Recomiendo:
0

Un califato de negro futuro

Fuentes: IraqSolidaridad

La proclamación del califato, o Estado Islámico (IS), por los seguidores de Ibrahim Abu Baqr al Bagdadi nace del caos y sólo en un entorno de inestabilidad puede mantener su errática presencia en Irak. El grupo de Bagdadi ha aprovechado la ofensiva de las fuerzas populares que exigen la caída del Gobierno sectario de Nuri […]

La proclamación del califato, o Estado Islámico (IS), por los seguidores de Ibrahim Abu Baqr al Bagdadi nace del caos y sólo en un entorno de inestabilidad puede mantener su errática presencia en Irak. El grupo de Bagdadi ha aprovechado la ofensiva de las fuerzas populares que exigen la caída del Gobierno sectario de Nuri al Maliki para hacer su propia guerra centrada en gestionar los territorios que controla y las fuentes de riqueza.

Tras la caída de Mosul, las fuerzas que luchan bajo el paraguas del Consejo Militar de los Revolucionarios de Irak mantienen su avance hacia Bagdad con el objetivo de derrocar el actual sistema político impuesto por la ocupación estadounidense. El Estado Islámico aprovechó ese vacío de poder para hacerse con el control de Mosul, única ciudad donde estos herederos de la organización Al Qaeda de Mesopotamia no fueron totalmente expulsados en 2006-2008.

Y es que si bien es cierto que es la primera vez que se proclama un califato como tal, no es el primer Estado islámico que ha sido proclamado en Irak. El 13 de octubre de 2006, tres meses después de la muerte del líder de Al Qaeda en Irak, Abu Musaab al Zarqawi, sus sucesores anunciaron la creación del Estado Islámico de Irak (EII). Estado fantasma cuya dirección heredaría el propio Bagdadi en 2010 y que más tarde ampliaría al Estado Islámico de Irak y el Levante al expandir sus acciones al caos que se creó en Siria tras la revolución de 2011. La proclamación del Estado Islámico de Irak coincidió con el momento álgido de Al Qaeda de Mesopotamia en el país, pero que no iba más allá del control de algunas zonas muy limitadas de Irak en Mosul o Al Dora y Addamiya, en Bagdad. La ruptura definitiva entre Al Qaeda y la sociedad iraquí moderada, entre la que se camuflaban desde su llegada a Irak en 2003, se produjo cuando intentaron imponer su radical visión del islam a la vida diaria de los iraquíes. Fruto de esta asfixia se crearon los Consejos del Despertar (2006-2008). Estas milicias armadas formadas por miembros de las tribus locales con apoyo logístico y financiero estadounidense expulsaron rápidamente a los pequeños grupos de extremistas de las ciudades en las que tenían presencia.

Al Qaeda de Mesopotamia se tuvo que replegar con su Estado fantasma a la zona desértica de Al Anbar colindante con Siria. Esta región conocida como Al Yazira fue su base para mantener sus actividades de contrabando y extorsión y desde donde lanzaban sus operaciones terroristas. El hecho de que en la ciudad de Mosul no se creara ningún Consejo del Despertar permitió que la presencia de Al Qaeda fuera intermitente, en forma de incursiones nocturnas para exigir el pago de impuestos a comerciantes y funcionarios de la ciudad y explica, entre otros factores, como la retirada de las tropas rebeldes, por qué han logrado controlarla cuando cayó en junio.

La realidad del califato en Irak no es tan impresionante como nos llega en los medios de comunicación. Su presencia en el resto del país es limitada y actúa al margen de las fuerzas de los rebeldes. El Estado Islámico vive del caos, la opresión y el sectarismo por lo que no le interesa la caída de Bagdad y la sustitución del actual régimen sectario, que alimenta con sus políticas el discurso de la marginación de los suníes, por uno fuerte y unitario.

La huida hacia adelante en la que se ha lanzado el califa Ibrahim – su nombre de pila – necesita de una llegada masiva de combatientes internacionales para poder mantener su presencia a través de la opresión militar a la población de las zonas que controlan. Esto no ha sucedido más que en varios cientos desde que convocó a los musulmanes del mundo a emigrar al califato. Los actuales bombardeos estadounidenses, que responden a intereses petrolíferos y empresariales con sede en el Kurdistán y no a la anunciada protección de las minorías que llevan siendo acosadas por Al Qaeda desde 2003, solo ampliará la capacidad de convocatoria del califato y si bien puede limitar su capacidad bélica no podrá ser derrotado desde el aire.

El actual Gobierno se ha mostrado incapaz de combatirlos. Y el caos de la nominación del nuevo primer ministro es un ejemplo de que el actual proceso político tampoco traerá la estabilidad que espera Washington. El único camino factible para ello son los propios iraquíes. Se tendría que profundizar en la solución política que se esbozó en la conferencia de Amán del 15 y 16 de julio para reformular el sistema político y crear un Estado fuerte, democrático y no sectario que podrá expulsar a los combatientes del IS como hicieron los Consejos del Despertar con Al Qaeda en 2006.

Pedro Rojo es arabista, presidente de la Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe y miembro de la CEOSI.

Fuente original: http://www.iraqsolidaridad.org/2014/08/un-califato-de-negro-futuro/