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Una delicada Resiliencia…

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

¿Saben lo que significa Resiliencia?

Resiliencia no es Resignación. No es Abdicación. No es Sumisión. No es Aceptación…

Resiliencia es un estado muy poderoso, un estado interior, y sólo quienes lo han experimentado conocen su definición exacta.

La Resiliencia está fuera de las clasificaciones, no está reconocida y está mal definida. Los científicos sociales, psicólogos y toda esa escoria suya [*] de autoproclamados «analistas» no saben nada de lo que supone. Es muy probable que Vds. tampoco tengan ni idea…

Y ya que bastantes de Vds. son tan ignorantes, es una vergüenza, les daré dos definiciones de Resiliencia:

Resiliencia es:

1. El poder o capacidad para volver a la forma o posición original, etc., tras haber sido doblado, comprimido o estirado; elasticidad.

2. Capacidad para recuperarse rápidamente de la enfermedad, depresión, adversidad o situaciones parecidas; optimismo.

Me he encontrado con bastantes personas resilientes. Todos los iraquíes que he encontrado en el exilio son resilientes. Si hay algo que esta Ocupación y su espantosa brutalidad nos ha enseñado ha sido: entereza, perseverancia y RESILIENCIA.

Resiliencia no debe confundirse con resignación, es un concepto, un estado, mucho más interesante, es una forma de ser, de observar, de experimentar y de escribir. Y es también lo más difícil de expresar…

La mejor forma de ilustrar la Resiliencia es compartiendo historias con Vds. Historias reales. Para poder reconocer la Resiliencia son necesarias dos cosas:

1. Humildad. Sin humildad no podrán reconocer la Resiliencia cuando se la encuentren. La Resiliencia no tiene nada que ver con lo pomposo. No grita. Es como la voz de la mayoría silenciosa, la de aquellos que no tienen voz o tan sólo una apenas audible… Por eso, para que puedan reconocerla, necesitan mucha humildad. ¿Qué es la humildad? La humildad es algo muy sencillo. Es suspender CUALQUIER juicio, todas las ideas preconcebidas, todas las teorías, todos los conceptos, todos los análisis y, sencillamente, escuchar…

2. El segundo prerrequisito para reconocer la Resiliencia es el de saber escuchar entre palabras, saber leer entre líneas… lo que no se dice. Requiere el mayor de los cuidados, el mayor de los aplomos… También necesita que se eleven por encima de una situación y sean capaces de encontrar a la persona donde la otra persona está. Porque una persona resiliente es exactamente eso: alguien que se eleva sobre una situación incluso cuando él/ella no la conozcan por sí mismos.

Otra clave para reconocer la Resiliencia cuando se topen con ella es que se van a sentir impactados por su manifiesta sencillez. Quizá se equivoquen al principio y la interpreten como ingenuidad, pero no lo es. Supone la sencillez de un ser resiliente «con todo conocimiento de causa», que sabe, que conoce muy bien lo ocurrido, las consecuencias de lo ocurrido, las ramificaciones de lo ocurrido y todavía es capaz de optar por «el estado original», el anterior a los sucesos.

La Resiliencia no es perfecta, no es lineal. No la puede explicar una mente cartesiana. No implica causa y efecto. Es causa y efecto abrumador. Está más allá de los efectos. La Resiliencia es tan poderosa, es casi un estado de gracia sin connotaciones religiosas. Y es, en efecto, tan humilde, tan sin pretensiones, que puede fácilmente pasarles de largo, tan silenciosa siempre, tan de puntillas…

Necesitan pulir sus sentidos, afinarlos, para reconocer la Resiliencia , porque la Resiliencia es siempre tan sutil…

No hace ruido. No tiene propaganda. No habla un lenguaje especial y no conlleva color, género, religión o secta algunos…

La Resiliencia es delicada. Y necesitan ser delicados para verla, de otra forma se perderán el arma más poderosa con que cuenta la Resistencia …

Decía que les iba a ilustrar con ejemplos vivientes y confío en que sean lo suficientemente «delicados» como para captar la esencia de esos ejemplos vivientes que voy a darles.

Hossam, alrededor de 40 años, medio sunní, medio chií. No hay malicia en su mirada. No hay mezquindad en su voz. Un hombre sencillo, nada prepotente. No hay nada especial en él. No tiene rasgos extraordinarios. Excepto que te envuelve una oleada de amabilidad y generosidad cuando te lo encuentras. Si están dispuestos a verlo…

Su padre, de 77 años, fue secuestrado por la policía sectaria chií. Es un milagro que siga con vida. Fue torturado día y noche durante siete días. Dijeron que le liberarían a cambio de una suma de 350.000 dólares. Hossam no tenía ese dinero. Vendió todo lo que poseía y pidió prestado a cambio de que la supuesta policía iraquí liberara a su padre. Es hijo único y quería vivo a su padre a toda costa. Se las arregló para reunir la suma y condujo hasta un lugar abandonado para entregar el dinero a cambio de su padre.

Los secuestradores enviaron a un hombre enmascarado a recoger el dinero que le dijo que su padre sería liberado al día siguiente. En ese siguiente día, recibió una llamada telefónica. Uno de los secuestradores le habló: «Faltaban 50 dólares. Como castigo, vas a tener que traernos otros 50.000 dólares«.

«Pero…, los había contado. Había exactamente lo que me pedisteis: 350.000 dólares. No faltaban 50 » , relata Hossam.

«¿Estás intentando tomarnos el pelo? ¿Quieres que tu padre esté totalmente muerto, porque ya está medio muerto…? ¿Aceptas el castigo de 50.000 dólares extra o quieres que liquidemos totalmente a tu padre?

Hossam volvió a pasar muchas noches sin dormir, reuniendo los 50.000 dólares extra para la liberar a su padre de 77 años. Finalmente pudo entregar a la policía esa «multa». Su padre fue liberado cuarenta y ocho horas más tarde, y no al día siguiente como prometieron, un «castigo extra«, dijeron.

Una vez que tuvo a su padre con él, pocos días después, le envió inmediatamente fuera de Iraq. Me contó lo siguiente:

«Tenía toda la espalda completamente negra de las torturas, estaba más negra que la camisa que llevas. Es un milagro que no muriera. Mi madre falleció cuando yo era joven y lo único que tengo es mi padre. Habría hecho lo que fuera para que siguiera viviendo. No soy un hombre valiente, pero supe encontrar coraje. No sé ni cómo ni por qué… Mi padre grita aún por las noches y me despierta con su angustia y sus pesadillas pero no le digo nada. No quiero que recuerde… Trato de protegerle. No sabe cuán herido está. En lo que a mí respecta, trato de olvidar los detalles de toda la historia. Estoy seguro que son una gente muy ignorante. No les odio. Sencillamente, me siento sorprendido porque no logro reconocer todo lo que está pasando… Nunca antes fuimos así… De cualquier forma, estoy contento de que no me haya afectado tanto como pensé y de poder haberlo superado en cierto modo. Ahora, deja que te diga cómo tienes que hacer para que florezcan las rosas. Necesitas tratarlas adecuadamente… tienes que regar el terreno todos los días… Las rosas son delicadas y necesitan que se las trate con mimo…»

La Resiliencia de Hossam está en sus rosas.

Ali es un chico de 13 años. Fue secuestrado por milicias chiíes sectarias durante tres semanas cuando tenía 12 años. Ali tartamudea cuando habla. Y se le pierde la mirada cuando nadie le observa. Alguien que le conoce bien me dijo que le habían torturado, sodomizado, violado sin fin durante tres semanas… Y ahí fue cuando empezó a tartamudear. Nunca «habla» del incidente. Además, no tiene nada de lo que hablar. Su padre fue asesinado en 2006 y su madre está muy enferma. Ali no va al colegio, pero Ali tiene sueños para el futuro. Cuando le preguntas qué quiere ser cuando «crezca», dice con una sonrisa que te deshace el corazón: «Quiero convertirme en policía y en doctor».

Por eso, le pregunté: «¿Ambas cosas? ¿Quieres ser las dos cosas?»

«Sí, las dos. Y así podré detener a la gente mala y curar las heridas». Y lo dice sin un tartamudeo, sin tartamudear en absoluto. Su rostro se ilumina y su sonrisa te cautiva…

Y su Resiliencia se halla ahí, entre las pausas, cuando no tartamudea, en ese espacio donde todo es reversible y posible…

Imán, unos 30 años y ya viuda, con dos niños. Su diagnóstico: Grave depresión post-traumática.

El marido de Imán fue asesinado por las milicias sectarias cuando iba camino de su trabajo una mañana de febrero. Imán había perdido a sus padres un año antes. Su hermana menor, Mayida, vivía con ella. Y una mañana, el Ejército del Mahdi de Muqtada Al-Sadr llamó a su puerta. Imán abrió. Entraron destrozándolo todo, la banda violó a Mayida, la arrastró hasta el porche y le prendió fuego cuando aún estaba viva, todo frente a los ojos de su hermana Imán. Imán cogió a sus niños y escapó de Bagdad.

Ahora vive en una insalubre habitación llamada apartamento. Sus niños no van al colegio y sobrevive de la caridad. Imán padece una grave depresión. Una depresión catatónica, salpicada de vívidas imágenes de una hermana ardiendo.

Pero… Imán te recibe con amabilidad impecable. Su única habitación está limpísima, a pesar de no tener agua ni electricidad. Incluso se ha puesto algo de lápiz de labios y se siente orgullosa de ella misma cuando dice: «Se decía que yo hacía el mejor café de la ciudad». E incluso te ofrece una sonrisa cuando te sirve su taza de café.

Se sienta en silencio y te pregunta saliendo de su tristeza: «¿Te gusta el café?»

Y las ventanas de tu nariz se llenan con el aroma, transportándote lejos de su marido asesinado y de su hermana quemada, y tú asientes con un «Sí, está perfecto».

Y ella sonríe un poco más, y ves como la vida vuelve a seducirla lentamente, colándose entre sus párpados caídos…

La Resiliencia de Imán está en su café.

Bien, ya les advertí que no iban a ser «historias extraordinarias». Son sólo momentos, indicios de gracia, pasarelas para avanzar hacia la cordura…

Recuerden, los iraquíes no tienen los lujos de su Quinta Avenida ni terapeutas de 300 dólares la hora que les ayuden a recuperar su propia resiliencia.

Confiamos en lo que nos queda de nuestros sentidos, las delicadezas de los acontecimientos sencillos, pequeños, habituales…

Nos encontramos en las cosas sencillas de la vida… en un jardín de rosas, en el sueño sin tartamudeos de un niño o en una taza de café…

Y nuestra Resiliencia es nuestra Resistencia.

Una Resistencia sencilla. Una Resistencia diaria. Un gota de cordura en el mar de su psicopática, loca y criminalmente insensata Ocupación… Nuestra Resiliencia, nuestra Resistencia…

Y gota a gota… como un agua límpida que delicadamente va tallando, partiendo, una dura roca… así seréis expulsados… Fuera.

N. de la T.:

[*] Por lo general, la Sra. Anwar se dirige en sus escritos al pueblo estadounidense.

Enlace con texto original:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2008/06/delicate-resilience.html