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Un cardenal canta en el árbol de la vida

Fuentes: Brecha

Transcribo el final de la carta enviada por Ernesto Cardenal a Sergio Mondragón, director de la revista El Corno Emplumado (número 5, enero de 1963): “Vienen ahora unas elecciones, y en el pueblo cada vez aumenta más la rebelión contra Somoza. También cada vez están surgiendo más poetas. Es como un fenómeno geológico, casi como una actividad volcánica. Coronel [Urtecho] tenía la teoría de que la naturaleza está queriendo producir allí un gran poeta y de que Rubén y la poesía actual no serían tal vez sino partos fallidos, intentos del gran poeta que todavía la naturaleza no ha logrado producir. Muchas saludes a Margaret y Gregorito. Te abraza en Xto. Ernesto Cardenal”.

La carta fue escrita en La Ceja, en los Andes colombianos, “donde está la presencia de Dios, que está en todas partes, y lo invade todo, las montañas azules que me rodean, los pinos, las colinas verdes”.

Bien se conoce la veta que él y su primer maestro, el vanguardista Coronel Urtecho, denominaron “exteriorista”: “Debíamos haberla llamado concreta, pues no se contraponía a un tipo de poesía interiorista, sino a una poesía abstracta”. Ya en Hora O (1957) arriesgó una mezcla de estilos que luego consagró en Epigramas (1961), Salmos (1964) y Oración por Marilyn Monroe (1965), hasta hoy sus libros más leídos. Nadie había conjugado cosa tan disímil de manera tan sencilla: el credo bíblico; lo anticlásico latino (tradujo a Catulo y a Marcial); el verso libre y el multiculturalismo de Whitman; la logopeia intelectual y emotiva de E Pound; el correlato objetivo de T S Eliot; el imaginismo angloparlante, pero articulado con la poética impura de Neruda; la antipoesía de Parra, y lo comunicante de Benedetti y Dalton latinoamericano. Cardenal fue un poeta, un místico y un activista cultural cuyo pensamiento moldeó una estética de síntesis, sostenida en la vocación espiritual y en una idea de revolución integral, humanista.

La inmersión en las culturas nativas orientó su cristianismo a un futuro de liberación, a una teología decolonizadora. Fundó una comunidad artístico‑espiritual en medio de un archipiélago olvidado y escribió con su gente El Evangelio en Solentiname (1975). Compiló y tradujo, junto con Coronel Urtecho, la hasta hoy más completa antología de Poesía norteamericana (1963). Lo significativo es que el libro abre con poesía de los siux, los chinooks, los yaquis, los papagos, los navajos, los yuma pawnees, entre otros; siguen Poe y 79 poetas más, hasta la generación beat, de la que fueron pioneros difusores. Luego, en Antología de poesía primitiva (1979), el pensamiento poético de las antiguas culturas de las tres Américas, África y la Polinesia emerge con renovada vitalidad, en un libro que marcó mi juventud.

En 1957 ingresó al monasterio trapense con la guía de Thomas Merton, cuyo pensamiento influyó en la contracultura de entonces. En México entró en contacto con comunas mayas y en el Amazonas, con los cunas. A raíz de estas vivencias escribió tres obras referenciales: Gethsemani, Ky (1960), Vida en el amor (meditaciones) (1970), Los ovnis de oro (poemas indios, 1988). En la era libertaria de los sesenta, la vivencia de lo sagrado con la naturaleza y el trueque comunitario sin dinero fueron ideales de una índole revolucionaria que Cardenal concibió y aún será necesario comprender.

Con el poema‑libro El estrecho dudoso (1966) realiza otra hazaña: funde en un presente histórico la mirada corrompida (en el sentido de Séneca) de los conquistadores y el testimonio de los conquistados. Reescribe desde las crónicas de Indias una historia benjaminiana, a contrapelo de los vencedores: “De quinientos cincuenta que pasaron con Cortés no quedan vivos más que cinco en toda la Nueva España./ ¿Y sus sepulcros? Son los vientres de los indios/ que comieron sus piernas y sus muslos y sus brazos,/ y lo demás fue echado a los tigres y a las sierpes/ alcones que tenían enjaulados./ Esos son sus sepulcros y allí están sus blasones”.

Canto cósmico (1989) es alfa y omega de su universo. He allí el erotismo y el amor sagrado; el misterio de la creación y el Big Bang; la revolución social, las ciencias físicas y el evolucionismo teológico; el orden atómico de las galaxias en un tiempo curvo sin límites: “Engendrados por esa ley/ que también es la de los besos./ Pedazo de materia estelar,/ un átomo tuyo es como un sistema solar, y tu cuerpo/ como un sistema de galaxias con millones de soles” (cantiga 41). He allí la síntesis y la expansión de ese gran poeta que la naturaleza preparaba en aquella tierra de “lagos y volcanes”, según la referida carta. Su canto de liberación ondea en el corazón de su pueblo y del humano pueblo de Dios, al que dedicó su amor en la lucha por la justicia y la igualdad en este mundo. A los mercenarios de la tiranía de turno que irrumpieron en sus exequias (en Managua, el 3 de marzo de 2020) Cardenal siempre respondió con el salmo I: “Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido/ ni asiste a sus mítines/ ni se sienta en la mesa con los gangsters/ ni con los generales en el Consejo de Guerra.// Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano/ ni delata a su compañero de colegio./ Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales/ ni escucha sus radios/ ni cree en sus slogans//. Será como un árbol plantado junto a una fuente”.

Fuente: https://brecha.com.uy/