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Software libre y Linux

Una pequeña anécdota

Fuentes: Rebelión

Desde hace un poco más de tres años, que uso distribuciones Linux. Y fue una necesidad lo que me hizo migrar a Linux. Yo soy un usuario de Windows desde la versión 3.1. En el trabajo, por supuesto, siempre utilicé Windows, y lo traveseaba todo el tiempo, aprendí algo. A pesar de eso, y cuando […]

Desde hace un poco más de tres años, que uso distribuciones Linux. Y fue una necesidad lo que me hizo migrar a Linux. Yo soy un usuario de Windows desde la versión 3.1. En el trabajo, por supuesto, siempre utilicé Windows, y lo traveseaba todo el tiempo, aprendí algo. A pesar de eso, y cuando yo no sabía de la existencia de otro navegador, distinto de Internet Explorer y Netscape, mi primer computadora, una Pentium II, con apenas espacio, vivía dándome problemas. Se me cambiaba la página de inicio cada dos días, la tenía repleta de spywares que eliminaba a medias con cualquier anti-espías, que pronto me pedía comprar la versión full para eliminar los espías más dañinos. Un día de tantos, entré a un foro Windows, y planteé mi problema. Uno de los foristas me dijo «¿Por qué no usas un navegador de verdad, como Mozilla?»

Yo me quedé con la duda, y me fui a buscar el famoso Mozilla, que para ser franco, con el nombre, y el Godzilla como logo, me pareció poco serio. Además, al instalarlo, me di cuenta que era una «copia» de Netscape, al que había dejado de usar, porque lo sentía pesado.

Para esos días, yo no sabía que Netscape era promotor de la Fundación Mozilla. Así que, tras usarlo un par de horas, lo desinstalé; y me resigné a seguir corriendo el antivirus una vez a la semana, y a buscar espías, casi a diario. Nunca bajaba de 6 o 7 spywares de alto riesgo.

Pasaron las semanas, hasta que un día la computadora se infectó con el virus «mydoom» que infectó a miles de computadoras en todo el mundo. Corrí al taller de computadoras, que también era un Cibercafé, y ahí tenían el mismo problema. Les dejé la computadora para que me instalaran un genuino Windows XP Pro, por el que pagué, billete sobre billete, a pesar de que me costó más que la computadora misma. Una vez, con el equipo funcionando nuevamente, me dije: «voy a volver a probar el Mozilla ese, talvez y dándole más tiempo, me acostumbro».

Busqué Mozilla, y me encontré conque ya tenían un nuevo explorador, al que llamaron Firefox. Para entonces había un contador de descargas, y llevaban unas 90 mil. Hoy son millones de descargas ¡cuántos nuevos usuarios!

Cuando descubrí la navegación con pestañas, me emocioné, pues mi escritorio no se llenaría de tantas ventanas, abriendo una nueva, cada vez que presionaba un enlace, como lo hacía el Internet Explorer. Me di cuenta también, que podía cambiar la apariencia, con muchas más alternativas de las que alguna vez ofreció Netscape.

Una de tantas noches corrí el anti-espías, y mi sorpresa fue que, apenas tenía algunos de menor riesgo. Otra semana, lo mismo, habían días que no hallaba absolutamente nada, y pensé que era por la nueva reinstalación del sistema operativo Windows XP Pro genuino… o por Firefox. Así que hice una prueba: Usé exclusivamente Internet Explorer por un día, visité las mismas páginas, incluyendo las de alto riesgo. El resultado: espías por doquier. Al correr el anti-espías, hallé más de diez. Con Firefox, sin embargo, no encontré ninguno. Desde entonces no he dejado de usar Firefox.

Cuando la computadora se descompuso otra vez, ya no había remedio, el disco estaba dañado. Tuve que comprar otra. Y le pregunté al técnico, un muchacho vietnamita, que si me recomendaba usar Linux, pues yo había oído decir, que era mejor, y, además, gratis. El me dijo que sí. Incluso, se ofreció instalármelo por solamente 10 dólares. «Hasta la Vista, Windows» dije, parafraseando aquella muy famosa frase de una conocida película.

Así que por 10 dólares, tenía un sistema operativo, como el Windows, ya saben, con ventanas, con el Mouse moviéndose de un lado a otro, y haciendo lo que uno indicaba, pero, esta vez, a mi computadora, no le afectarían virus. En esos días, pensé que el asunto de los programas, los resolvería como lo había hecho con Windows: yendo a las Web de software gratis, o de pruebas, descargarlos, instalarlos, usarlos, y ya.

Yo no sabía, entonces, que la copia CD que me dio el muchacho, ya traía casi TODO preinstalado, es decir, todo para la oficina, para ver películas, para andar en Internet y para chatear, que era lo que en definitiva, me interesaba.

Se trataba de la versión Mandrake 10.0 official, con el escritorio KDE de hace tres años, que a mí, en lo personal, me gustó. Sin embargo, cuando quise escuchar mis mp3 y no pude, y cuando quise usar mi cámara web y no pude, y cuando quise imprimir un currículo y tampoco pude, dije: «Linux es una plasta»
No podía hacer nada, a pesar de que me gustaban los iconos, me gustaba el sonido del sistema y otras cosillas del escritorio KDE.

«Mandrake, no es para mí» me quejé con el técnico vietnamita. Y me dijo que me instalaría nuevamente Windows, por el precio acostumbrado, y Mandrake 10.0, gratis. Me agradó la idea de que podía tener ambos sistemas operativos en la misma computadora, y acepté.

Pero entraba muy poco a Mandrake Linux. Windows seguía siendo mi sistema primario. Un día fui a la Web de Mandrake, y me enteré que se había fusionado con otra «distro» llamada Conectiva, y cambió su nombre por Mandriva, a la misma vez que sacaron una nueva versión, la 10.1 que descargué gratuitamente. Tras varias frustraciones, dolores de cabeza, malas palabras y demás, pude instalar Mandrake y, ufff, ¡qué alivio! No perdí mi Windows, ni mis datos, y lo mejor, ya podía escuchar mis mp3. Fue para esos días que descubrí Amarok.

Así que ya había actualizado a una nueva versión de Mandrake, sin pagar un peso. Esa vez que instalé por mi cuenta Mandrake, yo tenía a mano el CD de mi tarjeta madre, y el de la tarjeta de video. Pues yo sabía que en Windows había que instalar los drivers, después de instalar el sistema operativo. Pero cuando terminé de instalar Mandrake 10.1, no miré ningún pedido de CD, y curioseando me enteré que ya todo estaba ahí: el Openoffice, el Firefox, el Kopete para chatear, y un montón de programas, que pensé, el chinito de la tienda, había instalado uno a uno.
¡Esto sí que ahorra tiempo, ya puedo usar la computadora y hacer una carta a lo inmediato!

Yo en Windows, ya había usado Openoffice, y estaba familiarizado con él. Desde que Firefox me atrapó, pensé que cualquier software de código abierto, iba a ser mejor que los propietarios.
Me dediqué a buscar solamente software gratis y de código abierto, y los fui conociendo. Me agradaba el hecho de saber que el software que estaba usando, había sido mejorado por muchas manos, hasta llegar a mi computadora. Aún así, me quedé con Windows como sistema primario, y con Mandrake 10.1 como sistema de travesear.

Pero en ese ínterin, me di cuenta que mientras traveseaba, estaba chateando, y descargando música y hasta quemando CD, con iconos más bonitos, con un acabado nítido, en un escritorio distinto del XP Professional que yo suponía era el mejor del mundo. Me di cuenta pues, que poco a poco iba haciendo las cosas que hacía en Windows, en otro sistema operativo y con un entorno diferente. Para mí fue difícil. No tuve un tutor. Me enseñaron los foros, y Google.

Cuando salió Mandriva Linux 2006 (en octubre 2005) decidí comprarlo. Con mi nuevo Mandriva, estaba fascinado, traía KDE 3.1 y el último kernel Linux, así que me detectó casi todo.
A pesar de eso, me dije, ya que probé Mandriva, ¿por qué no probar otras distros? Y me encontré con Linspire, que era de pago, y que cuando la instalé, me dejó todo listo para usar, pues Linspire, preinstalaba los codecs para ver DVD, escuchar mp3, y reproducir muchos formatos de videos, además de Java, y Flash para Firefox. No había que hacerlo manualmente como con Mandrake 10.1. Y dejé de lado Mandriva por algunos meses. Tenía Linspire junto a Windows.

Mi primera impresión al ver el escritorio KDE, fue que todo estaba bien organizado por categorías y funciones; y si usaba el sentido común, me encontraba con que en la sección Oficina, hallaba algo para hacer una carta, en Sonido y Video, encontraría programas para multimedia, y así progresivamente. Desde el viejo KDE que traía Mandrake, lo encontré superior en estética y facilidad de uso, al de Windows XP Pro genuino, que todo lo tiene en la categoría de Programas y organizados no por su función, si no, por orden alfabético.

Así pasaron más de 3 meses, hasta que instalé SUSE 10, que me gustó aún más que las distros anteriores juntas. Eso fue debido a que logré aceleración 3D en la tarjeta nvidia que tenía. Traveseé tanto mi SUSE 10.0 que hasta traduje del inglés, varios tutoriales, y los coloqué en los foros.

Después de SUSE 10.0 instalé la versión 10.1, y lo usé sin problemas por varios meses, como sistema primario. Ahí hacía todo. Ya Windows XP Pro genuino, lo abría muy poco. Cuando tenía SUSE 10.1, y miré cuánto podía cambiar en mi escritorio KDE 3.3, y observaba con detenimiento la nitidez del entorno gráfico, me dije «Windows es para Cavernícolas»
Fue esa la época en que me topé con un pequeño artículo acerca de los 10 mitos sobre Linux. Había uno que decía: Linux es feo. Y al igual que el autor de dicho artículo, me pareció de los más injustos.

Con SUSE me enfrenté a varios problemas. A la hora de actualizar, el sistema encontraba incompatibilidades entre programas que me obligaban a desinstalar manualmente muchas cosas.
Hay, en Linux, dos distros «madres» Debian y Red Hat, cada una con un manejador de paquetes diferente. Los rpm para Red Hat y los deb para Debian.

La diferencia básica entre una distribución Linux y otra, es quizás, la manera en que se administra el sistema. Pues la gran mayoría ofrecen casi los mismos programas para el usuario común. Esto es: Ofimática, Internet, Multimedia y Gráficos. Otro aspecto importante que marca diferencia, es la base de usuarios que tiene una distro y otra. Y leyendo, me di cuenta que Ubuntu estaba en primer lugar en el ranking de distros de la Distrowatch. Y me dije: «¿Por qué no probar Ubuntu?»

En mi computadora, y después de haberme adiestrado un poco en instalaciones Linux, solía tener tres sistemas operativos en el disco duro: Windows XP Pro genuino, SUSE 10.1 y cualquier otra distro. La de travesear.
Cuando probé Ubuntu, era la versión 5.10, y con ella logré lo que no podía con SUSE: ver prácticamente cualquier tipo de video, no importaba el formato.

¿Pero por qué, si SUSE es una excelente distro?

Porque la comunidad de Ubuntu es amplia, amplísima; y su cantidad de software en los repositorios, es proporcionalmente directa a la misma comunidad.
Por ejemplo, con todos los repositorios activados de Ubuntu, hay acceso directo a más de 20 mil software gratis. Varios cientos de ellos, muy populares en los usuarios de distros Linux. Luego probé la versión beta de Ubuntu Dapper. Desde antes que fuera estable, y hasta el día de hoy, quedé prendado del escritorio Gnome y de Ubuntu.
No había ni un conflicto en paquetes, la primera actualización, después de instalar, se hacía sin ningún problema. Limpia. Vi una enorme diferencia con SUSE, que me obligaba a hacer manualmente cosas que en Ubuntu, se hacían sin demora y automáticamente.
Además, el escritorio Gnome, traía lo justo para trabajar ya, y eficientemente. Si quería más, tan solo me iba a Agregar/Quitar Aplicaciones, y me servía a mi gusto, de entre cientos de programas muy bien categorizados. Gnome, andaba más rápido que KDE, y todo me pareció más sencillo que antes.

He instalado Linux en varias decenas computadoras. Algunas de esas computadoras, estaban muy viejas, con Windows 95 y 98 en ellas. A esas, les instalé DSL o Ubuntu Server y luego un escritorio muy liviano, XCFE4; todavía andan muy bien. Con DSL, muchísimo más rápido, que computadoras costosas y de última generación. A equipos que cumplen los requerimientos técnicos, les he instalado Ubuntu, SUSE o Mandriva, con Compiz corriendo en ellas. Muchos no pueden creer que tengan en sus modestas computadoras, sistemas libres de virus, estables, con efectos visuales muy atractivos y funcionales, que superan a los de Windows Vista; y son tan buenos, como los de las Mac OS X .

Cuando empecé a redactar esta anécdota, habrán notado que estuve haciendo hincapié en mi copia genuina de Windows XP Pro. En el software libre, todo es genuino. Aunque no siempre gratis. Pero lo importante de todo este cambio que me tocó vivir, en torno a mis actividades informáticas para el trabajo, el estudio o el entretenimiento, es que he estado interactuando con software libre y Linux, de una manera segura, y divertida. En los últimos años, se han publicado más y más libros que tocan el tema del escritorio Linux, y eso es de por sí, un enorme avance.

Muchos de ustedes, quizás, no necesitarán pasarse horas configurando un hardware determinado, o buscando soluciones en Internet, aunque, creánme, los foros, muchas veces, resuelven más que cualquier taller de computadoras. Yo los invito a googlear y buscar en Foros, con toda seguridad, alguien ha tenido el mismo problema que nosotros, y nos dirá cómo resolverlo.

Decía pues, que, a pesar de que los foros son una herramienta muy útil, lo son también, en estos tiempos, los libros, las guías y los manuales que proveen algunas editoriales, y las tiendas que venden computadoras con sistema Linux preinstalado. Esta abundancia de documentación, escrita, o en video, hoy en día hacen la iniciación en sistemas Linux, mucho más rápida y fácil que en el pasado.

No quiero que se piense, que la experiencia que me tocó vivir en mi caso, cuando todavía se estaban solidificando las bases para que el usuario de escritorio utilizara Linux, van a repetirse en cada uno de los lectores de este texto.

Recordemos siempre esto: Estamos interactuando con Software libre. Con el tiempo vamos a darnos cuenta de la importancia que tiene el usar y compartir el software libre, y si poseemos las habilidades técnicas, mejorarlo.

Cada uno de nosotros está haciendo uso de alguna de las cuatro libertades del Software libre, con eso, estamos dando nuestro modesto aporte para que la tecnología, sea cada vez más accesible a las grandes mayorías. Y no tecnología chatarra, sino una tecnología transparente, robusta y que se mantiene en constante mejoría. Entre todos, podemos ayudar a que nuestras amistades, migren poco a poco al software libre, en especial, a sistemas Linux. Podemos escribir artículos, comentar, dar opiniones sobre la importancia del uso del software libre en las escuelas, por ejemplo.

Quizás antes, gobiernos y alcaldías, podían poner excusas para la no implementación de Software libre en sus oficinas, sin embargo, el que lo hagan hoy en día, es una completa irresponsabilidad y falta de apertura hacia nuevas y más económicas maneras de hacer las cosas.

Preguntémonos, solo por poner un ejemplo: ¿Es justo que mi gobierno o mi alcaldía, pague por licencias de Microsoft Office, cuando, gratuitamente, podrían instalar Openoffice, que realiza las mismas tareas y es compatible con muchos más tipos de formatos, incluyendo los de Microsoft?

Se trata de nuestro dinero. El mío, el tuyo, el de todos.

Algunos, argumentan de manera simplista, que la capacitación y el reentrenamiento, no es más que un cobro disfrazado de licencias. Eso es Falso. Un débil ataque a lo que, en definitiva, ellos mismos han venido haciendo.

¿Cuántas escuelas para aprender usar Microsoft Word hay en tu ciudad? Varias decenas, ¿verdad?

Pues aquellos que atacan a la implementación de software libre, y ponen como pretexto el «costoso» reentrenamiento, pretenden que las cosas sigan como están, por los siglos de los siglos.
La capacitación en el Software libre, es transferencia de conocimientos, algo que queda y del que se puede hacer de ello mucho más que lo que originalmente se pensó. Se trata de tener el Software disponible, gratis, y de saber usarlo, modificarlo, mejorarlo.

Millones de computadoras se venden cada año, en su gran mayoría, con Windows y Microsoft Office preinstalado. Esa muy famosa herramienta de oficina, se bloquea a las pocas semanas de haber sido activada, a menos que se compre una licencia completa. Decenas de miles de familias, con una computadora en su casa, no son capaces de redactar una hoja de vida o escribir un poema, porque desconocen que existen alternativas gratis, y que le darán los mismos resultados que una costosa suite ofimática, como la que, con todo seguridad, aún les sigue pidiendo su número de tarjeta de crédito.

Otras, serían las historias si algunas de estas familias supieran de la existencia de Openoffice, o de Abiword. Herramientas gratuitas con las que lo mismo se escribe una carta, que una novela.

Son muy contadas las escuelas que tienen laboratorios de computación en sus recintos, y son mínimas las posibilidades de encontrar software libre en ellas. Las empresas distribuidoras de computadoras se han encargado de ofrecer a los maestros de computación, y a los técnicos, incluso a ingenieros, bonitos entornos visuales, que no conducen a nada. Las computadoras están repletas de spywares, de virus y antivirus que continúan pidiendo el registro de rigor, «para hacer su trabajo»

Pocas de estas computadoras tienen Microsoft Office instalado. Es fácil imaginar a un maestro o maestra:
«A ver niños, acérquense a la computadora con la que se puede escribir documentos o hacer presentaciones…»
Es en verdad penoso. Una burla.

Si tan solo hubiera Abiword en cada una de esas computadoras, hablo de las escuelas públicas, que nos pertenecen a todos, si hubiera Abiword, en este instante, en cada una de esas computadoras que tienen Microsoft Office, estaríamos ahorrando varias decenas de miles de dólares que servirían para ampliar los laboratorios a otras escuelas, menos afortunadas.

Son millones de niños a los que se les da una crayola y una tabla para que, si se sienten atraídos, pinten. Algunos de estos niños quedarán atados a la pintura por el resto de su vida, y algunos de ellos, serán destacados pintores que quizás realicen obras que los inmortalizarán.

Con la informática sucede algo similar.

Si ampliamos las oportunidades de que los niños tengan acceso a las computadoras, y si para ello, es necesario utilizar software libre gratis o muy barato; es un deber moral impulsar el uso de dicho software.

Nadie puede ver el futuro, pero sí vislumbrar siquiera algo. Si el niño interactúa con software desde temprana edad, si este software está a su alcance sin necesidad de pagar altas sumas por él, y si, además, cuando esté en la secundaria, se interesa por saber cómo está diseñado ese software, (lo mismo que cuando quisimos nosotros ver, qué había dentro de una televisión) si ese niño, decíamos, tiene los permisos para abrir ese software, destaparlo, travesearlo, experimentar con él; con toda seguridad va encontrar la manera de mejorarlo. Y quién sabe, un buen día, a lo mejor en nuestro país, o en nuestra ciudad, salga uno que, se llevará los reconocimientos mundiales, por habernos entregado algo libre, y útil, para las generaciones venideras.

Por el mero hecho de que Linux nos da libertad, lo convierte en un sistema operativo superior a los demás. Cuando platico con mis amigos, familiares, o simplemente conocidos, sobre qué es Linux. Yo les digo, sin vacilación: «Linux es un sistema operativo acompañado de lo mejor del software libre. Me permite hacer con la computadora, lo que antes no podía. Sin correr riesgos de virus, ni pagar por programas adicionales.»

Muchos, por supuesto, no quedan totalmente convencidos.

«Si es tan bueno», preguntan a su vez, «¿por qué, entonces, la gente no lo tiene en sus casas, o las oficinas, al igual que sucede con Windows?»
Y la respuesta, es tan sencilla, como la pregunta misma:

Por pura desinformación.

Promovamos el Software libre, difundámoslo. En las tiendas que visitemos, pidamos por computadoras con Openoffice preinstalado, o por qué no, con una distro Linux preinstalada. El cliente manda… ¿o no?

Hace pocas semanas, cuando lanzaron Windows Vista, fui a una tienda, un almacén enorme en una ciudad canadiense, me dirigí directamente a la sección de computadoras, en donde la gente observaba maravillada el nuevo «invento», pero a su vez, se iban de espaldas con los precios. Yo tomé una computadora que no tenía Windows Vista preinstalado, pues no cumplía con los requerimientos técnicos mínimos para hacer aquello que en definitiva es lo realmente novedoso del nuevo Windows: el efecto Aero. Metí un CD de Mandriva One en la computadora, la más barata de la fila, activé el efecto 3D con Compiz y empecé a jugar con ella.

El primero en acercarse fue uno de los vendedores. No lo podía creer, y lo creía menos cuando le dije que si yo quería podía hacer una carta, y mandarla por email a su cuenta de correo en ese instante. El no sabía de Openoffice, mucho menos de Linux.
Cuando terminé de contestar algunas de las preguntas que otros clientes me hicieron sobre lo que acababan de ver, el vendedor me pidió prestado el CD para hacerle una copia. «¿Seguro que no es ilegal copiarlo?» me dijo. «Claro no», respondí.
Hizo 11 copias, y le orienté dónde descargar Openoffice para Windows.

Algo similar hice en otra tienda, solamente que esta vez, tomé una laptop, y fui a Youtube, busqué Ubuntu y puse el video más visitado. Se trataba de una muy buena grabación de un sistema Ubuntu Linux con los efectos visuales que Beryl le proveía. Lo puse varias veces, la gente se acercaba y comentaban, «¡qué increíble Windows Vista!»

Yo les decía que no, que era Linux.

Cuando vino la vendedora, me hice el que no sabía nada de Linux, y le dije: «Quiero que mi computadora tenga esos efectos. ¿Ustedes instalan Linux?» Ella miró el video, y tras breve meditación dijo: «Eso a todas luces es un montaje. «Sólo una computadora muy cara puede lograr algo semejante, y nadie pagaría por ella.»

Me saqué un CD de Ubuntu 6.06, de los que mandan gratuitamente a cualquier parte del mundo, y le dije: «Con esto se puede hacer. Yo lo he hecho en varias Pentium III, si tiene dudas, ahí está mi correo electrónico»

Ayudemos a migrar al Software Libre. Pongámosle ganas.

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Jerson Bejarano