Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Durante los ocho años desde que Estados Unidos invadió Iraq y derrocó al régimen de Sadam Husein, el petróleo ha sido un tema tabú a pesar de que casi la mitad de las reservas probadas del país se han concedido a empresas occidentales y consorcios conjuntos, proporcionando beneficios de millones de dólares anuales.
Sin embargo, un impactante informe incluido en un nuevo libro sobre el petróleo iraquí tras la ocupación estadounidense del país y publicado esta semana revela que el crudo estaba, de hecho, en el epicentro de la invasión liderada por estadounidenses y británicos, a pesar de que ambos gobiernos negasen que el petróleo fuera la razón de la guerra.
Según un informe de unos mil documentos publicados en el libro Fuel on Fire del activista Muttitt Greg, algunos de los cuales han sido reproducidos por el periódico The Independent de Londres la semana pasada, los ministros del gobierno británico discutieron planes para explotar las reservas de petróleo de Iraq en los meses previos a que Gran Bretaña adoptase un papel dirigente en la invasión del país.
Las conversaciones secretas se iniciaron después de que compañías británicas de petróleo se enterasen de que la administración del presidente de Estados Unidos, George W Bush, se estaba acercando discretamente a las corporaciones estadounidenses del petróleo e intentando alcanzar acuerdos con los gobiernos y compañías petroleras franceses y rusos en relación a los campos de petróleo iraquíes en el otoño de 2002.
Las revelaciones demuestran que la presión de la gigante petrolera británica BP, que temía ser «excluida» de los yacimientos iraquíes después de la guerra, la entonces ministra de Comercio británico, Elizabeth Symons, presionó asimismo Bush en nombre de la compañía energética británica para que se le garantizara una parte de las reservas iraquíes, las segundas más grande del mundo.
Los documentos oficiales divulgados son las actas de las reuniones celebradas entre altos ejecutivos petroleros y ministros del gobierno británico obtenidas en virtud de la legislación británica sobre la libertad de información. Ponen de relieve por primera vez las mentiras que se ocultaban tras la negación pública de que había un interés propio en la decisión de invadir Iraq.
Los representantes británicos y estadounidenses siempre se resistieron a afirmar que el petróleo fuera uno de los motivos para la «guerra preventiva» que la administración Bush lanzó contra Iraq en 2003. De acuerdo con su versión de los hechos, la invasión era necesaria para proteger a los estadounidenses de las armas de destrucción masiva iraquíes y del grupo terrorista Al-Qaida.
Por otro lado, en sus memorias de la época también publicadas la semana pasada, el ex jefe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamad El-Baradei, acusa a los dirigentes estadounidenses de haber distorsionado deliberadamente la verdad cuando afirmaron que Iraq poseía arsenales de armas de destrucción masiva, a pesar de las evidencias contrarias recogidas por los inspectores de armamento en el interior del país en aquel momento.
En su libro de memorias de 321 páginas, El-Baradei, ganador del Premio Nobel, condena el engaño de la Casa Blanca de Bush y sugiere que la Corte Internacional de Justicia se pronuncie sobre si la guerra fue, de hecho, ilegal y «determine quién es responsable».
Ahora se da por hecho que no hay pruebas para vincular el régimen del ex presidente iraquí Sadam Husein con Al-Qaida, la red terrorista dirigida por Osama Bin Laden.
A raíz de la invasión de Iraq dirigida por Estados Unidos en 2003, empresas petroleras extranjeras estadounidenses, británicas y otras se apresuraron a adquirir participaciones de enormes reservas de petróleo iraquí firmando contratos por 20 años que se han descrito como los más importantes de la historia de la industria petrolera y que representan cerca de 60 mil millones de barriles de petróleo, o la mitad de las reservas de Iraq.
ExxonMobil Iraq es el contratista principal de los yacimientos del sur de Iraq, con un 60% de participación. Su contrato incluye trabajos en 15 pozos en el yacimiento petrolero de West Qurna Phase I con 8,6 mil millones de barriles, uno de los más grandes del país.
Halliburton, la empresa dirigida por uno de los arquitectos originales de la guerra, el ex vice-presidente estadounidense Dick Cheney, coordinó importantes contratos gubernamentales en Iraq durante la ocupación estadounidense y es el subcontratista principal de Exxon Mobil en Iraq.
El lunes, Halliburton anunció que había sido contratada por Exxon Mobil para instalar tres plataformas de perforación que proveerán servicios de perforación de petróleo en un importante yacimiento en desarrollo en el sur de Iraq.
La otra gran compañía petrolera estadounidense que ha obtenido concesiones en Iraq es Occidental Petroleum. El año pasado, esta empresa se unió al conglomerado de la energía italiana Eni y a la South Korea Gas Corporation firmando un contrato de servicios técnicos para desarrollar el enorme yacimiento petrolero de Zubair, en el sur de Iraq y con cuatro mil millones de barriles.
También el lunes, el ministro de Petróleo iraquí Abdel Karim Luaibi anunció los detalles de la próxima ronda de concesiones para la explotación de petróleo y gas natural del país que afectará a bloques que contienen un total de 29 mil millones de metros cúbicos de gas y 10 mil millones de barriles de petróleo crudo. Se espera que dichas concesiones vayan a parar a empresas estadounidenses, británicas y otras empresas extranjeras.
Las reservas confirmadas de Iraq sitúan al país como el tercero más importante del mundo con aproximadamente 143 mil millones de barriles. Sin embargo, el gobierno iraquí ha declarado que las nuevas exploraciones prueban que Iraq, de hecho, cuenta con la mayor reserva mundial de petróleo comprobada, con más de 350 mil millones de barriles.
Los intereses de Estados Unidos en el crudo iraquí se remontan a principios del siglo XX, cuando se descubrió por primera vez petróleo en el país. Desde entonces, Iraq ha sido escenario de la rivalidad por el control de su vasta riqueza petrolera.
Después de la Primera Guerra Mundial, y con la derrota de Alemania en la guerra, la participación alemana en la Compañía Turca de Petróleo, que había tenido previamente la concesión para todo Iraq, fue a parar a Gran Bretaña y a Francia, las dos nuevas potencias coloniales en Oriente Próximo.
Sin embargo, el dominio de ambas potencias «no era indiscutido». Bajo la presión de Estados Unidos, la nueva superpotencia emergente, se otorgó a dos compañías petroleras estadounidenses, la Jersey Standard y la Socony, un 23,75% de participación en la nueva Iraq Petroleum Company (IPC), manteniéndose el resto de acciones en poder de Gran Bretaña, Francia y la Royal Dutch-Shell.
El monopolio extranjero del petróleo iraquí sólo concluiría con la nacionalización de la industria petrolera en 1972.
Los expertos de la industria petrolera afirman que todos los yacimientos iraquíes producen petróleo en la actualidad y que juntos representan más del 90% de la producción actual de Iraq. Las necesidades de inversión y de tecnología son relativamente menores.
Además, los costes de producción en Iraq son relativamente bajos ya que los yacimientos de petróleo del país están situados en regiones relativamente accesibles. El crudo iraquí, conocido como ligero y dulce, es de alta calidad y apropiado para las refinerías de Estados Unidos.
Dado que los precios del petróleo siguen subiendo y que no se vislumbra una mejoría, no parece que las compañías de petróleo estadounidenses vayan a permitir que otras grandes empresas petroleras se apoderen de las enormes reservas de Iraq aun cuando el ejército estadounidense haya de hacer frente a la posibilidad de abandonar el país pronto.
Ello podría explicar por qué los altos funcionarios militares de Estados Unidos han aumentado recientemente la presión sobre el gobierno iraquí para que acepten prolongar la presencia del ejército estadounidense en Iraq más allá del plazo anteriormente acordado y a pesar del compromiso previo asumido por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de retirar todas las tropas a finales de diciembre.
El primer ministro iraquí Nuri Al-Maliki tiene ahora que decidir si pedir a las tropas estadounidenses que permanezcan en el país más allá de la prevista retirada, o que cumplan con el acuerdo de seguridad de 2008 que establece que la mayoría de las tropas de Estados Unidos debería salir a finales de este año.
El principal rival político de Al-Maliki, el radical clérigo chií Muqtada Al-Sadr respaldado por Irán, ha advertido de que sus partidarios reanudarán la oposición armada si las tropas estadounidenses permanecen más allá del final de este año.
El mentor de Al-Sadr, el gran ayatolá Kazim al-Haeri, también ha emitido un edicto religioso desde su base en Irán prohibiendo cualquier extensión de la presencia militar de Estados Unidos en Iraq más allá del calendario previamente acordado.
Estos acontecimientos podrían ser expresiones parciales de la política interior iraquí y de las ambiciones de Irán por desempeñar un mayor papel en Iraq cuando se produzca la retirada estadounidense. Sin embargo, vinculado a todo ello, existe también un aspecto relacionado con el petróleo.
Para mantener su posición como segundo mayor productor de la OPEP, Irán ha dependido de la escasez del petróleo iraquí y por ello se ha opuesto a las sanciones lideradas por Estados Unidos. A Irán le preocupa que el resurgimiento de la producción petrolera de Iraq afecte a su propia posición en el mercado internacional.
Las motivaciones que esconden los intentos de las compañías petroleras estadounidenses de incrementar sus inversiones en Iraq pudieran no ser las de reducir las exportaciones iraníes de petróleo, pero desde el punto de vista iraní ese será probablemente su efecto.
Sigue siendo cierto que el 75% del petróleo mundial se encuentra en la región del Golfo y que quien la controla, controla la economía mundial. Esto en sí mismo podría explicar las mentiras y el engaño sobre los motivos reales de la costosa ocupación extranjera de Iraq.