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Cuatro millones de iraquíes huidos

Un Tsunami de Refugiados

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Dos mil iraquíes escapan de sus hogares cada día, en lo que constituye el mayor éxodo de masas que se ha producido en Oriente Medio, empequeñeciendo todo lo contemplado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Cuatro millones de seres, uno de cada siete iraquíes, han huido porque les habrían matado si no lo hubieran hecho así. Dos millones han salido de Iraq, hacia Siria y Jordania principalmente, y la misma cifra de personas huidas se halla dentro del país.

En efecto, mientras EEUU y Gran Bretaña manifiestan compasión por la grave situación de los refugiados en África, ignoran -o restan importancia- una tragedia mucho mayor que, además, han sido ellos, quienes más han contribuido a crearla.

Es posible que EEUU y Gran Bretaña no quieran hablar de los desastres acaecidos en Iraq durante su ocupación del país, pero los suburbios de ciudades atestadas de refugiados que brotan en Iraq y en los países vecinos se están convirtiendo en una realidad imposible de ignorar.

Incluso el ACNUR está encontrando dificultades para conseguir 100 millones de dólares para poder socorrerles. La organización dice que los dos países que están acogiendo a la mayor proporción de refugiados iraquíes -Siria y Jordania- no han recibido aún más que «nada de la comunidad mundial». Según la Alta Comisión para los Refugiados de Naciones Unidas, alrededor de 1,4 millones de iraquíes han huido a Siria, Jordania ha recibido 750.000, y Líbano y Egipto han visto cada uno como 200.000 iraquíes entraban en su territorio.

Los potenciales donantes se muestran remisos a gastar dinero en el interior de Iraq, sosteniendo que el país dispone de grandes ingresos provenientes del petróleo. O son unos inconscientes [cínicos] o quieren ignorar que la administración iraquí está totalmente colapsada en el exterior de la Zona Verde en Bagdad. EEUU está gastando unos 2.000 millones de dólares a la semana en operaciones militares en Iraq, según el Congressional Research Service, pero muchos iraquíes están muriendo porque carecen hasta del agua que supondría tan sólo unos céntimos.

El campo de refugiados de Kalawar en Suleimaniya es un microcosmos que refleja la miseria a la que se han visto reducidos muchos iraquíes.

» Al menos, aquí estamos seguros», dice Walid Sha’ad Nayef, de 38 años, de pie en medio del mal olor de la basura en descomposición y de las aguas residuales. Huyó hace once meses del letalmente peligroso distrito de Saadiyah en Bagdad. Cuando hablábamos con él, un hombre nos presentó silenciosamente el certificado de muerte de su hijo, Farez Maher Zedan, asesinado en Bagdad el 20 de mayo de 2006.

Kalawar es un lugar espantoso. Situado tras una estación de gas en medio de un camino polvoriento, la primera visión que se tiene del campo es la de un amontonamiento de toscos refugios hechos a base de harapos, trozos desgarrados de cartón y mantas viejas. Se explica el hedor por el hecho de que las autoridades municipales kurdas no permiten que las 470 personas que están en el campo puedan cavar letrinas. Alegan que eso podría animarles a quedarse.

» Algunas veces tengo que mendigar», dice Talib Hamid al-Auda, un hombre con una poblada barba blanca que representa mucho más años de los cincuenta que tiene. Cuando habla, su cuerpo tiembla, como si se estremeciera ante el sólo pensamiento de los humillantes medios que tiene que utilizar para alimentar a su familia. Pero incluso mendigar es difícil, porque la gente del campo tiene prohibido salir de él los miércoles, viernes y sábados. Los kurdos piensan que están detrás de una serie de robos en casas, aunque no hay prueba alguna de ello, convirtiéndose en los chivos expiatorios de todas las maldades que ocurren en los alrededores.

Dondequiera que huyan los refugiados encuentran una acogida cada vez más fría, porque son muchos y por la carga que sobre los recursos suponen. «La gente aquí nos culpa de las subidas de los alquileres y del precio de la comida», dijo Omar, que había llevado a su familia a Damasco una vez que su hermana se fracturó una pierna a causa de un coche bomba.

Los refugiados de Kalawar no tenían otra opción que la huida. De las 97 familias que se encuentran allí, todas excepto dos son árabes sunníes. Muchas son de Saadiyah, barrio situado al oeste de Bagdad, donde la policía encontró 84 cadáveres entre el 18 de junio y el 18 de julio pasados. Muchos eran jóvenes que aparecieron con las manos atadas y señales inequívocas de haber sido torturados.

» La mayoría abandonó Bagdad porque alguien había llamado a la puerta de su casa y les había dicho que se pusieran en marcha antes de una hora», dice Rosina Ynzenga, que dirige la ONG española Solidaridad Internacional (SIA), que subvenciona una clínica móvil que visita el campo.

La municipalidad de Suleimaniya se opone a que puedan hacer más cosas. Un funcionario kurdo sugirió que los árabes de Kalawar estaban allí simplemente por razones económicas y que les iban a dar 200 dólares a cada uno y enviarlos de vuelta a Bagdad.

El Sr. Nayef, el mujtar (alcalde) del campo que solía trabajar como conductor de bulldozer en Bagdad, nos dijo al principio que nadie podía hablar con los periodistas a menos que tuviéramos permiso de las autoridades. Pero una vez que escribimos ceremoniosamente nuestros nombres en un libro grande, cedió y dijo que, en cualquier caso, hubiera tenido problemas si no dejaba que los refugiados nos contaran sus sufrimientos.

Al pedirle que hiciera una relación con los problemas peores, el Sr. Nayef dijo que eran la ausencia de escuelas para los niños, la escasez de comida, la falta de keroseno para cocinar, la falta de dinero, de empleos y de electricidad. La respuesta real a nuestra pregunta era que los árabes de Kalabar no tienen nada. Sólo han recibido dos tetrabrik de comida por persona del Comité Internacional de la Cruz Roja y un tanque de agua potable.

Aún así se muestran inflexibles en su propósito porque no se atreven a regresar a Bagdad. Ni siquiera saben si sus casas han sido ocupadas ya por alguien.

Abla Abbas, una mujer de aspecto afligido con ropas negras, dijo que su hijo había sido asesinado al ir a vender bolsas de plástico en el distrito chií de Kadamiya, al oeste de Bagdad. Los pobres en Iraq tienen que asumir riesgos fatales para poder ganar un poco de dinero.

La incertidumbre de las vidas de los refugiados de Kalawar se refleja en sus rostros demacrados. Mientras hablábamos con ellos, hubo varios incidentes de gritos. Una mujer nos mostraba un trozo de papel de la autoridad local en Sulamainiya por el que la autorizaba a permanecer allí. Nos miraba nerviosamente como si fuéramos funcionarios que habíamos ido para deportarla.

En realidad, en Kalawar hay tres campamentos. Aunque casi todos los refugiados son sunníes, vienen de sitios diferentes y hasta hace un mes vivían juntos. Pero había continuas disputas. Entonces decidieron que deberían dividirse en tres campamentos: uno con la gente de Bagdad, un segundo con la de Hilla, al sur de Bagdad, y un tercero con la de Diyala, la provincia mixta sunní-chií que ha sido escenario de feroces y sectarios pogromos.

Los gobiernos y los medios valoran con toda crudeza el sufrimiento humano en Iraq en términos de cifras de muertos. Un barómetro más amplio y mejor incluiría a todos aquellos que han logrado escapar de la muerte sólo a costa de escapar de sus hogares, de sus trabajos y de su país, yendo a vivir, indigentes e indeseados, a lugares como Kalawar. La administración estadounidense tiene 18 puntos de referencia para medir el progreso en Iraq, pero el regreso a sus hogares de cuatro millones de seres no está entre ellos.

Patrick Cockburn es autor de «The Occupation: War, Resistance y Daily Life in Iraq», que quedó finalista en el Premio National Book Critics’ Circle al mejor libro de no ficción en 2006.

Enlace con texto original:

http://www.counterpunch.org/patrick07302007.html

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate