La capital cubana se convirtió en una exposición de 700 kilómetros cuadrados, donde circulan ómnibus-piezas pictóricas, los espacios son ocupados por esculturas efímeras, la pintura invade una antigua terminal de trenes y refrigeradores obsoletos pasan a ser obras de arte. La Novena Bienal de La Habana, aseguran sus promotores, enfoca las «dinámicas de la cultura […]
La capital cubana se convirtió en una exposición de 700 kilómetros cuadrados, donde circulan ómnibus-piezas pictóricas, los espacios son ocupados por esculturas efímeras, la pintura invade una antigua terminal de trenes y refrigeradores obsoletos pasan a ser obras de arte.
La Novena Bienal de La Habana, aseguran sus promotores, enfoca las «dinámicas de la cultura urbana» desde la diversidad de estilos y tendencias y a partir del presupuesto de que una ciudad es «el espacio mayor del mundo en cuanto a influencias e impactos visuales sobre el espectador».
La interacción que impulsa la bienal «forma parte de la vocación de tratar de conquistar la mayor cantidad de público e incidir en que enriquezca su acervo cultural», dijo a IPS el director general de la cita, Rubén del Valle.
También consideró que esta capital constituye «un espacio ideal de confluencia por el desarrollo del arte cubano», lo que a su juicio explica la presencia en la isla de creadores de 51 países, que junto a los artistas nacionales suman más de 400.
De ese modo, La Habana comenzó a vivir un mes de alucinante eclosión creativa, tanto de las formas tradicionales como de las más innovadoras de las artes plásticas y visuales contemporáneas. Las exposiciones e intervenciones urbanas inauguradas el lunes se desarrollarán en el centro capitalino así como en poblados costeros como Jaimanitas.
Creada en 1984 como plataforma de proyección para el arte latinoamericano y caribeño, esta cita convocó después al resto del mundo en desarrollo y en la actualidad acoge obras, proyectos y acciones plásticas de artistas de todos los continentes, incluidos los del circuito de países industrializados.
«Nuestras ciudades son, y serán cada vez más, el hábitat natural del hombre», estimó el crítico de arte cubano Nelson Herrera al referirse al tema principal que anima esta novena edición.
De ahí que llame a reflexionar artísticamente sobre ellas. «De gran parte de esa cultura urbana nos sentimos orgullosos», pero también «preocupados», a causa «de la degradación ambiental impuesta y a los traumas históricos irresueltos».
Conceptualmente, la relación del ser humano con el medio es una presencia evidente en la bienal, incluso la necesidad del reciclaje para solucionar problemas citadinos universales.
El artista plástico cubano Roberto Diago creó una instalación de casas a pequeña escala, elaboradas con materiales de desecho, que significan, según declaró a la televisión local, que «a pesar de nuestra adversidad seguimos haciendo cosas».
En el oeste de La Habana, una exposición titulada «Almacén» dignifica los materiales precarios, al usarlos en la creación de obras de arte y de un video. Allí coexisten una marea realizada a partir de pomos plásticos, zapatos viejos con ruedas como si fueran vehículos en una vía peatonal, y biberones, todo ello estructurado con la técnica de la instalación.
«De alguna forma es un canto al reciclaje y a la recuperación de materias primas» ante un mundo que asiste al agotamiento de los recursos naturales, dijo a IPS Ruslán Hernández, uno de los artistas participantes.
Hernández explicó además la concepción de su casa-mochila, con la cual recorre la ciudad. «Yo mismo soy la pieza que se expone. «En vez de vivir en la casa, la casa vive conmigo», dijo.
En un principio, el creador quiso desarrollar una «intervención» con una vivienda hecha de materiales tomados de la basura, e instalarse en su interior como su fuera una especie de «hábitat y galería de arte al mismo tiempo». Pero el proyecto se vio frustrado por «problemas logísticos», indicó.
«Reivindico la cultura de los márgenes, de la periferia, la dinámica de los desechos y el reciclado, con esa casa que ahora cambia de escala, pero con la que mantengo estos presupuestos», comentó.
Dentro de la multiplicidad de expresiones formales sobresale en la bienal, por la naturaleza misma de su convocatoria, la intervención, que supone «agredir» con las obras espacios públicos, con vistas a variarlos conceptualmente y promover la reflexión del espectador.
Sin embargo, la diversidad resulta el signo distintivo en un ámbito que acoge exposiciones tradicionales de pinturas y esculturas, junto a performances integradoras de plástica, danza y música, instalaciones minimalistas y monumentales, hasta acciones de graffitis.
La exposición titulada «Manual de Instrucciones» es un ejemplo de arte «de objetos», que aborda la problemática del reciclaje no sólo desde el punto de vista artístico sino también sentimental.
El pintor cubano Mario González, principal gestor de esta iniciativa, narró a IPS cómo 51 refrigeradores, en su mayoría viejos aparatos de origen estadounidense, fueron convertidos en obras de arte.
Hace un año, durante la preparación de una muestra aún inédita de dípticos abstractos, González pintó «motivos a lo Salvador Dalí» sobre el frigorífico de su casa, un divertimento que completó el también pintor cubano Roberto Fabelo.
A partir de ahí convocaron a 55 artistas plásticos cubanos que recrearon disímiles temáticas en las neveras, «unas veces tomándolas como soporte pictórico y otras convirtiéndolas en verdaderas esculturas».
Así aparecen en la muestra refrigeradores reinterpretados como caja de luz, un erizo atravesado por 28 remos y caballo de Troya. También pueden verse llenos de manzanas y condones, en un mensaje para la prevención del virus de inmunodeficiencia humana, causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida.
El proyecto recuerda una campaña para el ahorro energético, impulsada por el gobierno cubano en marzo del 2005. El plan incluye la entrega a la población de equipos modernos en sustitución de antiguos electrodomésticos, entre ellos refrigeradores, considerados «grandes derrochadores» de electricidad.
«No tiene nada que ver con eso», rechazó González. «Lo que hicimos fue rescatar estos refrigeradores como obras de arte, ya que van a ser como dinosaurios en extinción por las necesidades del país», y resaltó que «mucha gente los regaló para que pasaran a otra vida artística» en un reciclaje sui generis.
Además de las exposiciones, la bienal incluye el llamado Forum Idea 2006, que promoverá un amplio debate. Según la convocatoria, si el encuentro se preocupa por «el aspecto y la construcción de lo visual en sus dinámicas urbanas», este evento «se insertará en los mecanismos históricos, sociológicos, críticos y de producción». (FIN/2006)