Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
Alberto González, el nuevo Fiscal General de EEUU, quitó importancia a las torturas [desarrolladas en Iraq] en su infame memorando a Bush el pasado 9 de noviembre: «En mi opinión, este nuevo paradigma [la ‘guerra contra el terrorismo’] vuelve obsoletas las estrictas limitaciones de la Convención de Ginebra sobre interrogatorios a prisioneros enemigos, convirtiendo en pintorescas algunas de sus estipulaciones.»
¿»Pintorescas»?
El epítome de pintoresquismo podría aplicarse de forma más oportuna a la Carta Magna, aunque el Profesor Huntington de Harvard nos comunica, en el aburrido escrito que defiende la eliminación de la influencia cultural hispánica en la nación, que el credo americano, su corazón cultural, es anglófilo, «regresando a la Carta Magna», de la que piensa que tiene un carácter algo protestante ¡(Carta Magna, 1215; Reforma Protestante 1517)!. No obstante, aunque sea una parte pintoresca del corazón anglófilo, ni siquiera está escrita en inglés. Su párrafo más importante es el capítulo 39:
Nullus liber homo capiatur vel imprisonetur aut disseisietur de libero tenemento suo, vel libertatibus, vel liberis consuetudinibus suis, aut utlagetur, aut exuletur, aut aliquo modo destruatur, nec super eum ibimus, nec super eum mittemus, nisi per legale judicium parium suorum, vel per legem terræ.
Edward Coke proporciona la traducción clásica. Edward Coke fue a la Revolución Inglesa de 1640 lo que Rousseau para la Revolución Francesa o Marx a la Revolución Rusa: sus ideas fueron incendiarias entre sus protagonistas principales (aunque en los tiempos que corren parezca que no existieron), como vemos en estas frases: «Ningún hombre libre será cogido, o hecho prisionero, o desposeído de sus propiedades, o libertades, o costumbres libres, o proscrito, o exiliado, o destruido de alguna otra forma; ni se le podrá ignorar, ni condenar, a no ser a través de juicio legítimo por sus iguales, o por la ley de la tierra [costumbre].»
Analizamos la sentencia en tres partes: 1) el sujeto (ningún hombre libre) va seguido de 2) ocho o nueve acciones prohibidas que suplen al predicado, que entonces es calificado por 3) un climax en la sentencia, que afirma dos principios legales que proporcionan las excepciones: juicio con jurado y la ley de la tierra [costumbre]. La primera parte solía ser la castaña constitucional favorita en las frías clases de ciencia política que trataban sobre la guerra, cuando el profesor, con pedante regocijo, explicaba que «un hombre libre» bajo el feudalismo viene a significar ahora alguien con privilegios reconocidos concedidos por el rey, como en el caso de los barones. Para ser honestos, los marxistas no fueron mucho mejores, definiendo al hombre libre como un burgués. Tampoco aceptarían al siervo. Así, en la edad media, nuestro párrafo sería un jarro de agua fría derramado sobre el entusiasmo de nuestras pasiones. No fue sino hasta mucho más tarde que aprendí estas cosas por mí mismo, y pienso que Coke empieza su comentario muy claramente, «esto incluye a los villanos».
La segunda parte abarca una gran variedad de situaciones: coger, arrestar, encarcelar, exiliar, desterrar, arruinar, destruir, victimizar y desposeer. También contiene una cantidad amplia de comentarios, legales y de otro tipo. Habeas corpus, juicio con jurado, proceso ajustado a ley y prohibición de la tortura como principios legales que, curiosamente, provienen de esta declaración. Esa es la parte que nos interesa.
En algunas traducciones conservadoras aliquo modo destruatur se convierte en «arruinado», o «molestado», o «victimizado». Interpretar la prohibición de la tortura como molestia o ruina o victimización es desarraigar el daño del cuerpo. Coke afina más: «cualquier destrucción de otro tipo» como «privar de la vida o de un miembro del cuerpo, o desheredar o someter a tortura o muerte». La expresión «vida o miembro», aparece más veces en la Carta de Libertades, y deja claro que la destrucción a la que se refiere supone una acción sobre el cuerpo, un desmembramiento, una mutilación real. Es importante para nosotros retener esta traducción clásica – «destruido en forma alguna» por dos razones: primera, porque se conserva en la Petición de Derechos (1628), por lo cual el capítulo 39 sigue vigente y se perpetúa posteriormente en la Constitución de EEUU (entre otras, véanse las enmiendas 5 y 14), y segunda porque a partir de esa traducción Edward Coke y los dirigentes de la Revolución Inglesa fundamentaron su oposición a la tortura.
La Historia se movió: monarquía, república, dictadura militar, monarquía de nuevo, jacobitas, whigs, fueron y vinieron, conservando como un residuo el capítulo 39, que persistía a pesar de las capas de sedimentos de formas imperiales superadas. En sus Comentarios a las Leyes (1765-69), William Blackstone declaraba «la constitución [inglesa] es una desconocida absoluta para cualquier poder arbitrario que quiera matar o mutilar al sujeto sin un expreso mandamiento judicial». Explica que las palabras aliquo modo destruatur «incluyen una prohibición no solo de matar o mutilar, sino también de torturar (lo cual no contemplan nuestras leyes) y de cualquier opresión llevada a cabo por una autoridad ilegal a causa del color de la piel». «Junto a esos miembros que pueden ser necesarios al hombre, para poder defenderse frente a su enemigo», comienza. ¿no usaría ese «hombre» sus miembros para freir un huevo o acariciar una mejilla? ¿Es su subjetividad pura agresión? Sin embargo, continúa: «el derecho natural a la seguridad del resto de su persona o cuerpo es también respetado frente a las ofensas corporales de amenazas, asaltos, golpes y heridas; aunque tal suma de ultrajes no destruya la vida o un miembro».
Bien, demasiado para el venerable capítulo 39 de la Carta Magna, cuya singularidad espero que quede establecida gracias al latín, a la gramática y a las autoridades de un tiempo pasado. Pero no solo se dice que el tema de la tortura es pintoresco, también su contexto es curioso.
El 19 de septiembre de 2003, Paul Bremer promulgó el Decreto 39, un «sueño capitalista» según The Economist. A partir de ese momento, doscientas compañías estatales [en Iraq], podían pasar a manos privadas, las compañías extranjeras podían comprar el cien por cien de los bancos, minas e industrias iraquíes, pudiendo sacar del país el cien por cien de sus beneficios. Esta fue la carta de privatización que se elaboró para que las compañías públicas se convirtieran en privadas, los contratos fueran privados y todo se pusiera en venta. El Decreto 39 promovía tanto la privatización como la globalización, ya que ahora se les permitía a las firmas extranjeras que compraran e invirtieran en las compañías iraquíes y que pudieran repatriar el cien por cien de sus beneficios. El momento de la invasión y de la ocupación se acompañó con el de la liquidación de Iraq. Las brutales acciones diseñadas para «liberar un país soberano» marcan un hito en las destrucciones de la globalización. El principio de explotación no es la corrupción, es la política de expropiación.
El proyecto neo-liberal, o capitalismo salvaje, o la aplicación universal de compra-venta fueron establecidos en Iraq junto con el Decreto 39. Al mismo tiempo, los prisioneros de Abu Ghraib eran degradados, sometidos a abusos y torturados, en violación el Capítulo 39 de la Carta Magna. La coincidencia es curiosa, y llega a ser aún más curiosa. Las Políticas Estructurales de Ajuste del Fondo Monetario Internacional, o SAPs, fueron los instrumentos principales a través de los cuales el capital global reforzó el neoliberalismo sobre las naciones explotadas. De forma contemporánea, el equipo secreto de cazadores y torturadores del Pentágono fue también denominado SAP, programa de acceso especial, responsable de proporcionar víctimas para las cámaras de tortura en Singapur, Tailandia y Pakistan (Hersh, p.16). En efecto, el día en que asesinaron a John Fitgerald Kennedy en 1961, recuerdo que mi padre, un consejero político en la Embajada de EEUU, volvió a casa para el almuerzo pálido y horrorizado tras su paso por los cuarteles de la policía de Karachi. En la mesa no pudo tragar nada, apenas podía hablar, pero anhelaba, al menos, contarnos la verdad de lo que había pasado ante sus ojos. Esto podría seguramente explicar por qué se maquillan con eufemismos determinadas situaciones, ya que de otra forma no podrían digerirse las torturas (¿Una Oficina de Nomenclatura Imperial?).
¿Por qué la tortura acompaña al desarrollo económico o a la acumulación primitiva? ¿Cuál es la relación entre la violación del Capítulo 39 y la promulgación del Decreto 39? Esta es otra forma de expresar la conexión entre las torturas llevadas a cabo en la prisión de Abu Ghraib y el proyecto de política económica neoliberal. ¿Por qué la violación de un principio legal fundamental, como es la integridad del cuerpo, es necesaria para la política de extracción de petróleo, modernización y libre mercado?.
En 1994, los EEUU ratificaron la Convención de NNUU Contra la Tortura, que prohíbe la tortura y otros «castigos o tratos crueles, inhumanos o degradantes». En la prisión de la Bahía de Guantánamo, se mantiene a seiscientos prisioneros en jaulas de malla de acero, que son una reminiscencia de las jaulas en las que se metía a las mujeres inquietantes durante el Renacimiento Europeo. Sin embargo, en general se saca una impresión de complacencia al repasar diversos manuales estadounidenses sobre técnicas de tortura que la CIA, la Escuela de las Américas y otros utilizan, porque parecen evitar aparatos tales como jaulas en la tecnología de la tortura. Los castigos con palos, las palizas, los azotes con correa, las mordazas, los cepos, los taburetes de inmersión en agua, las coacciones, los hierros de marcar, la picota, las ruedas en el cuello, los grilletes, la horca, etc.., son algunos de los instrumentos de tortura que se utilizaron durante el Renacimiento inglés para disciplinar a las mujeres.
Décadas de investigación en los departamentos universitarios de psicología, junto a las numerosas técnicas de «manos fuera» de la CIA, han dado como resultado la «tortura psicológica». En Guantánamo, el General Miller utilizó la privación del sueño, la exposición al frío, la colocación de los prisioneros en posiciones forzadas durantes largos y agonizantes períodos de tiempo. Sin embargo, sólo se estaba tomando ejemplo del clásico de hace cuatro siglos y medio El descubrimiento de las brujas (1647), de Matthew Hopkins, el Descubridor General de Brujas. Utilizaba la inmersión (en agua helada), la observación (las forzaba a sentarse en un taburete durante largos períodos de tiempo sometidas a observación) y caminar sin descanso (privándolas de dormir durante largos períodos), así como pinchazos (utilizando una aguja para probar el perineo) como medios de interrogar a las sospechosas y descubrir a las brujas. Fue personalmente responsable de la muerte de decenas de mujeres entre 1645-46, incluyendo el ahorcamiento de diecinueve a la vez. El Parlamento no aceptaba aplicar a la bruja su método de ‘inmersión’ o ‘lanzar a una mujer atada con cuerdas en un estanque para ver si se hundía’. Pero el Parlamento permitió otros métodos: hambre, privación del sueño, obligar a caminar arriba y abajo hasta que sus pies se llenaban de ampollas y su mente se extraviaba, confinamiento en solitario y mantenerlas sentadas en una única posición para que cayeran exhaustas, o eufemísticamente, ‘tenerlas bajo tensión’.
En la historia inglesa se produce una tensión entre la práctica de la tortura y su prohibición. Las críticas legales en la edad media, como la del pescadero Andrew Horn, recordaban que Alfredo el Grande «colgó a Osketil [un juez], porque había juzgado a Culling hasta matarlo, quien fue apresado y torturado hasta que confesó un pecado mortal, y esto lo hizo para evitar más torturas; y Osketil le condenó a muerte por la confesión hecha al juez de primera instancia». Siglos después, Coke decía, «no hay ninguna ley que autorice la tortura en esta tierra, ni puede justificarse por precepto alguno», y Blackstone denominaba el tormento como «un instrumento del estado, no de la ley». Ahora, puede decirse, como aprendimos del Profesor Langbein (una autoridad de la que depende Alan Dershowitz, el apologista de la tortura de Harvard) que Edward Coke, como Francis Bacon o Isaac Newton, habían participado en la tortura a sospechosos. Hay evidencias de que Blackstone lo hizo, y aunque tuviéramos dudas de que fuera así, ¿nos sorprendería realmente que lo hubiera hecho?
Los ingleses dirán que ellos aborrecen y prohíben la tortura, sin embargo la practicaron de forma intensa, especialmente en las colonias. En 1804 tuvo lugar un proceso contra el gobernador principal de Trinidad, Picton, que había colgado a una joven por los pulgares, la acusación declaraba «No citaré a muchas autoridades para probar que la tortura es en sí misma absolutamente ilegal y que nunca ha sido implantada por la ley de este país». Yo supe por las investigaciones de Anupama Rao, del Barnard Collage, que los ingleses en la India aplicaron indirectamente la tortura a sospechosos, es decir, le pedían a otros indios que lo hicieran por ellos.
En la historia de EEUU hay una contradicción similar: por un lado, la octava enmienda prohíbe los castigos crueles y extraordinarios, mientras que por otro, fue sistemática la aplicación de la tortura a los indios y a los esclavos. Joan Dayan, el brillante historiador de Haiti, escribe un artículo en The Boston Review titulado «Cruel y Extraordinario» sobre la defunción de la Octava Enmienda. Las torturas de Abu Ghraib fueron preparadas por la Casa Blanca y los abogados del Pentágono. El «Informe del Grupo de Trabajo sobre Interrogatorios a Detenidos en la Guerra Global contra el Terrorismo» remite al Tribunal Supremo de EEUU casos que afectan a las prisiones que han cambiado el significado de la octava enmienda. Se centraban en la severidad, privaciones, heridas a personas prisioneras. Erosionando las decisiones del tribunal Rehnquist, se hizo hincapié en la intención, motivación y buena fe de los guardianes de las prisiones. Más sorprendente fue un análisis del Departamento de Defensa de marzo de 2002 que concluía que el Presidente estaba autorizado a utilizar la tortura mientras pudiera «negar un propósito específico, mostrando que había actuado de buena fe» (Hersh, 18).
Joan Dayan cita al juez Clarence Thomas, cuya gramática le reveló que «el uso de la fuerza para causar daño, aunque sea insignificante, a un prisionero puede ser inmoral, puede ser tortuoso, puede ser criminal, y puede incluso ser evitable bajo otros preceptos de la Constitución Federal, pero no es ‘castigo cruel y extraordinario’. Aquí la cuestión que se plantea es que «tortuoso» es compatible con «daño insignificante». Dayan muestra que la inversión irracional del significado de la octava enmienda lleva a las torturas de Abu Ghraib, pero la aparente facilidad con la que ha sido aceptada sólo puede explicarse dentro de un contexto histórico más profundo, fundamentalmente en los códigos de esclavos desarrollados por los franceses en el Caribe (copiados entonces por John Locke y llevados a Carolina una vez que se extendieron a otras colonias americanas), que suprimían o degradaban la humanidad del esclavo como persona con categoría legal.
Lo que se está asumiendo de forma implícita es que los prisioneros no son personas. El juez Brennan en Furman v. Georgia (1972) señaló el significado de la octava enmienda al prohibir que se considerase a «miembros de la raza humana como inhumanos». Se crea una categoría a partir de los estigmatizados, de los deshumanizados, y lo que es esencial añadir, de los demonizados. La categoría de no humano en la historia de EEUU empieza con la categoría del esclavo Caliban. Pero Caliban nació libre, y como recordamos de La tempestad [Shakespeare] tenía madre, Sycorax. Ella era curandera, una shaman que había nacido en Africa, en Argel, que tenía poderes sobre los árboles, los pájaros, el clima, «alguien tan fuerte que podía controlar la luna, las mareas». Debemos, por tanto, extender los comienzos del régimen de la tortura más allá del régimen esclavista para incluir, por así decirlo, la degradación de la mujer como una de las estructuras profundas del capitalismo.
La continuidad en los intentos de convertir a algunos de nosotros en no humanos se establece a través de la tortura en nuestro monstruoso sistema de prisiones. Marilyn Buck está cumpliendo una sentencia de ocho años de prisión en una Institución Correccional Federal en Dublín bajo el cargo de ayudar a Assata Shakur a escapar, de conspirar para destruir las propiedades del gobierno y, por otra parte, de derribar el templo imperial. Dentro de la prisión, se la amordaza para que no diga expresiones anti-racistas, anti-imperialistas y anti-sexistas, por lo que ella recurre a la licencia poética. Se ha convertido en poeta por razones de estado (lo mismo le sucedió a Milton). «sin imaginación hay pocas posibilidades de poder enfrentarse a lo caduco», concluye. Wild Poppies es un CD con decenas de voces poéticas – sudafricanas, portorricenses, afroamericanas, palestinas, con nativos americanos recitando sus poemas.
Hay testimonios en ambos lados de las paredes de la prisión sobre algunos significados de la tortura en los EEUU de hoy. Ella escribe un poema acusador llamado «Los Torturados»: «Ciudadanos indiferentes que no se preocupan de mirar detrás de las máscaras de los prisioneros; los torturados nos miran fijamente a través de ellas.»
Ella ha estado detrás de la máscara y nos mira con humanidad y conocimiento. Tiene un largo poema llamado «Revelación» en contra del sentido puritano del imperialismo estadounidense. Se está refiriendo a una memoria cauterizada:
«¿Has tropezado alguna vez con el roce de una antorcha sobre la piel?»
«Ellos queman el aire con su mojigatería, encendiendo hogueras bajo los pies de los inconformistas».
Expresa así un profundo trauma de esta civilización, que casi nunca se menciona, que todavía se trata de silenciar: la quema de brujas.
Publicado en el mismo mes, abril de 2004, en el que Faluya repelió por primera vez el violento ataque estadounidense y en el que las fotografías de las torturas estadounidenses en la cárcel de Abu Ghraib se conocieron en todo el mundo, el libro de Silvia Federici, Caliban y la bruja, aunque describe un tiempo y un lugar remotos con respecto a los atrocidades ilegales que se perpetran en Mesopotamia, y siendo como es un estudio de la caza de brujas, de los movimientos heréticos medievales y de los mecanismos europeos y de la filosofía materialista de la ‘Edad de la Razón’, sin embargo resulta esencial para entender todos los procesos. Al mismo tiempo que explica la paradoja del horrible juego de palabras del Programa de Ajuste Estructural y del Programa de Acceso Especial (SAP), o la grotesca contradicción entre el capítulo 39 de la Carta Magna y el Decreto 39 en el Iraq ocupado.
Nada puede ayudarnos tan claramente a entender la tortura y el proyecto de neo-liberalismo como esto, porque Federici describe un proceso fundacional que crea las condiciones estructurales para la existencia del capitalismo. Esta es la relación fundamental que se da en la acumulación capitalista, o (como se llamó durante décadas de literatura técnica) en la ‘acumulación primitiva’. Este misterio dejó perplejo a Adam Smith. Constituía el ‘pecado original’ de los economistas políticos, y que para Karl Marx estaba escrito con «letras de sangre y fuego».
El nacimiento del proletariado requirió una guerra contra las mujeres. Esta se puso en marcha a través de la caza de brujas, cuando decenas de miles de mujeres fueron torturadas y quemadas en la hoguera por toda Europa, a través de un terror masivo patrocinado por el estado contra el campesinado europeo, destruyendo las relaciones y la propiedad comunales. Esto se realizó de forma contemporánea al levantamiento de cercados alrededor de las tierras, la destrucción de la cultura popular, el genocidio en el Nuevo Mundo y el comienzo del comercio de esclavos africanos. Con la inflación de precios del siglo XVI, la crisis del siglo XVII, el estado centralizado, la transición al capitalismo, la Edad de la Razón vio la luz, si es que los gritos cuajados de sangre en la hoguera, el crepitar de leña cuando los haces prendían súbitamente, el estrépito de los grilletes de hierro de los vagabundos encarcelados, o las abstracciones de columnas temblorosas de las filosofías mecanicistas pueden ser llamadas de verdad «ver la luz».
Federici explica por qué la era del pillaje requirió del patriarcado, del salario. El género se convirtió no sólo en una condición biológica o una realidad cultural sino en una especificación determinante de relaciones de clase. La devaluación del trabajo reproductor inevitablemente también devalúa su producto, el poder de trabajo. La quema de brujas y la disección del cuerpo impusieron un nuevo pacto sexual, la conjuratio del trabajo no remunerado. Eso fue esencial para la disciplina de trabajo capitalista. Eso fue lo que Marx llamó la alienación del cuerpo, lo que Max Weber llamó la reforma del cuerpo, lo que Norman O. Brown llamó la represión del cuerpo, y lo que Foucault denomina la disciplina del cuerpo. ¡Sí, todos estos teóricos sociales de la modernización pasaron por alto la caza de brujas!.
La demonización histórica de las mujeres se nos ofrece página tras página en ilustraciones profusas y magníficas. El libro contiene muchas y bellas ilustraciones, tales como el Hombre Vegetal, la Tierra de Cockaigne, la Fuente de la Juventud y el Herbario de la Bruja. Contiene imágenes poderosas, muchas de ellas grabadas en madera (uno de los primeros usos de la imprenta). Una muestra a las brujas conjurando una lluvia torrencial, otras muestran un prostíbulo del siglo XV, el cuadro de de Durero de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, los Horrores de la Guerra de Jacques Callot, el baño de las mujeres de Durero, el Parlamento de las Mujeres y el reparto comunista de bienes de los Anabaptistas.
Si una de las imágenes de Abu Ghraib nos presenta una crucifixión, otra nos ofrece una pirámide: son formas fundamentales de diseño gráfico, muy conocidas por los estudiantes de arte. El Sabbath de las Brujas de Hans Grien (1510) o el titular de Andreas Vasalius De Humani Corporis Fabrica (1543). Toda la magia ha desaparecido: el cuerpo humano se ha convertido en una fábrica o en un mecanismo de sangre circulante que conecta tejidos y pequeñas células, obediente a las órdenes de la ciencia. El cuerpo maquinal se representa así: completamente desvalido, en medio de una reunión horrible, en una rotonda de estilo corintio, de un grupo renacentista de burgueses en un teatro anatómico donde el cadáver de una mujer embarazada yace desnudo en medio, sobre una mesa, con el útero abierto mientras la asamblea mira impúdicamente, contempla, se asoma, señala, espía, empuja, se da codazos, escudriña, enjuicia…
Producto de intensos debates dentro del movimiento internacional de mujeres, teniendo en perspectiva la historia europea, a medidos de los ochenta fue posible una resistencia de tres años en Nigeria, donde una campaña de misoginia estuvo acompañada de ataques a las tierras comunales bajo la dirección de un ‘plan de ajuste estructural’ que permitiera extender las estructuras de ajuste del capitalismo europeo en sus violentos comienzos. Atraída por el inconformismo de la historia social británica, por la lúcida periodización de la erudición francesa, por la apertura mediterránea a Africa y Asia, por la resistencia de los pueblos indígenas de América, por el poder de las mujeres del Oeste de Africa, su ámbito es auténtico y amplio, desde los sarracenos en el este a los incas en el oeste, con Europa al norte y el Caribe al sur. Sus zonas de interés son el oeste de Africa, Inglaterra, Francia, Alemania, el Mediterráneo, Yucatán, Oaxaca, Europa del Este y el Caribe. La perspectiva global supone una multiplicidad de localidades, no una totalidad imaginada sino una multiplicidad de pueblos, barriadas y tierras comunes.
En la era neo-liberal de sombras postmodernas, el proletario se inscribe fuera de la historia, por eso el trabajo del historiador debe consistir en recuperar incluso su sustancia existencial. Así, la reproducción y la especificación de género de las relaciones de clase están completa e históricamente razonadas. Al afirmar una serie de horrorosas realidades terroristas, Silvia Federici ha escrito verdaderamente un libro de nuestro tiempo. Elaborado con una prosa sin concesiones, está dirigido tanto a alumnos como a jóvenes del movimiento anti-globalización; accesible para los estudiantes, interesante para los eruditos, desafiante para los intelectuales. Presenta argumentos frente a las feministas radicales, los socialistas marxistas y los foucaltianos académicos. Ni acomodaticio ni condescendiente, su libro pone de manifiesto una inagotable generosidad de espíritu y la dignidad de una erudita planetaria. Como trabajo apasionado para recobrar la memoria, es un yunque. Como exposición lúcida del terror ejercido contra el cuerpo humano, es un martillo. Juntos pueden utilizarse para forjar la agenda de la humanidad.
Es un libro escrito en memoria de un período que quemó el cuerpo en Europa, dejando una cicatriz de pérdida comparable a las que causaron el hambre, las matanzas y la esclavitud. Caliban es un proletario, saca agua y acarrea madera, su madre era una bruja. Próspero le llama criatura de la oscuridad. Y si él es así, ¿qué es ella? Una hoja en blanco sacada de la página de la historia que deja detrás, de forma inevitable, esa oscuridad. Próspero reconoció a Caliban («esa criatura de la oscuridad que considero mía») en contraste con Bush, Cheney, Rumsfeld, Condoleeza Rice, y todos los insignificantes y rumiantes de esa cadena de mando cuyos vínculos describe Seymour Herst.
Las mujeres de la Europa medieval jugaron un papel importante en los movimientos heréticos; las mujeres de la Europa medieval encontraron una integración de género en las labores cooperativas de los comunes que, por supuesto, dependían de ellas. Chaucer describió felizmente un movimiento auténtico de mujeres en la cultura popular, que a menudo integraban las revueltas campesinas. John Ball repetía «ahora es el momento» y los siervos de la gleba proclamaban con toda confianza «tendremos nuestro albedrío en los bosques, en las aguas y en los prados». Thomas Müntzer, el líder comunista de la Revolución Campesina Alemana de 1525 dijo con sencillez «todo el mundo necesita una sacudida». Poco después comenzó el perverso periodo en el que el cuerpo fue transformado. De ser un depósito de conocimiento, sabiduría, magia y poder, pasó a convertirse en una máquina de trabajo que necesitaba tanto el terror como la filosofía. El cuerpo bajo el terror del racionalismo es diseccionado bajo un nuevo pacto sexual, la conjuratio del trabajo no remunerado. La criada, la prostituta y el ama de casa llegan a ser los roles exclusivos de las mujeres, sustituyendo a la curandera, la artesana, la herética, la herbolaria, la sabia, la estudiosa, la vieja, la naturalista, la soltera, la de mala reputación, la que habla con libertad, la que encuentra las propiedades perdidas, la vigorosa, la ‘mujer libre’, la sabia en ciencia tradicional africana, la comadrona.
La expropiación de la tierra, la intensificación de las distancias sociales, la crisis de las relaciones colectivas, todos los apuntalamientos metafísicos del orden social, la lucha de clases reducida a un mal de ojo, la sexualidad reducida a la producción funcional de poder de trabajo; la contracepción, el aborto fueron proscritos por la Bula de Inocencio VIII (1484), la destrucción del mundo encantado donde las estrellas y las hierbas se conectaban en correspondencias que eran saludables, donde la fortuna, lo desconocido y lo accidental impedían el progreso de la «racionalización científica», la anatomía, la disección, la destrucción, la expropiación, la explotación…
Ella escribe «del mismo modo que los cercados expropiaron al campesinado de la tierra comunal, de la misma forma la caza de brujas expropió a las mujeres de sus cuerpos, que fueron así ‘liberados’ de cualquier impedimento que imposibilitara su funcionamiento como máquinas para la producción de trabajo».
¿Hubo algunas excepciones? Los hijos, los hermanos, tíos, padres, los hombres de la comunidad, ¿defendieron a sus mujeres? Triste, vergonzosamente, sólo hay una única excepción a la respuesta universal. En 1609, cuando los pescadores vascos de San Juan de Luz oyeron que las mujeres estaban siendo desnudadas y quemadas por brujas, interrumpieron su campaña del bacalao en el Atlántico y navegaron de regreso a casa, cogieron sus cachiporras y liberaron un convoy de brujas que eran conducidas a la hoguera.
Lo que conocemos es la práctica sistemática, prolongada y global, de la tortura. Es sistemática en el sentido de que en el pasado la iglesia y el estado conspiraron para ejercerla mientras que los teóricos del estado desarrollaban un filosofía en su apoyo, como Jean Bodin («Debemos extender el terror entre algunos para castigar a muchos»), René Descartes («Yo no soy este cuerpo») y Thomas Hobbes («para las leyes de la naturaleza, como la justicia, la equidad, la misericordia, y en resumen, hacer a los otros lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros, sin el terror del poder que les causaría ser observados, son contrarios a nuestras pasiones naturales»). Fue prolongada en el sentido de que no fue una terapia de choque basada en la guerra relámpago, o en un repentino ‘plan de ajuste estructural’, sino una campaña intermitente de aproximadamente dos siglos que menguó y aumentó con los precios. Fue contemporánea con el renacimiento europeo, arriba y abajo, al norte y al sur. Finalmente, fue global en el sentido de que la degradación de las mujeres, llevada a cabo mediante el terror ejercido sobre el cuerpo, pertenece a la misma época que el genocidio de los pueblos indígenas en América y el comienzo del comercio de esclavos africanos. «Fue en ese momento cuando nació el uso científico de la tortura, cuando la sangre y la tortura fueron necesarios para ‘alimentar un animal’ capaz de regular una conducta uniforme y homogénea, marcada de forma indeleble con la memoria de nuevas reglas».
Son los comienzos de un proceso que nunca ha llegado a completarse. Por esa razón, la «santidad del matrimonio» fue un asunto electoral decisivo y las torturas de Abu Ghraib no lo fueron. El dominio del cuerpo de la mujer y la tortura a través del poder sobre el trabajo; dos medios para crear poder sobre el trabajo. El proyecto neo-liberal necesita una política de reproducción social. El cuerpo se puede convertir en un lugar de resistencia, como mostraron las «protestas desnudas» de las mujeres del delta del río Níger en el verano de 2003, en que virtualmente lograron detener la extracción de petróleo.
La disciplina de trabajo capitalista requiere una filosofía mecanicista, necesita de cercados y de creación de mapas con fronteras por el mundo, desde un barrio al GPS (2), precisa del tick tack del reloj, de cuadrar el calendario de nuestros días a base de rejas; prohíbe el desnudo en el baño público; prohíbe los juegos de azar y los juegos en campo abierto; requiere una creencia en el trabajo, una ideología de trabajo, un credo de trabajo y de salvación a través del trabajo. El poder del trabajo se convierte en algo controlado. De significar un descanso en el trabajo, la frase «pasteles y cerveza» se convierte en una puerta abierta hacia el consumismo. «Podemos ver que el cuerpo humano, y no la máquina de vapor y ni siquiera el reloj, fue la primera máquina desarrollada por el capitalismo». El cuerpo codicioso, puro, capacitado, puntual, casto, productor y consumidor, el «dueño libre» del «poder de trabajo» – aparece en Marx como un regalo de la naturaleza. Bechtel, Halliburton (3), y sus empleados contratados lo consideran de otra manera. Se aplica a Iraq la terapia de choque.
Los historiadores de la tortura según se practicaba en Inglaterra limitaban su concepción de la misma a un método de descubrimiento o de examen de testigos; lo llamaban «interrogatorio bajo compulsión». Sin embargo, esto tergiversa su función real, que no es la de una metodología de investigación equivocada, sino que es parte de una política para aterrorizar y crear un tipo nuevo de ser humano. Es inherente tanto al proyecto de expropiación como al proceso de explotación. De las marismas árabes a las tribus del desierto: el poder del trabajo moderno se crea a través de la guerra, de la religión y de la tortura. Como resultado: emigración, diáspora, criminalización, empobrecimiento… La imposición del dolor prosigue en varios contextos disciplinarios: ejército, marina, imperio, Irlanda, hombre y mujer, padre y niño, profesor y alumno, dueño y sirviente, incluso bien entrado el siglo XX.
No podemos describir un ‘período de torturas’ que sea exclusivo de las expropiaciones del período de acumulación primitiva que haya desaparecido cuando en la fábrica se convierte la explotación en algo rutinario, porque la fábrica en sí misma es un habitat de dolor, insomnio y tensión. La expansión de los molinos para triturar el grano en Irlanda, debido al desarrollo de la industria del lino, atrapó a las mujeres, hijos e hijas de pequeños granjeros y los llevó a alimentar las ruedas de estos molinos. Entre 1852 y 1856, en Kildinan, cerca de Cork, en un molino (sobrepasado el año 1800) hubo seis accidentes mortales y sesenta mutilaciones. El Dr. White, cirujano de las fábricas en Downpatrick, se encontró con un inmenso sacrificio de vidas y miembros, «en muchos casos, una cuarta parte del cuerpo es arrancado del tronco». El Dr. Simon escribía en Inglaterra «La vida de miríadas de trabajadores y trabajadoras es ahora torturada inútilmente, viéndose acortada por los sufrimientos físicos sin fin que provocan sus trabajos». Cada rincón del planeta tiene las mismas historias. En Toledo, Ohio, recordamos a Larry Fuentes, destrozado hasta morir por un robot en la planta de Daimler-Chrysler en mayo de 2000.
El tema de la globalización va parejo con un segundo tema, que es el del terror violento. Marx ejemplificaba esta relación en el capítulo 31. La escala variable de recompensas pagada en Massachussets por los cueros cabelludos de los indios está al comienzo del capítulo, y la «Matanza de los inocentes por Herodes» al final, de una extensa cita de John Fielden en su libro Curso sobre el sistema de las fábricas (1836), en el que trata de la crueldad, las palizas y las torturas aplicadas a los niños por los dueños de las fábricas en la industrial Lancashire. Fielden cita que los asesinatos y las torturas en la factoría tenían lugar en «los bellos y románticos valles de Derbyshire, Nottinghamshire y Lancashire».
Marx vuelve a la figura dominante en su historia, el tropo de la explotación sanguinaria. Inspirado en los escritos de T.J. Dunning, un activista sindicalista de los encuadernadores, Marx observa que el capital penetra en el mundo «goteando sangre y suciedad por cada poro, desde la cabeza hasta la punta del pie». Esa pérdida, ese derramamiento, se llama en la actualidad Faluya. La mutilación del cuerpo humano y la globalización del comercio constituyen los dos aspectos del capitalismo, del imperio y de la tortura.
El régimen que prevalece en EEUU es ilegal, cruel e inhumano, y aunque defiende que sus atrocidades son ‘accidentes’, o que se podrían disculpar al haber sido motivadas por la ‘buena fe’, tales excusan apenas rozan la superficie de sus crímenes, porque sus propósitos más profundos y sus objetivos estratégicos son la acumulación primitiva y la dominación sin fin que caracterizó los comienzos de la Edad del Pillaje. ‘Ajuste Estructural’ y ‘Acceso Especial’ no son sino nombres para un crimen muy antiguo. El hecho de que se sientan alentados por el Decreto 39 debe recordarnos el capítulo 39 de la Carta de la Libertad, que tiene que ser desempolvado de las estanterías en los armarios de la curiosidad pintoresca y convertirse de nuevo en una pócima políticamente poderosa para Sycorax e Iraq.
Peter Linebaugh enseña historia en la Universidad de Toledo.
Es autor de, entre otros libros, de The London Hanged and The Many-Headed Hydra: the Hidden History of the Revolutionary Atlantic.
NOTAS:
(1) Sycorax, madre de Caliban, personajes de «La tempestad», de Shakespeare, quien con esta obra quiere significar una amalgama de fuerzas intelectuales representadas por sus personajes, donde la verdad es un fin que favorece el crecimiento de las capacidades cognoscitivas y creadoras del hombre, convirtiéndose en un punto de referencia en el ser humano.
(2) GPS, Sistema de Posicionamiento Global, es una red de satélites que transmiten continuamente información codificada que nos permite saber nuestra posición con exactitud sobre la tierra.
(3) Bechtel, Halliburton son dos empresas privadas estadounidenses que han conseguido varios de los contratos más sustanciosos en el saqueo de Iraq. Tienen conexiones, o han tenido en el pasado, con la actual cúpula gobernante en el país.
Texto original:
www.counterpunch.org/linebaugh11272004.html