Cuando la Qasba se convirtió en la plaza más hermosa del mundo, que reunió la memoria revolucionaria de la historia
Para presentar Túnez, la Revolución, acompañan a Santiago Alba Rico el tunecino Farouk Jhinaoui y la española Teresa Aranguren. Dice Alba Rico de Jhinaoui que le ha ayudado mucho a entender la realidad de lo que pasa en Túnez y que siempre lo ha hecho de una forma cariñosa y atenta. Añade que es un hombre de izquierdas que vive en España, comprometido con los procesos revolucionarios del mundo árabe.
Jhinaoui, cuando comienza su intervención, no sabe por dónde empezar: «son tantos detalles, son tantas historias». Elige la última semana de febrero, cuando aquí se dejó de informar pues el foco de las noticias internacionales fue movido por los medios hacia Egipto, luego a Libia y finalmente a Japón. En aquella semana tuvo lugar la segunda ocupación de la Qasba, lo que supuso un acto que formuló seis peticiones políticas elementales. De aquella ocupación se logró hacer caer el gobierno y establecer uno nuevo provisional con el único fin de elaborar una ley electoral con la que poder convocar elecciones que formen una nueva Asamblea Constituyente. No fue gratis, hubo enfrentamientos, hubo muertos. Jhinaoui habló del Consejo para la Protección de la Revolución como órgano que articula el cambio, un Consejo en el que participan todas las organizaciones políticas del país y dónde no hay exclusiones. También de la importante presencia de la Central Sindical como motor de la revolución. Habló de consenso nacional como único camino emprendido para la toma de decisiones, de lo lento que resulta el proceso, de la esperanza que emana de él… Cuenta que hay muchas cosas que no sabían hacer porque han pasado de una larga dictadura a una falta absoluta de presencia de control policial en las calles. Han echado a todo el mundo y, los propios ciudadanos desde las organizaciones locales, van a empezar a organizarlo todo. Lo cierto es que funciona. Están aprendiendo a hacer política, a gestionar y sobre todo a dialogar. Esos son los pequeños pasos que van dando. Están preparando la ley electoral, no saben si listas abiertas o cerradas, pero tienen claro que deben ser paritarias: un hombre, una mujer, una mujer, un hombre. También tienen que haber un sitio para los jóvenes.
Farouk Jhinaoui, con una gran sinceridad, se encoge de hombros y dice que no sabe lo que pasará, que todo es muy agotador porque se pasan el día discutiendo; hay que estar en muchos detalles que les resultan nuevos a los tunecinos. Señala que se han pasado mucho tiempo haciendo activismo, pero que no aún no saben cómo se hacen las leyes: «Túnez nunca ha sido una país democrático. No sabemos como serlo», pero se han puesto en camino. Advierte Farouk Jhinaoui que los tunecinos no son socialistas, ni progresistas, que nunca tuvieron la posibilidad de discutir de política. Agradece a la izquierda española, que, aunque es pequeña, haya apoyado con fuerza la Revolución de Túnez. Los islamistas siempre han estado en Túnez, no es posible excluirlos, hay que ver como se les integra. Dice Jhinaoui que están ahí y que representan a mucha gente. El camino que ha de seguir la Revolución lo deben hacer con todas las fuerzas políticas y con el diálogo.
Teresa Aranguren destaca de todo este movimiento que haya partido de lo que tienen y no de una realidad que no existe. Es una verdadera Revolución, pues se está mejor en las calles que en las casas. De Túnez, la Revolución señala que refleja un modo de pensamiento que se preocupa por «conocer lo que ocurre preguntándose cómo ocurre mejor que por qué»; es una forma de aproximación más humilde. Describe el libro como un diario de la Revolución tunecina que va detallando cómo pasan las cosas y lo hace a través de seres humanos concretos. No desde la anécdota, sino que se convierte en un forma de transmisión más honda, porque se cuenta desde dentro, estando presente y sintiéndose parte de lo que está ocurriendo. Se limita a ser una crónica informativa.
Aranguren señala que los medios de comunicación se han mostrado sorprendidos y han manifestado sus reservas, preguntándose siempre dónde están los islamistas. Pero lo que estaba ocurriendo era que la ciudadanía se había puesto en pie. Una ciudadanía variopinta, harta de la falta de libertad, cansada de ser humillada y sometida. Un universitario que se inmola porque ya no puede aguantar más provoca la ira y las movilizaciones que tumban la dictadura de una manera civilizada. Los tunecinos alzan su bandera, la misma que levantaron contra la colonización en su emancipación. Nada está escrito, no sabemos que ocurrirá, pero el status quo previo se acabó.
Cuando Santiago Alba Rico toma la palabra, agradece las palabras previas de sus amigos y lo hace porque han hablado de lo que cuenta el libro y no del autor. El libro lo publica la editorial Hiru y recoge textos sobre fotografías de José Daniel Fierro y las crónicas de Alma Allende, el heterónimo que utilizó Santiago Alba Rico. Son crónicas que hablan de una Revolución, de una justicia espontánea y de mucha generosidad. Para escribirlas utilizó como eje visual las imágenes que iba captando Ainara Makalilo. Son fotografías intensas que recogen una realidad que ya no existe, pues cada tras desalojo lo limpiaban todo en unas horas. La Qasba se convirtió en la plaza más hermosa del mundo, donde se reunió toda la memoria revolucionaria de la historia. Recuerda una pintada que decía «Pueblo, la historia nace bajo tus pies sólo si caminas». Pero ya no quedan esa huellas en la plaza.
Respecto al estallido de la Revolución siente que le pilló un tanto por sorpresa, Túnez era un país en el que nunca ocurría nada. Sin embargo, lo realmente sorprendente es que no hubiera sucedido antes. Se trata de una segunda independencia, la necesidad que tienen de apropiarse de su propio país. Haciendo una cronología, el autor defiende que hasta el 14 de enero hubo una revuelta, y a partir de ahí se debe considerar una Revolución, pues surgen luchas políticas y sociales, justo cuando la prensa abandonó su mirada y se la llevó a otro sitio. ¿Qué tenían antes de todo esto? Paro, pobreza y una miseria moral, algo que ha caracterizado a todas las juventudes que han participado en las revueltas árabes de los distintos países. Irrumpen rompiendo todos los clichés preestablecidos sobre esa zona y eso es una gran noticia. No son revueltas socialistas, son revoluciones sociales y democráticas. Los medios no entienden que estos pueblos hayan salido a la calle porque quieren democracia y afirman que si lo han hecho es porque están manipulados. Ese es uno de los grandes malentendidos, el otro está relacionado con la solidaridad y la conciencia de unidad que está marcando todos estos procesos de emancipación, otro concepto que Occidente no entiende en esa zona.
Hay fracturas sociales que vuelven. Sin embargo lo ocurrido y lo que seguirá ocurriendo en Túnez y en el mundo árabe marcará el siglo XXI, pues involucra a más de 100 millones de personas. Son Revoluciones que dan preferencia a lo general sobre lo específico, que nos ponen en aprietos por lo inesperado, porque tienen otra mentalidad. Miramos a ver como se organizan las izquierdas árabes, esperamos la forma en que las apoyen las izquierdas latinoamericanas y occidentales. Vamos observando grandes amenazas, el peligro de una contrarrevolución. Sin embargo en dos semanas han hecho mucho más de lo que hizo España en 35 años. Debemos hablar de sus logros y también estamos obligados a evitar que los gobiernos extranjeros impongan una evolución parecida a la nuestra. La Unión Europea esta cuidando de que en Túnez continúe la misma política privatizadora e inmigratoria de Ben Alí.
¿Por qué escribió bajo un seudónimo? En cierto modo tiene que ver con una cierta culpabilidad. Aunque Santiago Alba Rico vive en Túnez desde hace mucho tiempo, nunca había escrito nada sobre ese país. Había una censura férrea y por su compromiso político, cada vez que emprendía un viaje fuera de sus fronteras tenía temor a que no le dejaran volver. Al estallar las revueltas receló, pensó que si escribía podría ser expulsado. Su hija Lucía, que siempre había vivido en Túnez, se había traslado a España recientemente, donde ha comenzado a estudiar filosofía. Milita en Izquierda Capitalista y al estallar la Revolución Tunecina escribió un manifiesto. Santiago Alba le pidió que no lo firmase con su nombre, pues algún día querría volver a Túnez. Así fue como terminaron eligiendo el de Alma Allende. El primer artículo es de su hija, pero a partir de aquí, Alba Rico, sintió la necesidad de escribir sobre lo que estaba ocurriendo en Túnez. Aún cuando ya podía escribir con su nombre, decidió seguir usando el de Alma Allende. Confiesa que le ha producido mucho dolor acabar con ella y revelar su autoría.
Después respondió a las preguntas de los asistentes. Contó que el programa económico de los islamistas se resume como capitalismo más moral religiosa. Que las nuevas tecnologías no han sido la causa, aunque sí que han ayudado en las movilizaciones. Que Facebook aportó la velocidad de respuesta y permitió que se colgaran los primeros vídeos que mostraban lo que ocurría. Que hubo blogueros que fueron a la cárcel por difundir información los primeros días. Que han ayudado mucho los teléfonos móviles, algo cotidiano entre la población. Pero al final, las grandes manifestaciones las ha convocado la Central Sindical por métodos tradicionales.