La capital argentina es en estos días un paraíso de diversidad cultural y de oportunidades para los realizadores de cine independiente de varios lugares del mundo, en especial para jóvenes que hacen sus primeras incursiones en los sets. El VIII Buenos Aires Festival Internacional de Cine (Bafici), que se celebra cada año desde 1999 y […]
La capital argentina es en estos días un paraíso de diversidad cultural y de oportunidades para los realizadores de cine independiente de varios lugares del mundo, en especial para jóvenes que hacen sus primeras incursiones en los sets.
El VIII Buenos Aires Festival Internacional de Cine (Bafici), que se celebra cada año desde 1999 y que cada vez convoca a un mayor número de cineastas independientes y de público, fue inaugurado el 11 de este mes y culminará el próximo domingo, cuando hayan pasado por las distintas pantallas más de 450 filmes de 60 países, la mayoría de ello óperas prima.
Algunas películas compiten en diversas secciones, otras son sólo exhibidas para un público que esta vez podría llegar al medio millón de personas, según los organizadores.
Pero hay además una treintena de proyectos incubándose en el Buenos Aires Lab, un lugar de encuentro de directores y productores para películas que están en sus inicios creado al amparo del Bafici.
«Nuestro festival no busca ser totalmente diferente de otros como el de Rotterdam o el (estadounidense) Sundance, (creado por el actor Robert Redford), dedicados también al cine independiente, pero sí tiene una identidad propia, porque apuntamos al protagonismo de realizadores jóvenes», explicó a IPS Fernando Achapusi, uno de los programadores artísticos del Bafici.
La Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires convoca en estas instancias a competir con primeras o segundas películas terminadas en marzo de 2005 y fijan un tope de dos por país, requisitos que garantizan realizaciones nuevas y una amplia procedencia. Además de los largometrajes que son mayoría –de ficción y documentales–, también se envían medios y cortos.
El festival presenta una sección de competencia internacional, otra nacional y una de cortometrajes. Se premia a los filmes más destacados, pero también a directores, actores y actrices, a los cuales se agregan galardones por «derechos humanos» o a la película que refleje una mayor «diversidad cultural».
«La sección argentina, al comienzo era sólo una vidriera de lo nuevo en el cine local, pero después ese capítulo comenzó a adquirir protagonismo, porque convocaba a numerosos programadores de festivales. Así fue como desde 2005 se decidió que fuera una sección competitiva con premios», explicó Achapusi.
Al inaugurar el ciclo en esta edición, el jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Telerman, destacó que «la diversidad es la esencia de este festival» y señaló, además, que el Bafici «es una metáfora de lo que es Buenos Aires y lo que aspira a ser cuando escucha otros lenguajes, cuando disfruta y aprende de lo que es diferente».
Las películas han llegado, por ejemplo, de Afganistán, Alemania, Armenia, Austria, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, China, Corea del Sur, Cuba, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, India, Irán, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Líbano, Malasia, México, Noruega, Perú, Polonia, Portugal, Rumania, Rusia, Singapur, Sri Lanka, Taiwán y Uruguay.
Los cineastas que llegan hasta Buenos Aires para presentar sus trabajos en general rechazan la forma de trabajo de la gran industria y prefieren ser vistos como una vanguardia artística de sus países. Casi siempre, los productores los presentan como representantes del «nuevo cine» de sus respectivos países.
El jurado de las secciones competitivas es también cosmopolita y casi todos son directores de esta misma corriente de cine independiente.
Hay una gran variedad de miradas, pero en la mayoría de las películas se observan personajes marginales, trabajadores, familias sin techo. Muchos de ellos son jóvenes o adolescentes desorientados. También prevalecen los temas de la guerra, pero sobre todo su impacto en la vida cotidiana, sintetizó el programador.
Se trata de películas realizadas con bajo presupuesto, algunas de manera casi artesanal. Es que la tecnología digital contribuyó a multiplicar el fenómeno, aseguran los organizadores del evento. Para la competencia, las películas deben estar en 35 milímetros, pero ese requisito no se exige para las que sólo se presentan para ser exhibidas.
En forma paralela a la muestra competitiva se realizan ciclos de realizadores clásicos del cine independiente, como Ferry William o Arturo Ripstein en retrospectivas de su obra, documentales de su vida, seminarios y talleres.
Una decena de salas proyectan las películas y las entradas cuestan menos de la mitad de lo que se pide por un estreno de producciones de la gran industria. El público, en su mayoría jóvenes, se agolpa para ver filmes que quizás no ingresen nunca al circuito comercial, o al menos no en Argentina.
En 1999, con 130 películas en competencia y exhibición, el festival convocó a 120.000 espectadores, pero desde entonces el número fue creciendo y se estima que esta vez alcance el medio millón.
Los organizadores aseguran que hay turistas cinéfilos que llegan especialmente para ver las novedades que ofrece el cine independiente del mundo, al igual que muchos estudiantes de cine, así como productores y programadores de festivales, quienes recorren las salas en busca de novedades y tesoros. (FIN/2006)
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=37236