Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Sentado en una silla plegable en la sala de recreo de la cárcel, Adnan* mantiene la cabeza baja con la mirada puesta en sus chanclas tipo Nike. Los ojos cansados y la piel curtida le hacen parecer un adulto del doble de su edad. Con sólo 17 años Adnan ha pasado gran parte de su adolescencia en el Reformatorio de Mujeres y Niños en la capital de la región kurda iraquí, Erbil. El discreto centro de detención, que está situado frente a un popular centro comercial, alberga actualmente a 32 jóvenes sospechosos de haberse unido al Estado Islámico (EI) cuando este grupo controlaba en Siria e Irak un territorio del tamaño de Gran Bretaña.
Hace tres años Adnan vivía en un campo para iraquíes desplazados cerca del antiguo bastión el EI en Mósul. Según cuenta, otro chico lo acusó de estar en el EI y lo entregó a las fuerzas de seguridad kurdas conocidas como Assayish. Adnan pasó medio año en la cárcel antes de que un tribunal lo condenara a cinco años de cárcel por su supuesta militancia en el EI. “Soy inocente”, afirma Adnan alzando la voz. “Algunas personas que hicieron cosas, pero yo no”.
Prácticamente todos los jóvenes a los que entrevistó Middle East Eye (MEE) afirmaron haber acabado en la cárcel por estar en el sitio equivocado en el momento equivocado o por tener el mismo nombre que otro chico que está en la lista de personas sospechosas de pertenecer al EI y que están “en busca y captura” en Irak. Adnan tenía 14 años cuando fue detenido y era aún más pequeño cuando las autoridades afirman que se unió al EI. Su relato, como el de los otros detenidos que afirmaban ser inocentes, no se pudo verificar de forma independiente. Pero los abogados afirman que la supuesta pertenencia de Adnan al EI es irrelevante ya que los niños que participan en conflictos armados son ellos mismos víctimas que necesitan ser rehabilitados, no encarcelados.
Criados en el “Califato”
Se calcula que el EI reclutó a miles de niños iraquíes. En Irak, donde la edad mínima de responsabilidad penal es nueve años, los fiscales apenas distinguen entre quienes se unieron al EI voluntariamente y quienes lo hicieron obligados, ni tampoco se suele tener en cuenta el grado de implicación del niño. Las estrictas leyes antiterroristas del país establecen sentencias igual de duras para quienes desempeñaron papeles menores, como recoger la basura o cocinar, y para quienes participaron activamente en los combates.
“Me amenazaron y me dijeron que si no lo admitía estaría más tiempo en la cárcel”, afirma Samer, de 17 años. Dijo que intentó viajar a Erbil en busca de trabajo después de que el grupo [EI] fuera expulsado de su barrio, pero fue detenido por supuesta pertenencia al EI en un checkpoint controlado por kurdos. Como temía que le impusieran una larga pena de cárcel, Samer confesó un crimen que afirma no haber cometido.
La ONU ha expresado su preocupación por estas confesiones bajo coacción. Un informe reciente de la ONU citaba “denuncias frecuentes de tortura” y procesos judiciales que se centraban en la “asociación” al EI en vez de en la participación directa en la actividad terrorista. Se trata de un sistema que Jo Becker, directora de los servicios de defensa de la sección de derechos de los niños de Human Rights Watch, califica no solo de punitivo sino también de contraproducente. “Irak está recogiendo a niños en base a esas listas de personas en busca y captura y a acusaciones dudosas de fuentes anónimas, los tortura para que confiesen, los detiene y les priva de una educación”, afirmó Becker. “Creo que es inevitable que haya más resentimientos y agravios”.
Una generación traumada
Ibrahim soñaba con ser jugador de fútbol profesional y se pasó su infancia participando en torneos locales en Mósul. En su adolescencia siguió jugando mientras gobernaba el EI, pero con restricciones. Se prohibieron los pantalones cortos y había que interrumpir los partidos para la oración. Ibrahim pensaba que después de que se fuera el EI podría seguir jugando al fútbol como profesional, pero ahora este preso de 21 años afirma que el fútbol está más lejos que nunca. “A veces me enfado verdaderamente cuando lo pienso”, dijo Ibrahim, que afirma que fue obligado a hacer una confesión falsa. “Ayer estaba tan enfadado que empecé a golpearme la cabeza contra la pared y a llorar”.
Los expertos advierten de que sin ayuda para hacer frente al trauma de chicos como Ibrahim, cuando estos menores encarcelados queden en libertad pueden suponer una importante amenaza para la seguridad de Irak. “Estamos creando nuevos criminales”, afirmó el abogado iraquí Zyad Saeed. “Se les condenará a 15 años, después de los cuales saldrán sin haber sido rehabilitados y llenos de odio”.
Aunque existen programas privados y a pequeña escala para los niños iraquíes traumatizados por el EI, sobre todo niños yazidíes, no existe un programa nacional para proporcionar apoyo psicológico a los niños que fueron reclutados.
Durante más de un año Saeed y sus colegas del Iraqi Law Firm [Bufete de Abogados Iraquíes] de Bagdad presionaron a las agencias gubernamentales para que diera a los jóvenes presos posibilidades de reintegrarse. En su condición de abogado que forma a los jueces que se ocupan de los casos de terrorismo Saeed ha conocido de primera mano el impacto que tiene la forma de procesar en Irak a los niños que pertenecieron al EI. En todos los lugares a los que acudió Saeed (la oficina del primer ministro, el poder judicial, el Parlamento) escuchó preocupación, pero no voluntad de intervenir. “Para el gobierno no es una prioridad. No hay una estrategia ni un plan”.
Aprender de Pakistán
Se puede aprender del trabajo realizado en Pakistán para desradicalizar a potenciales terroristas suicidas a los que reclutaron los talibán cuando eran pequeños. Un centro de desradicalización auspiciado por el ejército en el Valle de Swat del Pakistán afirma que desde que abrió sus puertas en 2009 ha reintegrado a más de 230 niños que habían sido militantes con una tasa de reincidencia casi nula. La directora del centro, la psicóloga clínica Feriha Peracha, cree que su método de trabajo también podría funcionar con los niños reclutados por el EI. “Creo Pakistán e Irak no son tan diferentes culturalmente”, afirmó Peracha. “Los niños son niños”.
Antes de empezar el tratamiento se hace un perfil individual de los niños que están a cargo de Peracha para entender cuáles son sus factores de atracción y de rechazo. En lo que suele ser un proceso de varios años los niños reciben tanto educación académica como “educación religiosa correctiva” y se establecen unos objetivos para que vuelvan a la escuela o encuentren trabajo. “Se trata de tener un programa individualizado. No se les puede tratar como si fueran una cadena de montaje”, afirmó Peracha.
Esta psicóloga atribuye el éxito del programa al seguimiento que se hace tras el tratamiento. Dos veces al mes las personas encargadas de los casos hacen un seguimiento cara a cara con los chicos en sus comunidades.
Una vez que los jóvenes salen del Reformatorio de Mujeres y Niños de Erbil no existe ese seguimiento y los funcionarios de prisiones admiten que no pueden hacer mucho respecto a la rehabilitación de quienes pasan por su centro. “Llegan con el cerebro completamente lavado”, dijo un guarda a MEE. Una vez que cumplen la condena los funcionarios de prisiones determinan quienes están en condiciones de ser puestos en libertad. Se puede ampliar la condena de aquellos que se considere que todavía son propensos a la violencia.
El estigma de la cárcel
A la hora de presionar para que se creen programas de rehabilitación los abogados señalan que la ideología rara vez es la principal razón por la que los niños se unen a grupos armados. Un estudio de la ONU sobre niños soldado en Irak, Sira, Mali y Nigeria realizado en 2018 concluyó que lo más frecuente era que los factores que impulsan a estos niños fueran la presión de los compañeros, las obligaciones familiares y la necesidad económica.
Como recuerda Wissam, no tuvo elección cuando el EI se lo llevó a él y a sus amigos a adiestrar cuando tenía 14 años. “Estuve 15 días, pero no hice daño a nadie”, dice acerca de los días que estuvo con el EI. Su adoctrinamiento consistió en dos semanas de educación religiosa junto con algunas indicaciones sobre cómo manejar un arma. Cinco años después Wissam afirma que no recuerda nada de lo que le enseñaron a creer. Ahora anhela volver a un aula normal y acabar la educación secundaria. Pero Wissam teme que cuando dentro de pocos meses abandone este centro correccional el estigma del EI le siga a casa. “No me quedaré aquí, en Irak. Estoy marcado para siempre como miembro del EI”, dice.
*Se han cambiado los nombres de los presos.
Elizabeth Hagedorn es una periodista freelance que aborda los temas de los conflictos y la migración. Su cuenta de twitter es @ElizHagedorn.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/news/im-forever-branded-uncertain-future-awaits-iraqs-jailed-children
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.