que soy la sola y desdichada España», y los jóvenes por la calle entonan himnos como La Joven Guardia, La Internacional, y truena «el abuelo», el único cañón grande que el pueblo tiene en Madrid, y el lector se emociona con Carlos Riquelme que como cirujano trabaja día y noche y no piensa marcharse de Madrid, animado a irse por quien es amigo de todos, todos los ilustres, y amigo de fascistas escondidos en embajadas y consulados que hacen listas, se arman -ya existían las tiendas de «Todo a cien», se llamaban «Todo a cero noventa y cinco»- y la desunión, que algunos llaman libertad, y la anti organización, y los que la aprueban a la organización llaman dictadura y cosa antinatural, y saltan unas palabras sobre la memoria: «La casualidad no tiene conciencia ni memoria» dijo no recuerdo ahora quién. Pero el hombre lo es justamente por eso: porque tiene conciencia, y la tiene porque tiene memoria. El hombre tiene precedentes. Es lo único que tiene.» Unas líneas más abajo se lee: «El cañón se oía de cuando en cuando. La noche estaba clara. Timoteo Gutiérrez era además aprendiz de torero, Luís Barragán era bastante más viejo:
Si la gente no tuviera memoria…
Se echó a reír.
¿Tu crees que entrarán?.
Si la gente no tuviera memoria, desde luego.
Tu ganas.»
Y los intelectuales, tan pagados de fachada, y el hotel Florida, y el Tratado secreto de Verona que lee uno de los personajes, como él mismo recuerda es el 7 de noviembre, el mismo día de hace ciento trece años, 7 de Noviembre de 1823, día en que ahorcaron, por mandato de Fernando VII, a Riego, aquél republicano de las Cortes de Cádiz, y los que le acompañan escuchan: «-Tratado secreto de Verona….», se denominó «secreto» porque añadía secretamente hasta siete artículos al tratado de la Santa Alianza, los que asisten a la lectura se asombran, se escandalizan cuando escuchan que los Soberanos de Austria, Francia, Prusia y Rusia, están de acuerdo en acabar con los gobiernos representativos y están dispuestos a imponer la monarquía, a prohibir la libertad de imprenta, a sostener a la Iglesia porque es un pilar de su autoridad, y por lo que se refiere a España y a Portugal, sus monarcas recibirán el apoyo suficiente como para que los sectores populares que piden libertad sean aplastados, acabar con los republicanos españoles y hacer que el país vuelva a la situación anterior a la Constitución de Cádiz. La lectura del tratado, léalo usted en esta novela de Max Aub «Campo Abierto», se asombrará como se asombran los personajes de la novela, Max Aub nos mete en ella y desde la literatura nos ilumina la Historia, esos momentos en que la lucha popular contra el fascismo adquiere una relevancia, un significado inigualable. Y en medio de la defensa de Madrid las mujeres, la «seña» Romualda manda quinientas mujeres, levantan parapetos, hacen trincheras, empuñan fusiles, tiran agua caliente, carbón encendido, y preparan asaura, y leche, comida pa los de la Casa de Campo, ¿qué sus esperáis? Y una comisión inglesa que ve los bombardeos sobre el pueblo de Madrid se decide a mandar telegramas diciendo que los bombardeos de Franco son un ataque contra la civilización, pero no se asusten los señores ingleses que sin que pase mucho tiempo los que bombardean Madrid bombardearan Londres. No hay balas del calibre que se necesita, se recargan los casquillos, y bombas de mano, y no se retira nadie, y botellas con gasolina y no hay repliegue, y todo Madrid se echa a la calle al frente a las trincheras, a defender Madrid, sin armas, ya se conseguirá alguna, esperan la del que caiga. Los fascistas disparan doscientas bocas de fuego, cañones de lo más moderno, contra nada, y el pueblo aguanta y una orden de asalto fascista cae en manos republicanas, a defender el paso por donde piensan atacar, allí se plantan un batallón formado por peluqueros, los Fígaros, cuatrocientos hombres y solo ciento cincuenta fusiles, y otro por formado por empleados de ultramarinos, ya no son las diferencias, es la lucha por el mantenimiento de la verdad, hombro con hombro, mujeres y hombres, «El batallón de los Fígaros» y el de «Los Leones Rojos», y empiezan a llegar en camiones los voluntarios extranjeros, las Brigadas Internacionales, ¿y quienes son estos?, se pregunta la gente, franceses, italianos, norteamericanos, el mundo está con nosotros, luchan contra el fascismo. Y ellos descansan, el despierto piensa en la vida que vendrá, nueva.
Max Aub nos deja la puerta abierta a la siguiente novela de la serie «El laberinto mágico». En la que les comento se van a encontrar con el Madrid republicano en plena acción. En el 70 aniversario de aquellos acontecimientos, no se la pierdan, hay pocas lecturas tan emocionantes, tan verdaderas.

Título: Campo abierto.
Autor: Max Aub.
Editorial: Punto de Lectura, Alfaguara
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