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Una interpretación del golpe en Mosul y sus consecuencias

Fuentes: Al-Akhbar (Edición en lengua inglesa)

Tradcción para Rebelión de Loles Oliván.

Hay una gran diferencia entre la interpretación conspirativa de los hechos y la interpretación de una conspiración real que muchos tienden a pasar por alto, a saber, que la primera es una visión subjetiva que sostiene que todo es un complot de los enemigos -para quienes incluso las tormentas de arena que azotan Iraq podrían ser una conspiración- mientras que explicar una conspiración real implica un análisis realista de sus causas, efectos y pruebas, con la intención de comprender un verdadero complot planificado y ejecutado por una parte contra otra. Las conspiraciones no son ajenas a la Historia y ciertos historiadores declaran incluso que la Historia no es más que una larga serie de complots. 

En un discurso reciente, horas después de que Mosul, la segunda ciudad más grande de Iraq, cayera a manos de insurgentes islamistas radicales, el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki afirmaba que el colapso de las fuerzas gubernamentales en la ciudad era fruto de una conspiración. Hay quien, en los medios sociales, incluido yo mismo, lo consideramos una continuación de la antigua tradición adoptada por los derrotados, aunque al final, este punto de vista me produjo ciertas reservas.

De hecho, cuando al-Maliki utilizó las expresiones «derrota»y «rumores coordinados» para describir lo que había pasado, recordé de inmediato lo que reveló una vez Hani al-Fekaiki, antiguo dirigente baasista. Al-Fekaiki fue uno de los autores intelectuales del golpe de Estado de 8 de febrero de 1963. En su libro, los Decanos de la derrota, escribió: «[…] Hemos derrocado el régimen de Abdul Karim Kassem con el arma de los rumores». La verdad es que el régimen baasista utilizó la guerra psicológica muy hábilmente, como afirman muchos expertos.

Los hechos están empezando a desvelarse. Lo que ocurrió en Mosul fue «un tipo especial de golpe militar» en el que la facción dirigida por Izzat Ibrahim al-Duri habría estado trabajando en silencio, con paciencia y astucia durante largo tiempo, hasta que finalmente logró infiltrar una compleja y formidable red de ex oficiales excluidos del Ejército durante la desbaacificación, que favoreció a los oficiales más acordes con el sistema de cuotas sectarias, especialmente en las provincias de Nínive y Salah al-Din. Parte de una cínica alianza nihilista, el Estado Islámico de Iraq y Siria (EIIS) ha sido utilizado como «cáscara» en la que se han incrustado sus movimientos para aterrorizar a sus oponentes.

Nihilista porque para el Baas ha pasado el tiempo de poder planificar, ejecutar y triunfar para gobernar después el país durante décadas. Los hechos sobre el terreno en Mosul y Tikrit, sin duda, disiparán los sueños de al-Duri y de sus milicias en cuestión de meses, si no semanas, aunque ello, por desgracia será muy amargo y doloroso para los iraquíes de esas regiones.

La primera pesadilla a la que al-Duri tendrá que hacer frente es el choque inevitable entre sus hombres y los yihadistas del EIIS y otros grupos. En efecto, los enfrentamientos ya estallaron recientemente, cuando se expusieron retratos de al-Duri en las áreas confiscadas por los insurgentes. En última instancia, sin embargo, lo que sí es cierto es que este golpe de estado conduce seriamente a la aplicación del plan de partición de Iraq, y ha abierto la puerta a la intervención directa de los poderes regionales de Irán y Turquía, así como de Occidente y otras potencias mundiales.

El discurso de al-Maliki fue endeble, superficial y traicionó su confusión. Parece que su objetivo principal era aumentar la moral de sus aliados y socios de gobierno y no mostrar signo alguno de remordimiento o de estar harto de la desinformación y las mentiras de sus mandos y asesores militares, aun cuando lo que tiene enfrente es una peligrosa y trascendental derrota militar.

Al-Maliki dijo que lo que había tras la caída de Mosul era una conspiración y alegó que sabía los nombres y los datos de quienes lanzaron los rumores y ordenaron a las tropas que se retirasen, a pesar de que eran más que capaces de repeler el ataque a la ciudad. Sin embargo, horas después, Tikrit -nada menos- cayó también a manos de los insurgentes. ¿Es que también en este caso conocía al-Maliki los detalles y no tuvo tiempo de evitar este segundo golpe? No está claro.

Las declaraciones de al-Maliki sugieren que hubo un fallo de seguridad en el mando del ejército de Mosul, diseñado por el EIIL y la facción de al-Duri del Partido Baaz. Esto es muy creíble, si no muy probable, pero el problema y la causa de la derrota en Nínive a manos del EIIL y de la insurgencia baasista no residen allí, sino en el primer ministro y en sus socios del proceso político sectario. Por una razón: al-Maliki y sus socios no han podido concluir este proceso o por lo menos hacerlo viable porque fue creado por la ocupación de Estados Unidos como antítesis del pluralismo y de la diversidad de la sociedad iraquí.

Al-Maliki no ha conseguido lograr la verdadera reconciliación nacional y comunitaria. Ha fracasado en los servicios, en la seguridad, y se ha convertido en un facilitador y protector de la corrupción gubernamental. Su gobierno ha exacerbado la polarización sectaria y étnica del país, y como resultado de todo ello, el proceso político ha seguido pudriéndose y está en descomposición. Los iraquíes patrióticos y democráticos opuestos a la ocupación y al sectarismo advirtieron hasta la saciedad de las consecuencias negativas que todo ello comportaba para la unidad y la existencia de Iraq.

La toma de control de la capital del norte de Iraq y de otras ciudades por parte de EIIL y de sus aliados, y los acontecimientos de los últimos días, son el certificado oficial de defunción del proceso político sectario. A al-Maliki sólo le quedan ahora dos opciones: llevar a Iraq a una devastadora y prolongada guerra civil que ninguna de las partes ganará, o -y esta es la segunda opción que creo que al-Maliki no tiene el coraje de asumir- poner fin al proceso político sectario y convocar una conferencia constitucional con la participación de todas las fuerzas políticas y dirigentes comunitarios que reforme la Constitución y ponga en marcha un proceso político nacional que criminalice el sectarismo político, y declare un Estado laico y civil basado en los principios de ciudadanía y no en fundamentos confesionales, como los ocupantes y sus aliados querían.

De lo contrario, en un mes o dos, al-Maliki seguirá vendiéndonos las mismas afirmaciones, con el agravante de que miles de iraquíes habrán sido asesinados, heridos o expulsados de sus hogares, y se habrán arrasado muchas más ciudades mientras la unidad de Iraq y de su pueblo seguirá estando pendiente.

Pero, ¿cómo se ejecutó el golpe Mosul?

Según se han producido los acontecimientos sobre el terreno, y el análisis de los testimonios y los informes de noticias, creemos que en el ataque participaron dos facciones principales: la facción baasista de Al-Duri, a cargo de la planificación y de infiltrar a oficiales del partido Baaz en la dirección de las tropas del Gobierno, y de preparar a cientos de combatientes para integrarlos en las milicias Naqshbandi para reemplazarlos por las defenestradas milicias baasistas, y grupos

takfiríes como el EIIL, Ansar al-Sunna, y otros, que proporcionaron combatientes bien entrenados. A ello hay que sumar las fuerzas tribales y sectarias dirigidas por gente como Harez al-Dhari, quien desde Amán dio su bendición al golpe, Ali Hatem [dirigente del Movimiento Despertar], y clérigos como Rafi Rifai y Abdul Malik al-Saadi, que siempre han afirmado que en las regiones occidentales, el ejército iraquí es un «ejército de ocupación». Entre tanto, según testigos que se expresaron en la web de noticias Al-Badil Al-Iraqi, los hombres armados que irrumpieron en primera instancia en Mosul no eran en su mayoría iraquíes. Más tarde, aquellos fueron reemplazados por militantes iraquíes vestidos de camuflaje que protegieron los bancos y las instalaciones públicas, mientras que los combatientes extranjeros se trasladaban a otros frentes de batalla.  

La trama se llevó a cabo sin problemas y fácilmente, en la hora cero predeterminada que el liderazgo golpista había transmitido a sus «topos» en el interior del ejército iraquí en las provincias de Nínive y Salah al-Din. Así que los comandantes del ejército, como el Jefe Adjunto del Estado Mayor Abbud Qanbar y el comandante de las Fuerzas Terrestres Ali Ghaidan se encontraron sin un ejército o sin oficiales de rango medio, y su única opción fue solicitar que las milicias kurdas los evacuasen a la cercana ciudad de Erbil.

El comandante de Operaciones de Nínive, Mahdi Gharrawi, pudo escapar a un destino similar, al encontrarse en ese momento en el cuartel de una de sus brigadas en las afueras de Mosul, en la región de al-Khazer. Los partidos kurdos han intentado desprestigiarlo manipulando una fotografía suya con la imagen de las milicias Peshmerga detrás de él, aunque ha podido demostrar que no había salido de su posición y que estaba en proceso de reagrupar a sus fuerzas.

Vale la pena señalar que los Peshmerga han jugado un papel sospechoso en los sucesos de Mosul; existen informaciones de que las milicias kurdas forzaron a los militares iraquíes en retirada a desvestirse y ponerse ropas de civil, antes de fotografiarlos de tal modo que sugería que estaban huyendo de la batalla.

Las consecuencias del golpe de Mosul

Entre las principales consecuencias a medio y largo plazo del golpe de Mosul orquestado por al-Duri y sus aliados de los grupos salafistas suicidas, podemos destacar las siguientes:

– Iraq está en vías de ser dividida en mini-Estados sectarios o, al menos, las provincias de Nínive, Tikrit, y sectores de Diyala podrían desmembrarse de Iraq por la fuerza de las armas. Las especiales circunstancias tribales de Anbar, sin embargo, hacen difícil ejecutar un plan similar allí. De hecho, Anbar mantiene una identidad nacional iraquí fuertemente arraigada, y ya se frustró un plan para convertir esta provincia en una región autónoma a pesar del clamor general en ese sentido por parte de partidos dominantes. Asimismo, la hostilidad hacia los grupos takfiríes es fuerte en toda la provincia, quizá con la excepción de Faluya, aunque existen fricciones locales que no se visualizaron en el pasado reciente y que dañan ahora las relaciones entre las comunidades y clanes de Anbar y Nínive.

– Se ha abierto la puerta a la intervención regional, especialmente por parte de Irán y de sus cálculos sectarios y sus preocupaciones respecto a la beligerancia occidental, y de Turquía, que opera con cálculos similares, además de con sus viejas ambiciones sobre la «provincia de Mosul» del Imperio Otomano. También se ha abierto la puerta a la intervención occidental, que podría adoptar la forma de un retorno directo aunque gradual a Iraq de fuerzas de ocupación estadounidenses, o al menos, la forma de un respaldo sustancial al sistema sectario de manera que garantice mayor dependencia de Estados Unidos.

– El golpe de Mosul ha puesto fin a la idea de detener o siquiera disminuir la desbaacificación en el contexto de la Ley de Responsabilidad y Justicia. Por el contrario, el actual gobierno podría lanzar una violenta campaña general contra los baasistas, y ya no será fácil que las voces de la izquierda democrática que reclaman que se ponga fin a la desbaacificación, o que se reduzca su aplicación -o que se le considere un delito y no un proceso político- sigan manteniendo esas reclamaciones. Por una razón, se ha demostrado más allá de toda duda que la obsesión crónica del Baas con los complots y los golpes de estado es incurable, lo que significa que miles de inocentes pueden acabar pagando el precio de la insensatez de al-Duri y de su ansia de poder […].

– El golpe será el último clavo del ataúd del «sadamismo» y las fuerzas de mentalidad miliciana de Iraq; fortalecerá las llamas de la polarización sectaria al abrir la puerta al enfrentamiento sectario entre los iraquíes árabes. En el proceso, se ha añadido un nuevo episodio vergonzoso al registro del Partido Baaz de Sadam: si sus enemigos saben que el Baaz cooperó con la inteligencia occidental en el pasado para llevar a cabo sus golpes, el Baaz al mando de al-Duri lo está haciendo con grupos extremistas que han matado a decenas de los suyos, y con terroristas suicidas que han hecho estallar a civiles iraquíes en calles y casas […]. Puede que esto mueva a algunos miembros leales al ideario del partido Baaz iraquí y a su experiencia a oponerse a lo que ha sucedido, aunque no somos muy optimistas al respecto.

– El golpe le costará al Gobierno Regional de Kurdistán la pérdida de la provincia de Kirkut, rica en petróleo y étnicamente diversa. La provincia ha estado prácticamente bajo la ocupación de los Peshmerga kurdos desde el 12 de junio. No habrá muchos árabes suníes que corran en su defensa después de lo ocurrido en Mosul y Tikrit. Sin embargo, la provincia de Anbar, puede extenderse hasta las provincias del centro y del sur para formar el núcleo de un Iraq diferente que ponga fin a los mini-estados dirigidos por las milicias sectarias en Mosul y en otras partes, si cae el sistema sectario en Bagdad.

– En la otra cara de este panorama sombrío, el golpe también podría significar el fin de la era de compartir el poder sectario y de la Constitución redactada por la ocupación, tras haberse demostrado que es una amenaza a la unidad de Iraq, a su integridad territorial y al bienestar de sus gentes. La pregunta ahora es: ¿como acabar prácticamente con esta era y poner en marcha el proceso de construcción de un Iraq basado en la ciudadanía y en la igualdad, sobre las ruinas del Iraq de las sectas y de las cuotas?

Fuente original: http://english.al-akhbar.com/content/iraq-understanding-coup-mosul-and-its-consequences