Falleció el pasado jueves 15 de febrero una buena persona (en el decir de Antonio Machado y de Bertolt Brecht), una de las mejores y más consistentes personas que he conocido a lo largo de toda mi vida adulta. Josefina, Navascués, Jaume… ¡Arden las pérdidas! Muchas muertes de luchadores antifascistas y comunistas en una misma […]
Falleció el pasado jueves 15 de febrero una buena persona (en el decir de Antonio Machado y de Bertolt Brecht), una de las mejores y más consistentes personas que he conocido a lo largo de toda mi vida adulta.
Josefina, Navascués, Jaume… ¡Arden las pérdidas! Muchas muertes de luchadores antifascistas y comunistas en una misma semana. Demasiadas. De gente admirable, de la que vale pena haber tratado y admirado.
Era imposible desconfiar de Jaume porque Jaume inspiraba confianza desde el primer momento, desde que se estrechaba su mano por primera vez o se le abrazaba.
No recuerdo ninguna lucha importante en estos últimos 50 años en Cataluña y España, y en el mundo podría añadir, en la que no estuviera presente.
Habría podido ser coordinador general de EUiA. No lo fue por poco. Habríamos ganado mucho con ello. Militó en el PSUC-viu cuando pocos militaban en la organización hermana.
Todo lo humano le era propio; nada, absolutamente nada, le era ajeno.
Como Marx y Bacon, dudó de muchas cosas… sin permanecer en la duda y confiando en mucha gente.
Pensó y sintió desde abajo, desde los de abajo.
Era dulce, siempre lo fue. Era hermoso, muy hermoso, verle con Pilar. Riendo, sonriendo.
Fue catalanista, muy catalanista si se quiere. Pero su Cataluña, la Cataluña que él amaba -en absoluto enfrentada a la tradición de la España republicana y democrática- y representada estaba en las antípodas de la Cataluña pujolista, nacionalista y excluyente. El era su inversión hegelo-marxista-cristiana.
Cristiano de base, partidario de la teología de la liberación, nunca obró con sectarismo al relacionarse con personas de otras tradiciones. Lo que Paco Fernández Buey dijo en una entrevista que Jaume le hizo sobre su forma de entender el marxismo y el comunismo, una conversación que se publicó en la revista Iglesia viva, podría haberlo dicho él perfectamente.
Palestina estuvo siempre en su corazón. Siempre. Se la jugó varias veces.
Admiró y fue compañero de dos comunistas, maestros de muchos de nosotros: Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey.
Le entrevistamos -Xavier Juncosa, Joan Benach, yo mismo- para los documentales de «Integral Sacristán». Tenemos muy vivas sus explicaciones sobre la experiencia de Can Serra, sobre aquel maravilloso y utópico intento de alfabetización de personas trabajadoras recién llegadas a Barcelona y L’Hospitalet. Le quisieron, le respetaron; él también. Nunca tuvo ningún problema en hablar castellano con nadie. Nunca los consideró xarnegos, murcianos o colonos (inconscientes) de alguna colonización.
Yo mismo pude saber más de la historia de mi familia y del asesinato de mi abuelo gracias a él. Gràcies Jaume.
Sacaba de nosotros, no nuestro mejor yo, sino nuestro mejor nosotros.
Cuando le comenté la enfermedad de mi hijo me animó, supo estar humanamente a la altura de las circunstancias y me apoyó en la forma en que solía hacerlo: comprometiéndose, informándome de proyectos para personas en circunstancias parecidas a las de mi hijo en los que él mismo estaba vinculado. Me habló de visitarles. Cuando quisiera.
Vale la pena releer sus trabajos publicados en revistas como El Viejo Topo o en Noticias obreras. Por su mirada crítica, por su estilo, por su humanidad, por su inmensa humanidad.
Me invitó a impartir una charla hace pocos meses en un seminario que él dirigía sobre Antonio Gramsci. No fue mi tarde, no podía ser mi tarde. Pero sacó de mí mi mejor yo gramsciano (lo cual, desde luego, tiene mucho mérito).
Escribió un prólogo para un libro en construcción sobre el leninismo y el gandhismo en la obra de Manuel Sacristán. Sigue inédito. Acabaré el libro en su honor.
Fue profesor de Historia. No fui su alumno pero me imagino el interés de sus clases y el compromiso con sus alumnos.
Fue muy hermoso acudir a la celebración de su 70 aniversario. En Can Serra por supuesto. Con Paco, con Oriol Porta, con Mercedes Iglesias.
Me informaron de su enfermedad hace una semana. No logré adivinar su situación real. No me esperaba un desenlace así. Pensaba verle de nuevo muy pronto, en luchas sociales e internacionalistas. Dos semanas, tres semanas más tarde.
Sé que Pilar estuvo hasta el final de sus días. Como siempre. Acompañándole en sus últimos momentos. Nos dejó sosegadamente. En paz. Que los dioses de la bondad y la justicia le acojan en su seno.
Vuelvo a recordar su sonrisa, su sabia sonrisa de hombre sabio y solidario.
También su inmensa capacidad de trabajo. ¡En cuántos proyectos participó! ¡Cuántas veces se la jugó!
En su vida, decir y hacer eran uno y lo mismo. No había teoría sin praxis transformadora.
Luchó toda su vida. Hasta el final de sus días. Fue un imprescindible.
Gracias compañero gracias por el ejemplo. Jamás habitará en nosotros el olvido. ¡Hasta la victoria y la justicia siempre!
No creo que haya mejor poema para recordarle que este de Brecht que creo que le gustaba. Su serenidad, su noción del buen vivir, se reflejan en él. «Satisfacciones» es el título:
La primera mirada por la ventana al despertarse
el viejo libro vuelto a encontrar
los rostros entusiasmados
nieve, el cambio de las estaciones
el periódico, un perro, la dialéctica
bañarse, nadar, música antigua
zapatos cómodos, comprender, música nueva
Escribir, plantar, viajar, cantar y ser amable.
Él fue siempre amable incluso con gentes que no lo fueron mucho con él. Y escribió, plantó, viajó, cantó, nadó, escucho música antigua, vio el cambio de estaciones y encontró viejos libros con rostro entusiasmado. No siempre anduvo con zapatos cómodos.
Una forta abraçada, estimat amic. Que tenemos que hablar de tantas cosas, compañero del alma, compañero.
Descansa en paz, compañero, camarada, amigo.
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