Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El movimiento popular refleja la creciente confrontación entre el antiguo lenguaje «sectario» y un nuevo lenguaje de ciudadanía y justicia social.
Manifestantes iraquíes alzan una bandera nacional gigante sobre sus cabezas durante las continuas protestas antigubernamentales en la ciudad sureña de Basora, 1 de noviembre de 2019 (AFP)
La reciente oleada de protestas en Iraq se ha concentrado geográficamente en las regiones chiíes , todavía no se han extendido de manera sustancial a las provincias suníes o kurdas.
Pero no se trata de una revuelta chií y cualquier intento de imponerle un marco sectario no está teniendo en cuenta los factores subyacentes. Los símbolos chiíes no han ocupado un lugar central en las consignas de los manifestantes y las personalidades clericales chiíes han estado ausentes o marginales en la configuración de la trayectoria de las protestas.
En cualquier caso, estas protestas han desafiado la fórmula sectaria de gobernanza que reducía a los iraquíes a sus identidades étnicas y religiosas y potenciaba a las facciones que integraban estas identidades en sus políticas.
Demandas socioeconómicas
En Bagdad fueron las demandas las que impulsaron una movilización socioeconómica. Las primeras manifestaciones estaban llenas de jóvenes desempleados y subempleados de la zona este de la ciudad, que cuenta con una densa población chií.
La resiliencia del movimiento y la violencia desproporcionada a que ha tenido que enfrentarse han ido atrayendo a otros sectores sociales, incluidos estudiantes y grupos de la sociedad civil, que se unieron a la segunda oleada que dio comienzo a finales del pasado mes. El movimiento creció a medida que un númerocada vez mayor de personas, incluidas muchas de clase media, se iban incorporando para crear lo que parece ser un consenso social de oposición a la élite política y para exigir un cambio sistémico radical.
Se ha convertido en el movimiento de base más grande en la historia moderna de Iraq, produciendo nuevos símbolos no sectarios, decenas de mártires y un lenguaje de protesta.
Las facciones chiíes dominantes no se enfrentaban a tal desafío desde que llegaron al poder después de 2003. A diferencia de las protestas suníes de 2012-13, que podían definirse fácilmente como oposición sectaria, esta oleada proviene del corazón de la comunidad chií que estas facciones afirman representar.
La represión llevada a cabo contra las protestas a principios de octubre se centró en la zona que limita con Sharq al-Qanat (un grupo de vecindarios ubicados en el extremo este de Bagdad) y la ciudad de Sadr, de donde procede una gran cantidad de manifestantes. Y guarda parecido conla forma en la que el aparato de seguridad del régimen de Saddam Hussein, dominado por árabes suníes, enfocaba las actividades antidisturbios en la capital en los años ochenta y noventa. Durante décadas, Sadr City, que está habitada por una gran congregación de personas extremadamente pobres y de jóvenes, ha sido una fuente de movilización contra el régimen.
Desafiando el chiísmo político
Durante este tiempo, y especialmente después del declive del Partido Comunista Iraquí, el chiísmo político se convirtió en la principal ideología a través de la cual esta zona protestaba por su marginación, como se puso de manifiesto en el movimiento de MohammadSadiq al-Sadr en la década de 1990. Ahora, una vez más,se ha convertido en un bastión de la movilización contra el régimen, pero los manifestantes están desafiando la afirmación de las facciones islamistas chiíesde defender y representar a las comunidades chiíes.
Esta movilización está construyendo, de hecho, un nuevo límite dentro de la comunidad chií definido por identidades socioeconómicas y de clase. Tiene el potencial de trascender las divisiones sectarias y de desarrollar solidaridades entre las sectas, lo que pone en tela de juicio la fórmula de las cuotas sectarias que hadominado el orden político posterior a 2003. Y ha generado un nuevo lenguaje de protestadirigido contra las facciones dominantes y su ideología: el chiísmo político.
Manifestantes iraquíes en lo alto de un edificio abandonado en Bagdad, 31 de octubre de 2019 (AFP)
El fin de la amenaza planteada por el Daesh ha acelerado el cambio de la política sectaria hacia un patrón político conformado por las desigualdades socioeconómicas y las demandas por una mejor gobernanza, estimulado por la caída de los precios del petróleoalhaber disminuido los recursos necesarios para reducir el desempleo.
La población de Iraq aumenta en aproximadamente un millón de habitantes cada año, y alrededor de medio millón ingresa al mercado laboral anualmente. La corrupción desenfrenada del gobierno y el comportamiento depredador de las facciones gobernantes, que han convertido a las instituciones estatales en feudos para sus redes de mecenazgo, han impedido una distribución más equitativa de las rentas del petróleo-alrededor del 93% del presupuesto gubernamental-, la única fuente de ingresos de Iraq.
Desafíos sistémicos
La corrupción en Iraq no es simplemente una cuestión de avaricia personal y decadencia moral; se ha convertido en parte integral del sistema. Cuando las personas protestan contra la corrupción, la pobreza y la desigualdad, seoponen al sistema mismo que ha intensificado estos problemas.
Sin embargo, el enfrentamiento actual sugiere que será difícil conseguir un cambio significativo. Esto es consecuencia, por un lado, de que el pueblo ha perdido la fe en las promesas del gobierno, y por otro, porque el poder en Iraq no se concentra en un solo lugar sino que se extiende por múltiples centros, lo que hace que el «régimen» sea incapaz de actuar de forma coherente.
Esto es consecuencia tanto de la fórmula de gobernanza etnosectaria, que ha dispersado el poder y los recursos entre una variedad de actores, como de la debilidad de las instituciones estatales, que han permitido que esos actores, como las milicias y los grupos paramilitares, se disputen inexplicablemente la autoridad del Estado a muchos niveles, incluido el desafío de su monopolio sobre la violencia legítima.
Por lo tanto, será difícil iniciar una reforma seria que pueda amenazar a uno de estos núcleos de poder, ya sea el de las milicias controladas por Teherán, el gobierno kurdo o el grupo de Muqtada al-Sadr.
Dado que el poder de estos grupos está incrustado en el sistema al que se oponen los manifestantes, solo son capaces de acordar cambios cosméticos, como las reformas económicas que el primer ministro Adel Abdul-Mahdihabía ordenado emprender en primer lugar.
Un nuevo sentido de pertenencia
La mayoría de los manifestantes son conscientes de que la oligarquía dominante y multisectaria-que está dividiendo el botín entre sus patrocinadores clave- es, de hecho, el «Otro» que se resiste ante sus demandas. Esta comprensión ha fomentado la identidad no sectaria del movimiento de protesta y podría desarrollar solidaridades intersectarias entre los sectores desafectos de la sociedad.
Aunque las manifestaciones pierdan impulso en los próximos días, los problemas estructurales que las produjeron permanecerán vigentes. La creciente masa de personas descontentas, dotadas de una mejor conciencia sobre su marginación y potenciadas por un nuevo sentido de pertenencia a una colectividad legítima, continuará desafiando a la oligarquía gobernante, tal vez mediante comportamientosmás radicales.
La única forma de que el sistema posterior a 2003 sobreviva a largo plazo es alterando drásticamente su naturaleza, aceptando el fin de la fórmula etnosectaria y cambiando las reglas del juego. Es poco probable que esto suceda sin un creciente movimiento de protesta; solo una fuerte sensación de peligro inminente podría llevar a la oligarquía a aceptar concesiones reales.
En cierto modo, se trata de una confrontación y una negociación entre el antiguo lenguaje de las «sectas» y un nuevo lenguaje de ciudadanía y justicia social.
Harith Hasan es un destacado académico del Carnegie Middle East Center y miembro SFM en la Central European University.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/iraq-protests-waning-sectarianism
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